jueves, julio 31, 2008

HACIA UNA NUEVA SOCIEDAD

1) Para que una sociedad se materialice, es preciso comenzar por reeducar a la infancia y a las nuevas generaciones en las técnicas y prácticas de la convivencia, la tolerancia y prácticas de la condescendencia, va valores reputados de alta conveniencia y contenido ético en la sociedad contemporánea.

2) Estos métodos han sido ensayados con gran éxito en Colombia, país donde la población durante decenios ha preferido el diálogo estéril al enfrentamiento radical con los subversivos que pretenden el poder mediante el uso de la fuerza. Es decir, la tolerancia y la condescendencia a prueba de sangre. Este es el experimento más extremo. Los menos radicales pertenecen al área de la educación que, sin embargo, ha de hacerse sobre la inculcación de los nuevos derechos surgidos de la política humanista, no comprometida con ideal o nacionalismo alguno, ni con sentido patrio, religioso o sistema moral. Una importante manifestación de estos derechos se ha venido abriendo paso en algunos países de Europa (y en algunos Estados de los Estado Unidos), donde ya se admiten los matrimonios homosexuales y la adopción de niños por tales familias.

3) Esta exótica consagración de derechos tiene sus orígenes en lo que podría reputarse como una inocente protección que, en el caso, de la constitución de 1991, queda consagrada en su artículo 44, que anuncia que “los derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de los demás”, aunque ya en el artículo 13 se hubiera afirmado que “todas las personas nacen libres e iguales ante la ley. Recibirán la misma protección y trato de las autoridades y gozarán de los mismos derechos…”.

4) Quienes redactaron esa constitución no repararon en que, en su afán de mostrar una especial sensibilidad social, violaron las más frecuentes reglas de la lógica. Hablando desde esta perspectiva, la lógica no puede ser ajena al derecho pues ésta no es más que el estudio crítico de los razonamientos que tienen tanto un interés teórico como práctico. Desde luego, tal disciplina no puede tomarse sólo como una iniciativa del conocimiento, sino que debe relacionar entre sí las cuestiones filosóficas, científicas y matemáticas básicas.

5) Tanto RUSSELL como WHITEHEAD en su famoso libro Principia Mathematica nos persuadieron de que las leyes de las matemáticas solamente podían derivarse de las leyes de la lógica, que en su conjunto forman la ciencia que rige hasta los enunciados formales de las demás disciplinas. Así, recurriendo al método silogístico, podríamos sintetizar, sin hacerle violencia al texto, que el Artículo 13 en realidad dice: “Todos los seres humanos tienen iguales derechos”. Pero cuando el artículo 44 consagra la prevalencia del derecho de los niños sobre el de los demás, tal sentencia se podría sintetizar así: “ningún niño tiene iguales derechos a los de los seres humanos”, por cuanto “prevalecer” significa “ser más grande”. La conclusión lógica debería ser, entonces, “luego los niños no son seres humanos”. O, puesto que las personas nacen iguales ante la ley, los niños no “nacen”, puesto que sus derechos son superiores. En fin, cualquier cantidad de absurdos podría derivarse de allí.

6) Pero el anterior galimatías hubiera podido evitarse si el artículo 13 hubiera dicho, sencillamente, que “todas las personas nacen libres e iguales ante la ley…y gozan de los mismos derechos. La ley dará especial protección a los derechos de los niños”, con lo cual se afirmaría que, a pesar de los niños tener iguales a los de los demás, éstos gozan de una protección especial por su condición de tales. Es evidente que todos estos extremos en que incurren las nuevas manifestaciones del derecho son inspiración directa de un larvado socialismo, disfrazado de derecho social, que sin ser advertido, ha penetrado la forma y el contenido de las expresiones idiomáticas y las manifestaciones prácticas de la ley, entre otras, para minar la autoridad de los padres sobre sus hijos.

7) La misma “protección” se manifiesta cuando desde el Estado se impone, por ejemplo, una educación sexual temprana con el aparentemente loable propósito de que los niños rechacen los abusos de los adultos y se preparen para una vida más plena y más libre de enfermedades contagiosas. Como ya observamos, durante largos años estas manifestaciones han predominado en Europa y ahora comienzan a volcarse sobre América, inicialmente a título de “protección”, para posteriormente desembocar en el verdadero propósito que las anima. El cientificismo moderno, por ejemplo, ha determinado que se hace necesario un CAMBIO de los valores que han permanecido durante milenios con la humanidad, por lo menos con la civilización occidental, y para ellos se juzga necesario imponer unas normas que invadan la órbita de la acción privada a fin de servir los intereses públicos.

