La discusión por la intromisión inglesa en las Islas Malvinas, se inició con la protesta elevada al gobierno inglés, a raíz del viaje del comodoro BYRON, por el embajador español en Londres, MASSERANO, en 1766.
+ A la memoria de JUAN CARLOS SÁNCHEZ, editor de Política y Desarrollo.
Por Gabriel S. P. Pautasso
Si destacamos estos antecedentes, es para poder poner de relieve cómo CARLOS III, rey de España, se decidió, finalmente, a fundar el Virreinato del Río del Plata, ante la amenaza de los establecimientos anglosajones en los puntos estratégicos del hemisferio meridional.
Es decir, que podemos afirmar que el Rey católico, debe ser recordado con justicia, como el fundador del Virreinato del Río de la Plata como entidad política y por ello, padre de la nacionalidad argentina. Y a propósito de la designación de “Argentina”, ésta ha cumplido el pasado mes de marzo, 480 años de vigencia, pues, fue en el mes de marzo de 1502, diez años después colombino, aparece la necesidad de nominar el inmenso Río de la Plata (el Río como Mar), mentado como “mare argentum” y a todo el territorio como “terra argentea”, cuya traducción es en el castizo castellano, ARGENTINA.
El historiador ROBERTO LEVILLER ha demostrado que en los mapas de los cartógrafos aparece esa necesidad, en un día de marzo de 1502. Y también por el historiador revisionista DIEGO LUIS MOLINARI.
Pero, con anterioridad y posteriormente, para obstaculizar a los ingleses en el sur, que ponían en tela de juicio la soberanía hispánica, ordenó el monarca español la fundación de una serie de establecimientos en las costas patagónicas, en el Estrecho de Magallanes y hasta el mismísimo Cabo de Hornos.
Mientras los ingleses amenazaban por el sur, los portugueses - más que sus aliados, sus agentes – avanzaban por el norte.
Restituida la Colonia del Sacramento, en la Paz de 1763, se reinició el contrabando a destajo, que penetra subrepticiamente por el Río de la Plata y se irradiaba a lo largo de la carrera de Chile, Paraguay y el Alto Perú. Esta doble presión internacional determinó al Rey de España, CARLOS III la fundación y permanencia del inmenso Virreinato, cuyos confines iban desde el Cabo de Hornos hasta el grado 1º norte, en lo interior del continente, hacia la parte oriental de los Andes y hasta la línea divisoria con el Brasil portugués según los tratados en vigencia.
Tomemos en cuenta estos antecedentes históricos para afirmar que comprendía los territorios del distrito de la Audiencia de Charcas, con los corregimientos de Cuyo, dependientes de la capitanía de Chile, hasta entonces, las gobernaciones de Salta del Tucumán, de Córdoba de Tucumán, del Paraguay, cuyo límite no pasaba del Tebicuarí; los gobiernos político-militares de Moxos y Chiquitos; el de las Misiones guaraníticas, que fueron jesuíticas hasta su extrañamiento (expulsión) en 1767; la gobernación de Buenos Aires, propiamente dicha; la plaza de Montevideo; y por fin, las Islas Malvinas y establecimientos patagónicas, cuya capital se fijó por último, en vez del puerto de Nuestra Señora de Soledad en la Malvina Oriental, en Carmen de Patagones.
Los argentinos contemporáneos tendríamos el derecho de publicar un mapa reivindicatorio de todos aquellos territorios, integrantes del Virreinato fundado por CARLOS III, y así comprobaríamos cómo el norte chileno, desde el monte Loa hasta el Río Salado, y las regiones al sur del Río Bío-Bío hasta el Estrecho de Magallanes, formaban parte del Virreinato de Río de la Plata, es decir, integraban la llamaba PROTO-ARGENTINA, la primera Argentina.
Los hombres de 1810 y las generaciones que crecieron bajo el amparo de la magna creación geopolítica de CARLOS III, arquitecto de la Proto-Argentina, sabían que la inmensidad del país del país austral caía, por sus costas e islas, bajo la jurisdicción soberana de la metrópoli, ya que ésta impartía órdenes perminentes a las autoridades imperiales de Lima o Buenos Aires.
Las costas, primero; el continente, luego; enseguida, las islas. La corona de España, desde el siglo XVI, en sus concesiones separó meticulosamente las tierras situadas al sur del Estrecho de la masa continental. ¿Por qué? Por la creencia de que más allá existía un vasto continente austral, que abarcaba todo el casquete o polo antártico. Este mito geográfico era de origen griego. La geografía erudita “científica” de los siglos XV al siglo XVIII, la mantuvo en sus representaciones cartográficas.
La confusión era tal, que, hasta mediados del siglo XVIII, perduraban lo errores más radicales, causados por la ignorancia más completa acerca de la verdadera distribución de las tierras y de los mares en universo-mundo.
