En Bolivia, en los últimos tres años, la crisis estatal ha generado distintas formas de autoorganizarse de “clases subalternas”.
La Muchedumbre es la manifestación colectiva de una individuación vaciada, de un desarraigo de las tradiciones sin sustituto de un porvenir cerrado, sin rumbo y sin meta que el sobrevivir a como dé lugar.
En tal sentido, la legitimidad encarnada por Estado reposa sobre violencias y, en tanto eso, consagradas y reproducidas como si fueran imposiciones. El Estado es, por tanto, una continua buena administración de un fondo histórico violento y no en vano ha de monopolizar precisamente la administración de la violencia física imaginada como necesaria para proteger la vida en común. Se ha dicho que todo Estado es el monopolio tanto de la coerción física legítima como de la violencia simbólica. Esto significa que el Estado es una continua producción de creencias e ilusiones, como da de la pertenencia a una “comunidad política” territorial, la obediencia a las leyes, el acatamiento a las decisiones tomadas por determinadas personas denominadas “autoridad”.
Para que esto pudiera acontecer, hay que tomar en cuenta los efectos de la crisis estatal en el armazón institucional del Estado. Desde el año 2000, la sociedad ha experimentado movilizaciones exitosas, de las que la Policía y el Ejército han salido por lo general desmoralizadas por la imposibilidad de cumplir la misión asignada por el gobierno, que es precisamente la de desmovilizar a los insurgentes movimientos sociales. Esto significa que toda crisis estatal general produce a su modo “procesos de auto-agregación social” cuya expansión, densidad y eficacia acompañan a cada una de las etapas de esta crisis. En Bolivia, en los últimos tres años, la crisis estatal ha generado distintas formas de autoorganizarse de “clases subalternas”. La primera etapa catapultó a la forma multitud como sujeto colectivo organizado. Su éxito y eficacia como forma de acción colectiva se sostuvieron sobre las estructuras flexibles, capaces de articular a diversas organizaciones locales territoriales y no territoriales en torno a una política de necesidades vitales. A su vez, la crisis de septiembre fue provocada por los sistemas comunales del mundo campesino-indígena, que lograron ensamblar una estructura mayor de movilización regional dando lugar a una gigantesca maquinaria indígena de guerra capaz de conquistar caminos y asediar ciudades.
La Muchedumbre es la manifestación colectiva de una individuación vaciada, de un desarraigo de las tradiciones sin sustituto de un porvenir cerrado, sin rumbo y sin meta que el sobrevivir a como dé lugar. Esta Muchedumbre es la coalición temporal y facciosa de individuos provenientes de los más diversos oficios que no le deben nada a nadie, ni al sindicato, ni al gremio ni a la junta de vecinos y mucho menos a un Estado que los ha abandonado a su suerte o sólo existe para exaccionarlos. Son personas en la precariedad, la exclusión y el cierre a cualquier ascenso social planificable y están presentes tanto en Los Ángeles como en El Alto, en Caracas como Buenos Aires, en La Paz o Santa Cruz de la Sierra.
Como está asentada en contingentes y volátiles organizaciones previas, la Muchedumbre se gatilla por lo general por alguna indignación moral que rompe la barrera de lo tolerable o por vacíos de poder que habilitan la apuesta a la obtención de algún beneficio material particular mediante el uso de la masa. Sin embargo, al menos en el caso de Bolivia, este amontonamiento de individuales está marcado por un tipo de politización, tal vez heredado del pasado sindical y comunal o por influencia de movimientos sociales activos. De ahí que el saqueo, acción típica de la muchedumbre moderna, se combine con el asalto a edificios públicos que simbolizan la materialidad del poder arbitrario, en tanto que la quema posterior pareciera exorcizar la presencia de ese poder.
La fuerza de la muchedumbre radica en su capacidad de decir NO, esto es, de resistir, de oponerse, de destruir; pero a la vez, acabada su tarea, se repliega, se disuelve en el anonimato de sus intereses. Expresa un malestar pero, a diferencia de la forma multitud, de la forma comunidad y la forma sindicato, no abraza vías de resolución de la indignación ni de las formas organizativas para alcanzarlas.