8) Profesa este cientificismo psicológico que la destrucción de tales valores produciría no sólo una mayor salud sexual, sino unas mejores relaciones hombre-mujer al replantearse los papeles sexuales tradicionales y modificarse la vieja estructura familiar caracterizada por el patriarcado, la represión de los instintos sexuales y la propia sexual. Para lograrlo, se proponen técnicas vivenciales en las que los niños aprenden a desvestirse en presencia de otros niños y adultos, en la que los varones aprenden a jugar con muñecas y las hembras con coches o juguetes caracterizadamente “masculinos”; e decir, se pretende borrar las diferencias entre los sexos y adoptar esquemas y decisiones de conducta sexual de tipo comunitario. En Colombia este proviene de la Resolución 03353 del 2 de julio de 1993 del Ministerio de Educación que reglamenta el Proyecto Nacional de Educación Sexual. Es pretendido marco de la nueva moral estatal superar la contradicción more dialéctico entre la filosofía de la escuela (la nueva concepción escolar) y las creencias de la familia. Por ello también se habla de relaciones entre “parejas” y se elimina toda referencia al estado matrimonial.

9) Las distintas doctrinas totalitarias han tomado como punto de partida de sus postulados la crítica de la organización “burguesa” de la sociedad; el matrimonio y la monogamia son parte de esas instituciones que de manera subrepticia hoy quiere abolir el cientificismo neomoralista. Encuentra en la promiscuidad la manera más lógica de expresión de la sexualidad humana porque la aleja de los tabúes y convenciones sociales reputados antinaturales. Por eso estas doctrinas anuncian no sólo el bienestar económico sino la felicidad en el amor. Desvían considerablemente el género de los fines sexuales que dominan todo lo que hay en él de humano y lo dirigen hacia nuevos objetivos PROFILÁCTICOS y sociales desde el actual curso de la evolución cultural; por ello presentan las relaciones sexuales de la época como poco satisfactorias e introducen la planeación o planificación de la sexualidad como meta deseable del hombre. Desvisten así de todo valor ético las relaciones entre parejas y reducen al hombre a sus más básicos instintos animales, los cuales resultan lícitos animales, los cuales resultan lícitos cuando se cumplen con “responsabilidad y cuidado”, i. e., sin enfermedades venéreas o embarazos indeseados. Dentro de esta nueva moral, son también válidas las relaciones y matrimonios homosexuales (como desde hace algún tiempo viene ocurriendo en algunos Estados europeos,) conceptuándolas naturales, y se previene a la sociedad de que en la pubertad no se distingue si la atracción es por el mismo es por el mismo sexo o opuesto sexo. Ha sido meta objetiva del totalitarismo y sus diversas doctrinas combatir las instituciones de la vida social con la esperanza de abolir las limitaciones que las creencias y costumbres, emanadas de la naturaleza humana, han impuesto al hombre y que reputan perjudiciales a él, y la sociedad; la ingeniería social de tales doctrinas implica buscar la raíz de los males en las condiciones dadas por la naturaleza y, al pretender reformarlas, reformar la naturaleza misma.

10) No podría entenderse que la búsqueda de una mejor relación hombre-mujer necesariamente se logre replanteando los papeles sexuales tradicionales, a menos que también se pretenda borrar todo tabú en las relaciones homosexuales y se acepte como normal la existencia de un comportamiento bisexual que, desde el amanecer de la civilización judeocristiana hasta nuestros días, se ha considerado anormal, salvo en las más peculiares opiniones antiguas o contemporáneas. En su libro LA REPUBLICA, PLATÓN, hace la más convincente presentación del honorable estado de la homosexualidad como una forma principalísima de alcanzar la buena vida; la evaluación ética de PLATÓN a este tipo de respuesta a este tipo de respuesta humana reflejada el comportamiento acostumbrado de la Grecia de aquel período y es de suponer que las relaciones hombre-mujer no se deterioraran por tan exótico comportamiento. De allí se deriva el derecho al matrimonio homosexual y a la adopción de niños por tales parejas. Decretada así la muerte de la moral judeocristiana, y proclamado el hedonismo platónico de la nueva moral, el Estado que surge pretende convertir a nuestros hijos en conejillos de indias para los nuevos experimentos humanistas.

