jueves, abril 22, 2010

*EL ESTADO*


Para los antiguos, la ciudad es sinónimo de Estado, la Ciudad es el Estado  y fuera de ella, no es ni concebible siquiera ninguna organización política.

Editó: Lic. Gabriel Pautasso

1.        CIVITAS  

“ILLA NON EST CIVITAS, CUM LEGES IN EA NIHIL VALENT, CUM IUDICIA IACENT, CUM MOS OCCIDIT PATRIUS”. (M. T. CICERÓN)

EL USO DE LA PALABRA ESTADO para indicar la organización jurídica de una sociedad sobre un determinado territorio es relativamente moderno. Los griegos usaron la palabra POLIS, siendo en Grecia los Estados constituidos por ciudades aisladas. Igualmente, para los romanos, el Estado es la CIVITAS, o sea la colectividad de los ciudadanos.

En la Edad Media, comienzan a usarse palabras de significación más concreta, como LAND, STADT, BURG en Alemania, REGNUM en Italia, en las que se tiene en cuenta más el territorio que el conjunto de los ciudadanos. El primero que usó la palabra ESTADO fue MACHIAVELLI, cuando dijo: “Todos los dominios que han tenido y tienen imperio sobre los hombres, son ESTADO”.

El concepto de un pueblo organizado en amplia organización política, cuya soberanía se extienda y afirme de modo igual y uniforme en una amplia y continuada extensión de territorio, fue del todo extraño a la concepción estadual de los antiguos pueblos griegos e itálicos. Para ellos, la forma normal de organización política es, por lo menos en la edad histórico, la CIUDAD-ESTADO, o sea que el Estado es la concentración de varias poblaciones rurales en torno a un grupo más importante que nosotros indicamos comúnmente con el nombre de CIUDAD.  

En esta organización política, debemos distinguir dos hechos de naturaleza distinta y, por tanto, indicados en la antigua terminología latina por dos vocablos diferentes: CIVITAS y  URBS. La CIVITAS, es un hecho puramente espiritual, o sea el conjunto de los habitantes que forman la asociación política; la URBS es el sitio material, donde se reúne la asociación misma. Luego, la CIVITAS, es propiamente la CIUDAD, la Asociación de ciudadanos, el Estado; la URBS por el contrario, es algo accidental, y subsiguiente a la CIVITAS, cuya importancia se concibe tan sólo en cuanto circunscribe en un espacio visible la sede de la asociación política.
De ahí se ve muy clara la gran diferencia que hay entre ciudad antigua y moderna.

Para nosotros los modernos, la ciudad, aun cuando sea la SEDE del gobierno, no es el Estado. Su formación es un hecho accidental, y su desarrollo depende de causas exteriores que son completamente a la organización jurídica de un pueblo.

Por el contrario, para los antiguos, la ciudad es sinónimo de Estado, la Ciudad es el Estado  y fuera de ella, no es ni concebible siquiera ninguna organización política.
En efecto, si se observa el significado etimológico de civitas, vemos que ella deriva del antiguo osco cevs, compañero; civitas es, pues, la reunión de varios compañeros para un fin común.

El vocablo es por sí solo suficiente para explicarnos el desarrollo histórico del Estado Romano. Los romanos, no vieron más que al ciudadano; el Estado es, para ellos, tan sólo una reunión de ciudadanos, esto es,  un núcleo de hombres fuertes (viri)  y aptos para las armas, unidos por intereses comunes y especialmente por la necesidad de defender sus tierras. LA URBS, que los latinos consideraron siempre como un hecho distinto de la CIVITAS, no fue en origen, más que el surco que encierra el lugar sagrado, donde la comunidad se reúne, donde se guardan las cosas más sagradas de la comunidad: el templum, el hogar, los dioses comunes.
Al principio, este núcleo de carácter político-militar, fue constituido por solo PATRICIOS, pero luego, por la constitución de SERVIO TULIO, fue también la plebe, y entonces pudo comenzar a hablarse de un POPULUS, o sea, de una multitud políticamente organizada.

