Cierto es que las condiciones en que se han producido estos cambios son diferentes como lo son aquéllas que, desde entonces, han ido elaborándose. MAS LOS EFECTOS DE ESTOS DERROCAMIENTOS OFRECEN SIMILITUDES INCONTESTABLES si sabemos aquilatarlos a través del prisma de la GUERRA REVOLUCIONARIA que es gracias a la cual el doctor FIDEL CASTRO nos ayuda a comprobar que la “ideología comunista” no ha muerto y goza, por el contrario, de perfecta salud.
Una nueva concepción de la Revolución, a mediados del siglo XIX, KARL MARX, en su crítica del libro de CHENU, LES CONSPIRATIONS, manifiesta sin rodeos su desacuerdo con aquellos que tienen una concepción voluntarista de la revolución, aquellos que creen posible acelerar la marcha de la Historia hacia la liberación de la humanidad por medio de la conspiración y el golpe de Estado: “Estos alquimistas de la revolución – escribe – creen en los milagros” y no se dan cuenta de que “hay condiciones en las que cualquier revolución es imposible dado que le faltan fundamentos”. En la reunión de la Liga comunista del 15 de febrero de 1850 (1850-2011: 211 años), KARL MARX declara vivamente una vez más que “el motor de la revolución no es la sola VOLUNTAD revolucionaria sino las condiciones socio-económicas REALES”, oponiendo así su concepción materialista y crítica a la concepción idealista y dogmática de sus adversarios. Sabemos que en esa sesión, MARX fue tratado de reformista traidor a la revolución por BAKOUNIME, WILLICH y el grupo de anarquistas y fue excluido de la Liga junto con ENGELS.
En 1920, LENIN, fiel a MARX, considera a su vez el “izquierdismo” como una enfermedad infantil de la revolución. Lo denuncia como un “espíritu revolucionario pequeñoburgués que raya en el anarquismo o le hace algunas concesiones y que, en lo esencial, va contra las condiciones y necesidades de una lucha consecuente del proletariado”. Utilizando la experiencia de la frustrada revolución de 1905, LENIN llama “lucha consecuente de clases” a aquella que se cerciora de que “condiciones objetivas” están reunidas. Confirmando la idea de que la revolución sólo es posible si se apoya sobre el descontento de la mayoría y sobre la sublevación general, TROTSKY decía a su vez, hablando de la Revolución de octubre de 1917: “La pobreza de medios de que disponía la agitación bolchevique era asombrosa. ¿Cómo, pues, con un aparato tan débil y dada la cantidad insignificante de tiradas de prensa, las ideas y las consignas del bolchevismo se pudieron imponer al pueblo? El secreto es muy simple: las consignas que corresponden a las necesidades agudas de una clase o de una época se crean por millares de canales. El ambiente revolucionario llevado a la incandescencia se distingue por una alta conductibilidad de las ideas”. “Las masas sentían aquello que no podíamos formular conscientemente”, dice LENIN en su discurso, y MERLEAU-PONTY, comentando este texto escribe: “El sentir de las masas es siempre verdadero para un marxista, no porque ellas tengan siempre una idea clara de la revolución en la sociedad, sino porque tienen instinto revolucionario, y siendo éste el motor, saber mejor que nadie lo que están dispuestas a intentar y he aquí un componente esencial de la situación histórica”. Esta concepción marxista, “materialista y crítica”, de la revolución corresponde a la imagen tradicional de revolución. Contiene en filigrana la justificación de la gran conmoción. La revolución así definida, es la explotación de un descontento general, la rebelión de la mayor cantidad posible de ciudadanos, el resultado de una toma de conciencia general de la necesidad y la urgencia de un cambio político. Es esta concepción, que encontramos en todos los análisis de la legitimidad de la rebelión desde antes de los filósofos políticos del siglo XVI (quienes hablaron mucho de esto), la que otorga valor, fuerza motivante y veracidad a la imagen tradicional de la revolución. Ahora bien, en el plano teórico, esta definición es actualmente impugnada por un retorno potente al voluntarismo revolucionario. La revolución se las arreglará sin su justificación, ella se las arreglará sin análisis socio-económico y sin sus condiciones objetivas, se hará con el acuerdo del uno por mil de la población porque las técnicas psicosociales y la utilización de los mass media permiten lo que parece imposible. …la guerra total y permanente se trocó en organización de la revolución interna en los países que conquistar, se concibe la importancia histórica y estratégica de la nueva concepción. Sus argumentos teóricos se resumen en cuatro principales: - Prueba del fracaso definitivo de la concepción económico-política de MARX. - Prueba de la extinción del espíritu revolucionario de los soviéticos. - Nuevos análisis de los modelos de revolución (china, argelina y cubana) cuyas