Por
el Dr. Carlos Marcelo Shäferstein
Editó:
Lic. Gabriel Pautasso
Quien
suscribe estas líneas es absolutamente apartidario. No entiende nada de
política, siendo un simple testigo de la historia, que lo único que tiene en
claro es que no es “progre”, ni tampoco lo que esos progres denominan
peyorativamente “fascista”.
Aclarado
el punto, no distingo hoy diferencia alguna entre los políticos en oferta, ya
que tampoco se entiende por qué todos se denominan “peronistas” siendo
intrínsecamente tan disímiles en sus pensamientos, palabras y acciones.
Particularmente los “De Vido” y similares, que —cumpliendo una función
tan elevada— se apropian de los recursos del Estado haciendo de su cargo un
negocio rentable en su propio beneficio con la obra pública.
En
ese orden me decidí a escribir este relato.*
Nacido
en 1882 de padres italianos en Victorica, provincia de La Pampa,
Juan Pistarini fue el primer hijo de inmigrantes humildes que ingresó
en 1895 al Colegio Militar de la Nación en el Arma de Ingenieros; pese al fuerte
prejuicio imperante a la sazón en las clases superiores, de las que provenía la
mayor parte de la oficialidad militar contra las personas de este origen, se
graduó entre los mejores alumnos de su clase. Estudió ingeniería en
Europa, tras lo cual regresó a Argentina a proseguir la carrera militar.
Ascendido rápidamente, era ya Mayor en 1921, cuando junto con otros destacados militares formó parte de la logia Centro General San Martín, que se opondría a la política de Hipólito Yrigoyen y lograría que el Presidente Marcelo T. de Alvear nombrase ministro de Guerra al Gral. Agustín P. Justo. La logia se disolvió en 1928, cuando el triunfo de Yrigoyen le otorgó por segunda vez la presidencia de la Nación, pero durante ese período trabó estrechos lazos con sus miembros, que protagonizarían varios de los episodios golpistas de los años siguientes. Entre ellos se contaban los Oficiales Superiores Pedro Ramírez, Manuel A. Rodríguez, Benjamín Menéndez, Arturo Rawson y Rodolfo Márquez, además de su principal promotor, Luis J. García. De esa época data la estrecha amistad de Pistarini con Carlos von der Becke, con quien se reencontraría unos años más tarde en Europa, siendo éste condiscípulo del Mayor Erwin Rommel en la Academia Militar de Berlín.
En
la década del 30 la hábil maniobra de Justo para regresar al poder
vería a la logia reconstruirse y a Pistarini cumplir funciones de agregado
militar en Europa; ya en 1930 había sido enviado por José Félix
Uriburu como cabeza de una expedición de compra de armas a Alemania, para
lo que su dominio del idioma le resultó útil. Los años de Pistarini
como militar destinado en el exterior le significaron una enorme cantidad de
experiencia y de conocimientos, y también de condecoraciones, entre las que se
cuentan la de comandante de la
Legión de Honor de la República francesa, la Orden del Golden Adler con
Hojas de Roble, la Cruz
de hierro del 1ª Clase del III Reich alemán, así como la Orden de gran Comendador de
san Gregorio Magno que le otorgó el Papa Pío XII en El Vaticano.
Semejantes experiencias lo inspiraron, seguramente, para discutir y diseñar los planes que desembocarían en la fundación del GOU (Grupo de Oficiales Unificado) y la revolución del 4 de junio de 1943, que tuvo nacimiento en una reunión de jóvenes oficiales argentinos en su residencia de la ciudad de Berlín en 1937, y poco después viajar a Roma junto a Sosa Molina y al teniente coronel Juan Domingo Perón.
En 1934
fue nombrado comandante de la guarnición de CAMPO DE MAYO, la principal unidad
militar del país. Puso en práctica su formación como ingeniero
para forestar el terreno con el más de un millón de árboles que
parquizan armoniosamente esa hermosa foresta del «Campo de Instrucción del
Ejército», que había donado otro grande: el General Ricchieri. En 1935 Pistarini
fue nombrado ministro de Obras Públicas por el
Presidente Agustín P. Justo.