Los romanos tuvieron acaso del Estado un concepto menos claro que tuvieron los griegos, pero ellos sintieron el Estado, como ningún pueblo del mundo, y lo amaron y defendieron, como vaga aspiración de bien, como principio de autoridad, como síntesis de la ROMANIDAD. 
He aquí por qué ROMA, aun quedando ciudad, pudo llegar a ser el eje de uno de los grandes imperios del mundo.
Los escritores insisten en decirnos que la civitas puede subsistir aún sin la urbs. Cuando los atenienses amenazados por el ejército persa, de acuerdo con el oráculo de DELFOS, se retiraron sobre las naves, un pueblo entero quedó algún tiempo sin la urbs. Y para no hablar de muchos escritores, VIRGILIO nos describe la estirpe troyana, huyendo de la ciudad en llamas, sólo con los dioses PENATES, en busca de nuevas tierras. Y TÁCITO repetirá el concepto clásico antiguo: la civitas es algo perenne e inmortal, cuya suerte no puede estar encerrada en las piedras materiales de la urbs, “non stat Dominus et tectis et congestu lapidum”.
Una gran cuestión se agitó entre los antiguos en torno de los motivos que habrían inducido a constituirse en asociación política. Según PLATÓN, el hombre no es suficiente como individuo para procurarse los medios de vida: el hombre es, pues, sociable por necesidad. Según POLIBIO, el hombre es débil como individuo y no tiene por sí solo medios suficientes para defenderse de los asaltos de los enemigos y de las insidias de la naturaleza. Se ve pues, obligado por la propia debilidad a unirse con los demás en sociedad política.
ARISTÓTELES concibe por el contrario la civitas, como un hecho humano espontáneo y necesario. El hombre -escribe- es por naturaleza un animal político, por lo tanto, no es concebible sino como asociado. Quien  esta fuera de la Sociedad o  es inferior al hombre, o superior: o bestia o Dios. La civitas es la completa

*EL PERÍODO ENTREGUERRAS 1914-1945: los PROTAGONISTAS…*
Satisfacción de los naturales impulsos del corazón y de la mente humana. Estos son los pensamientos que pasaron sin alteraciones al mundo latino.
Pero cualquiera sea la causa de la asociación política, y aún admitiendo la naturalidad de la civitas, ¿cómo se ha efectuado históricamente este hecho? He aquí la cuestión importante y aún oscura.
La civitas, escribe CICERON, es el fruto del ingenio y del trabajo no de un hombre, sino de muchos hombres, no de una edad, sino de muchas edades y de muchos siglos, RES PUBLICA non unius ingenio, sed multorum, non una hominis vita, sed aliquot constituta saeculis et aetatibus.
Ciertamente la familia debe considerarse como el primero núcleo natural de la asociación humana: ella es la célula viviente del organismo político, es el vivero del Estado, est quasi seminarium civitatum. Hubo entonces un tiempo en que las familias vivían independientemente una de otra, constituyendo cada una por sí una especie de pequeña monarquía cuyo jefe era el pater familias (el padre de familias). Pero este Estado patriarcal no duró mucho tiempo, porque varias oriundas de una misma estirpe, ya para defenderse de los comunes enemigos, ya para procurarse mejores medios de vida, se encontraron muy pronto de acuerdo y formaron una asociación más amplia en un territorio más amplio (vicus, pagus), aunque modelada sobre las mismas bases constitutivas de la familia. Esta nueva asociación es la GENS.
El movimiento asociativo no se detuvo; y como la experiencia había demostrado ya las ventajas de la asociación, varias gentes se reunieron y formaren la CURIA luego varias dieron origen una asociación más amplia, LA TRIBUS. De varias TRIBUS establecidas definitivamente en un determinado lugar, surgió al fin la CIUDAD-ESTADO. 
Ciertamente es grande la incertidumbre de quien debe juzgar cosas y tiempos tan lejanos; pero no es discutible que el ESTADO antiguo se nos presenta como una unidad conscientemente gentilicia y sacral. Si no tuviésemos en debida cuenta estos elementos, LA RELIGIÓN y LA FAMILIA, el ESTADO ROMANO SERÍA UN ENIGMA INEXPLICABLE.  

“RESPUBLICA NOMEN UNIVERSAE CIVITATIS EST, PRO QUA MORI, ET CUI NOS TOTOS DARE ET IN QUA OMNIA NOSTRA PONERE ET QUASI CONSECRARE DEBEMOS”. (CICERÓN).

