viernes, diciembre 26, 2008

Capitalismo y Comunismo


Según JOSEP LEO SIEFERT, el autor de “Los Revolucionarios del mundo”. 1953 - 2008: 55 años.

El capitalismo como acumulación de bienes se originó en el círculo de cultura de los pastores nómadas. En un principio fueron los rebaños los que ocuparon el puesto del dinero (pecus-pecunia), más tarde en las culturas superiores los latifundios. Pero como ese capitalismo estaba falto por completo del concepto del interés, los bienes no tenían como fin una mayor acumulación de capital; estaban consagrados, al menos en tanto el espíritu comercial permaneció ajeno a la nobleza, a fines culturales y sociales.
Así pudieron realizarse los grandiosos e “irrentables” monumentos artísticos que caracterizan a todas las culturas superiores.
De una especie totalmente diferente es el capitalismo constituido con la aparición de la economía del dinero. Los representantes de éste son siempre los ciudadanos, el tipo totémico. En las culturas superiores el marcador y el buhonero están relegados a una ínfima posición inferior incluso en muchos casos al campesino. Pero cuando la nobleza degeneró, olvidando su misión cultural, hundiéndose en una vida de placeres, se hizo patente un avance del comerciante o poseedor de dinero, que comenzó a ocupar los puestos desalojados por sus antiguos dueños. La nobleza de sangre dejó paso a la nobleza del dinero, acabando por mezclarse con ella y trocar la política cultural que hasta entonces había seguido, en una pura política económica. Tal fenómeno se dio en todos los países donde había existido una nobleza más poderosa.
En Occidente se hace remontar la constitución del capitalismo a los tiempos calvinistas, que si bien es verdad no tuvieron nada que ver con el fenómeno económico, contribuyeron a su elevación al considerar el éxito material como signo cierto de bienaventuranza. Pero ya mucho antes de CALVINO había comenzando a manifestarse la oposición a los diezmos entre las herejías de orientación ciudadana. También se pronunciaron enérgicamente contra la prohibición del interés y en casi los interrogatorios practicados en aquellas fechas a cátaros y patarinos se encuentra la siguiente su fórmula: “Dicen que a la demanda de interés no está prohibida y no es pecaminosa”. ZANONI, en su Historia de la humanidad, describe la constitución de las actividades económicos en el norte italiano a finales del siglo XII, como el primer fenómeno de aquel tipo registrado en el occidente europeo y calificándolas asimismo de primeras creaciones de tipo empresario capitalista (comerciante) y de la masa del proletariado. Una vez más podemos constatar las raíces comunes al capitalismo y comunismo, señalando el hecho de que tanto empresarios como obreros fueran patarinos. Aquéllos eran ricos banqueros, que habían ocupado en París y Londres los puestos más revelantes a raíz de la expulsión de los judíos, cuyo papel habían adoptado; éstos constituían, con valdenses lombardos, núcleos primitivos de ideología comunista. Y el recuerdo de aquellos banqueros sigue aún vivo hoy vivo en la denominación técnica bancaria “lombardo” y en las calles de los “lombardos” de París y Londres.
A partir de este instante comienza la íntima correlación entre capitalismo y comunismo en las sectas fraternas, hasta llegar finalmente a los socialistas. El proceso es siempre el mismo, repetido monótonamente una y otra vez. Son comunistas, o al menos anticapitalistas, en tanto siguen siendo obres diablos, pero tan pronto como su generalmente reconocida destreza les hace poseedores de cierta de cierta riqueza, se pasan, en parte o totalmente al campo capitalista. Tal desarrollo lo vemos en los bogomilas de Bosnia, en los Hermanos Bohemios, en los anabaptistas moravos, en los menonitas, que compraron al gobierno holandés la libertad para practicar su religión, en todas las sectas las sectas angloamericanas de esta especie y asimismo en algunas rusas. Esa táctica de pasarse al campo enemigo es asimismo conocida entre los partidos socialistas, donde es paliada con el nombre de “revisionismo”. Por eso se siguen fundando nuevas “internacionales”, pues tan pronto como las capas directivas se han enriquecido no vacilan en establecer compromisos con el capitalismo.
