martes, noviembre 06, 2012

DÍA DE LA TRADICIÓN


El Día de la Tradición se celebra el 10 de noviembre, día que nació el escritor José Hernández, defensor del arquetípico gaucho y autor del inmortal “Martín Fierro”, obra cumbre de la literatura gauchesca; fecha establecida por ley promulgada el 18 de agosto de 1939 por la honorable legislatura de la provincia de Buenos Aires.

Editó: Lic. Gabriel Pautasso


Su origen se remonta el 28 de Marzo de 1928 cuando se funda la Agrupación llamada BASES, en homenaje al Dr. Juan Bautista Alberdi, “con la intención de contribución al enriquecimiento del intelecto para sobreponerse al materialismo de la época”.
Es ésta, quien el 6 de Junio de 1938 presidida por el Sr. Aurelio Amoedo, quien presenta ante el Honorable Senado de la Nación la nota correspondiente pidiendo que se declare el 10 de Noviembre como “Día de la Tradición”. Tomando este día por el natalicio de José Hernández. La aprobación ante la Cámara de Senadores y Diputados fue unánime, declarada bajo la ley Nº 4756 / 39.
La referida ley se originó en el Honorable Senado y fueron sus autores D. Edgardo J. Míguenz y D. Atilio Roncoroni.
Por esta razón es que en el año 1975 se promulga la ley Nº 21154, quien pone en vigencia a nivel Nacional, nuestro "Día de la Tradición"; declarándose también por razones obvias, a la Ciudad de San Martín como “Ciudad de la Tradición”, considerándola como la cuna de la tradición.


"...los pueblos que olvidan sus tradiciones pierden la conciencia de sus destinos
y aquellos que se apoyan en sus tumbas gloriosas mejor ven el porvenir..."
Nicolás Avellaneda

“La palabra latina traditio significa entrega, donación gozosa, de algo valioso. Es como una antorcha que se pasa de generación en generación a través de los siglos, suscitando siempre nuevos emprendimientos. De ahí el grave error de quienes piensan que amar la tradición significa instalarse en un pasado imperturbable. Como si tradición fuese sinónimo de pasividad, y el amante de la tradición alguien carente de iniciativa. Se olvida que en este juego de entrega y recepción, el que recibe es el sujeto activo, a diferencia del que entrega, que es más bien pasivo. El que recibe suele mejorar lo entregado, adaptándolo a los nuevos tiempos. En ello consiste el verdadero progreso. Por lo demás, el auténtico tradicionalista no acepta el pasado por el mero hecho de ser pasado, sino en cuanto tiene de acierto. Por eso no trepida en rechazar lo que en ese pasado pudiera haber de anacrónico o de falso. Según puede verse, la tradición es lo opuesto al inmovilismo así como a la vana pretensión de recomenzar todo de la nada. Separarse de ella equivaldría al suicidio social”.

Fragmento del Prólogo del Rvdo. P. Alfredo Sáenz S. J. a Las murallas de la ciudad: Temas del pensamiento tradicional hispano,
del profesor Miguel Ayuso (Buenos Aires: Nueva Hispanidad, 2001).


CANTO HERNANDIANO
(Fragmento)
(Homenaje a José Hernández en el día de la tradición)
Antonio Cruz


I
En este mundo moderno
que no respeta la historia
y mengua la justa gloria
del criollo gaucho argentino,
sólo nos queda el camino
de no perder la memoria.
II
Como dice el Martín Fierro
el gaucho vive penando;
tan sólo de vez en cuando
tiene el pobre una alegría,
por eso quiero este día
honrar su gesta cantando. 
III
Ni mandinga con su fuerza
ha de lograr aplacarme,
yo habré de saber jugarme
con mi razón más sentida
¡Teniendo un soplo de vida
no hay lazo que pueda atarme!
IV
Por cerros, valles, llanuras,
hei de llevar este canto
y la semilla que planto
dará frutos verdaderos.
¡Soy porfiao como el hornero
ya han de saber lo que aguanto!
V
Nuestro glorioso pasado
guarda muchas enseñanzas
y yo tengo la esperanza
de que en cada corazón
reviva la tradición
hecha canto y añoranza
VI
Recuperemos la patria,
defendamos nuestra esencia.
No destruyamos la herencia
ni los honrosos blasones,
si mueren las tradiciones
quedaremos sin querencia
VII
Con estas coplas sentidas
que levanto emocionado
con el orgullo sagrado
de mi argentino sentir
sólo quiero revivir
un tiempo que fue olvidado.


