viernes, junio 04, 2010

HOMERO


La ILÍADA y la ODISEA: Términos de un riquísimo desenvolvimiento poético, su influjo sobre muchas épocas posteriores ha sido decisivo.

Editó: Lic. Gabriel Pautasso

*INTRODUCCIÓN*

Ninbados de inmortalidad, dos poemas épicos ocupan los umbrales de la literatura universal: la ILÍADA y la ODISEA. Términos de un riquísimo desenvolvimiento poético, su influjo sobre muchas épocas posteriores ha sido decisivo; eternamente lozanos y bellos, son testimonios indestructibles de una fuerza popular y un arte poético insondables. Para los griegos de los primeros tiempos históricos, constituyeron documentos fidedignos de su pasado; nosotros vemos en ellos a los nuncios del eterno espíritu humano, duradero a través de todas las vicisitudes de los tiempos. Ellos han vertido sobre el teatro de los acontecimientos que nos narran un claro resplandor; que los preserva de las tinieblas del pasado: TROYA, que al tiempo de ser compuestos era ya un montón de ruinas, y la áspera, pedregosa isla del mar Jónico, ÍTACA. “LOS DIOSES, dice ALCÍNOO a  ULISES, DISPUSIERON EL HADO DE LOS AQUEOS y DE ILIÓN, y URDIERON SU RUINA, PARA QUE SIRVIERON A LOS VENIDEROS DE MATERIA PARA SUS CABTOS”. (Odisea VIII, 579-80). Tiene razón: ¿qué serían para nosotros TROYA e ÍTACA sin HOMERO?  
El secreto por el que HOMERO ha vivido tan indestructiblemente en la admiración de los hombres, no puede expresarse con palabras. Es infinito lo que de bello y de verdadero han dicho acerca de él poetas y sabios de todos los tiempos, y, sin embargo, la íntima esencia de su encanto está todavía por explicar. Quien no la siente, no puede darse cuenta de ello. Con deleite de energía primitiva, fuerza el corazón de todos los oyentes. Por ello ninguna exposición podrá jamás ser cabal, como un vaso no puede contener la catarata del RIN. El expositor debe contentarse con facilitar en algún punto la comprensión y abrir camino hacia la interpretación justa. Tampoco tiene otro objeto que conducir el lector de HOMERO, ya sea a su pleno goce en el original griego, ya sea a través del cristal empañado de la traducción.


 “LUMINOSIDAD DEL MUNDO HOMÉRICO. LA LUZ EN HOMERO. GEORG FINSLER: “LA POESÍA HOMÉRICA”

Traducción Carlos Mira, 3ª edición, Editorial Labor, Madrid, 1947.