Como
tal, presentó el proyecto para la construcción del Aeropuerto Nacional de
Ezeiza (hoy «Ministro Pistarini»), que fue aprobado por la Ley 12.285 el 30 de setiembre
de 1935. Su obra como tal sería inmensa, acorde al estilo monumental de la
política de inspiración mussoliniana que seguía el Ejército y el gobierno de la
época, pero habría de esperar unos años, hasta ser nombrado de nuevo en el
cargo por el Grl Edelmiro J. Farrell, para ejecutarla. Pistarini firmó
numerosos contratos de obra con la cooperación de la empresa alemana GOPE,
amistades que resultaron de su admiración con el nacionalismo social que
renacía en Europa como muralla contra los bolcheviques. En 1937 fue escogido
para viajar a Berlín otra vez, donde permanecería como observador de las
revolucionarias obras de infraestructura que estaban modernizando a Europa y
las técnicas de construcción racionalistas más avanzadas de la época.
Adhirió
al alzamiento nacionalista del 4 de junio de 1943 y en 1944 fue
nombrado nuevamente ministro por su creatividad, preparación, honestidad y
capacidad de trabajo. En ese cargo, ordenó grandes obras para paliar los
efectos del terremoto de San Juan de 1944; sus planes incluyeron también
miles de kilómetros de rutas, además de las obras requeridas para adaptar la
circulación —que el 6 de junio de 1945 pasó a efectuarse por la derecha—,
cientos de escuelas, los mejores y más funcionales cuarteles militares, barrios
residenciales tanto para oficiales como para suboficiales, casinos
guarnicionales extraordinarios y una gran cadena de hoteles de turismo
ideada por el gobierno del General Juan Domingo Perón.
Como
ministro interino de Marina diseñó el proyecto de ampliación que haría de la
flota argentina la mayor de Latinoamérica y la cuarta del mundo, y en 1945 pudo
inaugurar las obras del aeropuerto de Ezeiza. Muchos de los contratos fueron
ejecutados por la
Compañía General de Construcciones de Ludwig Freude,
íntimamente asociada con la red de espionaje nazi activa en Sudamérica por ese
entonces; Pistarini amenazó con renunciar cuando los aliados exigieron la
deportación de Freude, cuya relación con el gobierno alemán se sospechaba.
Aunque
formó parte del grupo de oficiales unidos (GOU) que el 9 de octubre de
1945 se plegó a los reclamos de los insurrectos de Campo de Mayo contra Perón,
siguió formando parte del gobierno tras el masivo apoyo obrero que determinó la
liberación de éste el 17 del mismo mes.
Después
de la revolución de junio, ya como ministro de Agricultura y de Obras Públicas
(y luego también Vicepresidente de la nación, ministro del Interior e interino
de Marina) tuvo una tarea esencial en la asistencia a los damnificados del gran
terremoto de San Juan en el ‘44 y la construcción de la “ciudad emergente” en
esa provincia. Impuso por entonces el aparentemente inocente lema: “llueva o no
llueva, la familia come siempre”, acompañando en realidad la derogación de la
ley que disponía que el obrero cobraba el jornal siempre y cuando el clima le
permitiera trabajar.
Entre
estos y otros barrios populares y de monobloques y la acción del Banco
Hipotecario, se saldó completamente el déficit nacional de viviendas (650.000
unidades según el censo de entonces). Al mismo tiempo Pistarini desarrolló una
flota fluvial de última generación que llegó a ser la primera de Latinoamérica
y la cuarta del mundo. Construyó el aeropuerto internacional de Ezeiza que
lleva su nombre (plantando en sus alrededores otros dos millones de árboles y
concretando la primera autopista del país, “ la Ricchieri ”), entonces
el más grande del mundo, que a pesar de los feroces recortes presupuestarios y
la desidia de su mantenimiento y actualización, por su ubicación y el diseño de
sus pistas no ha sufrido accidentes ni ha cobrado una sola víctima fatal en sus
cinco décadas y media de existencia, récord difícilmente superado en otros
lados, y que alarma comparado con el del trágico e inseguro Aeroparque
metropolitano.
Los
trabajadores que construían el aeropuerto de Ezeiza y con los que hablaba
durante sus frecuentes visitas a las obras, lo recordaban controlando el riego
de cada árbol que iban plantando en el bosque que lo rodearía. Y también los
obreros de las construcciones portuarias de la isla De Marchi.