TRADICIÓN:

ALMA DE LA PATRIA


Noviembre comprende un día consagrado a algo aparentemente abstracto, pero hijo y engendrador de concretos. Es la jornada del 10, dedicada a exaltar la Tradición Argentina. Una fecha que tiene su por qué, desde luego, y que importa mucho, como veremos, y una especial celebración sobre cuya significación y trascendencia entendemos del caso decir algo. Mas, cuando no faltan los que no alcanzan a valorarla como es debido y como interesa a lo esencialmente argentino, y cuando se da -asimismo-, en algunos, una tendencia a acapararla faccionalmente, que puede relativizarla o, al menos, no ayuda a lo que el país más anhela; su consolidación en paz; que no excluya disparidades -desde luego- pero que se afiance en la consideración mutua, en el diálogo sincero, en anteponer lo nacional a todo cálculo sectorial o individual.

¿POR QUE EL 10?

La idea de que fuese el 10 de noviembre, el día de la Tradición, nació tan naturalmente como la de atribuir una jornada determinada a la valorización y "el culto" (por así decirlo) de lo que puede comprenderse como tradicional. Es decir: sintiéndose que era preciso dedicar una fecha específica a lo raigal del ser argentino, hallase ese día 10 como el lógico y no discutido; como es espontáneamente aceptado y el que todos habrían sugerido de ser particularmente consultados. Y así quedó instituido, y así especialmente destacado en la Provincia de Buenos Aires, en la que no sólo se lo aprecia como una jornada de exaltación "de lo nuestro" (como ocurre en todo el país) sino que se le ha conferido el carácter de feriado efectivo, para facilitar que en su curso -justamente- la celebración pueda traducirse en encuentros, reuniones y espectáculos donde lo tradicional brille y pueda ser aprovechado y gustado por la mayor cantidad de personas posible.
¿Por qué noviembre y por qué, el 10?...
Porque a ellos están asociados José Hernández y su obra cumbre, "la Biblia Gaucha", como ha sido calificada: "El Martín Fierro". O si se busca ser más preciso: porque el 10 de noviembre de 1834, nació Don José, y fue en un mes de noviembre -1872- cuando salió a circulación el primer ejemplar de ese libro que le daría fama y que pinta personajes y por el medio donde se produjo la crianza. Como hijo de padres, de razas; y como entidad influenciada por el suelo, el cielo, el clima, el entorno, las posibilidades ambientales.
Ahí, en todo eso, está la "traditio". Lo que se transmite; lo recibido en herencia o por influencia. Lo perdurado; porque a su vez ha de trasladarse a otros. Suma de prácticas, hábitos, costumbre, modismos, usos, gustos, expresiones; pero no acumulación, sino adición más o menos consciente y - sobre todo - admitida como legado y consecuencia. Es decir: valorada no menos que como concreciones, como haber espiritual.
Y esa "traditio" que tiene que trasmitirse, define y proyecta. Define, porque distingue al que la ha recibido. Y proyecta, porque lo hace perdurable en su fisonomía y carácter, y le comunica fuerza al que la ha asimilado.
Basta observar el mundo que nos rodea para registrar el hecho de que ambientes de la campaña bonaerense de la época, que lo mismo valen para otras comarcas pampeanas y de buena parte del Litoral, y que no parecieron extraños ni en Cuyo, las Sierras o aún, en el Norte mismo del país.


