El Día de la Tradición se celebra el
10 de noviembre, día que nació el escritor José Hernández, defensor
del arquetípico gaucho y autor del inmortal “Martín Fierro”, obra cumbre de la literatura
gauchesca; fecha establecida por ley promulgada el 18 de agosto de 1939 por la
honorable legislatura de la provincia de Buenos Aires.
Editó: Lic. Gabriel Pautasso
Su origen se
remonta el 28 de Marzo de 1928 cuando se funda la Agrupación llamada
BASES, en homenaje al Dr. Juan Bautista Alberdi, “con la intención de
contribución al enriquecimiento del intelecto para sobreponerse al materialismo
de la época”.
Es ésta, quien el 6
de Junio de 1938 presidida por el Sr. Aurelio Amoedo, quien presenta ante el
Honorable Senado de la Nación
la nota correspondiente pidiendo que se declare el 10 de Noviembre como “Día de
la Tradición ”.
Tomando este día por el natalicio de José Hernández. La aprobación ante la Cámara de Senadores y
Diputados fue unánime, declarada bajo la ley Nº 4756 / 39.
La referida ley se
originó en el Honorable Senado y fueron sus autores D. Edgardo J. Míguenz y D.
Atilio Roncoroni.
Por esta razón es
que en el año 1975 se promulga la ley Nº 21154, quien pone en vigencia a nivel
Nacional, nuestro "Día de la Tradición "; declarándose también por
razones obvias, a la Ciudad
de San Martín como “Ciudad de la Tradición ”, considerándola como la cuna de la
tradición.
"...los pueblos que olvidan sus tradiciones pierden la conciencia de sus
destinos
y aquellos que se apoyan en sus tumbas gloriosas mejor ven el
porvenir..."
Nicolás Avellaneda
“La palabra latina traditio significa entrega, donación gozosa, de algo
valioso. Es como una antorcha que se pasa de generación en generación a través
de los siglos, suscitando siempre nuevos emprendimientos. De ahí el grave error
de quienes piensan que amar la tradición significa instalarse en un pasado
imperturbable. Como si tradición fuese sinónimo de pasividad, y el amante de la
tradición alguien carente de iniciativa. Se olvida que en este juego de entrega
y recepción, el que recibe es el sujeto activo, a diferencia del que entrega,
que es más bien pasivo. El que recibe suele mejorar lo entregado, adaptándolo a
los nuevos tiempos. En ello consiste el verdadero progreso. Por lo demás, el
auténtico tradicionalista no acepta el pasado por el mero hecho de ser pasado,
sino en cuanto tiene de acierto. Por eso no trepida en rechazar lo que en ese
pasado pudiera haber de anacrónico o de falso. Según puede verse, la tradición
es lo opuesto al inmovilismo así como a la vana pretensión de recomenzar todo
de la nada. Separarse de ella equivaldría al suicidio social”.
Fragmento del Prólogo del Rvdo. P. Alfredo Sáenz S. J. a Las murallas de
la ciudad: Temas del pensamiento tradicional hispano,
del profesor Miguel Ayuso (Buenos Aires: Nueva Hispanidad, 2001).
CANTO HERNANDIANO
(Fragmento)
(Homenaje a José
Hernández en el día de la tradición)
Antonio Cruz
I
En este mundo
moderno
que no respeta la
historia
y mengua la justa
gloria
del criollo gaucho
argentino,
sólo nos queda el
camino
de no perder la
memoria.
II
Como dice el
Martín Fierro
el gaucho vive
penando;
tan sólo de vez en
cuando
tiene el pobre una
alegría,
por eso quiero
este día
honrar su gesta cantando.
III
Ni mandinga con su fuerza
ha de lograr
aplacarme,
yo habré de saber
jugarme
con mi razón más
sentida
¡Teniendo un soplo
de vida
no hay lazo que
pueda atarme!
IV
Por cerros,
valles, llanuras,
hei de llevar este
canto
y la semilla que
planto
dará frutos
verdaderos.
¡Soy porfiao como
el hornero
ya han de saber lo
que aguanto!
V
Nuestro glorioso
pasado
guarda muchas
enseñanzas
y yo tengo la
esperanza
de que en cada
corazón
reviva la
tradición
hecha canto y
añoranza
VI
Recuperemos la
patria,
defendamos nuestra
esencia.
