Esta es la tarea de Leopoldo Lugones: proponer a la comunidad modelos mitológicos e históricos, a partir de los cuales la patria se pueda reflejar y proyectar. Por lo tanto, héroe no será solamente aquel que ha realizado proezas y hazañas en el campo de batalla, sino que quien participe de esa calidad habrá de ser un modelo que sirva de sustento que lo ungido como tal.
En ese sentido, LUGONES afirma que filosofía, estética y ética son las más elevadas expresiones de la vida del pueblo.
Del conjunto de los rasgos étnicos y culturales surge la existencia del héroe como un verdadero arquetipo. En él, según LUGONES, se conjugan aquellos atributos que singularizan una raza, a la vez que las acciones heroicas tienen el propósito de dinamizar las modificaciones internas de la civilización. El héroe es el hombre representativo de un pueblo.
De los textos platónicos, LUGONES habrá de revisar el concepto de “areté” (excelencia), con una proyección que se justifica en la propuesta de preparar un Estado conducido por una clase dirigente educada y formada para tal fin. Esta “areté”: (excelencia), término desarrollado, quien, a su vez lo toma de HOMERO, contribuye a la formación de un estrato paradigmático, ejemplo de organización política debe ser gobernada por los héroes.
“Pero su universalidad no es más que uno de los motivos de su inmortalidad. GILBERT MURRAY ha llamado la atención sobre otro. La obra de un poeta, dice, se hace realidad por la fuerza de la fantasía. Esta crea un ambiente; al abrir el libro, nos produce la sensación de que nos encontramos en otro mundo, en un mundo lleno de cosas reales, por las que nos preocupamos de un modo u otro. La grandeza de un poema depende de la fuerza con que nos sentimos transportados a este mundo nuevo, y de qué mundo es éste. En la Ilíada y en Odisea somos llevados a él desde la primera palabra, y al instante comprendemos por qué estos poemas han sido tan a menudo y en épocas tan distintas considerados absolutamente como los m-as grandes”. Hasta aquí el testimonio de GEORG FINSLER en su Poesía homérica.
El culto de los héroes y lo heroico en la historia, analiza las diversas fisonomías que el héroe puede adoptar, destacando que la sinceridad es la condición básica que debe asumir todo “grande hombre”.
LUGONES ratifica las proyecciones que su teoría puede tener, en un plano narrativo. Así lo hace en la serie de relatos titulado La guerra gaucha. LUGONES ubica las acciones heroicas de La guerra gaucha en un espacio y en un tiempo precisos, con lo que está confirmando la historicidad concreta del héroe: LUGONES, en ese texto, lleva a cabo el cruce entre lo épico y lo histórico. Lo importante de La guerra gaucha, reside en que el rastreo de lo histórico se puede realizar, por las fuentes utilizadas por LUGONES: MITRE, LAMADRID, entre otros.
Era imprescindible ubicar La guerra gaucha en la época en que había sido escrita, dado que LUGONES asume, desde ese momento, el de mayor acción enguanto a la renovación de los ejes literarios, siendo la actitud de rescatar las formas épicas tradicionales. De esta manera, La guerra gaucha, se nutre del antecedente homérico, mientras que los Romances del Río Seco, abrevan en la tradición del romancero hispánico.
Con La guerra gaucha, LUGONES logra componer un texto narrativo, en el que se conjugan los elementos estrictamente épicos con los del pasado histórico nacional. Pero ese pasado al que se refiere LUGONES constituye un verdadero hito en la historia argentina, porque LUGONES habrá de tomar, como materia narrativa, las confrontaciones encabezadas por un caudillo: MARTÍN MIGUEL DE GÜEMES, que logra detener, con el apoyo exclusivo de pueblo, el avance español, y que junto a SAN MARTÍN y a BELGRANO. Conforman una tríada, convocada por LEOPOLDO LUGONES en varios pasajes de toda su obra. Así, la labor de GÜEMES queda dignificada mediante el relato épico, lo que habrá de conferirle un espacio significativo en la historia.