“HOMO SOCIALE ANIMAL EST. (SENECA)

 2. TRIUNPHUS

*“HERENIO MODESTINO, quien vivió a mediados del siglo III y fue el último jurisconsulto de la época clásica del derecho romano, pronuncio una definición que a las puertas del siglo XXI se mantiene vigente: “ROMA ES NUESTRA PATRIA COMÚN”*.
*EL TRIUNFO, ceremonia puramente romana, tenía como objeto manifiesto ofrecer un sacrificio de acción de gracias a JUPITER CAPITOLINO  por la victoria obtenida sobre el enemigo; pero el verdadero fin era mostrar al pueblo toda la gloria que se había adquirido y todo el botín que se había hecho.  
Para tener derecho a los honores del triunfo, era preciso haber sido general victorioso y haber matado al menos cinco mil enemigos en batalla campal, haber ensanchado el territorio de la república y terminado la guerra sin haber sufrido derrotas.
El Senado era el que debía decretar ese privilegio, para lo cual se reunía FUERA de la ciudad, oía al candidato y examinaba sus hazañas. Si la opinión del Senado era favorable, entonces se vestía al triunfador con una túnica que llevaba una franja de palmas doradas,  y una toga de púrpura con flores de oro que se conservan en el templo de JUPITER CAPITOLINO. En la mano empuñaba un cetro de marfil coronado por un ÁGUILA y en la cabeza (caput) llevaba una CORONA DE LAUREL. 
Así ataviado, el triunfador hacía su ingreso de la ciudad, acompañado de un inmenso aparato militar.
En los postes colocados a lo largo de la vía triunfal se colgaban carteles en los que eran relatados los principales hechos de armas de la campaña. El botín era expuesto en carros y acompañado de los prisioneros de guerra.
Coronas de oro ofrecidas por las ciudades aliadas precedían al carro triunfal, tirado por cuatro caballos blancos o por elefantes. Los carros triunfales eran de distinta forma. Los había que se abrían por detrás, como los carros comunes; los había redondos, cerrados por todas partes y también rectangulares.
Los clientes y amigos del triunfador, el Senado, los cónsules y todos los grandes  seguían a pie el carro triunfal y los soldados venían luego cantando sus propias alabanzas.
El cortejo atravesaba el CAMPO DE MARTE, pasaba por el CIRCO MÁXIMO, bordeaba el monte PALADINO, tomaba la VÍA SACRA, atravesaba el FORO y subía al templo de JUPITER CAPITOLINO.  Allí el victorioso presentaba al dios una rama de LAUREL y le dirigía una PLEGARIA en acción de gracias en nombre de la República.
Uno de los triunfos más célebres fue el de PAULO EMILIO, después de haber vencido a PERSEO, REY DE MACEDONIA.  La marcha triunfal duró en aquella ocasión tres días.
El primero bastó apenas para ver pasar las estatuas y los cuadros traídos de Macedonia. El segundo día desfilaron los carros cargados de armas y TRES MIL hombres llevando plata acuñada en setecientos cincuenta vasos. “El tercer día –narra PLUTARCO –  desde temprano, las trompetas se pusieron en marcha. Tras ellas iban ciento veinte toros con los cuernos dorados y adornados con cintas y guirnaldas, que debían ser sacrificados. Detrás de ellos iban 77 jóvenes cargados con el oro en monedas, distribuido en vasos que contenían cada uno tres talentos. Seguía toda la vajilla de oro del rey PERSEO y la copa sagrada de oro macizo, de 260 kilos de peso, enriquecida con piedras preciosas, que PAULO EMILIO había mandado hacer para la libación solemne.
Venía luego el carro de PERSEO y sus armas coronadas por su diadema; y enseguida el propio rey PERSEO, vestido de NEGRO, acompañado de amigos y cortesanos, abrumados de dolor y bañados en lágrimas.
Después de este grupo, se vieron pasar 400 coronas de oro que las ciudades había enviado a PAULO EMILIO, y finalmente venía él, montado en un carro con magnifico adorno, vestido de púrpura, con bordados  de oro, llevando en la diestra mano una rama de OLIVO. Todo su ejército la llevaba también y seguía a su carro, alineado por compañías, entonando canciones e himnos de victoria”.
LOS ROMANOS tenían la costumbre de hacer, en las calles por donde debía pasar el triunfo, decoraciones provisionales en las que se colgaban los despojos de los vencidos. De allí los ARCOS DE TRIUNFO que luego se levantaron no siempre con significación particular, para recordar un determinado triunfo, sino como puertas en las ciudades.
LOS ARCOS DE TRIUNFO, de SEPTIMIO SEVERO, de CONSTANCIO en Roma; el ARCO TRIUNFO de TRAJANO en  Ancona, el ARCO de Orange en Francia, son los monumentos más célebres de esta clase que han llegado a nosotros.