No destruyamos la
herencia
ni los honrosos
blasones,
si mueren las
tradiciones
quedaremos sin
querencia
VII
Con estas coplas
sentidas
que levanto
emocionado
con el orgullo
sagrado
de mi argentino
sentir
sólo quiero
revivir
un tiempo que fue
olvidado.
TRADICIÓN:
ALMA DE LA PATRIA
Noviembre comprende un día consagrado a algo aparentemente abstracto, pero
hijo y engendrador de concretos. Es la jornada del 10, dedicada a exaltar la Tradición Argentina.
Una fecha que tiene su por qué, desde luego, y que importa mucho, como veremos,
y una especial celebración sobre cuya significación y trascendencia entendemos
del caso decir algo. Mas, cuando no faltan los que no alcanzan a valorarla como
es debido y como interesa a lo esencialmente argentino, y cuando se da
-asimismo-, en algunos, una tendencia a acapararla faccionalmente, que puede
relativizarla o, al menos, no ayuda a lo que el país más anhela; su
consolidación en paz; que no excluya disparidades -desde luego- pero que se
afiance en la consideración mutua, en el diálogo sincero, en anteponer lo
nacional a todo cálculo sectorial o individual.
¿POR QUE
EL 10?
La idea de que fuese el 10 de noviembre, el día de la Tradición , nació tan
naturalmente como la de atribuir una jornada determinada a la valorización y
"el culto" (por así decirlo) de lo que puede comprenderse como
tradicional. Es decir: sintiéndose que era preciso dedicar una fecha específica
a lo raigal del ser argentino, hallase ese día 10 como el lógico y no discutido;
como es espontáneamente aceptado y el que todos habrían sugerido de ser
particularmente consultados. Y así quedó instituido, y así especialmente
destacado en la Provincia
de Buenos Aires, en la que no sólo se lo aprecia como una jornada de exaltación
"de lo nuestro" (como ocurre en todo el país) sino que se le ha
conferido el carácter de feriado efectivo, para facilitar que en su curso
-justamente- la celebración pueda traducirse en encuentros, reuniones y
espectáculos donde lo tradicional brille y pueda ser aprovechado y gustado por
la mayor cantidad de personas posible.
¿Por qué noviembre y por qué, el 10?...
Porque a ellos están asociados José Hernández y su obra cumbre, "la Biblia Gaucha ",
como ha sido calificada: "El Martín Fierro". O si se busca ser más
preciso: porque el 10 de noviembre de 1834, nació Don José, y fue en un mes de
noviembre -1872- cuando salió a circulación el primer ejemplar de ese libro que
le daría fama y que pinta personajes y por el medio donde se produjo la
crianza. Como hijo de padres, de razas; y como entidad influenciada por el
suelo, el cielo, el clima, el entorno, las posibilidades ambientales.
Ahí, en todo eso, está la "traditio". Lo que se transmite; lo
recibido en herencia o por influencia. Lo perdurado; porque a su vez ha de
trasladarse a otros. Suma de prácticas, hábitos, costumbre, modismos, usos,
gustos, expresiones; pero no acumulación, sino adición más o menos consciente y
- sobre todo - admitida como legado y consecuencia. Es decir: valorada no menos
que como concreciones, como haber espiritual.
Y esa "traditio" que tiene que trasmitirse, define y proyecta.
Define, porque distingue al que la ha recibido. Y proyecta, porque lo hace
perdurable en su fisonomía y carácter, y le comunica fuerza al que la ha
asimilado.
Basta observar el mundo que nos rodea para registrar el hecho de que
ambientes de la campaña bonaerense de la época, que lo mismo valen para otras
comarcas pampeanas y de buena parte del Litoral, y que no parecieron extraños
ni en Cuyo, las Sierras o aún, en el Norte mismo del país.
SIGNIFICACIÓN
Y TRASCENDENCIA
¿Por qué un día especial para exaltar la Tradición ?, cabe
preguntarse. Vivirla y valorarla, corresponde todos los días. Pero siempre que
una persona, un hecho, un ideal, una circunstancia, desea ser reconocida o se
aprecia, mueve - también - a que se le consagre una fecha especial para afirmar
pública y ostensiblemente esa consideración, en tal ocasión. Y así sabemos de
un Día de la Raza ,
de un Día de la Madre ,
de un Día del Trabajador Telepostal y uno "de larga tradición", del
Cartero.