modalidades tuvieron éxito. - Incluso FIDEL CASTRO RUZ, aunque se acercaba económica y políticamente a la ex URSS, única capaz de darle la ayuda financiera que necesitaba, defendió el mismo punto de vista ideológico: - “¡Felizmente la revolución triunfó antes de la madurez! Porque, al fin de cuentas, los maduros, los súper maduros ¡maduraron tanto que se pudrieron! (…). En cuanto a aquellos que creen que la vía pacífica habla, a no ser de una vía pacífica de acuerdo con el imperialismo (…). La esencia de la cuestión es saber si le harán creer a las masas que el socialismo alcanzará el poder sin lucha, que alcanzará pacíficamente. Esto es una mentira. Aquellos que afirman que van a alcanzar el poder pacíficamente están engañando a las masas”. (FIDEL CASTRO. Discurso de clausura de la primera conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad. La Habana, 10 de agosto de 1967).
Así, mientras en Colombia la guerrilla se extiende irresistiblemente hasta cubrir áreas considerables del país ante la inoperancia del gobierno de “concentración” liberal-conservador; en Venezuela, la “castrización” alcanza capas día a día más extensas de la población y de las fuerzas armadas sin que el menshevique BETANCOURT logre entender el por qué de tanta ingratitud o, según los malintencionados, de tanto apresuramiento. Mientras, en la Argentina, el divorcio entre población (peronista) y milicia se acentúa ante el estupor de un gobierno “constitucionalista” frondo-menchevisque, cuyas facultades de trabajo parecen agotarse en su incapacidad para impedir la agravación de ese mismo divorcio; en Chile, un conglomerado frentepopulista reúne ya para las próximas elecciones a la izquierda más extrema, a la burguesía ilustrada y a las dos fracciones de la democracia cristiana, y el triunfo verosímil de ese conglomerado llevaría al comunismo al poder sin paso previo por una fase dictatorial de tipo “fascista”, lo que, esta vez también, debería ser suficiente para inspirar mayor prudencia a los campeones de la fórmula demo-liberal en lo que hace a su propia eficacia frente a la subversión. Y no hablemos del Perú donde un BELAÚNDE TERRY vale a un HAYA DE LA TORRE; ni del Brasil donde JOAO GOULART y JANIO QUADROS no son sino el Jano Bifronte de la misma empresa de pudrimiento nacional. ¿Qué decir, además, de aquello que sucede en Ecuador y en Méjico, en la Republicana Dominicana y en el Uruguay? Ahora bien, en ninguno de los países citados, la clase dirigente demo-liberal que tan eficaces arrestos infiere a la agresión comunista, acepta hablar de ideología, ni siquiera de la suya, porque, para ella, la única que cuadra es la que se llama “grandes negocios”. Así, pues, del mismo modo que atribuir a las dictaduras la responsabilidad exclusiva del avance del comunismo en este continente, confiar en el demo-liberalismo para que siga asegurada la tranquilidad del cuerpo social es hilar demasiado fino sobre la abstracción retórica. El liberalismo – el cristiano, como el ilustrado y el menchevique – es incapaz de elaborar cualquier tipo de resistencia que no sea a posteriori, es decir, o bien en el cómodo exilio en que sus corifeos más brillantes suelen interpretar sus recuerdos insultando a sus enemigos de derechas, a quienes ellos mismos, en incontables oportunidades, había entregado a la cuerda del verdugo. La inevitabilidad de la revolución proletaria y la necesaria caída de la sociedad actual, según el determinista presagio de este credo, concierne a lo esencial de la lógica marxista sustentada en aquella dialéctica sobre las leyes de la naturaleza, transferidas con tanto desparpajo a la evolución de la sociedad. Dentro de tal dialéctica, hay una contradicción cuyo desemboque resulta eminentemente revolucionario para la formación posterior de la nueva sociedad. La inexorable salida prevista surge de los modos de producción que, según ellos, supone beneficios para pocos en detrimento de la mayoría: dicha revolución es una parte del proceso evolutivo que no debe sólo acceder sino “hacerse” mediante la voluntad humana. Sostiene ALBERTO CATURELLI la tesis central del marxismo es la transformación del mundo por la praxis, que dialécticamente necesita del recrudecimiento de las oposiciones entre opresores y oprimidos, etc.; o sea, agitación y compromiso político, que se resumen en la palabra “concientización” inaugurada por HELDER CÁMARA. La violencia de esta revolución es también inevitable por la esperada resistencia burguesa, y únicamente habrá de concluir con la dictadura del proletariado dirigida a consumarla con efectos duraderos. Por lo tanto también habrán presiones y violencias una vez derrotada la clase capitalista, pero sólo hasta superar esa etapa de la dictadura del proletariado (meramente socialista) con la instauración de la futura sociedad comunista.
