Entre los historiadores es un punto de discusión el que, entre los diferentes campos en que se ha dividido la historia, haya una parte claramente definida y delimitada que puede llamarse “historia cultural”.
Editó: Lic. Gabriel Pautasso
*El hombre sin educación se preocupará siempre mucho por las complicaciones, por las novedades, por la moda, por la última cosa. El hombre sin educación será siempre un dandy intelectual. La tarea de la educación es hablarnos de las más variadas complicaciones, de toda la asombrosa belleza del pasado. La educación nos capacita para conocer, como dijo ARNOLD, todas las mejores literaturas, todas las mejores artes, todas las mejores filosofías nacionales. La educación nos ordena conocerlas a todas, para que podamos prescindir de todas ellas.
En nuestra civilización casi todos saben leer. En la civilización sarracena casi todos sabían cabalgar. Algunas de las personas que más hablan sobre “cambio” y “progreso” son quienes realmente menos pueden imaginar alguna alteración en las (sus) actuales condiciones de vida*
GILBERT K. CHESTERTON, 2 de diciembre de 1905.
« DE TODO UN POCO », Pórtico, Buenos Aires, 2010. “Educar con cuentos de hadas”. p. 17.
Entre los historiadores es un punto de discusión el que, entre los diferentes campos en que se ha dividido la historia, haya una parte claramente definida y delimitada que puede llamarse “historia cultural”. La posición incierta de la historia cultural en el ámbito de los estudios históricos se refleja en el contraste entre el amplio reclamo planteado respecto a que toda la historia se ha convertido, o debiera convertirse, en historia cultural, y la negativa en reconocer la historia cultural como disciplina por derecho propio a causa de la falta de acuerdo sobre métodos generalmente aceptados, o aceptables, para dicha disciplina. El siguiente informe se podría haber titulado “el doble aspecto de la historia cultural”; una de las tesis de nuestro análisis será que muchos malentendidos y desacuerdos surgen del hecho de que el mismo nombre de “historia cultural” cubre dos propósitos e intereses diferentes, que aunque originariamente no son incompatibles no son incompatibles entre sí, tienden hacia direcciones opuestas. Estas dos direcciones históricas diferentes y divergentes no son idénticas al problema terminológico que con frecuencia ha confundido los análisis de este tema, con la distinción entre “cultura” y “civilización”.
A causa de la importancia atribuida por análisis previos a las diferentes connotaciones supuestamente implicadas en el uso de estos dos términos, se hace necesario un breve resumen de los resultados de investigaciones semánticas recientes. Ambas palabras, al menos en su sentido actual, abstracto, entraron en uso durante el siglo dieciocho. La diferencia entre sus significados no se distinguía muy claramente; hasta llegó a intercambiarse entre los siglos dieciocho y diecinueve. Mientras que originariamente, “cultura” recalcaba los aspectos material y tecnológico de la actividad humana, y “civilización” los logros en el campo artístico e intelectual, los papeles se invirtieron en el siglo diecinueve. Cultura se aplicaba principalmente a los progresos del hombre en pensamiento, arte y literatura; a las llamadas esferas “superiores” de la vida. Sin embargo, bajo la influencia del uso del término “cultura” por parte de la nueva ciencia de la antropología, a fines del siglo diecinueve el término comenzó nuevamente a abarcar aspectos materiales y tecnológicos como también intelectuales y artísticos de la actividad humana. Hay una cantidad de eruditos alemanes que han mantenido la distinción de “civilización” considerada como la espiritual, emocional e idealística, pero ni aún en Alemania se acepta esta distinción de modo general. La conclusión de los que han analizado el problema semántico, es que, en nuestro tiempo, “cultura” y “civilización” son casi sinónimos.