11) El derecho positivo de la Soberanía Popular “QUIERE”, comienza a invadir las órbitas del Derecho Natural y de la Soberanía del Estado regida por más elevados principios morales, y, ciertamente, limitada en su aplicación política. Es, en síntesis, la manifestación PRÁCTICA de “Soberanía PARA el hombre” en oposición a la soberanía SOBRE el hombre, (JUAN PABLO II, Mensaje de Navidad, 1980 (Documentation Catholique, 18 de enero de 1981, p. 61), aunque este exceso no se haya inicialmente previsto, ni deseado, en ese piadoso mensaje de Navidad, esta delegación de la soberanía. La concepción del carácter de las relaciones entre el hombre y la mujer, que hoy quieren CAMBIAR, no es el resultad de especulaciones teóricas de competentes sociológicos o psicólogos, sino que procede de la vida misma y presenta la idea exacta que los hombres y mujeres tienen de su propio sexo. Salvo en contadas y primitivas culturas la organización familiar ha sido en Occidente de corte patriarcal en el sentido de que carece en el sentido de que es al hombre al que generalmente proveer para su familia; no porque tal disposición proviniera de ley humana alguna, sino porque ha sido la manera más natural de comportamiento social. La existencia de esta relación de por sí no demuestra que exista un abismo con la ley que preconiza la igualdad entre hombres y mujeres, sino que el funcionamiento y perpetuación de estas estructuras e instituciones familiares corresponde también al sentimiento de las mujeres, es decir, de todo el conjunto social.

12) En la vida moderna no se ha desvirtuado el matrimonio, sino que esta misma institución ha sido modificado por la costumbre en cuanto admite iguales derechos para hombres y mujeres y, por tanto, ha transformado la absoluta prevalencia del hombre en algo más relativo al tema y la circunstancia; es así como la mujer se ha convertido en par y compañera de la vida cotidiana del hogar. Pero esa expresión de prevalencia relativa todavía se manifiesta en que la costumbre ha impuesto que los hijos lleven primero el apellido paterno y que el símbolo de “cabeza de familia” corresponde al hombre en pareja y sólo ala mujer cuando no tenga marido o compañero. Es en todas esas implicancias de la vida familiar donde encontramos que la estructura patriarcal funciona bien y funciona mejor para los hijos y para las propias mujeres.
(A este respecto dice el historiador PAUL JOHNSON en si Historia de los judíos (Tercer Mundo Editores, Santa Fe de Bogota, 1991, p. 585, “(a los judíos) le debemos la idea de la igualdad ante la ley, tanto divina o humana; DE LA CONCIENCIA INDIVIDUAL y, por tanto, de la redención personal; de la conciencia colectiva y, por tanto, de la responsabilidad social; de la paz como ideal abstracto y del amor como fundamento de justicia, así como muchos otros aspectos que constituyen la dotación moral básica de la mente humana).

13) Al contrario, es la ruptura de esta estructura lo que da paso a la poligamia
Como dominio del principio despótico y a la destrucción del esquema tradi-
cional familiar como expresión de lo salvajemente libre; es la lucha por la
prevalencia del “feminismo” que implica siempre una rivalidad y compe-
tencia por l supremacía, lo que pone en peligro el vínculo y la estabilidad
social. El feminismo no es más que “masculinismo” disfrazado. La creen-
cia de que las relaciones hombre-mujer pertenecen a la esfera de los mitos
y tabúes toca directamente el ambiente cultural de un pueblo, independien
te de que tales mitos y tabúes sean atávicas manifestaciones de tradiciones
indígenas primitivas, o sean enseñanza de la civilización judeocristiana, en
lo atinente a las prácticas sexuales por fuera del matrimonio, a la fideli-
dad conyugal o las prohibiciones específicas sobre zoofilia y homosexual-
lismo.