Largo tiempo se defendió la capa social de la noblza contra la penetración del espíritu capitalista. Pero con el triunfo de los hombres-ciudadanos en la Revolución Francesa. Apareció el liberalismo y con él sus consecuencias económicas, tales como la “libre competencia”, con la esclavitud de los trabajadores y la inquieta lucha por el éxito. El Estado pasó a representar el papel pasivo de un “centinela” encargado de proteger y defender aquella “economía” de toda de perturbaciones. De ciudad en ciudad, mejor dicho, de banco en banco, se tejió la red de una nueva organización interestatal, cerca de la cual resultó ser una simple ficción la soberanía de los Estados. Tales hechos dieron como consecuencia la formación de una nueva mentalidad. El Dios personal que había suplantado al culto a la fuerza, se vio desalojado por el retorno de la vieja idea, convertida en fe en la potencia del dinero. Ésta pasó a jugar un papel de fuerza misteriosa y el valor de la personalidad fue desapareciendo de una manera paulatina. Las impersonales sociedades anónimas y “trusts” pasaron a ocupar el lugar del empresario, siendo la organización de la francmasonería, secreta y de acción muy imprecisa, representante y difusora de esta mentalidad.
El capitalismo, como forma económica sería moral indiferente, de no haber sido adoptado por esta orientación espiritual que levantaba lo económico como fin propio, cuenta no debía ser más que medio para fines mas elevados. Pues no sólo de pan vive el hombre.
Los capitalistas predicaban igualdad respecto a los derechos de la nobleza, pero hacían de la riqueza, orientada al dominio, fuente y cauce de la estructura social, no logrando con ello más que traer sobre sí al comunismo, que les seguía por doquier como una sombra.
La teoría socialista de un primitivo comunismo de la Humanidad se demostró pronto como una ficción. Precisamente en las antiguas escalas aparecía desde un principio tan desarrollada tan desarrolla la idea de la propiedad privada, que hasta él propio hijo recibía en la cuna su propiedad exclusiva, como lo ha demostrado recientemente W. KOPPERS, basándose en la experiencia de los pueblos primitivos de la actualidad. Por eso siguió la mujer después del descubrimiento de la agricultura largo tiempo en posesión de sus bienes sin ser estorbada por nadie y a partir de entonces existe la propiedad privada sobre la tierra. Y como muestran los estudios de L. T. Hobhouse, en las escalas mixtas aparecen convenciones severamente mantenidos que delimitaban claramente los cotos de caza practicables.
Un determinado comunismo, pero tan sólo de los medios de producción, hace una en los aparición en los círculos secundarios matriarcales, donde la vida en común de muchas familias en las grandes casas familiares hacia imprescindible esta medida utilitaria, a la que se pueden señalar muchas excepciones y omisiones.
El comunismo de la tierra, injustamente llamado así, aparece solamente en las culturas de los estratos con fundamentos señoriales. La obligación colectiva del pueblo a pagar los impuestos condujo especialmente a un derecho a disponer sobre la tierra de labranza, que de tiempo en tiempo era repartida para atender a los impuestos de las familias. El ejemplo más conocido de una comunidad semejante, surgida del arbitrio señorial y no constituida por propia voluntad, fue el “mir” ruso, generalmente considerado como el resto o supervivencia del comunismo primitivo. Pero el hecho no es sólo inherente a Rusia, pues se hallan orientaciones semejantes en el viejo Perú, en el Japón, en la India, en Annam, y en Madagascar, generalmente allí donde se han conservado allí donde se dan las condiciones precedentes. En tanto existe tierra suficiente, impide la comunidad la constitución de un proletariado (ciudadano), puesto que el sin trabajo puede exigir nuevamente su parte de terreno. Pero cuando la tierra no ha da suficiente beneficio para todos los miembros de la comunidad, conduce ese derecho ideal a la constitución de una clase de labradores minifundistas verdaderamente revolucionarios e impide un reparto y una economía racional de la tierra.
Todos estos fenómenos no negaban el derecho a la propiedad, de modo que apenas puede hablarse del comunismo existente en ellos. Tampoco el comunismo positivo o de amor,, de los primeros cristianos y de algunas sectas fraternas cabe aquí, a pesar de ser el único, como se demostró en las misiones jesuitas del Paraguay, sobre cuya base puede constituirse una colectividad comunista.