El hecho de que el concepto de “civilización” se originara en el siglo diecinueve ha dejado una profunda impresión en el origen y el carácter de la historia cultural. “La civilización nació en su momento adecuado”. La idea concuerda con el sentimiento del esclarecimiento de la humanidad había alcanzado un nuevo estado, un alto punto en su desarrollo. Aunque se distinguía el “hombre civilizado” del bárbaro y del salvaje, se esperaba confiadamente que toda la humanidad se elevase a ese glorioso nivel de civilización que había logrado parte de los europeos. Luego el concepto de civilización se basaba en la suposición de una humanidad unificada, de una concordancia de evolución material e intelectual, y de un progreso continuo. La civilización era un ideal supuestamente próximo a lograr. La tesis propuesta por los fundadores de la historia cultural, en el siglo diecinueve, VOLTAIRE y HERDER - aunque tanto difirieran en sus puntos de vista – era de que el proceso civilizatorio, y no batallas, guerras ni conflictos políticos, era el verdadero tema central de la historia. La experiencia práctica pronto reveló la debilidad de este esquema, claro pero sobre simplificado. La Revolución Francesa hizo que los hombres percibiesen la existencia de una cantidad de civilizaciones diferentes, y con la Revolución Francesa los hombres comprendieron que las civilizaciones podían morir. Como lo demuestran los sistemas de HEGEL y COMTE, la construcción de un proceso histórico mundial unificado se hizo cada vez más difícil y complicado. Pero lo historiadores culturales continuaban creyendo en un proceso civilizatorio, de cobertura total, que incluiría tanto el progreso material como intelectual, continuando la marcha desde el pasado, a través del presente hacia el futuro. JAKOB BURCKHARDT (JAK. BURCKHARDT, Kultur der Ren. In Italien. 1860, 12ª ed. de 1919, traducción inglesa, 1890) no compartía esa confianza. Aunque adoptó muchas de las ideas de sus predecesores, las usó con un nuevo propósito; esa es la importancia de su trabajo en la evolución de la historia cultural.
II
“La Civilización del Renacimiento en Italia” de JACOBO BURCKHARDT se publicó hace 100 años. Después de un siglo, es raro que un libro de erudición histórica suscite el interés no sólo del público lector en general, sino también del ámbito académico, como lo prueba el continuo análisis de los principales conceptos del libro. Lo que nos interesa aquí no es la naturaleza y validez de las ideas de BURCKHARDT sobre el Renacimiento, sin los conceptos fundamentales y los métodos particulares con que produjo esta obra. Debemos ubicar este libro, el más famoso de BURCKHARDT, dentro de la estructura general de toda su obra histórica. Aunque la Civilización del Renacimiento en Italia es el producto mejor terminado del trabajo de BURCKHARDT en el campo de la historia cultural, él fue el siempre, conscientemente, un tipo especial de historiador, “un historiador cultural”.
La importancia del compromiso de BURCKHARDT con la historia cultural ha quedado en cierto modo oculta por el modo deprecatorio con él mismo se refería a su trabajo; en su introducción a la Historia Cultural Griega, dice BURCKHARDT: “No somos científicos y no tenemos método”. Sin embargo, agrega inmediatamente: “Al menos no tenemos (los métodos) los de otros”. Esto indica que la negativa de toda intención de establecer pautas o formar “escuela”, surge un deseo de no verse envuelto en polémicas acerca de teorías históricas, y no de la convicción de que este enfoque de la historia fuese fortuito y careciese de bases teóricas que pudiesen ser justificadas y defendidas, BURCKHARDT encontró deficientes o incompletas los “métodos de los otros”. Blancos explícitos de sus críticas fueron los filósofos de la historia como HEGEL, que atribuyera propósitos racionales y racionalmente comprensibles a la historia universal. Aunque el interés de BURCKHARDT en los logros intelectuales del pasado, en la historia del pensamiento, filosofía, arte y erudición, parecen establecer cierta afinidad entre