A RAÍZ de los viajes del francés LUIS ANTINIO DE BOUGAINVILLE, JORGE ANSON, JOHN BYRON, WALLIS y CARTERET, se hizo evidente que los ingleses y franceses no sabían aún si las Malvinas eran, si o no, las Falkland o la fantástica Pepys. A propósito del nombre Falkland, fue impuesto por el navegante inglés JOHN STRONG, quien el 28 de enero de 1690 atraviesa el canal que separa las dos grandes islas principales del archipiélago, al que denomina Falkland Sound en memoria de su protector Lord Falkland. Posteriormente, los ingleses extendieron el nombre de Estrecho de San Carlos a la isla occidental y, más tarde, con su característica táctica expansionista, a todas las islas.
Por lo tanto, fueron empresas de BOUGAINVILLE, BYRON, WALLIS y CARTERET, y sobre todo las de COOK, las que redujeron, poco a poco, al continente austral a sus verdaderas proporciones.
Ingleses y franceses, encarnizados rivales en la expansión ultramarina marítima de modelo fenicia o comercial, cambiaban o tergiversaban la toponimia de los respectivos descubrimientos, a fin de desorientar al adversario de turno.
En el mapa que acompaña el informe elevado por el Conde de ARANA, ministro del Rey CARLOS III, el 2 de agosto de 1764, apenas iniciado el viaje de BYRON, que salió de Inglaterra en julio de dicho año y cuyo destino final se disimuló una empresa dirigida a las Indias Orientales, afirmaba: “Los ingleses en una carta general de América, que aprobaron que de su aprobación del Parlamento sacaron el año 1753; señalan con encargado, como pertenencias suyas, diferentes parajes despoblados, en que por haber arribado uno u otro inglés, pretenden adquirido derechos; y decía el Conde de ARANDA, finalmente: “Y las MALUINAS (NUESTRAS MALVINAS) están comprendidas en dicha usurpación ideal con que ahora se descuidasen habiéndose hablado de la importancia de ellas; se establecerán los ingleses inmediatamente alegando posición anterior y comprobándola con dicho mapa”.
Estas sabias y esclarecedoras palabras del informe del Conde de ARANDA, proclamadas en 1753, se vieron comprobadas por la realidad histórica y política, ya que varios años después se producía el establecimiento de los británicos denominado Puerto Egmont.
Tal ocupación se hacía por iniciativa de Lord EGMONT, de acuerdo con el memorial preparado por el Comodoro BYRON: “La lectura de estos documentos –escribió EGMONT – demostrará la importancia de la estación (se refiere al lugar del desembarco, nominado en homenaje al primer lord del Almirantazgo) que es indiscutiblemente la llave de todo el océano Pacífico. Esta isla debe dominar los puertos y el comercio de Chile, Perú, Panamá, Acapulco y, en una palabra, todos los territorios que dan sobre el mar. Hará que en adelante todas nuestras expediciones a esos lugares resultan lucrativas de carácter fatal para España…”
Con tales términos se expone a la consideración mundial del siglo XVIII, la política que siguió posteriormente Gran Bretaña con los territorios españoles y sus sucesores en Hispanoamérica, durante los siglos XIX y XX. Ante aquella primera ocupación del territorio insular, el gobernador de Buenos Aires, FRANCISCO DE PAULA BUCARELLI comprendió que no conseguiría nada por medios pacíficos, a pesar de los empeños del primer gobernador español en las Islas Malvinas, capitán de navío FELIPE RUIZ PUENTE, y resuelve poner en ejecución las órdenes recibidas de Madrid, por cédula real de S. M. CARLOS III, del 25 de febrero de 1768, de proceder por la fuerza de las armas en caso necesario. De ello resultó la batalla del 10 de junio de 1770, con la derrota y posterior expulsión de los ingleses, ocupadores de Puerto Egmont. Por ello, el 10 de junio es verdaderamente el día de las Islas Malvinas, antes del 2 de Abril de 1982.
Esta es la primera victoria lograda por fuerzas españoles contra los ingleses en la América del Sur. El honor de la misma correspondió al Rey CARLOS III.
ARANDA reprodujo sus informes y mapa en un nuevo memorial, el 15 de septiembre de 1766. Sostuvo así, cuatro años de la expulsión de los ingleses de las Malvinas españolas, la ponencia de la guerra, al cerrar su exposición, escribió, repetimos en 1766, con estas palabras proféticas, que fueron corroboradas por acontecimientos posteriores. “Concluio con es innegable el riesgo de América; que a tan ilustrada Nación como la inglesa no se le ocultará la gran ventaja que puede resultarle de la desmembración de aquella tan considerable parte del mundo de la corona de España; y que sólo repartirla con el tiempo en diferentes estado, o hacerla republicana; ganara su comercio abiertamente y sin límite incompara más de lo que ahora con tantas sujeciones no obstante le lucra”.