SIGNIFICACIÓN Y TRASCENDENCIA

¿Por qué un día especial para exaltar la Tradición?, cabe preguntarse. Vivirla y valorarla, corresponde todos los días. Pero siempre que una persona, un hecho, un ideal, una circunstancia, desea ser reconocida o se aprecia, mueve - también - a que se le consagre una fecha especial para afirmar pública y ostensiblemente esa consideración, en tal ocasión. Y así sabemos de un Día de la Raza, de un Día de la Madre, de un Día del Trabajador Telepostal y uno "de larga tradición", del Cartero.
¿Y se justifica que a la Tradición se la haya consagrado un Día?... Si el término encierra un contenido y dice de un valor con proyección, sí. ¡Y vaya si en esa palabra cabe significación trascendencia! ¡Tanta, que es frecuente que no resulte medida plenamente!; por lo que juzgamos oportuno ahondar un poco en esto.
Un Pueblo es continuidad, vida; cuna, presente y futuro. Y un Pueblo es ser, más que estar; lo que implica origen, formación, idiosincrasia, carácter, personalidad, fisonomía. Todo lo que diga de su existencia individualizable y distintiva y ayude a su afirmación como realidad autónoma. Cuanto reconozca que tuvo un punto de arranque y se fue forjando en sangre y tierra; por lo que fue creado y los Pueblos más evolucionados de la Tierra cuidan y valoran sus particulares Tradiciones. Y lo mismo acontece en las naciones individualistas que en las colectivizadas o las "intermedias". Y sucede igual en las Naciones con milenios de cultura, que muestran orgullosas su pasado de esplendor y procuran enlazarlo con su presente empeño en seguir mereciendo admiración; que en los países de corta existencia, nacidos ha poco, que o buscan en erigir en fuente tradicional aconteceres forzosamente inmediatos, o hallan en otros más lejanos e indirectos, puntos de apoyo para elaborar una tradición que les dé marco y sustancia.
Nadie ignora, así, que los ingleses hacen un culto de sus viejos uniformes; de la misma subsistencia de una Monarquía en las formas, pese a que se gobiernan con lo que realmente es una República, etc. Y que en Francia se cuidan los centenarios castillos como a tesoros de valor incalculable, y se conservan viejas festividades, y se sigue velando por la perduración de vestimentas regionales… O que en Italia, cada vez que se aspira dar un paso adelante, la exaltación de la antigua Roma y sus manifestaciones clásica viene a ser el punto de apoyo para intentar dar el salto; se llame Renacimiento, Resurgimiento o como se quiera. O que los Escandinavos se enorgullecen de su ayer y los nombren vikingos. O que en Rusia, donde todo pudo ser cambiado categóricamente, aunque se les diese otro destino… fueron respetados los viejos palacios imperiales y las catedrales ortodoxas, para terminarse aceptando la reaparición del Culto Ortodoxo, justamente, con sus complejas ceremonias embebidas de simbolismo y ritualizadas con elementos y aparatos seculares. O que en los Estados Unidos, donde todo "es nuevo", "moderno"… cowboy y pieles rojas, casonas coloniales y documentos de la hora independista, etc., sean exornados para tratar de dar un espíritu a esa técnica en marcha, demasiado material y desarraigada, que ha evidenciado una deshumanización que se procura superar inyectándole alguna forma de tradición coherente, que dé alma a lo que sólo exhibe cuerpo.
Y si nos asomamos al África que se emancipa, con todos los dolores y excesos de un proceso de ruptura con lo colonial; o nos introducimos en esa Asia que se moderniza sin renegar del pasado; o llegamos a Australia, la isla continente, con dos mundos que ahora se buscan: el de un ayer primaria que había quedado aislado, y una contemporaneidad introducida y pujante; o hasta nos adentramos a tierras polares, donde los esquimales evolucionan perezosa pero no ciegamente, etc.; también hallaremos que antiguas culturas y corrientes innovadoras pueden moverse a diverso ritmo y apuntar a objetivos diferentes en muchos aspectos, pero que no rechazan conexiones, valoran los precedentes y - en general - es sobre éstos y respetándolos, que quieren trabajar lo nuevo; sea esto, tímido paso o audaz cambio.
Es que la Tradición vincula, cohesiona, afirma, define y, sobre todo, asegura el respaldo espiritual e intelectual que toda empresa reclama para ser sólida, distinguida, considerada, perdurable.
Y es que la Tradición provee bases, fundamentos, símbolos, modos y hasta una mística y cultos; sin todo lo cual el hacer de hoy carecería de otro sentido que el de la realización por que sí. De donde ha de concluirse lo que por otra parte es sabido: que los Pueblos que quieran obrar para el mañana, lo trascendente; han de empezar por forjarlo de acuerdo con lo que diga de su ser, que es lo recibido; que es lo apoyado en las Tradiciones que lo peculiarizan.