su interés por la historia y la de los constructores de grandes sistemas, él se oponía a su modo de concentrarse en aquellos rasgos de períodos anteriores que se continuaban en otros posteriores, y de considerar “todas las épocas del pasado como etapas preliminares de un acontecimiento posterior “superior”. El rechazo por parte de BURCKHARDT, de toda tentativa de construir la historia universal como un proceso teleológico lo ubica cerca de RANKE, que declaró que “cada época está igualmente cerca de Dios”. Sin embargo, BURCKHARDT difiere de RANKE y sus seguidores porque pensaba que la historia política sólo podía proporcionar una imagen unilateral e incompleta del pasado. BURCKARDT se refería en términos casi despectivos a los historiadores cuyo principal interés era la recolección y determinación de hechos, y se limitaban a la narración de acontecimientos. Como lo expresara en distintas ocasiones, además, de la historia de los Estados, existía otro campo inmensamente amplio, el de la historia cultural. El historiador cultural estudia la descripción de situaciones y condiciones generales (“zurtandsschilderung”), se concentrará en los elementos permanentes de una situación, y no en los factores accidentales, efímeros y cambiantes. Su objetivo debiera de ser la presentación de los rasgos característicos de un período pasado. Por tanto, estudiará las fuentes, no tanto desde el punto de vista de lo que realmente ocurriera, sino con respecto a lo que revelan sobre los modos de pensamiento de tiempos pretéritos tanto obras literarias como monumentos artísticos pueden ser de igual importancia que los documentos, crónicas y memorias que el historiador político usa casi exclusivamente. El historiador cultural enriquece el conocimiento de las potencialidades humanas describiendo las diferentes formas que asumiera el pensamiento y las realizaciones del hombre en distintos períodos históricos. El centro del trabajo del historiador cultural es el hombre.
La consideración del proceso que condujo a BURKHARDT a estas ideas puede ser útil para aclara su significado, importancia e implicancias. Se pueden distinguir dos niveles en su formación. Durante sus épocas de estudiante, en BERLIN, BURKHARDT comenzó a interesarse en una concepción de la historia que no era puramente política. Según notas que tomara en conferencias sobre historia griega, el famoso FILÓLOGO CLÁSICO BOECKH manifiesta que “la historia era la descripción de situaciones y condiciones generales (“Zustaende”); “la historia de las costumbres, religión, de la erudición y las ciencias, arte, política, el lenguaje” – todo debe de tenerse en cuenta. La faz material como también los aspectos intelectuales de la vida deben estar incluidos. Fue significativo lo que aprendió BURCKHARDT acerca de este enfoque de la historia en las conferencias sobre Grecia Clásica. La reconstrucción de la imagen del pasado por parte del clasicista necesitaba recurrir a cuantos indicios hubieran quedado, fuentes literarias, y “antigüedades”. Esta globalidad era especialmente de desear puesto que, según la apropiación de los filólogos clásicos del siglo XIX, los tiempos de la Grecia clásica fueron diferentes de todos los demás, la edad más perfecta que el hombre haya experimento jamás. Para BOECKH, la explicación de esta grandeza se encontraba en el carácter del pueblo griego; en sus disertaciones BOECKH presentaba ideas a propósito de un libro sobre “Heleno”, el hombre griego. Para BURCKHARDT estas ideas adquirieron un significado más profundo y una mayor aplicabilidad cuando, en años posteriores, los acontecimientos de su propia lo llenaron de pesimismo creciente. Esta fue la época del siglo XIX en que el término “cultura” comenzó a adquirir amplia popularidad. Mientras que el significado de ambos términos, “CULTURA” y “CIVILIZACIÓN” anteriormente incluían tanto los aspectos materiales de la vida como los logros artísticos e intelectuales, la palabra “cultura” pasó a usarse para designar particularmente las realizaciones humanos en pensamiento, arte y literatura: las actividades de la esfera “superior”. La cultura tomó una connotación evaluativa. Se ha demostrado recientemente que en Inglaterra, a fines del siglo XVIII, y durante la primera mitad del diecinueve, las palabras “industria”, “democracia”, “clase”, estimuladas por la transformación económica y social de la época, recibieron un significado más definido y técnico. Los planteos “concentrados en los significados de la palabra “cultura” son planteos suscitados directamente por los grandes cambios históricos, que los cambios en “industria”, “democracia”, y “clases”, representan a su modo, y a los que los cambios en “arte” constituyen una respuesta estrechamente relacionada. Una investigación más exhaustiva, que transpusiese los límites de la lengua inglesa, mostraría muy probablemente los mismos fenómenos en otros países europeos. A pesar del optimismo que inspiraron los adelantos de la industria, la ciencia y la terminología entre una gran mayoría de la gente del siglo diecinueve, había entre la elite intelectual una cantidad de hombres que temían que el progreso material no fuese garantía alguna de un progreso similar en la vida intelectual, espiritual y artística. Por el contrario, la difusión de la “civilización” entre clases más amplias y la preocupación cada vez mayor por el mejoramiento de las condiciones externas de la vida podría disminuir la calidad del trabajo en las esferas intelectuales y artísticas: el progreso de la civilización podía poner en peligro la vida cultural. COLERIDGE lo expresó con mucha claridad: “La civilización no es más que un bien misto, sino más bien una influencia corruptora, la alteración de la enfermedad, y no el florecimiento de la salud, y una nación que por ella se distinga puede llamarse más un pueblo con un barniz, no pulido, donde está civilización no se fundamenta en la cultivación, en el desarrollo armónico de aquellas cualidades y facultades que caracterizan nuestra humanidad”. ALEXIS DE TOCQUEVILLE se introdujo en el estudio sobre el carácter y naturaleza de la democracia contemporánea porque la preservación de la libertad espiritual del individuo en el mundo moderno se había convertido para él en problema arduo. BURCKHARDT compartía completa y profundamente esta inquietud sobre las posibles consecuencias de la industrialización y democracia modernas sobre la calidad de la producción artística e intelectual. Sus temores de una declinación en los niveles y de una barbarización gradual de la vida humana actuaron como estímulo en el pensamiento histórico de BURCKHARDT, amplió el método de descripción de la y condiciones generales de un período convirtiéndolo en un concepto general de historia cultural como una disciplina histórica necesaria.
La obra que expresa sus puntos de vista completamente desarrollados sobre la historia es Reflexiones sobre la Historia Universal. BURCKHARDT ve en la historia la obra de tres fuerzas (“Potenzen”):
Estado, religión y cultura. El carácter de un período, los acontecimientos y cambios de la historia están determinados por las variaciones en las relaciones de estos tres factores y por su interacción. La naturaleza de una de estas fuerzas, la cultura, es, sin embargo, esencialmente diferente que las otras. En tanto que el Estado y la religión son constantes, con miras a un orden estable, en el que dominan, organizan y controlan todos los aspectos de la vida, la cultura requiere la posibilidad de nuevas creaciones y espontaneidad: “Es el reino de lo variable, libre, no necesariamente universal, de todo lo que no pueda reclamar autoridad compulsiva”. Luego la cultura ejerce una influencia perpetua sobre el Estado y la religión, modificadora y des-integrante; es “el crítico de ambos, el reloj que dice la hora en que su forma y sustancia ya no coinciden más”. Cuando la cultura es incapaz de llenar esta función porque el Estado o la religión “la han coercionado para ponerla a su servicio, y la han incluido dentro de sus propósitos”, muere. Este era el peligro que, según temía BURCKHARDT, enfrentaba el mundo moderno.