Al respecto y para el marxismo revolucionario, los proletarios unidos deberán destruir el sistema económico capitalista, pues entre los obreros y sus patrones hay una inflexible oposición impulsora dialéctica de tesis y la antitesis como origen del triunfo final proletario. Esta fuerza motora no estaría dada por los conflictos entre los Estados capitalistas, sino por la violencia interior de cada uno de ellos, como consecuencia de la lucha social y hasta la colectivización total de una sociedad sin clases. Para MARX los trabajadores no tienen patria, ya que las naciones son una categoría histórica de la era capitalista. Esta afirmación, por otra parte, ha sido desmentida siempre por los hechos de guerra. Esta violencia – imprescindible conforme la teoría y al margen de algunas disidencias de opinión entre los autores occidentales del tema sobre si ella es producto del neo-comunismo o si ya estaba insita en el en el marxismo ortodoxo anterior lleva consigo una verdadera cruzada contra lo que suponen explotación del hombre por el hombre (PROUDHON). El leninismo, en su dinámica de acción (praxis), agrega al marxismo la exaltación del nacionalismo ruso. La conjunción de la doctrina marxista y la dialéctica de acción revolucionaria leninista, interpreta por los conductores del Partido y dependiente de su política exterior y o interna, es el comunismo actual o bolchevismo, movimiento internacional expansionista, en procura de la revolución mundial y subsecuente instauración de la dictadura del proletariado. LA GUERRA REVOLUCIONARIA es el brazo armado de esta filosofía que intenta acelerar el proceso dialéctico de la historia de acuerdo con las pautas primordialmente fijadas por el Partido Comunista de la URSS. En la crítica a la filosofía marxista de la revolución, podemos señalar también la curiosa coincidencia existente entre algunos autores sobre las características religiosas del comunismo, especialmente en orden a su filosofía de la revolución. Suele explicarse al respecto que ello podría deberse a la herencia judía de MARX, quien habría trasladado el mesianismo hebreo AL PROLETARIADO.
Ese mismo mesianismo que le asigna al proletariado, justifica su recurrencia a la violencia, al apreciar que en virtud del objetivo que tiene la sociedad proletariado, los medios se tendrán que ajustar necesariamente a la finalidad de aplastar a los reaccionarios que impidan detener el progreso. Según MARX, no se idealiza la violencia, ni se debería echar mano a esos métodos coercitivos, pero la actitud irreductible de la clase gobernante, obligará a apelar a cualquier violencia que considere indispensable.