¿Y se justifica que a la
Tradición se la haya consagrado un Día?... Si el término
encierra un contenido y dice de un valor con proyección, sí. ¡Y vaya si en esa
palabra cabe significación trascendencia! ¡Tanta, que es frecuente que no
resulte medida plenamente!; por lo que juzgamos oportuno ahondar un poco en
esto.
Un Pueblo es continuidad, vida; cuna, presente y futuro. Y un Pueblo es
ser, más que estar; lo que implica origen, formación, idiosincrasia, carácter,
personalidad, fisonomía. Todo lo que diga de su existencia individualizable y
distintiva y ayude a su afirmación como realidad autónoma. Cuanto reconozca que
tuvo un punto de arranque y se fue forjando en sangre y tierra; por lo que fue
creado y los Pueblos más evolucionados de la Tierra cuidan y valoran sus particulares
Tradiciones. Y lo mismo acontece en las naciones individualistas que en las
colectivizadas o las "intermedias". Y sucede igual en las Naciones
con milenios de cultura, que muestran orgullosas su pasado de esplendor y
procuran enlazarlo con su presente empeño en seguir mereciendo admiración; que
en los países de corta existencia, nacidos ha poco, que o buscan en erigir en
fuente tradicional aconteceres forzosamente inmediatos, o hallan en otros más
lejanos e indirectos, puntos de apoyo para elaborar una tradición que les dé
marco y sustancia.
Nadie ignora, así, que los ingleses hacen un culto de sus viejos uniformes;
de la misma subsistencia de una Monarquía en las formas, pese a que se gobiernan
con lo que realmente es una República, etc. Y que en Francia se cuidan los
centenarios castillos como a tesoros de valor incalculable, y se conservan
viejas festividades, y se sigue velando por la perduración de vestimentas
regionales… O que en Italia, cada vez que se aspira dar un paso adelante, la
exaltación de la antigua Roma y sus manifestaciones clásica viene a ser el
punto de apoyo para intentar dar el salto; se llame Renacimiento, Resurgimiento
o como se quiera. O que los Escandinavos se enorgullecen de su ayer y los
nombren vikingos. O que en Rusia, donde todo pudo ser cambiado categóricamente,
aunque se les diese otro destino… fueron respetados los viejos palacios
imperiales y las catedrales ortodoxas, para terminarse aceptando la reaparición
del Culto Ortodoxo, justamente, con sus complejas ceremonias embebidas de
simbolismo y ritualizadas con elementos y aparatos seculares. O que en los
Estados Unidos, donde todo "es nuevo", "moderno"… cowboy y
pieles rojas, casonas coloniales y documentos de la hora independista, etc.,
sean exornados para tratar de dar un espíritu a esa técnica en marcha,
demasiado material y desarraigada, que ha evidenciado una deshumanización que
se procura superar inyectándole alguna forma de tradición coherente, que dé
alma a lo que sólo exhibe cuerpo.
Y si nos asomamos al África que se emancipa, con todos los dolores y
excesos de un proceso de ruptura con lo colonial; o nos introducimos en esa
Asia que se moderniza sin renegar del pasado; o llegamos a Australia, la isla
continente, con dos mundos que ahora se buscan: el de un ayer primaria que
había quedado aislado, y una contemporaneidad introducida y pujante; o hasta
nos adentramos a tierras polares, donde los esquimales evolucionan perezosa
pero no ciegamente, etc.; también hallaremos que antiguas culturas y corrientes
innovadoras pueden moverse a diverso ritmo y apuntar a objetivos diferentes en
muchos aspectos, pero que no rechazan conexiones, valoran los precedentes y -
en general - es sobre éstos y respetándolos, que quieren trabajar lo nuevo; sea
esto, tímido paso o audaz cambio.
Es que la Tradición
vincula, cohesiona, afirma, define y, sobre todo, asegura el respaldo
espiritual e intelectual que toda empresa reclama para ser sólida, distinguida,
considerada, perdurable.