De modo que el concepto de Cultura de BURKHARDT no era un término puramente descriptivo: la cultura es un valor, que debía ser mantenido y defendido. En consecuencia, BURKHARDT a presuponer la existencia de una cierta jerarquía en las actividades humanas; las de los campos de pensamiento, la literatura y el arte ocupan el más alto lugar. Por otra parte, BURCKHARDT nunca abandonó por completo, en teoría al menos, la idea de que la historia cultural deba dar una descripción de las condiciones generales de un período, incluyendo los aspectos materiales de la vida. En su Civilización del Renacimiento en Italia, dedica capítulos a la política y a la “sociedad y fiestas”; sin embargo, en realidad, los usó para ilustrar los principios que inspiraron la vida artística e intelectual. Su objetivo predominante fue, como lo escribiera en varias ocasiones, conectar la historia de la civilización con la del arte. Su historia cultural siempre apuntó hacia el arte como la más alta de todas las actividades creativas del hombre. BURCKHARDT comprendía que esta concepción de la historia cultural la limitaba al estudio de aquellas épocas y pueblos que produjeron grandes obras en pensamiento, literatura y arte. Recalcó la necesidad de establecer diferencias entre naciones, de acuerdo al valor de su contribución en estos campos. Sólo las de la cultura superior (“wirkliche Kulturstater”) merecían la atención del historiador cultural.
El énfasis en el arte, pensamiento y literatura como los aspectos “superiores” de la vida proporcionaron la posibilidad de una mayor coherencia en la descripción de una época cultural. Muchos historiadores habían intentado amplios relevamientos de las tendencias sociales e intelectuales de un período, como, por ejemplo, para citar algunos de los contemporáneos de BURKHARDT, MACAULEY y TAINE. Pero usando el concepto de cultura de BURCKARDT, los diferentes fenómenos se podían subordinar a unas cuantas ideas cruciales que dominaban los campos interrelacionados del arte, literatura y pensamiento. Un período poseía unidad interna; al mismo tiempo, la periodización así establecida era de carácter europeo porque el arte, la literatura y el pensamiento se alimentaban de una tradición que sobrepasa en mucho las peculiaridades locales y nacionales. Luego, se hizo también posible una distinción más sutil entre aquellos rasgos que pertenecían al espíritu general de una época y aquellos que eran peculiaridades individuales de un país o una región. Es significativo que la obra maestra de BURCKHARDT lleva el título de La Civilización del Renacimiento en Italia. No fue su propósito hacer una descripción de un fenómeno especialmente italiano; se concentró en ITALIA porque allí se originaron los rasgos característicos de una época europea general.
Como el concepto de BURCKHARDT rompió la imagen de un proceso civilizatorio progresivo y constante, en la de épocas culturales aisladas, la tarea del historiador fue la de estudiar cada uno de estos períodos como unidades individuales. Este procedimiento se mantuvo como selectivo, sin embargo, restringido a períodos de valor cultural porque la obra histórica estaba subordinada al objetivo de preservar y defender pautas culturales. “La historia cultural hace resaltar los hechos que pueden entrar en verdadera conexión interior con la mente, que pueden despertar verdadera simpatía, ya sea por afinidad con la mente, o por divergencias”. La disciplina de la historia cultural, tratada de este modo, servirá directamente para enriquecer” a la persona educada. Esto indica que aunque BURCKHARDT considerase falaz la suposición de una civilización unificada, constantemente progresiva, él sostenía el concepto de la cultura “per se”, por sobre la idea de una variedad de diferentes épocas culturales, como norma absoluta, con las mismas pautas y valores en todos tiempos y lugares. Esto se originaba con mayor precisión en la sentencia de CICERÓN, de que “El momento en que nuestra cultura ya no vea la belleza en las grandes imágines de los dioses griegos, será el comienzo del barbarismo”.
La suposición de la existencia de una norma cultural absoluta hace que las descripciones y definiciones de BURCKHART de las ideas dominantes de una época cultural individual sean más bien deductivas que inductivas. Los famosos conceptos básicos de la Civilización del Renacimiento en Italia de BURCKHARDT así lo demuestran. Las ideas del mundo clásico son un elemento tan integral de toda cultura que pueden renacer en todos los tiempos; el individualismo es una presuposición de la actividad cultural hasta el punto que debía emerger como concepto fundamental del período en que la cultura moderna recibió sus moldes.