*TRIUMPHUS FUIT HONORUM MAXIMUS, SED POTERAT SOLUM A SENATU DECERNI DUCI, QUI PRAECLARAM VICTORIAM REPORTAVISSET”*.

“Neque enim es ulla res in qua propius ad deorum numen virtus accedat humana, Quam civitatis aut condere novas aut conservare iam conditas”.
(M. T. CICERO, De Republica, Libro I, 7.12). 

(En realidad no hay ninguna cosa en la cual la virtud humana se acerque más al numen de los dioses, que el hecho de fundar ciudades nuevas, o conservar las ya fundadas).
Carlos A. Disandro, Sentido político de los romanos, Buenos Aires, Ediciones Thule Antártica, 1985, p, 53. Aporte de JUAN BRAVO, abril de 2010.

*ROMA guarda en el misterio sacro de su nombre la revelación DE SU DESTINO desde el acto mismo de su fundación. Ubicada en el centro del Lacio, la presencia de Roma está ligada a la existencia del río TIBER denominado antiguamente también Rúmon. El río, con sus alrededores, constituye el lugar de aquella geografía sagrada donde Roma nace, crece, triunfa sobre la GENS ITÁLICA primero y después sobre todo el Orbe entonces conocido.
En el nacimiento de Roma – según esta perspectiva – se condensan elementos de la mitología de la estirpe aria; entre los cuales se destaca el “origen divino” del fundador de la Ciudad, entrelazado con los temas de “los rescatados de las aguas”, del “lobo”, de la pareja “antagonista” de los gemelos. Emerge de inmediato en el mito fundacional de Roma, el principio de “virilidad guerrera” implícito en el rango de “héroes divinos” asignado a los fundadores de la Ciudad en cuanto hijos de MARTE y de una Virgen de Vesta (REA SILVIA). 
Hoy en día el Sol Invictus que resplandeció sobre la Saxa Rubra parece estar oscurecido por el fulgor falaz de ídolos de barro.  Las puertas del templo de JANO están nuevamente abiertas en estos tiempos de guerra  interior y exterior y de convulsiones últimas. Pero el hombre contemporáneo, confundido por falsos maestros, no sabe penetrar el misterio meta-político de la tercera cara del dios: y en las dos caras conocidas ya no vislumbra la fuerza dinámica y creadora del universo. Sólo ve en ellas el espejo donde se refleja la doblez embustera del poder cripto-político que domina tanta parte del mundo; un poder profano, impuro, antitradicional que, olvidándose del magisterio solar de ROMA CAPUT MUNDI, se rodilla ante un nuevo Becerro de Oro: emblema sombrío de la globalización de los mercados y del poder corruptor del dinero.
AL HOMBRE TRADICIONAL CONTEMPORÁNEO, heredero del magisterio universal de ROMA, queda todavía el extremo recurso de la fe antigua y nueva propiciada por la Ciencia Sagrada del Verdadero Dios, UNO y TRINO, prefigurado misteriosamente en el rostro de JANO.  
Sólo por esta fe positiva, la ROMA ETERNA podrá restaurar nuevamente la PAX AUGUSTEA de la tradición hiperbórea. 
Entonces las puertas del templo de JANO serán selladas y su misterioso legado estará custodiado por los ángeles armados de Espada.
(Aporte del Profesor PRIMO SIENA, “Sentido metapolítico del secreto nombre de Roma”, Noein de la Fundación Decus,  nº 3, LA PLATA, 1998, p. 38-47).
DIARIO PAMPERO nº 299. INSTITUTO EMERITA URBANUS.
Córdoba de la Nueva Andalucía, 14 de abril, DÍA DE LAS AMÉRICAS, del Año del Señor de 2010.
Salve Pampero, los que van a morir, te saludan. Los que van a morir, con el brazo extendido hacia el horizonte
AL SOL INVICTO ¡VIVA LA PATRIA! gspp.   
        

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