Desde
Embalse a Río Grande, son una infinidad las de obras que hizo construir. Cuando
se puso en funcionamiento el Aeropuerto de Ezeiza, inaugurado el 12 de marzo de
1949, dijo: “El monumental aeropuerto que el pueblo ya admira con cariño
por que lo sabe suyo, las hermosas colonias que atraen todos los veranos a
millares y millares de niños, los magníficos balnearios de aguas saladas y los
grandes bosques en formación con más de tres millones de árboles, están
granjeando a Ezeiza de una notable y creciente popularidad y revelan el acierto
del Gobierno al dotar al pueblo de un espléndido lugar de esparcimiento, amplio
y sano a las puertas de la
Capital ”. En su momento, considerado uno de los más
importantes del mundo. Se lo construyó con un espesor tan grande de cemento que
nunca necesitó de una modernización para adaptarse a las enormes naves que hoy
aterrizan.
En
la Unidad Turística
Embalse, en Córdoba que levantó entre 1946 y 1955. Estaba compuesta por siete
hoteles y 51 bungalows con una capacidad para albergar a 3000 personas y
ofrecía servicios de correo, farmacia, cabinas telefónicas, confitería
bailable, capilla, ermita, galerías comerciales, salón de teatro, sala de cine,
servicio de bar en cada hotel y de mantenimiento. En la planta recreativa,
contaba con dos piletas y un mirador turístico. El complejo estaba rodeado por
un hermoso parque y levantado en los terrenos que pertenecían a la cancha de
golf de la estancia Aguada de Reyes. La obra de forestación fue ordenada y
dirigida por el propio Pistarini con alrededor de 800.000 ejemplares de
diversas especies.
Gracias
a su oficiosidad la Nación
creció. Ni hablar de sus Fuerzas Armadas. Inmediatamente de finalizada la Segunda Guerra
Mundial, y por su oportuna intervención y diligencia, en momentos en que las
grandes potencias vencedoras y sus servicios secretos se disputaban las
fábricas subterráneas secretas del Tercer Reich y a los hombres que habían
trabajado en ellas, el gobierno argentino se contactó discretamente con sus
mejores técnicos, ofreciéndoles trabajo, paz y asegurando un proyecto —modesto
en comparación de los EEUU— pero pujante.
En 1947, arribó a Buenos Aires el ingeniero Kurt Tank —siendo el primero en recibir y aceptar el ofrecimiento argentino—, quien cansado de soportar a los agentes secretos aliados y rechazar propuestas de ingleses y soviéticos logra huir hacia Dinamarca, no sin antes superar peligrosos contratiempos. Allí el ingeniero Tank y su equipo trajeron una valija cargada de microfilms arribando desde Copenhague tras 40 horas de viaje. Tank había sido director de la famosa fábrica de aviones Focke-Wulf Flugzeugbau de Bremen, diseñador del famoso Fw-190 entre otros destacados aviones. Al poco tiempo, se incorporaron a solicitud del mismo Tank, el ex director de la fábrica Fieseler, Dr. Karl Thaulau, el ingeniero Paul Klages, que diseñaría el IA-35, el Dr. Roth de la Daimler-Benz , el piloto Behrens, ex director del Centro de Ensayos de la Luftwaffe , el Dr. Pabst, especialista en dinámica de materiales y técnicas de construcción, el Dr. Heintzzelmann especialista en estática, los diseñadores Bansemir y Mittelhuber, el modelista Rothkegel, los teóricos Mathias y Wolf, el especialista aeronáutico Dr. Ruth y el ingeniero Rudolph Freyer, entre otros.
Asimismo,
y también por invitación del General Pistarini, llegó al país el Dr. Reimar
Horten, vanguardia en la creación de alas volantes, que se incorporó al área
material “Córdoba” en forma independiente al “grupo Tank”, con colaboradores
como el Dr. Nickel y H. Scheidhauer, entre otros. El campo de la medicina
aeronáutica tampoco fue olvidado con la llegada de los doctores Heinz
Diringshofen y Harald J.A. von Beckh.