En “Alerta”, relato cuyo héroe es el niño que, bajo el asedio realista, emprende la carrera a caballo hasta la pulpería cercana, donde estaba la montonera, se abren las puertas para que la comunidad toda participe de la vida épica, a través de acciones heroicas (res gestae) que inciden en el destino futuro de la patria. El narrador, en una alabanza final, adelanta la conclusión del episodio, que consagra el heroísmo de todos para la libertad de la comunidad. “¡Arriba, al bosque de los acechos mortíferos donde la guerra se rebozaba de espinas y de fronda¡ ¡Arriba, las lanzas¡ ¡Arriba los sables! (…) ¡Arriba, al comandante orquestado de alarido, a las cargas contra el godo que les asesinaba su niño patriota! ¡Arriba, sables! ¡Arriba, lanzas! Y parecíales que al arrancar, se llevarían por delante el cielo con las cabezas!” (Lugones, Leopoldo, La guerra gaucha, Buenos Aires, Ed. Huemul, p. 61. Observe la imagen: los montoneros se recuerdan a los titanes antiguos).
Según la descripción de LUGONES: “Dormían en cavernas y matorrales, cuando no lo hacían montados. Los eriales aumentaban. El desierto, como una corrosiva mordedura, comíase la tierra feraz, que ellos mismos agostaban a rigor en incendio. Lóbregas chamiceras tragaban en cenizas los pasos de la invasión. Los rastrojos se ensilvecían. Ni una vaca, ni un caballo cerca. Tufos de pólvora sulfuraban el aire. El desamparo ennegrecía las almas. Sentíase feroces de soledad”. (L. L. La guerra gaucha, p. 280).
Pero en La Guerra Gaucha es un concepto que todos los que luchan y participan – la comunidad entera – defienden, aun sin tener la instrucción suficiente como para captar el sentido metafísica que este término comporta. Más allá de que significa la patria como territorio, aspecto este mostrado con claridad en el relato “Al rastro”, cuando el gaucho rastreador, luego de titánica lucha (hercúlea, dirá LUGONES), responde con un sólo gesto a la pregunta, hecho por el jefe de milicias español, de qué entendía él por patria: “El herido lo miro en silencio. Tendió el brazo hacia el horizonte bajo su dedo quedaron las montañas – los campos, los ríos – el país de la montonera atrincherada con sus pechos – el mar tal vez – un trozo de noche…El dedo se levantó en seguida, apuntó a las alturas, permaneció así, recto bajo una estrella…(L. L. La guerra gaucha, p. 304). Se decía que más allá del aspecto del aspecto estrictamente territorial que implica el término patria, en La guerra gaucha se advierte que los gauchos son dueños de un portentoso concepto de patria que lleva hasta el punto que los lleva hasta el punto de dar sus propias vidas en pos de la defensa de ese bien superior: “Dicha guerra, dada la acción preponderante de la caballería en las batallas y de las montoneras en las resistencias locales, resultaba, por cierto, una empresa gaucha; el arte peculiar de aquel jinete formado en la resistencia y para la resistencia contra el indio, el ganado cerril, las privaciones de la naturaleza y del destino. Por último, la lucha intestina cuyo desenlace fue la organización del país lo cual prueba que dicha inquietud constituyó el proceso de este fenómeno, fue de suyo LA GUERRA GAUCHA. El gaucho se puso a defender contra la civilización transformadora, aquel medio donde había nacido y prosperaba, comprendiendo instintivamente, o sea como entienden los incultos, que su existencia dependía de la estabilidad consuetudinaria. Por eso estuvo en los CAUDILLOS cuya política pretendía mantener las costumbres de la antigua colonia en la república nominal”. (L. L. El payador, p. 70).
Los gauchos, no sin justeza conceptual, se sienten dueños, y no sólo eso: dueños y “hacedores” de la patria, que para ellos era la extensión del espíritu de esa tierra que poblaban. Por eso LUGONES afirma que, en este sentido, el gaucho fue el héroe y el civilizador de la PAMPA, (El payador, p. 49), aspecto no reconocido si se tiene en cuenta la verdadera función con la que cumplió el gaucho.
Esto explica, porque se trató, tal como LUGONES lo aclara en el prefacio de La guerra gaucha, de una guerra anónima, según lo explica magistralmente el cordobés Doctor en Letras DANIEL GUSTAVO TEOBALDI. Vale decir: una lucha en la cual tomó parte toda la comunidad. Es posible advertir que este es el objetivo de LUGONES, al tener, en sus narraciones, como protagonistas de “la guerra gaucha”, no sólo a las montoneras, sino también a las gentes comunes: un niño, un anciano, una joven, una mujer morena, todos los que, de una u otra manera, estuvieron comprometidos con la acción y que constituyen, en fin, aquellos héroes anónimos que lucharon y que con su lucha justificaron el sentido de su vida épica. Todos con un modelo ejemplar, que LUGONES adopta para marcar el carácter de esa guerra: GÜEMES. Todos, no sólo los gauchos, lo tenían como ejemplo digno de ser imitado.