BURCKHARDT se interesaba especialmente en los períodos de transición, en tiempos en que finalizaba una época cultural o en los comienzos de una nueva. Analizó la decadencia y caída del Imperio Romano en la “Edad de CONSTANTINO”; consideró la civilización del Renacimiento como el origen de la cultura moderna. Dentro de la estructura general del concepto BURCKHARDT de la historia cultural, su preocupación por las épocas de crisis era natural, casi necesaria. Como los períodos culturales se diferenciaban por los conceptos e ideas que los dominaban y formaban, sus características sobresaldrían con mayor claridad y notoriedad cuando debían imponer su conjunto de valores sobre otro esquema de orden, o debían luchar con un patrón de vida diferente. Más aún, en tales períodos, la cultura ejercería la influencia que BURCKHARDT consideraba como su contribución particular a la historia: podía actuar como fuerza modificadora y des-integrante.
Es excesiva la modestia de BURCKHARDT cuando afirma que no tenía método. Hemos demostrado que, por detrás de sus esfuerzos en el campo de la historia cultural, aparece una consideración sistemática de todos los puntos implicados, y hemos tratado de recalcar lo novedoso y original de su enfoque. Pero no había roto todas las conexiones con otros enfoques para el trabajo en el campo de la historia de la civilización. No aceptaba la idea de un progreso constante de civilización para toda la humanidad y sus diferentes actividades, pero sostenía la creencia en la unidad de cultura, que para él era cultura europea. Aunque hacía hincapié en el papel de las actividades “superiores” del hombre, del trabajo en literatura, arte y pensamiento, no se inclinaba a excluir por completo el lado material de la vida de la historia cultural. El mismo comprendía que su concepto de la historia cultural tenía aún un carácter en cierto modo transicional, que tendría que aclararse y modificarse con trabajo ulterior sobre este tema: “EL INTERÉS EN HISTORIA SE HA TORNADO, EN GRAN MEDIDA, SUBORDINADO A LOS MOVIMINTOS GENERALES DE LA MENTALIDAD OCCIDENTAL, A LA DIRECCIÓN GENERAL DE LA EDUCACIÓN; YA LOS ANTIGUOS MÉTODOS Y DIVISIONES NO SON SUFICIENTES, NI EN LOS LIBROS NI EN LAS AULAS. DE MODO QUE NOS PODEMOS MOVER CON MUCHA LIBERTAD. AFORTUNADAMENTE NO SÓLO EL CONCEPTO DE HISTORIA CULTURAL ESTÁ EN FLUJO, SINO TAMBIÉN LA PRÁCTICA ACADÉMICA (Y MUCHAS OTRAS COSAS”.
*LA HISTORIA CULTURAL y SUS PROBLEMAS. (CULTURAL HISTORY and ITS PROBLEMS), por FELIX GILBERT. *
XIº CONGRÉS INTERNACIONAL des SCIENCES HISTORIQUES.
RAPPORTS I UPPSALA, SUECIA, 1960 (1960-2010 : CINCUENTARIO).
Traductor: Lic. Gabriel S. P. Pautasso
*NOTAS y SITUACIÓN por el Editor*
JAKOB BURCKHARDT, nacido en 1818, igual a KARL MARX, en Basilea, fue primero teólogo durante poco tiempo, pues se dedicó a los estudios históricos, especialmente de historia del arte, a excepción de un corte profesorado en el Polytechnikum federal de Zurich (1855-1858), de 1845 a 1893 profesor en la Universidad de Basilea de historia e historia del arte (esta última cátedra la obtuvo solamente después de 1886), murió en 1897 en Basilea. Pertenece a nuestra nota sobre todo por sus por sus dos obras: Die Zeit Constantins des Grossen, 1853 y Die Cultur der Renaissance in Italien 1860 (150 años), únicamente las dos primeras ediciones pueden ser miradas como auténticas; después de la 3ª; el libro fue corregido por L. GEIGER). Luego de su muerte J. OERI publicó, en gran parte de acuerdo con los cuadernos de curso, Griechiste Kulturgeschichete (1898 a 1902) y Weltgeschchtliche Betrachtungen (1905, el título se debe al editor; BURCKHARDT había llamado a ese curso Über Studium der Geschchte). Entre sus trabajos sobre historia del arte señalaremos Geschchte der Renaissance in Italien 1898.