Y es que la Tradición
provee bases, fundamentos, símbolos, modos y hasta una mística y cultos; sin
todo lo cual el hacer de hoy carecería de otro sentido que el de la realización
por que sí. De donde ha de concluirse lo que por otra parte es sabido: que los
Pueblos que quieran obrar para el mañana, lo trascendente; han de empezar por
forjarlo de acuerdo con lo que diga de su ser, que es lo recibido; que es lo
apoyado en las Tradiciones que lo peculiarizan.
SIN
FACCIONES
Se puede comprender lo dicho y… puede que haya quienes no lo comprendan.
Pero, comprendiéndolo, ha de evitarse - al exaltarse lo tradicional - toda
pretensión especulativa con lo que sea o exprese Tradición. Porque en ella ha
de verse un elemento cohesionante y no un campo de polémicas del ayer traídas
al presente. Y gustar un "gato", recordar un dicho del "Viejo
Vizcacha", tomar mate, usar poncho con orgullo, ser "gaucho" en
el sentido noble que el gaucho sabía serlo, apreciar un producto de cerámica o
una rastra, o tener presente - en hora de decisiones - la conducta de uno de
aquellos que forjaron la Patria ;
han de ser vistos como apoyos para continuar un camino en el que sigamos siendo
nosotros mismos, los argentinos, con los menores enconos y resquebrajamientos.
La tradición no es de nadie en particular, ni debiera ser elemento
especulable. Si hay quienes la sienten más hondo y quizás más a la ligera, sea;
eso no lo negativiza. Si se dan los que están convencidos de que ella va del
brazo con una corriente dada, y otros que no lo ven así; poco importa. Pero lo
que le interesa al país es que lo tradicional sirva para argentinizarnos
espiritualmente; como si fuese el agua lustral que purifica para perfeccionar a
cuantos reciben su bendición. Y esto interesa especialmente en el presente momento
argentino, cuando todos los que anhelan que se forje un país Grande en el más
amplio sentido del concepto, han de aprobar coincidencias, y en la ocasión en
que todos los que aspiren a esa Grandeza Nacional honda y trascendente, tienen
que comprender que en la
Tradición no sólo hay recuerdos, de los que alegran y de los
otros, sino - sobre todo - esencia, fuerza, dinámica. Está el Alma Patria. Esa
Alma, viva y vibrante sin la que la Argentina -aunque creciese materialmente- no
sería ella misma. Como nadie es cuando carece de personalidad. Como nadie es
cuando sólo puede mostrar un cuerpo. Como nadie es cuando está falto de
esencia, de carácter, de espíritu y cultura distintivos: de TRADICIONES.
REVISTA MENSAJE DÉC. ´80
JOSÉ HERNÁNDEZ
PORLA REIVINDICACIÓN
DEL HOMBRE DE CAMPO
POR
Nació en Buenos Aires, en 1834. Y en su nacimiento se dieron circunstancias
significativas. Porque quiso el destino que en su sangre concurriesen federales
y unitarios, y porque en los días en que vio la luz, Juan Manuel de Rosas era
popularmente reclamado para ser llevado a las más altas responsabilidades y con
las mayores atribuciones, en tanto en el Noroeste Argentino cundía la desunión
y Jujuy, siguiendo los pasos de Salta y reeditando iniciativa tucumana,
proclamaba deseos de "ser independiente".
TRAJINAR
DE CAMPO Y CAMPAÑAS
Su padre, de ascendencia española, Hernández de apellido, era de ideas
federales; pero su madre, descendiente de franceses e irlandeses, era unitaria.
Se llamó Isabel y su apellido sabría de muchos exponentes a través del
historial argentino: Pueyrredón.
A él, el recién nacido, le dieron el sencillo nombre de José. Y a poco de
andar por este mundo, fue llevado a quintas y estancias, por lo que desde
temprana edad convivió con la gente de campo, metiéndosele en el alma el
lenguaje gaucho e imponiéndose de costumbres, problemas y trajines habituales
en la campaña bonaerense y la inmensa pampa.
Ese vivir desentendido de la ciudad porteña, le mantuvo alejado de los
hechos políticos y armados de su tiempo, durante sus primeros años mozos.