Así,
la Escuela de
Aviación Militar tuvo la honra de contar como asesores de la Fuerza Aérea
Argentina e instructores de sus cuadros a Oficiales Superiores como el General
Adolf Galland , As de la aviación alemana y jefe del Arma de Caza de la misma
durante la Guerra
, así como también el mejor piloto de bombarderos en picada que existió en la
historia de la guerra, el general Hans Ulrich Rudel, famoso e intrépido cazador
de tanques soviéticos —hasta el último minuto de la guerra— al comando del JU88
“Stuka” máquina que piloteó personalmente 2.530 misiones. Todos esos científicos
—que colaboraron en esos años desinteresadamente, y únicamente por su estima
personal para con Pistarini— regresaron a Europa entre 1951 y 1952, cuando el
viejo General resignó su cargo, dejando la semilla de un imparable progreso
técnico a una escala e impulso que jamás se superaron.
De igual modo que floreció el auge de la Fuerza Aérea Argentina con aviones propios como el Pulqui II, crecieron el Ejército y la Armada a punto tal de convertirse en el país mejor equipado y adiestrado del cono sur.
El
Astillero Río Santiago inició sus actividades en el 15 de junio de 1953, por el
Decreto N°10.627 que establecía la creación de Astilleros y Fábricas Navales
del Estado (AFNE), empresa integrada por el Astillero Río Santiago (ARS) y por la Fábrica Naval de
Explosivos Azul (FANAZUL), con dependencia del Ministerio de Marina. El
contexto de su nacimiento no podía ser más propicio, finalizada la Segunda Guerra
Mundial, con una Industria Nacional floreciente, con la firme decisión del
Presidente Perón de que “en lo sucesivo, los barcos no sólo deberán ser
argentinos por la bandera que los proteja, sino también por la nacionalidad de
sus astilleros” y con un a Marina Mercante recientemente creada, el Astillero
Río Santiago materializó las necesidades de defensa y economía nacional de esta
Argentina pujante.
Con
la contratación del arquitecto Ernesto Vautier –quien había diseñado y dirigido
los trabajos de construcción de la antigua Avenida General Paz–, Pistarini le
hizo construir los edificios de Vialidad Nacional, del Ministerio de Obras
Públicas, el emplazamiento de Obras Sanitarias de la Nación, lo que luego fue
privatizado como “Aguas Argentinas” y posteriormente reestatizado por los
Kirchner con la denominación de AySA.
La
gestión del Teniente General Pistarini concluyó el 4 de junio de 1952, cuando
el veterano y creativo militar se quedó sin fuerzas “por los achaques de la
edad”, según decía.
Concluyendo,
entre 1944 y 1952 desplegó una monumental tarea. Construyó miles de kilómetros
de rutas (además de las obras para el cambio de mano y poder circular por la
derecha desde el 6 de junio de 1945); 10.000 escuelas, 1.017 institutos
secundarios y terciarios; la mayoría de los actuales cuarteles del Ejército,
hoteles de turismo en San Luis, Paso de los Libres, Ushuaia, Bariloche, entre
otras ciudades del interior y complejos de turismo social en Chapadmalal y el
ya mencionado de Embalse de Río Tercero, espacios de esparcimiento y balnearios
populares como el de Costanera Norte; barrios inspirados en la construcción
colonial misionera que admiró durante un viaje a California; el de suboficiales
en Campo de Mayo; el de Saavedra; los barrios populares y de monobloques y que,
con la acción del banco creado por él mismo, saldó el déficit nacional de
viviendas que era de 650.000 unidades. Implementó un sistema de préstamos de
dinero en efectivo con un bajo interés anual y garantizado por una hipoteca.
Así nació en 1947 el IAF (Instituto de Ayuda Financiera para el pago de Retiros
y Pensiones Militares), y el Banco Hipotecario Nacional. No por nada, Eva
Duarte lo llamó “el corazón de Perón”.
Durante las jornadas de octubre de 1945, de traje marrón y pistola al cinto, arengándolos para defender a Perón, cuando en ese momento, era Vicepresidente de la Nación. De su lealtad al líder es conocida la anécdota que contaba Guillermo Patricio Kelly, cuando durante los bombardeos de junio de 1955, se presentó armado en la Casa de Gobierno donde lo hirió una esquirla que tiempo más tarde le provocaría la muerte.