El carácter más importante de la Historia es su continuidad, a la que llama tradición y que constituye el factor esencial de la cultura. La continuidad no es progreso, pues no es seguro que la humanidad marche siempre hacia delante en su perfeccionamiento. De ningún modo puede identificarse, como hace el idealismo hegeliano, la cultura con el Estado ni con el progreso de éste con la felicidad del hombre, pues, al contrario, el aumento del vigor estatal provoca el nacimiento de dinastías o de tiranos o democracias cuyo fin no es otra cosa que mantenerse en el PODER. Pero la continuidad es tan vital a las sociedades que, cuando se ve interrumpida por una crisis demasiado radical, termina una época histórica y comienza otra diferente.
Es tradición – etimológicamente: conducir a través de – porque no consiste en un mero moverse hacia delante, sino que es imprescindible que los hombres acepten el pasado para hacerlo fructificar. Tal es el contenido, la razón de existencia del conocimiento histórico, cuya misión es proporcionar al hombre conciencia histórica. Pero la tradición puede ser rechazada; sólo los primitivos, por insuficiencia, y los excesivamente civilizados, por barbarie, lo hacen, renuncia así la única prueba que existe de la importancia de la duración del hombre. Pero la existencia del dilema, aceptar o rechazar, demuestra la libertad suprema que reina en la Historia.
BURCKHARDT partía del supuesto de que, en el acontecer histórico, juegan tres factores que mutuamente se amenazan: el Estado, la Religión y la Cultura. El Estado – sistematización de la violencia en fuerza – y la Religión, tratan de reprimir en el hombre lo individual, que es vida y creación sin sujetarse a sistema. “LLAMAMOS CULTURA A TODA SUMA DE EVOLUCIONES DEL ESPÍRITU QUE SE PRODUCEN ESPONTÁNEAMENTE Y SIN LA PRETENSIÓN DE TENER UNA VIGENCIA UNIVERSAL Y COACTIVA”. El individuo crea de un modo continuo. Estado y Religión tratan de reprimir esta creación demasiado anárquica y convierten las ideas en universales y obligatorias, imponiendo coacción material o moral para lograr sometiendo. Hay por ello un permanente conflicto entre los tres factores que se imponen surge una crisis. La cultura occidental se acerca rápidamente a una crisis muy grave porque el individuo pierde terreno ante el Estado, que crece desmesuradamente.
Esta idea, que reaparece en NIETZSCHE con algunas variantes no esenciales, merece ser explicada porque constituye la aportación más decisiva de BURCKHARDT al conocimiento de nuestro tiempo. La tradición, decía, precisa ser constantemente defendida contra el deseo revolucionario de interrumpirla. Desde 1789 Europa vive en una revolución casi permanente; las restauraciones de 1815 a 1848 no constituían más que una tregua en este agudo conflicto que alcanzará su paroxismo en el futuro. La guerra franco-prusiana de 1870 le parecía un síntoma muy claro de que la cultura en Occidente se acercaba a su hora de prueba. DEFENDÍA la tradición frente a los reformadores de su tiempo porque estaba convencido de que en ella estaba la base del orden y sin éste – recordar el “INJUSTICIA ANTES QUE DESORDEN” de GOETHE – no puede existir la libertad. Si una democracia radical igualatoria llegará a imponerse, no saldrían de ella más que, al principio, la mediocridad y, después, un despotismo de peor especie que cuanto se ha conocido.
*EDITÓ: gabrielsppautasso@yahoo.com.ar DESDE EL BUNKER, SOPLA EL PAMPERO, POR HISPANOAMÉRICA y ARGENTINA por SIEMPRE JAMÁS. gspp. *
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