Pero en 1858, con veinticuatro años "a cuentas", se le sorprende
ingresando en un hacer político que se expresa con armas. Y lo vemos con
Urquiza y la
Confederación Argentina , oponiéndose a su Provincia y tierra
natal... porque en ésta el Unitarismo había vestido prendas de autonomía con el
fin de no verla alistada dentro de lo que la Constitución del 53
propiciaba: una Nación "Republicana, Representativa y Federal".
Es así que José Hernández está en las batallas de Cepeda, como miliciano, y
de Pavón, ya con otro carácter, puesto que a la sazón se estaba desempeñando
como Secretario del Vicepresidente de la Confederación , el
viejo General Juan Esteban Pedernera, que había servido a órdenes de San Martín
y participado en toda su campaña libertadora.
Cuando la estrella de Urquiza se eclipsa y el Presidente Derqui ha de ceder
paso al "mitrismo" que desde Buenos Aires se ha avenido teóricamente
al Federalismo, pero "unitarizando" al país al someterlo a los
intereses porteños y las especulaciones de la Gran Aldea con
Inglaterra, sobre todo; Hernández no ceja en su particular enfoque confederal,
se asienta en Corrientes, donde ocupa importantes cargos, y desde allí se le
comprende aliado de cuanto don Justo José (ya retirado en su Palacio de San
José) aprecia: como Peñaloza ("El Chacho), sobre cuya vida escribiría
apasionadas páginas donde exalta la nobleza de ese jefe popular; o la
resistencia a la guerra con el Paraguay, etc.
Estas posiciones hernandianas, atraerían las iras de Buenos Aires, ya
erigida en cabeza directora del país, contra quien las sentía, aquel José que
había nacido justamente dentro de jurisdicción porteña, pero que insistía en
rechazar las pretensiones de sus coterráneos o, al menos, del grupo que
presidía la vida bonaerense.
Y entonces, Hernández tendrá que dejar Argentina; irse -huyendo- al Brasil,
y pasar luego a Montevideo, desde donde regresaría a su Patria y el terruño
natal recién en 1869.
Entonces funda el periódico "El Río de la Plata ", acompañándose
de un notable conjunto de hombres de pluma. Circunstancia que no evita que sea
efímera la existencia de esa publicación en la que, sin embargo, quien a poco
sería autor del "Martín Fierro" empieza a descubrir muchas de sus
principales preocupaciones por las condiciones de vida en que le tocaba vivir a
la gente de campo. A esa con la que había convivido en tiernos y tempranos
años.
Escribe... y vuelve a la palestra política. Se aproxima a Roca; es amigo de
Dardo Rocha; va al sudoeste bonaerense, donde le parece que corresponde
levantar una Capital para la
Provincia (su amigo la concibe donde hoy está La Plata ; él la ve mejor lejos
de Buenos Aires; por Pehuajó, en la Nueva Plata ), y allí -en lo que ahora se ha dado
en llamar "el Pago Hernandiano"- junto a su hermano Rafael y en una
de las estancias de la familia, escribe pasajes, corrige otros, "rumia"
los de más allá... de algo que pronto vería la calle, que casi enseguida
despertaría notable interés y que habrían de bastar unos pocos años para que
alcanzase, mediando varias ediciones, un tiraje de cien mil unidades, que a
poco parecería minúsculo al sumársele nuevas y crecientes cifras.
UN LIBRO
COMO RENUNCIA
Fue en 1872, en las postrimerías del año, cuando el "Martín
Fierro" (su primera parte) apareció en la ciudad con cuyas cabezas había
sostenido largos desacuerdos pero en la cual comenzaba, a la sazón, a sentirse
más cómodo.
Y es que en Buenos Aires, el campo y su gente comenzaban a encontrar
quienes los midiesen de un nuevo modo. Entre el Pueblo, porque intuitivamente
se había rejerarquizado la imagen del gaucho y porque dolían entre los humildes
urbanos, las penurias mayores que alcanzaban a sus pares rurales. Y entre la
elite, porque sus elementos más progresistas - aún muchos de los enrolados en
corrientes liberales - empezaba a comprenderse que se procurase lo que fuera,
si algo quería hacerse con pretensiones de solidez... tenía que afirmarse en
aquello que por algo estaba dado: el gaucho, sus costumbres. Una afirmación
posible, por otra parte, si se comenzaba por hacer justicia a ese ser de la
campaña, zaherido, acorralado, desposeído; pero al cual se recurría, sin
embargo, cada vez que había que jugarse en "patriadas" o al servicio
de intereses gratos a los latifundistas o a sus amigos.
