jueves, julio 01, 2010

CARTA A HEREJES de G. K. CHESTERTON

DOS OBSERVACIONES FINALES SOBRE LA IMPORTANCIA DE LA ORTODOXIA*

Editó: Lic. Gabriel Pautasso

Si la mente humana puede avanzar o no, es una cuestión que se examina demasiado poco, porque nada puede ser más peligroso que basar nuestra filosofía social en cualquiera que es discutible pero no ha sido discutida.
Resumiendo, entonces, dejamos de lado los dos peligros opuestos que son los dos tipos de fanatismo, el primero es una vaguedad, y el segundo que es una concentración demasiado muy grande. Decimos que la cura para el primero es CREER; decimos que la cura para el segundo son las IDEAS. Conocer las mejores teorías de la existencia y elegir de entre ellas (es decir, la mejor según nuestra propia fuerte convicción) nos parece el modo apropiado de no ser un fanático del primer tipo ni del segundo, sino algo más firme que el del primero y más terrible que el del segundo, un hombre con una opinión definida. Pero según creemos esa  opinión definida debe empezar por los asuntos básicos del pensamiento humano, que no deben ser dejados de lado como irrelevantes, como con demasiada frecuencia en nuestros días se deja de lado, por ejemplo, la religión. Aunque pensemos que la religión es indisoluble, no podemos pensar que es irrelevante. Aun cuando nosotros mismos no tengamos ninguna visión de las verdades últimas, debemos sentir que cuando una visión de las verdades últimas, debemos sentir que cuando una visión de este tipo existe en el hombre tiene que ser más importante que cualquier otra cosa en él. En el instante en que la cosa deja de ser incognoscible, se vuelve indispensable. No puede haber duda, creo, de que en nuestro tiempo existe efectivamente la idea de que hay algo estrecho, o irrelevante o incluso mezquino en atacar la religión de un hombre, o argumentar partiendo de ella en temas de política o e ética. Pero tampoco puede haber duda de que esa acusación de estrechez es ella misma casi grotescamente estrecha. Para tomar in ejemplo de acontecimientos relativamente recientes: todos sabemos que no era raro que un hombre fuese considerado el colmo de fanatismo y oscurantismo porque desconfiada de los japoneses, o lamentaba el ascenso de los japoneses son paganos. Nadie pensaría que hay algo de anticuado o de fanático en desconfiar de un pueblo debido a alguna diferencia entre ellos y nosotros en la práctica o en la maquinaria política. Nadie pensaría que es fanatismo decir de un pueblo: “Desconfío de su influencia porque son proteccionistas”. Nadie pensaría que es fanatismo decir: “Lamento que crezcan porque son socialistas, o individualistas manchesteriamos, o fuertes partidarios del militarismo y el servicio militar obligatorio”. Una diferencia de opinión acerca de la naturaleza de los asuntos parlamentarios tiene mucha importancia; pero una diferencia de opinión acerca de la naturaleza del pecado no tiene ninguna. Una diferencia de opinión acerca de los impuestos es importantísima; pero una diferencia de opinión sobre el objeto de la existencia humana no importa en absoluta. Tenemos derecho a desconfiar de un hombre que vive en un tipo diferente de cosmos. Seguramente este tipo de ilustración debe ser lo menos ilustrado que se pueda imaginar. Para repetir la frase que empleé poco antes, equivale a decir que todo es importante, con excepción de todo. La religión es precisamente lo que no se puede excluir, porque lo incluye todo. Ni el más distraído de los hombres es capaz de hacer su maleta y excluir la maleta. Todos tenemos una visión general de la existencia, nos guste o no; esa visión modifica, o para decirlo con más exactitud, crea y envuelve todo lo que decimos o hacemos, nos guste o no. Si creemos que el cosmos es  un sueño, entonces creemos, entonces creemos que la cuestión fiscal es un sueño. Si creemos que el cosmos es una broma, consideramos que la catedral de San Pablo es una broma. Si todo es malo, entonces debemos creer (si tal cosa es posible) que la cerveza es mala; si todo es bueno, nos veremos forzados a aceptar la conclusión más bien fantástica de que la filantropía científica es buena. Cada uno de los hombres de la calle debe tener un sistema metafísico, y sostenerlo con firmeza. Aunque es muy posible con tanta firmeza y por tanto tiempo que ya ha olvidado por completo su existencia.
Esta última situación es ciertamente posible; de hecho, es la situación de todo el mundo moderno. El mundo moderno está lleno de hombres que sostienen dogmas con tanto fuerza que ni siquiera saben que son dogmas. Se podría decir incluso que el mundo moderno, como cuerpo orgánico, sostiene algunos dogmas con tanta fuerza que ni siquiera sabe que son dogmas. Se podría considerar “dogmático”, por ejemplo, en ciertos círculos considerados progresistas, suponer la perfección o el mejoramiento del hombre en este mundo, a pesar de la idea del progreso está tan poco demostrada como la idea de la inmortalidad, y desde un punto de vista racionalista parece igualmente improbable. Ocurre que el progreso es uno de nuestros dogmas, y un dogma es una cosa que no se considera dogmática. O, de nuevo, no vemos nada “dogmático” en la inspiradora – aunque ciertamente muy sorprendente – teoría de la ciencia física de que debemos reunir datos por los datos en sí, aun cuando puedan parecer tan inútiles como palitos o pajas. Es una idea grande y sugestiva, y es posible que su utilidad llegue, si se quiere, a probarse, pero en abstracto esa utilidad es tan discutible como la utilidad de ese buscar oráculos o consultar santuarios que también se dice que se prueba a sí mismo. Así, como no estamos en una civilización que crea fuertemente en oráculos o en lugares sagrados, vemos el total frenesí de los se mataron para encontrar el sepulcro de Cristo. Pero como vivimos en una civilización que sí cree en el dogma de los datos por los datos mismos, no vemos el total frenesí de los que se matan por llegar al Polo Norte. No estoy hablando de una posible utilidad última que corresponde tanto a las Cruzadas como a las exploraciones polares. Solo quiero decir que vemos la singularidad superficial y estética, la calidad sorprendente, de la idea de un montón de hombres cruzando un continente con ejércitos para conquistar donde un hombre murió. Pero no vemos la singularidad estética y la calidad sorprendente de otros hombres padezcan agonías por descubrir un lugar donde ningún hombre puede vivir, un lugar que sólo es interesante porque se supone que es el punto de encuentro de ciertas líneas que no existen.  
Partamos, entonces, en un largo viaje, emprendemos una búsqueda tremenda. Por lo menos, busquemos y hurguemos hasta descubrir nuestras opiniones. Los dogmas que realmente sostenemos son mucho más fantásticos, y quizás mucho más bellos de que pensamos. Temo que en el curso de estos ensayos he hablado de vez en cuando de racionalistas y racionalismos, y siempre en tono despectivo. Ahora, lleno de esa generosidad que siempre debería estar presente al final de todo, incluso de un libro, pido disculpas a los racionalistas, incluso por haberlos llamado racionalistas. No hay racionalistas. Todos creemos en cuentos de hadas, y vivimos en ellos. Algunos, de sesgo literario suntuoso, creen en la existencia de una dama vestida de sol. Otros, sin un instinto más rústico y juguetón, como el Señor MCCABE creen meramente en el propio en el imposible sol. Algunos sostienen el indemostrable dogma de la existencia del hombre de la casa del lado.  