El doctor JULIUS GOEBEL (h) norteamericano, nos dice en su estudio “The struggle for the Falkland Islands”, editado por la Universidad de Yakle en 1926 y vertido al castellano por la Marina argentina con el título con el título de “La pugna por las Islas Malvinas”, que:
“Después del abandono de Puerto Egmont por los británicos en 1774, los españoles ejercieron la más absoluta SOBERANÍA sobre el grupo de islas, no limitando sus actos de gobierno y control de las mismas, sino que extendieron su dominio hasta los mares adyacentes, en un esfuerzo tendiente a prohibir o, por lo menos, a dificultar las actividades de pesca practicadas por otras naciones en los mares del sur. Los británicos los aceptaron, y mediante la convención de Nootka Sound les dieron su consentimiento formal al reconocer el status quo existente en la mitad meridional de la América del Sur. En el deseo de evitar una contienda armada, el gobierno de Madrid consiente en restituir Puerto Egmont a los ingleses, como reparación por los daños infligidos, con el compromiso de los ocupantes de evacuar el fuerte a los tres años, en forma definitiva, como en efecto sucede. De este modo, Gran Bretaña reconocía implícitamente la soberanía de CARLOS III sobre la totalidad del archipiélago.
La nómina de los gobernadores españoles en sus actos de gobierno están contenidos en la publicación del historiador argentino ANTONIO GÓMEZ LANGENHEIM, “Elementos para la historia de nuestras Islas MALVINAS”.
Por lo tanto, las ISLAS MALVINAS cobraron notable importancia durante el reinado del REY CARLOS III, y la posterior fundación del Virreinato del Rio de la Plata, del cual formaban parte integrante e inalienable, siendo preocupación del monarca español y su gabinete de la conservación soberana y de su progreso político, junto a las tierras australes de Tierra del Fuego, el Estrecho de Magallanes y la Patagonia, según la genial construcción virreinal que posibilitó la erección de la Nación Argentina.
La Nación Argentina se proyecta en la historia contemporánea, ya que ha surgido en el transcurso de dicha época, como legítima continuadora del Virreinato del Río de la Plata, actualmente desmembrado, desfigurado, aniquilado.
Los historiadores han reconstruido la comprensión de nuestro pasado argentino, el desarrollo que mediante un proceso de reducción ab absurdum que determinó que una unidad histórica-geográfica, de carácter político-institucional de más de 5.000.000 de kilómetros cuadrados a una nación que con sus actuales 2.800.000 kilómetros cuadrados del sector emergido sudamericano es una pálida sombra , un resto abandonado de una unidad territorial soberana que se hallaba en condiciones geopolíticas de incidir potentemente en un comunidad libre de naciones libres.
Evidentemente una de esas condiciones destinadas a crear una situación de influencia internacional del Virreinato era su forma bioceánica, gracia de la historia que detentan pocos países en el mundo, y uno de los signos históricos que determina el carácter de Potencia.
NOTA:
*Este trabajo se titula “LAS MALVINAS EN LOS TIEMPOS DE CARLOS III”; fue publicado en la página editorial del diario “Tiempo de Córdoba” (ex diario “Córdoba”, vespertino), el día 1º de mayo de 1982, en momentos que se iniciaban las hostilidades de la GUERRA con Gran Bretaña. El director del diario era el Dr. CARLOS NOVILLO CORVALÁN, que a su vez era mi antiguo profesor de Historia y Geografía en el Colegio Nacional de Monserrat , era también hincha de la “U”, del cual yo era jugador en primera división – 1967/1970 -, es el Club Atlético Universitario.
A partir del invierno cordobés de 1981 se publicaron en el diario decano “Los PRINCIPIOS” una serie de artículos de opinión sobre la temática Soberanía territoral, la Tercera Invasión Inglesa y la reconquista de las Islas Malvinas Argentinas, bajo el seudonimo de “E. de la Sierra”. Conste. gspp.*
Edit.: gabrielsppautasso@yahoo.com.ar Diario PAMPERO Cordubensis nº 214. Instituto Emerita Urbanus. Córdoba de la Nueva Andalucía, 11/21 de marzo del Año del Señor de 2010. Fiesta de SAN GREGORIO MAGNO. Sopla el Pampero. ¡VIVA LA PATRIA! ¡LAUS DEO TRINITARIO. ¡VIVA HISPANOAMÉRICA! REENVIO 1833 – 3 de enero – 2010. GRATIAS AGAMUS DOMINO DEO NOSTRO”gspp.
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