14) En la Directiva Ministerial III del 15 de noviembre de 1993, numeral 2,
párrafo segundo, se dice: “Por ello es importante que los padres identifiquen y reconozcan la realidad sexual de sus hijos e hijas, le brinden ayuda y compañía, ya que cada uno de ellos como persona cuenta con una identidad propia, ideales, y manifestaciones específicas que deben ser respetados y promovidos”(el subrayado es nuestro). Este enunciado es lo suficientemente impreciso como para ser inferir que cualquier conducta sexual es aceptable y debe no sólo aceptada sino estimulada por los padres de familia. Este sistema fue copiado en Colombia, en gran parte, del vigente en España.
Así. El término “pareja”, en los criterios oficiales del nuevo Estado que va surgiendo para la humanidad, puede ser, indistintamente, una relación emocional con el mismo, u opuesto sexo, o aún con las formas más pervertidas de desviación sexual. Es por ello que ninguno de estos planes de reeducación sexual hace referencia a la monogamia, a la familia o a las relaciones heterosexuales.

15)Esta reingeniería del hombre arrebata de la cultura familiar la educación
Sexual acompañada de valores familiares, indispone la relación de padres
Con hijos y enfrenta la creación de los nuevos valores inducidos en la unidad escolar con aquellos que ostentan los padres de familia a quienes el Estado, a nombre de la sociedad, usurpa la potestad de educarlos conforme a sus propias creencias y valores éticos y morales; pero los aludidos “mitos y tabúes” de la sociedad occidental no son más fantásticos que los mitos de esta nueva moral en torno a la construcción de un ser humano más “dinámico e integral” y, por supuesto, más soberano.
Para lograr los objetivos de esta moral socialista de destrucción de los valores burgueses, se hace indispensable condicionar desde muy temprana edad a los niños al principio de “autonomía” para regular adecuadamente la fertilidad sin interferencia de los padres. Esta adecuada regulación significa tanto la capacidad para procrear como para no hacerlo. En este último caso, el Estado capacita moralmente al educando para procrear como para no hacerlo. En este último caso, el Estado capacita moralmente al educando para tomar la decisión de abortar. En cuanto a la autonomía, se olvidan, sin embargo, de que el educando no es usualmente autónomo en los otros aspectos de la vida, como el económico, por ejemplo, lo cual implica soportar el peso de sus responsabilidades adquiridas. ¿Por qué habría de serlo, entonces, en el aspecto sexual excluyendo otras materias no menos importantes? Para este interrogante no se conoce respuesta.

16) Por supuesto, ninguna colectividad en una sociedad libre debe tener potestad decisoria sobre la conducta, adoctrinamiento y comportamiento moral y sexual de los seres humanos. Sólo las ciencias naturales están en capacidad de observar en experiencias de laboratorio las consecuencias de un cambio aislando un solo elemento para determinar la causa-efecto y verificar las teorías vigentes. Pero la experiencia con la cual tienen ver las ciencias sociales es de naturaleza diferente y comporta más con la experiencia histórica y las tradiciones de adaptar el hombre, donde operan fenómenos complejos. En la evolución social el factor decisivo no es la selección de ciertas propiedades o atributos físicos, sino la selección de ciertos hábitos, costumbres y valores que han probado su éxito en la construcción de la civilización.

17) Los valores cristianos inculcados en la familia, y el propio decálogo que los tipifica, es uno de aquéllos; la amenaza directa que sobre éste se yergue es un doble atentado contra la sociedad y la persona. Enfrentada esta modalidad de socialismo con la tradición y valores, tal y como los conocemos, enfréntanse al igual hijos contra padres por el valor asignado al desarrollo inconsciente de las conductas trasmitidas a través de las edades y que constituyen el producto de la libertad, como reflejo de las creencias voluntariamente aceptadas. Es éste el más claro regreso al racionalismo (iluminismo) del siglo XVIII que argumentada que, puesto que conocía la naturaleza humana, “podía fácilmente encontrar la moral que le convenía, sin comprender que la naturaleza es el resultado de las propias concepciones morales que cada persona aprende en su fe religiosa, en su adaptación al medio y en la observancia de sus tradiciones.

18) Las anteriores consideraciones no significan que todas las creencias morales que se han desarrollan respetando la libertad individual, éstas constituyen valores intrínsecos a los que no debe preguntarse si sus consecuencias benefician casos particulares, sino si tales normas han beneficiado a la sociedad en general. A contrario sensu, el hecho de que una sociedad considera las enseñanzas de ciertos pensadores como dignas de observarse, no significa que dicha sociedad no caiga en desgracia o en decadencia.
Esto apunta a señalar que solamente cuando que solamente cuando las personas son libres para elegir su forma y estilo de vida, únicamente decaerán los grupos que observen las más impracticables o incoherentes normas y comportamiento. Señalar como guía válida las normas que en esta materia quiere imponer el nuevo Estado, es creer que la razón es todopoderosa; que el hombre no tiene instintos de adaptación espontáneos, ni responde a normas superiores dadas por Dios; normas que en su respuesta social han sido lentamente desarrolladas a través de la prueba y el error, de las tradiciones inveteradas, de las lecturas morales de la sociedad; es, en síntesis, erigir un monumento a la abdicación de la inteligencia.