Tras
el triunfo de la revolución libertadora, consecuentemente cayó detenido y, a
pesar de su edad y estado de salud, fue confinado en el penal de Ushuaia.
De
esa forma, el viejo soldado e incomparable patriota fue privado de la libertad
tras el derrocamiento de Perón, y salió de la prisión en un féretro.
El
29 de mayo de 1956 –justo el Día del Ejército argentino, de puro milico nomás–,
durante esos años crueles, detenido sin mayor motivo, perseguida su familia, sujeto
a torturas morales e indignidades espirituales, le fue quitado su haber de
retiro, y hasta la pensión de militar de su mujer. Como resultado, fue inhibido
de sus escasos bienes (porque no tenía ni casa propia ni automóvil),
y privado de asistencia médica.
También
se le desposeyó del “privilegio” de un sepulcro en el Panteón Militar. Sus restos
descansan en Embalse Río Tercero, porque de su singular existencia quizá
cometió el “pecado” de ser el más cercano amigo del General Perón, a pesar de
no haberse afiliado jamás al partido justicialista.
Sus
actitudes lo ensalzan más allá de las mezquindades humanas, y de allí la
necesidad de revivirlo en este recuerdo.
Porque
hoy ya no existen los astilleros, ni las espectaculares flotas —Mercante y
Naval— el Área Material Córdoba fue sistemáticamente desmantelada, con la Fuerza Aérea y su
doctrina. Tampoco subsisten, en los hechos, aquellos préstamos blandos del
Banco Hipotecario o del Instituto de Ayuda Financiera, que permitían crecer
socialmente a los trabajadores, civiles o militares de hace sesenta años.
Fueron tan degradados, despojados y sustituidos como a las Fuerzas Armadas que
desfalcaron.
Los gobiernos sucesivos, especialmente este régimen, se encargaron del sepulcro de las esperanzas patrias, echando paladas de desinformación sobre las glorias de nuestro pasado no tan lejano. Y le cambian el nombre a los paseos y a las calles por el de asesinos y personajes nefastos.
Pasaba
por la autopista “Teniente General Ricchieri” rumbo a Ezeiza (Aeropuerto “ministro”
Pistarini), y, bordeada de villas que van ganándole terreno a los bosques de los
que hacen leña los usurpadores, aparece un cartel “Obras inauguradas por el
Gobierno de Scioli”, letrero que es más grande que el bache taponado al que
alude el anuncio. La misma bronca que me invade en la “General Paz” —que casi
no lo recuerda hoy— porque confunden otros letreros: “Presidencia de
Cristina Fernández de Kirchner”…
El responsable de las obras de infraestructura más importantes y trascendentes de la historia argentina fue el Teniente General Juan Pistarini, ése que murió en la prisión de Ushuaia, abandonado y más pobre como una rata a los 74 años —a quien los «peronistas montos» le quitaron su grado militar— rebautizando sus proezas… No sea cosa que sea reconocido por la posteridad como un Oficial Superior del Ejército Argentino.
Por
eso decía al comienzo que nada entiendo de política, ni tampoco de esos
mercaderes del ilusionismo que se denominan “políticos”. Lo único
que me queda claro es que ninguno de los que se autodenominan “peronistas”
realmente lo son, y que aquí no hay nada que plebiscitar… Todos hemos sido
estafados.
DIARIO PAMPERO Cordubensis
INSTITUTO EREMITA
URBANUS
Córdoba de la
Nueva Andalucía, 12 de mayo del Año del Señor de 2009. Fiesta de Juan de
Sahagún. Sopla el Pampero. Artículo: “Tte Gral JUAN PISTARINI” x CARLOS
SHÄFERSTEIN de “Historia Paralela” por atención de RODOLFO JORGE BRIEBA. ¡VIVA LA PATRIA ! ¡LAUS DEO
TRINITARIO! ¡VIVA HISPANOAMÉRICA JUSTA, LIBRE y SOBERANA! gspp.* Reactualizado:
22.VI.2012.
excelente, genial la informacion
ResponderEliminarexcelente, genial la informacion
ResponderEliminarME GUSTO EXELENTE.OJALA VUELVAN GENTE COMO EL Y GOBIERNOS QUE SI SE PREOCUPEN DE LA GENTE,NO DE SI MISMOS.
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