Y es que en Buenos Aires y en la República toda, esa valorización de un lenguaje
gaucho y la pintura del drama de un hombre en campaña, venían a convertirse -
por un lado - en un modo de afirmar lo nacional, en momentos de extraordinario
ingreso de extranjeros y del predominio de una inmigración (la italiana),
diversa de la que, mezclada con lo indio, había dado a lo criollo; y por otro,
en una forma de expresar protesta frente a las injusticias de un
"convivir" donde todas las mecánicas, los medios y elementos respondían
al servicio de los grandes dueños de la tierra, domiciliados invariablemente en
la Capital e
invariablemente, también, proclives a vivir unos meses por año (en lo
posible)... en París. Propietarios de suelo y de vacadas, que no podían
entender al "gaucho haragán y sucio"... por la misma razón que no
comprendían que en la miseria a que los habían llevado y en la falta de
perspectivas a que les habían condenado, residían esa haraganería y suciedad
que le echaban en cara.
CON
SENSIBILIDAD, POR JUSTICIA
No diremos que José Hernández que sintió el dolor de esos desposeídos y que
en el "Martín Fierro" vino a exponer su drama; fue, por ello,... ¡un
revolucionario! En la práctica de todos los días, en sus enfoques sobre la
propiedad, en sus intervenciones como legislador; actúa y se expresa oscilando
entre las filosofías liberal y positivista; sólo que valorando siempre lo
argentino sin xenofobia pero con firmeza, y procediendo y manifestándose con un
claro anhelo de elevar al postergado y castigado gaucho y a la gente de la
campaña en general.
Sin duda que, quien mas, quien menos... todos ubican la sensibilidad de
este escritor y militante a través de su obra cumbre o, al menos, de pasajes
muy difundidos de la misma. Pero si Hernández trasunta su sentir humano, su
denuncia y la tácita protesta frente a las injusticias que acosan al hombre de
campo en "la pampa húmeda" de su tiempo; es en otra obra suya, menos
conocida, donde encara el padecimiento del campesino argentino desde un ángulo
analítico y donde, reiteramos, si no apunta a sugerir extraordinarios cambios o
transformaciones estructurales, sí señala cosas muy importantes, con realismo
de conocedor y generosidad patriota, que lamentablemente no fueron tenidas en
cuenta en su momento.
Y allí encontramos, entre otras preocupaciones, observaciones y sugerencias
que evidencia y expresa; aquella que se relaciona con lo que luego -mucho más
recientemente- un autor llamaría: "El Desarraigo Argentino". Porque
Hernández, en lugar de buscarle defectos al gaucho y lamentarse de su
primitivismo en las costumbres o calificarle duramente, considerándole
"bárbaro" (en una equivocada interpretación de este término) (1);
pensó como propender a su real dignificación y como afincarlo provechosamente.
No, tampoco, por la vía de una glorificación "palabresca" que en
definitiva lo dejaba tan sumergido como antes; sino por la senda ennoblecedora
de una planificación del trabajo rural, que no lo excluyera; que no lo empujase
a la avería; que no lo rechazase sin darle oportunidades. "Muchos, muchísimos
hijos del país -escribiría en 'Instrucción del Estanciero' (que es la obra a
que estamos aludiendo)-, que carecen hasta de lo más indispensable para su
subsistencia y la de sus hijos, aceptarían con la mejor voluntad la provechosa
oferta (de colonias agrícolas); porque el vicio, la holgazanería, no son
dominantes en el país, ni constituyen el carácter de los hijos de la tierra;
son accidentales, son impuestos por las circunstancias que no está en su mano
remediar, pero existe en todos el amor al trabajo, el deseo del bienestar, el
anhelo por la comodidad de la familia".
TIERRAS
PARA TRABAJARLAS
Pero... ¿Qué propone aquel hombre que tanto comprendió el campo y su gente?