Editó Gabriel Pautasso
gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
DIARIO PAMPERO Cordubensis nº 56
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En ese sentido, LUGONES afirma que filosofía, estética y ética son las más elevadas expresiones de la vida del pueblo.
Del conjunto de los rasgos étnicos y culturales surge la existencia del héroe como un verdadero arquetipo. En él, según LUGONES, se conjugan aquellos atributos que singularizan una raza, a la vez que las acciones heroicas tienen el propósito de dinamizar las modificaciones internas de la civilización. El héroe es el hombre representativo de un pueblo.
De los textos platónicos, LUGONES habrá de revisar el concepto de “areté” (excelencia), con una proyección que se justifica en la propuesta de preparar un Estado conducido por una clase dirigente educada y formada para tal fin. Esta “areté”: (excelencia), término desarrollado, quien, a su vez lo toma de HOMERO, contribuye a la formación de un estrato paradigmático, ejemplo de organización política debe ser gobernada por los héroes.
“Pero su universalidad no es más que uno de los motivos de su inmortalidad. GILBERT MURRAY ha llamado la atención sobre otro. La obra de un poeta, dice, se hace realidad por la fuerza de la fantasía. Esta crea un ambiente; al abrir el libro, nos produce la sensación de que nos encontramos en otro mundo, en un mundo lleno de cosas reales, por las que nos preocupamos de un modo u otro. La grandeza de un poema depende de la fuerza con que nos sentimos transportados a este mundo nuevo, y de qué mundo es éste. En la Ilíada y en Odisea somos llevados a él desde la primera palabra, y al instante comprendemos por qué estos poemas han sido tan a menudo y en épocas tan distintas considerados absolutamente como los m-as grandes”. Hasta aquí el testimonio de GEORG FINSLER en su Poesía homérica.
El culto de los héroes y lo heroico en la historia, analiza las diversas fisonomías que el héroe puede adoptar, destacando que la sinceridad es la condición básica que debe asumir todo “grande hombre”.
LUGONES ratifica las proyecciones que su teoría puede tener, en un plano narrativo. Así lo hace en la serie de relatos titulado La guerra gaucha. LUGONES ubica las acciones heroicas de La guerra gaucha en un espacio y en un tiempo precisos, con lo que está confirmando la historicidad concreta del héroe: LUGONES, en ese texto, lleva a cabo el cruce entre lo épico y lo histórico. Lo importante de La guerra gaucha, reside en que el rastreo de lo histórico se puede realizar, por las fuentes utilizadas por LUGONES: MITRE, LAMADRID, entre otros.
Era imprescindible ubicar La guerra gaucha en la época en que había sido escrita, dado que LUGONES asume, desde ese momento, el de mayor acción enguanto a la renovación de los ejes literarios, siendo la actitud de rescatar las formas épicas tradicionales. De esta manera, La guerra gaucha, se nutre del antecedente homérico, mientras que los Romances del Río Seco, abrevan en la tradición del romancero hispánico.
Con La guerra gaucha, LUGONES logra componer un texto narrativo, en el que se conjugan los elementos estrictamente épicos con los del pasado histórico nacional. Pero ese pasado al que se refiere LUGONES constituye un verdadero hito en la historia argentina, porque LUGONES habrá de tomar, como materia narrativa, las confrontaciones encabezadas por un caudillo: MARTÍN MIGUEL DE GÜEMES, que logra detener, con el apoyo exclusivo de pueblo, el avance español, y que junto a SAN MARTÍN y a BELGRANO. Conforman una tríada, convocada por LEOPOLDO LUGONES en varios pasajes de toda su obra. Así, la labor de GÜEMES queda dignificada mediante el relato épico, lo que habrá de conferirle un espacio significativo en la historia.
En “Alerta”, relato cuyo héroe es el niño que, bajo el asedio realista, emprende la carrera a caballo hasta la pulpería cercana, donde estaba la montonera, se abren las puertas para que la comunidad toda participe de la vida épica, a través de acciones heroicas (res gestae) que inciden en el destino futuro de la patria. El narrador, en una alabanza final, adelanta la conclusión del episodio, que consagra el heroísmo de todos para la libertad de la comunidad. “¡Arriba, al bosque de los acechos mortíferos donde la guerra se rebozaba de espinas y de fronda¡ ¡Arriba, las lanzas¡ ¡Arriba los sables! (…) ¡Arriba, al comandante orquestado de alarido, a las cargas contra el godo que les asesinaba su niño patriota! ¡Arriba, sables! ¡Arriba, lanzas! Y parecíales que al arrancar, se llevarían por delante el cielo con las cabezas!” (Lugones, Leopoldo, La guerra gaucha, Buenos Aires, Ed. Huemul, p. 61. Observe la imagen: los montoneros se recuerdan a los titanes antiguos).