19) Es indudable que el concepto más claro que entraña la libertad es el de la responsabilidad, que tampoco es ajena a la idea religiosa. En tanto que la libertad significa que la persona humana tiene la oportunidad de elegir, la responsabilidad atañe al concepto de que, una vez hecha la elección, la persona habrá de soportar las consecuencias que dicha acción le acarrea. Existen razones para creer que el conocimiento de la responsabilidad habrá de influir en el comportamiento de los hombres; pero también que la atribución de la responsabilidad se basa en las consecuencias de estimular a la gente a comportarse racionalmente. Pero si la libertad ha de lograr sus fines, esta concesión no puede subordinarse a que cualquier persona o entidad, mediante métodos obligatorios o coercitivos provenientes de un adoctrinamiento oficial, homogéneo y sin alternativos – cuyos resultados no pueden ser juzgados a priori – desconozca la dignidad de la persona y la familia al negarle sus personales presencias en la selección del método o propuesta que, logrando los resultados que se persiguen, mejor se ajuste a su caso particular; no sólo viola el respeto por el hombre y su composición social, la familia, sino que desconoce la esencia de la libertad tutelada por los derechos humanos naturales anteriores y superiores al Estado; derechos que reconocen, como norma suprema, la soberanía de Dios sobre el hombre.

20) Todas estas aspiraciones humanas – la de la igualdad, la del derecho a trabajo y la construcción de una mejor sociedad a través de la eliminación de lo que se considera tradicional, nocivo y discriminatorio – son las que van influyendo en la implantación de la democracia directa como único instrumento de la soberanía del pueblo para poder suplantar, de una vez por todas, la soberanía de Dios, del Estado y del Derecho. Y es de este fermento de donde se nutre ese problema en potencia – el de los derechos individualmente considerados (muchas veces disfrazados de “derechos humanos”) – que sirve a criminales y malhechores de refugio para inmunizar sus delitos y permanecer por fuera del alcance de la ley. Pero también sirve a los propósitos de crear una nueva sociedad al margen de las ideologías; un nuevo Estado donde la masa, ya desprovista de atávivos ropajes, reine suprema en un entorno de igualdad y respeto, de heterogeneidad e indiscernibilidad, de humanismo político ilimitado que también se manifieste en el poder sin límites, políticamente “correcto”, según las nuevas normas que hoy gozan de casi universal aceptación. De allí que en muchos países, en la práctica, se haya borrado todo vestigio de nacionalismo, de culto a los símbolos patrióticos nacionales, al patriotismo y a la defensa de los valores patrios. No en vano también se ha venido eliminando paulatinamente la conscripción obligatoria en los ejércitos, muchos de los cuales ahora desempeñan labores esencialmente humanitarias por el mundo. Hasta la misa moderna fue desterrada cualquier mención al ejército, pues ya no se dice “Dominus Deus Sabaoth”, literalmente, “Señor Dios del Universo”.
Aunque este nuevo papel del ejército es crecientemente notorio en la mayor
Parte de las potencias occidentales, en los Estados Unidos se sigue observan
Do el fenómeno opuesto: se continúa acentuando el nacionalismo, el honor a
La bandera y otros símbolos patrios, y las fuerzas militares se consolidan
Como la única fuerza disuasiva e incontestable del mundo. Avanzamos, si
multáneamente, si se quiere, a una especie de pax americana, DONDE ESTE PAÍS, UNA VEZ MÁS, SE CONVIERTE EN ÁRBITRO DE LA VERDAD POLÍTICA. No será muy distante el día en que se asiente allí la sede de un gobierno mundial, de aceptación también universal, respaldado por ese poder militar y, como elementos simbólicos y conniventes, los poderes militares del resto de los países. La OTAN comienza a verse como parte de ese esquema.

Editó Gabriel Pautasso
Diario Pampero – Cordubensis
Año del Señor de marzo de 2008

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