El paisaje homérico está inundado de la más clara luz solar. Vida y luz del sol son conceptos inseparables, así como ausencia de luz solar significa inequívocamente muerte. Nada expresa tan vivamente la desdicha de los titanes arrojados a lo profundo del Tártaro, como el estar privados de los rayos del sol y del soplo de los vientos. Il.VIII, 478. El sol brillante, espléndido, infatigable, es el amigo de los hombres, nadie se queja de su rayo abrasador. Una sola vez, APOLO ha de proteger el cadáver de HÉCTOR, para que el ardor del sol no seque la piel. Il. XXIII, 188-91. Cuando una densa obscuridad envuelve a los que combaten por el cadáver de PATROCLO, AYAX suplica a JUPITER que libre a los aqueos de la niebla y serene el cielo, y que, al menos, mueran en la luz, ya que así le place. Y JUPITER, compadecido, disipa la obscuridad, brilla el sol y toda la batalla queda alumbrada. Il. XVII, 643-51.
Una claridad solar es la característica dominante de toda la poesía homérica, por terrible y por triste que sea lo que cuenta. Esto no proviene tan sólo de lo magnífico de la descripción, de la animada vida de los símiles. Está en el genio del poeta, el que pueda transportarnos a un aire libre y por ello puro. Yergue su libre cabeza por encima de la superstición, y aunque no consigue vencerla del todo, en numerosos puntos la rasga con sus luces. GILBERT MURRAY, que ha llamado la atención sobre muchas de estas cosas, ha atribuido a la Ilíada el valor de un libro depurado. Hace notar que los fragmentos de los demás poemas homéricos contienen algunas tradiciones y modos de ver populares que en vano buscaríamos en la Ilíada. 
Esa creencia popular que el homicida quedaba manchado por su crimen. Si escapaba a la venganza, el príncipe que le daba refugio había de celebrar una ceremonia de expiación, después de la cual podía el homicida permanecer junto a él. En la Ilíada no se encuentra rastro de ello. La Odisea conserva restos de antigua superstición, pero también TELÉMACO acoge a TEOCLÍMENO, fugitivo por homicidio, sin exigirle expiación. X, 222-86.
La leyenda recibida por HOMERO no conoce los sacrificios humanos. El sacrificio de POLOXENA sobre la tumba de AQUILES era una historia popular. HOMERO no sabe nada de ella. Tampoco ha dicho nada del sacrificio de IFIGENIA, aludiendo únicamente al mismo en el libro I vv. 70-1, 106-8, en una forma, que solamente los enterados, que solamente los enterados podían comprender.
Los presagios son en Ilíada raros y no se podían evitar del todo; pero en algunos puntos exprésanse sin reversa dudas acerca de los mismos. A POLIDAMENTE, que le explica el augurio de un águila, responde HÉCTOR que no para mientes en las aves, sea que vuelen hacia la izquierda o hacia la derecha. EL MEJOR AGÜERO ES COMBATIR POR LA PATRIA. Il. XII, 200 sig. Aunque al final HÉCTOR no lleve la razón, estas palabras de desprecio por los presagios han salido del corazón del poeta. En medio de la mayor derrota, NÉSTOR implora el auxilio de JUPITER. El dios le atiende y truena fuertemente. Pero los troyanos, al oír el trueno de JUPITER, arremeten con más furia a los aqueos. Han interpretado el augurio a su favor. Il. XV, 370-80. Así no puede hablar  ningún poeta que crea seriamente en presagios. No lo pasan mejor,  algunas veces, los adivinos. PRÍAMO comunica a HÉCUBA el mensaje de IRIS, de que rescate a HÉCTOR. A las ardientes instancias de ella, de que desista, replica que está seguro de haber oído a un dios. Si le hubiese dado la orden de hombre, un adivino arúspice o un sacerdote, le crearía falsa y desistiría. Il. XXIV, 193 sig. A la explicación que ha dado CALCAS de la ira de APOLO, responde AGAMENON con una explosión de cólera, culpando al divino de complacerse en profetizar desgracias, Il. I, 106 sig. De EURIDAMANTE, intérprete de sueños, dice irónicamente que no interpretaría los sueños de sus hijos, cuando fueron a la guerra. Cayeron a manos de DIOMEDES. Il. V, 148-51. En la ODISEA se encuentran asimismo rastros de incredulidad, pero por lo demás, la fe en los presagios es absoluta, y EURÍMACO es tachado de inicuo porque los desdeña. Il. 146 sig.; XX, 350 sig.
En el principio de la ODISEA, MENTES refiere que vió una vez a ULISES cuando volvió de Éfira, de casa de ILO, a quien había ido a pedir veneno para sus flechas. ILO no se lo proporcionó, porque temía los dioses, pero entregóselo el padre de MENTES, porque le quería muchísimo. I, 255-64. Me inclino a reconocer en esto la versión más antigua de la leyenda, según la cual ULISES habría dado muerte a los pretendientes con flechas envenenadas, versión que fue rechazada por el poeta de la ODISEA.
No es fácil hablar de la idea que el poeta de la Ilíada tiene de otro mundo, ya que es difícil separar las concepciones de un poeta de las de su pueblo. El paso de la inhumación a la cremación había relegado las almas de los muertos a un lugar determinado, el HADES, donde vagan como fantasmas de los vivientes, sin órganos de actividad vital, cabezas impotentes. Esto es, sin duda, la creencia en la escasa substancialidad de los difuntos es cada vez más pálida en la Ilíada. 
Irse al HADES o a la mansión del HADES significa simplemente morir, sin asociar con ello ninguna representación determinada. El ALMA, psiché, conviértese en una mera expresión para designar la vida; en algunos pasajes ya ni es tan sólo lo esencial en el hombre viviente. HÉCTOR busca en la batalla a sus compañeros; mas éstos yacen en el campo, privados de sus almas. XIII, 758-63. Sin ambages declara el poeta en el proemio: la cólera de Aquiles precipitó al HADES muchas almas valerosas de héroes, haciendo a éstos presa de perros y pasto de aves. Desde aquí hasta la completa evaporación de la idea de inmortalidad, hay apenas un paso. Quien imagina la muerte como un sueño, no cree en un más allá, no menos que quien llama hermanos gemelos a la MUERTE y al SUEÑO. AQUILES inmola a doce jóvenes troyanos y los arroja a la pira. Esto originariamente sin duda significaba que el otro mundo serían los esclavos de PATROCLO. Pero el poeta considera la inmolación como un acto de venganza de AQUILES, a quien censura por ello.