Según la descripción de LUGONES: “Dormían en cavernas y matorrales, cuando no lo hacían montados. Los eriales aumentaban. El desierto, como una corrosiva mordedura, comíase la tierra feraz, que ellos mismos agostaban a rigor en incendio. Lóbregas chamiceras tragaban en cenizas los pasos de la invasión. Los rastrojos se ensilvecían. Ni una vaca, ni un caballo cerca. Tufos de pólvora sulfuraban el aire. El desamparo ennegrecía las almas. Sentíase feroces de soledad”. (L. L. La guerra gaucha, p. 280).
Pero en La Guerra Gaucha es un concepto que todos los que luchan y participan – la comunidad entera – defienden, aun sin tener la instrucción suficiente como para captar el sentido metafísica que este término comporta. Más allá de que significa la patria como territorio, aspecto este mostrado con claridad en el relato “Al rastro”, cuando el gaucho rastreador, luego de titánica lucha (hercúlea, dirá LUGONES), responde con un sólo gesto a la pregunta, hecho por el jefe de milicias español, de qué entendía él por patria: “El herido lo miro en silencio. Tendió el brazo hacia el horizonte bajo su dedo quedaron las montañas – los campos, los ríos – el país de la montonera atrincherada con sus pechos – el mar tal vez – un trozo de noche…El dedo se levantó en seguida, apuntó a las alturas, permaneció así, recto bajo una estrella…(L. L. La guerra gaucha, p. 304). Se decía que más allá del aspecto del aspecto estrictamente territorial que implica el término patria, en La guerra gaucha se advierte que los gauchos son dueños de un portentoso concepto de patria que lleva hasta el punto que los lleva hasta el punto de dar sus propias vidas en pos de la defensa de ese bien superior: “Dicha guerra, dada la acción preponderante de la caballería en las batallas y de las montoneras en las resistencias locales, resultaba, por cierto, una empresa gaucha; el arte peculiar de aquel jinete formado en la resistencia y para la resistencia contra el indio, el ganado cerril, las privaciones de la naturaleza y del destino. Por último, la lucha intestina cuyo desenlace fue la organización del país lo cual prueba que dicha inquietud constituyó el proceso de este fenómeno, fue de suyo LA GUERRA GAUCHA. El gaucho se puso a defender contra la civilización transformadora, aquel medio donde había nacido y prosperaba, comprendiendo instintivamente, o sea como entienden los incultos, que su existencia dependía de la estabilidad consuetudinaria. Por eso estuvo en los CAUDILLOS cuya política pretendía mantener las costumbres de la antigua colonia en la república nominal”. (L. L. El payador, p. 70).
Los gauchos, no sin justeza conceptual, se sienten dueños, y no sólo eso: dueños y “hacedores” de la patria, que para ellos era la extensión del espíritu de esa tierra que poblaban. Por eso LUGONES afirma que, en este sentido, el gaucho fue el héroe y el civilizador de la PAMPA, (El payador, p. 49), aspecto no reconocido si se tiene en cuenta la verdadera función con la que cumplió el gaucho.
Esto explica, porque se trató, tal como LUGONES lo aclara en el prefacio de La guerra gaucha, de una guerra anónima, según lo explica magistralmente el cordobés Doctor en Letras DANIEL GUSTAVO TEOBALDI. Vale decir: una lucha en la cual tomó parte toda la comunidad. Es posible advertir que este es el objetivo de LUGONES, al tener, en sus narraciones, como protagonistas de “la guerra gaucha”, no sólo a las montoneras, sino también a las gentes comunes: un niño, un anciano, una joven, una mujer morena, todos los que, de una u otra manera, estuvieron comprometidos con la acción y que constituyen, en fin, aquellos héroes anónimos que lucharon y que con su lucha justificaron el sentido de su vida épica. Todos con un modelo ejemplar, que LUGONES adopta para marcar el carácter de esa guerra: GÜEMES. Todos, no sólo los gauchos, lo tenían como ejemplo digno de ser imitado.
Editó Gabriel Pautasso
gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
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