Simplemente, la constitución de colonias agrícolas para ¡los nacidos en esta
tierra, que más parecían parias en ella! Y las concebía y reclamaba dentro de
una concepción y con tales enfoques, que no será inútil recordar mencionando
uno que otro pasaje del Capítulo VII (séptima parte) de la "Instrucción
del Estanciero".
Por lo pronto, Hernández no se opone a las colonias que puedan ser
trabajadas por inmigrantes. Lejos de ello, declara: "Bien venidos sean
esos obreros del progreso". Pero ha de advertir más adelante: "Si el
país necesita la introducción del elemento europeo (había que probarlo, había
que activarlo), necesita también y con urgencia, la fundación de colonias
agrícolas con elementos nacionales".
No hay rechazo, entonces, al extranjero que viniera a trabajar y menos, al
que se aplicase a la tarea agrícola. Más le cabe, y eran harto lógicas aunque
no consideradas, reflexiones como éstas: "¿Qué hace el hijo de la campaña,
que no tiene campo, que no tiene donde hacer su rancho, que no tiene trabajo
durante muchos meses al año, y se ve frente a frente con una familia sumida en
la miseria?"... "Persígase al vicioso, castigase al culpable, pero no
hagamos culpables por la violencia de las cosas, a los que no lo son por
naturaleza, ni por índole. Ábrase un refugio para los desamparados de la
fortuna, adonde puedan ir a ganar con su trabajo honrado, los recursos
necesarios para su subsistencia y la de sus familias. Las colonicas de hijos
del país son urgentemente reclamadas en la actualidad, y cada día que pasa se
siente más esa imperiosa necesidad".
Apreciaciones, éstas, que si se consideran "con los pies en la
tierra" y más, en su tiempo; habrá que admitir que llevan mucho de
revolucionario. No tanto por cuanto exaltase una colonización con -volviendo a
palabras de Hernández- "la vida en grupo, la sociabilidad"; sino
porque, de haber sido atendidas, habrían facilitado la reivindicación del
hombre hecho al campo y estimulado, además, a los "puebleros" para
que unos y otros vieran en la tierra, compartida e inteligentemente trabajada,
las esperanzas y posibilidades que a la sazón les eran ofertadas a los
inmigrantes. Como que en la
Capital se creía que sólo los extranjeros eran capaces de
trabajar, por lo que se descartaba a los criollos el darle oportunidades para
cultivar el suelo y llevar adelante chacras y granjas.
"A lo largo de las líneas férreas -agregaba el autor del "Martín
Fierro"-, o próximo a ellas deben fundarse colonias de hijos del país;
dándoles tierras, semillas, herramientas, animales de labranza y en fin, cuanto
con tanta generosidad y justo motivo damos a los colonos extranjeros".
Más, sus observaciones, como los reclamos que en tal sentido hiciera en la Legislatura Provincial
de Buenos Aires; no fueron valorados. Y en la Provincia , como en el
resto de la Provincia ,
como en el resto del país, "el criollo de la tierra", el gaucho, el
paisano, quedaron marginados. Eran "vagos, pendencieros, gente sin
ley"; pese a que la experiencia de la Colonia San Carlos,
fundada en 1877 cerca de Bolívar (Prov. Bs. As.) y en cuya constitución hubo
manos de los Hernández; pudo evidenciar lo contrario al presentar un panorama
de intenso trabajo, de manejo armónico y de un convivir laborioso de cerca de
tres mil criollos que lograron una producción no inferior a las mejores
colonias agrícolas trabajadas por italianos u otros grupos inmigrantes.
¡Lástima que lo de San Carlos, posible por iniciativa privada, no se
multiplicó porque los Poderes Públicos no se interesaron en ello! Y ¡Cuánta
falta le hubieran hecho al país decenas de colonias criollas como esa! O
todavía más... ¿no serían necesarias hoy mismo, empresas como esa, concebidas
con organización cooperativa, inspiradas con sentido nacional y alentadas
oficialmente? Hernández miró lejos, entonces, cuando consideró el campo
argentino. Y quiso hacerlo más nuestro dignificando a la par a quienes más
derechos tenían, que eran los hijos del país. Un enfoque, una aspiración, que
su época de "europeísta" ni consideró siquiera. Pero algo que todavía
encierra valores que ahora, cuando queremos la reargentinización de todo lo
nuestro, puede ser comprendido y lo ha de ser, sin duda.