SIN FACCIONES

Se puede comprender lo dicho y… puede que haya quienes no lo comprendan. Pero, comprendiéndolo, ha de evitarse - al exaltarse lo tradicional - toda pretensión especulativa con lo que sea o exprese Tradición. Porque en ella ha de verse un elemento cohesionante y no un campo de polémicas del ayer traídas al presente. Y gustar un "gato", recordar un dicho del "Viejo Vizcacha", tomar mate, usar poncho con orgullo, ser "gaucho" en el sentido noble que el gaucho sabía serlo, apreciar un producto de cerámica o una rastra, o tener presente - en hora de decisiones - la conducta de uno de aquellos que forjaron la Patria; han de ser vistos como apoyos para continuar un camino en el que sigamos siendo nosotros mismos, los argentinos, con los menores enconos y resquebrajamientos.
La tradición no es de nadie en particular, ni debiera ser elemento especulable. Si hay quienes la sienten más hondo y quizás más a la ligera, sea; eso no lo negativiza. Si se dan los que están convencidos de que ella va del brazo con una corriente dada, y otros que no lo ven así; poco importa. Pero lo que le interesa al país es que lo tradicional sirva para argentinizarnos espiritualmente; como si fuese el agua lustral que purifica para perfeccionar a cuantos reciben su bendición. Y esto interesa especialmente en el presente momento argentino, cuando todos los que anhelan que se forje un país Grande en el más amplio sentido del concepto, han de aprobar coincidencias, y en la ocasión en que todos los que aspiren a esa Grandeza Nacional honda y trascendente, tienen que comprender que en la Tradición no sólo hay recuerdos, de los que alegran y de los otros, sino - sobre todo - esencia, fuerza, dinámica. Está el Alma Patria. Esa Alma, viva y vibrante sin la que la Argentina -aunque creciese materialmente- no sería ella misma. Como nadie es cuando carece de personalidad. Como nadie es cuando sólo puede mostrar un cuerpo. Como nadie es cuando está falto de esencia, de carácter, de espíritu y cultura distintivos: de TRADICIONES.

REVISTA MENSAJE DÉC. ´80


JOSÉ HERNÁNDEZ
POR LA REIVINDICACIÓN DEL HOMBRE DE CAMPO



Nació en Buenos Aires, en 1834. Y en su nacimiento se dieron circunstancias significativas. Porque quiso el destino que en su sangre concurriesen federales y unitarios, y porque en los días en que vio la luz, Juan Manuel de Rosas era popularmente reclamado para ser llevado a las más altas responsabilidades y con las mayores atribuciones, en tanto en el Noroeste Argentino cundía la desunión y Jujuy, siguiendo los pasos de Salta y reeditando iniciativa tucumana, proclamaba deseos de "ser independiente".