Y sin embargo, la muchedumbre está ahí y nuevamente estará ahí como forma descubierta de la presencia de amplísimos segmentos sociales urbanos disconformes con lo existente y portadores de una ambigüedad política. Son una ineludible fuerza de choque contra el Estado, pero también, simultáneamente, de generación de sentimientos conservadores en sectores urbanos identificados en torno al miedo a perder los réditos de su mediana propiedad. Con todo, la muchedumbre, nuevo sujeto social del movimiento social urbano, es también catalizador de las polarizaciones entre grupos estatales y entre segmentos sociales que pareciera caracterizan a la siguiente etapa de la crisis estatal general que tarde o temprano tendrá que resolverse en la estructuración de una nueva forma estatal capaz de sintetizar a la sociedad.
Hasta aquí la estrategia política-militar de ÁLVARO GARGÍA LINERA, actual vicepresidente de la República de Bolivia, matemático e investigador social. Docente de la carrera de Sociología y de la Maestría en Ciencias Políticas en la Universidad de San Andrés, de La Paz. Adherido al Manifiesto del Estado Mayor del pueblo boliviano conformado por la Central Obrera Boliviana, centrales Obreras Departamentales, Cochabamba, Oruro, La Paz, Potosí, Sucre, y etc., etc.
Para muchos, el número dos de EVO MORALES, ex guerrillero del ENB, (del PC boliviano), integrante de la internacional comunista del Foro del San Pablo (fundada por LULA en 1995, lea “América Libre”, su órgano de difusión), en el cerebro del gobierno de EVO MORALES. Nos dice, finalmente, que sigue siendo marxista, pero una cabeza más fría.
A partir de la asunción y desarrollo de gobierno de Evo MORALES – considerado, por algunos medios, el primer presidente indígena de la historia en un país donde la amplia mayoría de su población lo es, se perfila un giro drástico en la política, la economía y la sociedad de Bolivia. En la nueva Bolivia, señalan que sus políticas se hacen para producir conciencia, para entender e interpretar la diversidad cultural que define a su país mediterráneo. En materia de Justicia, esto no es una excepción. En cuanto al proyecto gubernamental de “Descolonizar la Educación”, se expresa así: la colonización de América se prolongó en el paradigma liberal eurocéntrico y excluyó a la población indígena del poder, de la economía y de todos los espacios de oportunidad. Hoy Bolivia, bajo MORALES y GARCIA LIRENA, encara el proyecto de descolonización y está resuelto a impulsar el proyecto societal indígena. Cuando hablamos de colonialidad o de la descolonización ya estamos exponiendo de dos proyectos societales. En Bolivia se están proyectando estos dos proyectos. Un proyecto descolonizante, indígena, un proyecto societal totalmente distinto, que ahora vez más va tomando cuerpo, por un lado, y un proyecto societal eurocéntrico que ha tenido entre sus representes a “los herederos de los conquistadores” y que se va derrumbando, por el otro lado. Dos proyectos societales que son, dice el gobierno boliviano de MORALES y GARCÍA LINERA, QUE SON TOTALMENTE DISTINTOS DEL COMUNISMO Y DEL SOCIALISMO, pero cuando se lanza este proyecto indígena como societal ya tiene algo que aportar. Esto es la descolonización, descolonizar totalmente significa impulsar el proyecto societal indígena.
Uno de los inspiradores del proyecto de la nueva Constitución que puede despedazar a Bolivia – opinión que reportan los cabezas pensantes de facciones políticas opuestas – es el jesuita catalán XAVIER ALBÓ, especialista en “antropología de los pueblos originarios”, plataforma operativa para encender la guerra civil social reivindicatoria de los “500 años de opresión”.
¡Que Nuestra Señora de URKUPIÑA de Cochabamba proteja al pueblo y la nación de la República de Bolivia! Así sea.
Editó Gabriel Pautasso
Diario Pampero nº 97 Cordubensis
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