En 1955, se persiguió al peronismo, y ello era explicable en razón de los excesos cometidos por el gobierno peronista en los últimos años de ocupación del poder, pero de modo tan indiscriminado que se consideró con serena indiferencia la posibilidad de que sus elementos más activos se volcaran al comunismo, ya sea porque se estimaba más fácil combatir un frente subversivo unificado (¿un movimiento castrista 26 de julio de Moncada en 1953?), ya sea que el régimen de la Revolución Libertadora brindó a los marxistas en su captación de las universidades (4.000 profesores cesanteados) y de no pocos sindicatos – se pensaba que los comunistas iban a integrarse “democráticamente”. Pero, mientras tanto, el gobierno revolucionario, aconsejado por asesores civiles puestos a su disposición por los viejos partidos “tradicionales”, consagró todos sus esfuerzos a desarticular el componente nacionalista y a impedir su unión con las fuerzas armadas a las que depuró drásticamente a favor de la línea ideológica Mayo-Caseros, para impedir que, uniéndose, milicia y derecha nacional operaran con el pueblo el reencuentro que el demo-liberalismo teme más que el comunismo. Los efectos de esta inteligente “política” se han visto durante el gobierno del progresista del doctor FRONDIZI y han causado, al mismo tiempo que una corrupción tan generalizada, una urgencia tal de la amenaza subversiva, que las fuerzas armadas, reestructuradas en sentido genuinamente y desprovistas de norte nacional firme y concreto, han tenido que intervenir, incitadas, una vez más, a confundir en su apreciación totalitarismo de derechas (nazis) y totalitarismo de izquierdas (bolches), como se hace manifiesto cada vez que uno de sus altos exponentes, dirigiéndose a sus subordinados, mezcla peronismo y comunismo como partes de la misma empresa de subversión y condenando los proyectos emancipadores del nacionalismo. Pero, esta vez – vale decir, al termino de una experiencia incoherente en la que, durante siete años – 1955-1962 -, se han turnado el general ARAMBURU y el doctor FRONDIZI, con sus gobiernos paralelos encabezados sucesivamente por los señores FRANCISCO MANRIQUE y ROGELIO FRIGERIO. Algunos sectores peronistas, así es, singularmente en las organizaciones obreras, han caído bajo el control de los comunistas y la condena global de que se hace objeto al movimiento justicialistas está arrastrándolo, mal que les pese a sus dirigentes nacionales, hacia soluciones de tipo castrista; algunos sectores de origen nacionalista – aquéllos en que lo emocional condiciona las reacciones políticas – se han dejado captar por prédica antiimperialista dosificada por el castrismo; y el comunismo, abierto o disfrazado, sigue atrincherado en sus ciudades universitarias de las que los viejos dirigentes demo-liberales vueltos al poder a partir del 29 de marzo de 1962 se niegan a desalojarlos, como se niegan a llevar a cabo una acción represiva eficaz contra la subversión fuera de aquello que tienen la audacia de llamar “legalidad”. Pero como, de todos modos, las fuerzas armadas descubren con mayor certeza día tras día que han sido y siguen siendo objeto de un engaño cuya prolongación podría llevar pronto al país hacia salidas revolucionarias de tipo cubano, estos dirigentes se cubren para evitar una reacción militar de salvación nacional que provocaría su anulación sin remedios ya y corren a los reparos… Utilizan, pues, un medio eficaz que consiste en hacer definir como subversivo todo movimiento o partido que, por encima del peronismo habido o por haber y más allá del marxismo y de sus excrecencias más o menos heterodoxas, ponga en tela de juicio ese, su “derecho” a gobernar. Adopta incondicionalmente la sentencia de la Corte Suprema, la cual “entiende por partidos subversivos a dos clases de agrupaciones: las que procuran lograr el poder por medios violentos y las que, aun aceptando la competencia pacífica por el poder, tienen el designo de utilizarlo para provocar desde él la disolución revolucionaria de las instituciones.
BIBLOS
Christopher Dawson: El movimiento de la revolución mundial, Huemul, Buenos Aires. Traducción JULIO IRAZUSTA, 1963. Alberto FALCIONELLI: Capitalismo y Marxismo como ruptura en la historia. Buenos Aires, Huemul, 1949. Alberto FALCIONELLI: Sociedad occidental y guerra revolucionaria. Editorial La Mandrágora, Buenos Aires, 1962. Alberto FALCIONELLI, El camino de la revolución. De BABEUF a MAO TSE-TUNG. Editorial Nuevo Orden, Buenos Aires, 1965. s Roger MUCCHIELLI, La Subversión. Ediciones del Cruzamante, Buenos Aires, abril de 1981. Traductora NORA G. GONZÁLEZ de CORBACHO.
*EDITÓ: gabrielsppautasso@yahoo.com.ar DIARIO PAMPERO Cordubensis – INSTITUTO EREMITA URBANUS. Córdoba de la Nueva Andalucía, a 23 del mes de abril del Año del Señor de 2011. Sábado SANTO. Sopla el Pampero. ¡VIVA LA PATRIA! ¡LAUS DEO TRINITARIO! ¡VIVA HISPANOAMÉRICA! ¡Ave María Purísima! gspp* |
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