El derecho de propiedad fue negado tan sólo al ser acentuado por la otra parte de un modo unilateral y fuera de toda medida. En los cátaros hallamos ya ambas cosas reunidas. RAINER SACCHONI declaró que en los diecisiete años pasados con los cátaros no vio ni oyó jamás que uno de ellos rezara para sí, mostrara signos de arrepentimiento por sus pecados o se golpeara diciendo: ¡Dios, sé misericordioso con este pobre pecador! Creían no tener ninguna causa en la causa, y en el “consolamentum” no restituían ningún bien adquirido mediante usura o hurto, obrando así en primer lugar porque los ciudadanos del cielo no tenían ningún deber los pertenecientes a la Creación de signo contrario, o adeptos del diablo, y en segundo porque según la doctrina dualista no daban ningún derecho a la pertenencia de objetos terrenos, puesto que “Dios (bueno) no había concedido a sus pueblos ningún dominio sobre aquellas materias perecederas”.
¿No es ésta la “expropiación de los expropiadores” y el principal argumento de LENIN, de que el proletariado no tenía ningún deber ni ninguna respecto al “burgués”, explotador de las almas y de cuerpos?
El mismo argumento lo hallamos, aunque de un modo más desviado, en los “Hermanos del Libre Espíritu”. En un interrogación publicado por DÖLLINGER hallamos la opinión de la criada y el criado tenían que apropiarse de los bienes del señor. De otro código se desprende que no reconocían ningún derecho de propiedad ni de dominio sobre los objetos propios y extraños, puesto que aparte de Dios nadie era dueño de los bienes terrenales. También Haupt informa que los BEGARDOS y BEGUINOS fueron inculpados de comunismo, viniendo eso a reforzar su opinión de que “según el testimonio de sus contemporáneos rechazaban el apoyo o socorro de todos los de todos los mendicantes y solicitadores de apoyo que no pertenecieran a su clase”. ¡Como si los comunistas y socialistas hicieran otra cosa! Jundt cita una carta del obispo de Estrasburgo en el año 1317, JOHANN VON OCHSENTEIN, en la que se se inculpaba asimismo a los “Hermanos del Libre Espíritu” de vivir en comunidad de bienes y considerar permitido el robo.
Iguales ideas, unidas a una exigente nivelación social, fueron predicadas por JOHN BALL, jefe de la revuelta de los campesinos de Inglaterra y el propio WICLEFF, se acercó bastante al comunismo al conceder a los justos el derecho a disponer de todas las cosas. Comunistas fueron también, aunque sólo en su primera época, los laboristas y tras la apariencia de LUTERO se dieron algunos atsbos comunistas en los libertinos. Según informa CALVINO declararon que “nadie debía poseer nada como propio; pero cada cual podía coger de ello”. En esto consiste la “comunión des Saints”.
Los anabaptistas partieron del ideal de pobreza evangélica, haciendo únicamente constar que los cristianos no debían poseer ninguna propiedad. La orientación pacífica práctico también el principio comunista llevándolo tan sólo hasta donde les fue posible, mientras los otros partidos llegaron a practicar, en Munster, hasta la comunidad de mujeres.
En Moravia consiguieron los anabaptistas agruparse en núcleos urbanos en los que vivían hasta dos mil personas que ejercían prácticas comunistas a la manera de los Humillados. Pero pronto tuvieron grandes disidencias entre ellos, pues los “directores” y sus esposas protegían mucho más de lo que conciliable con el comunismo. Inconvenientes mucho más graves surgieron en las colectividades comunistas de los labadistas
Todos estos fervores hacia el comunismo no pasaron en un principio del minúsculo radio de acción de esos pequeños grupos. Sólo cuando BABEUF lanzó su programa comunista comenzó a extenderse tal ideología entre amplios círculos del proletariado industrial. Marx y Engels declararon al comunismo finalmente en su Manifiesto comunista y mediante la fundación de la Internacional, como forma económica del futuro y sus ideas hallaron realización en los bolcheviques rusos, sin consideración a los sacrificios que para ello tuviera que hacer la Humanidad.
Igual que los capitalistas (son hermanos gemelos), los socialistas internacionales, tratan únicamente de arrancar una capa de la sociedad de la totalidad del pueblo. También los socialistas ven en el Estado al realizador de los fines puramente materiales y exigen de él que, entretanto se hace superfluo con el advenimiento del futuro “sin clases”, se convierta en un instituto de seguro social y trabajo obligatorio. Y puesto que capitalistas y socialistas parten del mismo concepto individualista de igualdad, se han puesto de acuerdo mutuamente y acabarán por arruinarse juntos, como juntos se formaron también.

JOSEF LEO SEIFERT, “LOS REVOLUCIONARIOS DEL MUNDO”, (De Bogomill a Lenin, a través de Hus). Luis de Caralt editor, Barcelona, 1ª edición, noviembre de 1953, versión española de Jesús Ruiz y Ruiz. Traducción de la obra original: Die Weltrevolutionäre. P. 291.296. EDICIÓN DE 55 AÑOS.

Editó Gabriel Pautasso
Diario Pampero
nº 96 Cordubensis

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