TRAJINAR DE CAMPO Y CAMPAÑAS

Su padre, de ascendencia española, Hernández de apellido, era de ideas federales; pero su madre, descendiente de franceses e irlandeses, era unitaria. Se llamó Isabel y su apellido sabría de muchos exponentes a través del historial argentino: Pueyrredón.
A él, el recién nacido, le dieron el sencillo nombre de José. Y a poco de andar por este mundo, fue llevado a quintas y estancias, por lo que desde temprana edad convivió con la gente de campo, metiéndosele en el alma el lenguaje gaucho e imponiéndose de costumbres, problemas y trajines habituales en la campaña bonaerense y la inmensa pampa.
Ese vivir desentendido de la ciudad porteña, le mantuvo alejado de los hechos políticos y armados de su tiempo, durante sus primeros años mozos.
Pero en 1858, con veinticuatro años "a cuentas", se le sorprende ingresando en un hacer político que se expresa con armas. Y lo vemos con Urquiza y la Confederación Argentina, oponiéndose a su Provincia y tierra natal... porque en ésta el Unitarismo había vestido prendas de autonomía con el fin de no verla alistada dentro de lo que la Constitución del 53 propiciaba: una Nación "Republicana, Representativa y Federal".
Es así que José Hernández está en las batallas de Cepeda, como miliciano, y de Pavón, ya con otro carácter, puesto que a la sazón se estaba desempeñando como Secretario del Vicepresidente de la Confederación, el viejo General Juan Esteban Pedernera, que había servido a órdenes de San Martín y participado en toda su campaña libertadora.
Cuando la estrella de Urquiza se eclipsa y el Presidente Derqui ha de ceder paso al "mitrismo" que desde Buenos Aires se ha avenido teóricamente al Federalismo, pero "unitarizando" al país al someterlo a los intereses porteños y las especulaciones de la Gran Aldea con Inglaterra, sobre todo; Hernández no ceja en su particular enfoque confederal, se asienta en Corrientes, donde ocupa importantes cargos, y desde allí se le comprende aliado de cuanto don Justo José (ya retirado en su Palacio de San José) aprecia: como Peñaloza ("El Chacho), sobre cuya vida escribiría apasionadas páginas donde exalta la nobleza de ese jefe popular; o la resistencia a la guerra con el Paraguay, etc.
Estas posiciones hernandianas, atraerían las iras de Buenos Aires, ya erigida en cabeza directora del país, contra quien las sentía, aquel José que había nacido justamente dentro de jurisdicción porteña, pero que insistía en rechazar las pretensiones de sus coterráneos o, al menos, del grupo que presidía la vida bonaerense.
Y entonces, Hernández tendrá que dejar Argentina; irse -huyendo- al Brasil, y pasar luego a Montevideo, desde donde regresaría a su Patria y el terruño natal recién en 1869.
Entonces funda el periódico "El Río de la Plata", acompañándose de un notable conjunto de hombres de pluma. Circunstancia que no evita que sea efímera la existencia de esa publicación en la que, sin embargo, quien a poco sería autor del "Martín Fierro" empieza a descubrir muchas de sus principales preocupaciones por las condiciones de vida en que le tocaba vivir a la gente de campo. A esa con la que había convivido en tiernos y tempranos años.
Escribe... y vuelve a la palestra política. Se aproxima a Roca; es amigo de Dardo Rocha; va al sudoeste bonaerense, donde le parece que corresponde levantar una Capital para la Provincia (su amigo la concibe donde hoy está La Plata; él la ve mejor lejos de Buenos Aires; por Pehuajó, en la Nueva Plata), y allí -en lo que ahora se ha dado en llamar "el Pago Hernandiano"- junto a su hermano Rafael y en una de las estancias de la familia, escribe pasajes, corrige otros, "rumia" los de más allá... de algo que pronto vería la calle, que casi enseguida despertaría notable interés y que habrían de bastar unos pocos años para que alcanzase, mediando varias ediciones, un tiraje de cien mil unidades, que a poco parecería minúsculo al sumársele nuevas y crecientes cifras.