Las verdades se convierten en dogmas en el momento en que se discuten. Así, cada hombre que expresa una duda define una religión. Y es escepticismo de nuestro tiempo no destruye realmente las creencias, más bien las crea; les da sus límites y su forma simple y desafiante. Los que somos liberales, antes tomábamos el liberalismo con ligereza, como algo evidentemente cierto. Ahora que ha sido discutido lo defendemos ferozmente, como una fe. Los que creemos en el patriotismo, antes pensábamos mucho más sobre el asunto. Ahora sabemos que no es razonable, y sabemos que es lo justo. Los que somos cristianos nunca supimos qué gran sentido común filosófico hay intrínseco en su misterio, hasta que los escritores anticristianos nos lo señalaron. La gran de destrucción mental continuará. Todo será negado. Todo se convertirá en credo. Es una posición razonable negar las piedras de la calle; afirmarlas será un dogma religioso. Que todos estamos en un sueño es una tesis racional; será cordura mística afirmar que estamos todos despiertos. Se encenderán hogueras para atestiguar que dos más dos son cuatro. Se desenvainarán espadas para probar que en verano las hojas son verdes. Acabaremos defendiendo, no sólo las increíbles virtudes y corduras de la vida humana, sino algo aún más increíble, este enorme e imposible universo que nos mira a la cara. Lucharemos por prodigios visibles como si fuesen invisibles. Miraremos la imposible hierba y los cielos con un extraño valor. Seremos de aquellos que han visto y sin embargo han creído.  (p. 225-230).

NOTICIA: 

Gilbert Keith CHESTERTON (Londres, 1874-Beaconsfield, Buckinghamshire, 1936), prolífico escritor que cultivo todos los géneros literarios y que destacó también como periodista, es conocido por las historias de misterio de Padre BROWN, por las biografías de Charles Dickens y de San Francisco de Asís, así como por Ortodoxia, El Napoleón de Notting Hill y El hombre que fue jueves, entre otras obras. Controvertido y siempre polémico, fue uno de los pocos periodistas ingleses que se opuso a la guerra de los bóers y que mantuvo siempre una postura crítica en su entorno. 

En HEREJES,  G. K. CHESTERTON  dibuja una personalísima crítica a las opiniones religiosas de nuestro tiempo. Dirigido al sentido común del hombre común, singular no tanto por la estricta originalidad de sus ideas, este libro nos conduce, con una curiosa mezcla de humor y obstinación audaz, por los caminos de una excepcional contribución a uno de los debates fundamentales del mundo contemporáneo.

(Traducción de STELLA MASTRANGELO)

*EDITÓ: gabrielsppautasso@yahoo.com.ar DIARIO PAMPERO Cordubensis. INSTITUTO EMERITA URBANUS. Córdoba de la Nueva Andalucía, 29 de junio del Año del Señor de 2010. Los santos apóstoles PEDRO y PABLO. Sopla el Pampero. ¡VIVA LA PATRIA! ¡LAUS DEO TRINITARIO! ¡VIVA HISPANOAMÉRICA! Gratias Aramis Domino Deo Nostro! gspp, *

1 comentario:

Fides et Ratio dijo...

Muy bueno el blog, muy interesante. Lo invito a pasar por el mio, y le agradeceria si le hace difusion, el blog se llama "Ensayos Chesterton" y subo solo ensayos de Chesterton.

Atte. Matias