Que todavía hay criollos que se lograrían plenamente y
"puebleros" que se acercaría, al campo, si se multiplicasen colonias
agrícolas como aquellas que soñó Hernández y como la que - junto a los suyos -
contribuyó a realizar exitosamente, allá, por el Sudoeste bonaerense, no tan
lejos de donde había aconsejado que se construyese la capital de la Provincia bonaerense: la
Nueva Plata.
REVISTA MENSAJE DÉC. '80
(1) El término bárbaro implica, originariamente, extranjero.
No tenía el sentido desdeñoso, que luego le fue atribuido en la práctica. Pero
es desatinado, en cualquier caso, aplicarlo a lo criollo, cuando esto es lo
nacional por esencia en el medio argentino
Si mueren las
tradiciones, quedaremos sin querencia
En este mundo
moderno
que no respeta la historia,
y mengua la justa gloria
del criollo gaucho argentino,
sólo nos queda el camino
de no perder la memoria.
Como dice el Martín Fierro
el gaucho vive penando;
tan sólo de vez en cuando
tiene el pobre una alegría,
por eso quiero este día
honrar su gesta cantando.
Ni mandinga con su fuerza
ha de lograr aplacarme,
yo habré de saber jugarme
con mi razón más sentida.
¡Teniendo un soplo de vida
no hay lazo que pueda atarme!
[...]
Nuestro glorioso pasado
guarda muchas enseñanzas,
y yo tengo la esperanza
de que en cada corazón
reviva la tradición
hecha canto y añoranza.
Recuperemos la patria,
defendamos nuestra esencia.
No destruyamos la herencia
ni los honrosos blasones,
si mueren las tradiciones
quedaremos sin querencia.
que no respeta la historia,
y mengua la justa gloria
del criollo gaucho argentino,
sólo nos queda el camino
de no perder la memoria.
Como dice el Martín Fierro
el gaucho vive penando;
tan sólo de vez en cuando
tiene el pobre una alegría,
por eso quiero este día
honrar su gesta cantando.
Ni mandinga con su fuerza
ha de lograr aplacarme,
yo habré de saber jugarme
con mi razón más sentida.
¡Teniendo un soplo de vida
no hay lazo que pueda atarme!
[...]
Nuestro glorioso pasado
guarda muchas enseñanzas,
y yo tengo la esperanza
de que en cada corazón
reviva la tradición
hecha canto y añoranza.
Recuperemos la patria,
defendamos nuestra esencia.
No destruyamos la herencia
ni los honrosos blasones,
si mueren las tradiciones
quedaremos sin querencia.
Hablar de la
tradición es rendir homenaje a las fuentes originarias de la argentinidad. La
tradición conlleva a mencionar al gaucho, ese personaje de nuestra raza
legendaria y que en jornadas de nuestra epopeya fue forjador de nuestra
libertad con su coraje y heroísmo. Fue el gran civilizador de la pampa y el
conquistador del desierto salvaje.
Fue un producto
genuino de la fusión de dos razas, conquistadora y conquistada, su resultante
adquirió características inconfundibles, sumado a esto su carácter rudo y
agreste de su ascendencia indígena y sus rasgos hidalgos y de generosidad que
revelan su ascendencia hispánica.
NUESTRA SEÑORA DE LUJÁN,
VIRGEN Y PATRONA DE LA PATRIA ,
PATRIA DE TRADICIÓN INDÍGENA,
HISPANA, CRIOLLA y FEDERAL,
¡RUEGA POR NOSOTROS!
AUTOR: LIC. GUSTAVO CARRÈRE CADIRANT – BUENOS AIRES,
Adhiere: DIARIO PAMPERO Cordubensis
Instituto Eremita Urbanus
Córdoba de la Nueva Andalucía ,
5 de mayo del Año del Señor de 2009. Fiesta de SAN PÍO V, comandante en jefe de
la Cristiandad Católica.
Sopla el Pampero. ¡VIVA LA PATRIA ! LAUS DEO TRINITARIO! ¡VIVA HISPANOAMÉRICA
LIBRE, JUSTA y SOBERANA. Gspp. REEDITADO: 1º DE NOVIEMBRE DE 2012. SANTO DÍA DE
LA TRADICIÓN.
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