Hechizos no los hay en la Ilíada, y en la Odisea únicamente en cuentos recibidos por tradición. Esto aparte, háblase de un ensalmo para restañar una herida; por ello ocurre en el relato de la caza del jabalí en el Parnaso, poema suelto intercalado más tarde en la Odisea. Libro XIX, 392-466.
Uno de los monumentos más hermosos que para su propia levantó el poeta de la Ilíada, el FINAL del POEMA: la tradición poética y la misma CONCIENCIA de la época conocían únicamente la horrible costumbre de abandonar a las bestias el cadáver del enemigo de calidad. El mismo HÉCTOR amenaza con ello a PATROCLO (XVI, 836). Mas luego se afirma en el poeta la idea de que no se debe continuar la guerra con los muertos, y pone como final el admirable rescate de HÉCTOR.
Considero también uno de los grandes aciertos del poeta de la Ilíada, el no haber ya hecho a AQUILES invulnerable. Cierto que han existido más tarde poemas que hacían morir al héroe de una herida en el talón, único lugar vulnerable de su cuerpo; pero este rasgo es, sin duda, antiquísimo, más antiguo que HOMERO.
Aunque el poeta extrae su mundo e concepciones estrechas y turbias, no por ello evita menos, en lo que puede, LO FEO. Se ha observado, hace tiempo, con asombro, que los trágicos áticos hacen arrastrar a HÉCTOR vivo todavía, al paso que HOMERO antes del arrastre refiere explícitamente su muerte. (XXII, 361-3). Estoy convencido de que modificó en sentido más humano la tradición.
Así, el mundo homérico es en su conjunto luminoso y sereno. Pero negras sombras pesan también sobre él. Lo más inconcebible, lo que la poesía homérica no acaba de entender, es que la vida al aire y al sol debe terminar un día. Es una dicha que el hombre ignore el día de su muerte. Por esto,  HÉCTOR mira el porvenir con sosiego, pues sabe que ha de morir, pero no cuándo. (Il. VI, 486-9). En cambio, AQUILES está seguro de su muerte prematura, pues todo su destino en la mano y optó por una vida breve y gloriosa. (Il. IX, 410-16). Pero AQUILES no tiene una respuesta para el elogio de sus heroicidades, y a lo segundo replica: “NO INTENTO CONSOLARME DE LA MUERTE; PREFERIRÍA SER JORNALERO AL SERVICIO DE UN INDIGENTE, A REINAR SOBRE TODOS LOS MUERTOS”. (XI, 471, sig.). 
Esto nos lleva a la cuestión de cuál sea el concepto que el poeta del GOBIERNO DEL MUNDO. Tampoco en esto es fácil separar las ideas del poeta de la Ilíada, de la RELIGIÓN de su época. Halló aquéllas así en el ambiente que le rodeaba como en los poemas que le sirvieron de MODELO, tomándolas y empleándolas a menudo sin alterarlas en nada. Intentaremos dar una idea de la religión jónica de la época.
Los dioses, ora todos, ora cada uno de por sí, otorgan los dones del cuerpo y del alma. Como rector de los destinos destaca por lo común JUPITER-ZEUS solo; muchas veces los héroes reconocen una destinación de JUPITER-ZEUS que se extiende por su vida entera. Esta idea está particularmente arraigada en la ODISEA, en la cual apunta con frecuencia EL CONCEPTO DE UN GOBIERNO CONSCIENTE y TODOPODEROSO DEL UNIVERSO. Éxitos y fracasos son atribuidos a los dioses, inclinándose los hombres a inferir de la desgracia la cólera divina, sin que ello implique culpabilidad del infortunado.
El concepto dominante se refleja con la máxima fidelidad en los ACTOS DEL CULTO. SACRIFICIO y LIBACIÓN no son algo que se repita regularmente, sino, por lo común, simples acompañantes de la PLEGARIA, y ésta únicamente se profiere cuando el hombre desea obtener algo de los dioses; se busca provocar un servicio mediante otro equivalente. Verdad es que en la Ilíada existe alguna que otra PLEGARIA salida del corazón, conmovedora; pero esto no destruye la afirmación de que, en conjunto, el hombre no está con sus dioses en una relación de íntima confianza. Motiva también la libación y la plegaria el temor de algún grave peligro o de la cólera de los dioses, la cual se busca de esta suerte conjugar. 
Junto a las deidades que gobiernan el mundo, está la MOIRA, originariamente una diosa de la cuna, que vela por el cumplimiento de lo que ha puesto en la cuna el recién nacido. En rigor, no está en relación alguna con los dioses, pero era inevitable que la Poesía se preguntará cuál sea aquella, y que respondiera de muy distintos modos a la pregunta. Lo que muchos creen, que la MOIRA está por encima de los dioses, no es aplicable a HOMERO.
Al componer su grandiosa epopeya, el poeta de la Ilíada situó la materia bajo un doble punto de vista, la CÓLERA DE AQUILES y la DIRECCIÓN DE LOS ACONTECIMIENTOS POR LOS DIOSES, a los cuales reunió formando una especie de ESTADO. 
Pero casi todos en el fondo de sus corazones son buenos, y su lado LUMINOSO resalta con más fuerza que el obscuro: “AQUEL A QUIEN LA MUSA DE HOMERO, dice HERDER, QUITA LA NIEBLA DE LOS OJOS, ADQUIERE DE LAS COSAS DE ESTE MUNDO UNA VISIÓN GRANDE, SABIA y, EN ÚLTIMO, ALEGRE”.

Editó: gabrielsppautasso@yahoo.com.ar DIARIO PAMPERO Cordubensis. INSTITUTO EMERITA URBANUS,  Córdoba de la Nueva Andalucía, 17 de mayo del Año de SEÑOR de 2010. SAN PASCUAL BAYLÓN, Confesor. SOPLA EL PAMPERO, ¡VIVA LA PATRIA! ¡LAUS DEO TRINITARIO! ¡VIVA HISPANOAMÉRICA! Gratias agamus Domino Deo Nostro! gspp.

SANTA MARIA IN ARA COELI : SANTA MARÍA DEL ALTAR DEL CIELO.

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