UN LIBRO COMO RENUNCIA

Fue en 1872, en las postrimerías del año, cuando el "Martín Fierro" (su primera parte) apareció en la ciudad con cuyas cabezas había sostenido largos desacuerdos pero en la cual comenzaba, a la sazón, a sentirse más cómodo.
Y es que en Buenos Aires, el campo y su gente comenzaban a encontrar quienes los midiesen de un nuevo modo. Entre el Pueblo, porque intuitivamente se había rejerarquizado la imagen del gaucho y porque dolían entre los humildes urbanos, las penurias mayores que alcanzaban a sus pares rurales. Y entre la elite, porque sus elementos más progresistas - aún muchos de los enrolados en corrientes liberales - empezaba a comprenderse que se procurase lo que fuera, si algo quería hacerse con pretensiones de solidez... tenía que afirmarse en aquello que por algo estaba dado: el gaucho, sus costumbres. Una afirmación posible, por otra parte, si se comenzaba por hacer justicia a ese ser de la campaña, zaherido, acorralado, desposeído; pero al cual se recurría, sin embargo, cada vez que había que jugarse en "patriadas" o al servicio de intereses gratos a los latifundistas o a sus amigos.
Y es que en Buenos Aires y en la República toda, esa valorización de un lenguaje gaucho y la pintura del drama de un hombre en campaña, venían a convertirse - por un lado - en un modo de afirmar lo nacional, en momentos de extraordinario ingreso de extranjeros y del predominio de una inmigración (la italiana), diversa de la que, mezclada con lo indio, había dado a lo criollo; y por otro, en una forma de expresar protesta frente a las injusticias de un "convivir" donde todas las mecánicas, los medios y elementos respondían al servicio de los grandes dueños de la tierra, domiciliados invariablemente en la Capital e invariablemente, también, proclives a vivir unos meses por año (en lo posible)... en París. Propietarios de suelo y de vacadas, que no podían entender al "gaucho haragán y sucio"... por la misma razón que no comprendían que en la miseria a que los habían llevado y en la falta de perspectivas a que les habían condenado, residían esa haraganería y suciedad que le echaban en cara.



CON SENSIBILIDAD, POR JUSTICIA

No diremos que José Hernández que sintió el dolor de esos desposeídos y que en el "Martín Fierro" vino a exponer su drama; fue, por ello,... ¡un revolucionario! En la práctica de todos los días, en sus enfoques sobre la propiedad, en sus intervenciones como legislador; actúa y se expresa oscilando entre las filosofías liberal y positivista; sólo que valorando siempre lo argentino sin xenofobia pero con firmeza, y procediendo y manifestándose con un claro anhelo de elevar al postergado y castigado gaucho y a la gente de la campaña en general.
Sin duda que, quien mas, quien menos... todos ubican la sensibilidad de este escritor y militante a través de su obra cumbre o, al menos, de pasajes muy difundidos de la misma. Pero si Hernández trasunta su sentir humano, su denuncia y la tácita protesta frente a las injusticias que acosan al hombre de campo en "la pampa húmeda" de su tiempo; es en otra obra suya, menos conocida, donde encara el padecimiento del campesino argentino desde un ángulo analítico y donde, reiteramos, si no apunta a sugerir extraordinarios cambios o transformaciones estructurales, sí señala cosas muy importantes, con realismo de conocedor y generosidad patriota, que lamentablemente no fueron tenidas en cuenta en su momento.
Y allí encontramos, entre otras preocupaciones, observaciones y sugerencias que evidencia y expresa; aquella que se relaciona con lo que luego -mucho más recientemente- un autor llamaría: "El Desarraigo Argentino". Porque Hernández, en lugar de buscarle defectos al gaucho y lamentarse de su primitivismo en las costumbres o calificarle duramente, considerándole "bárbaro" (en una equivocada interpretación de este término) (1); pensó como propender a su real dignificación y como afincarlo provechosamente. No, tampoco, por la vía de una glorificación "palabresca" que en definitiva lo dejaba tan sumergido como antes; sino por la senda ennoblecedora de una planificación del trabajo rural, que no lo excluyera; que no lo empujase a la avería; que no lo rechazase sin darle oportunidades. "Muchos, muchísimos hijos del país -escribiría en 'Instrucción del Estanciero' (que es la obra a que estamos aludiendo)-, que carecen hasta de lo más indispensable para su subsistencia y la de sus hijos, aceptarían con la mejor voluntad la provechosa oferta (de colonias agrícolas); porque el vicio, la holgazanería, no son dominantes en el país, ni constituyen el carácter de los hijos de la tierra; son accidentales, son impuestos por las circunstancias que no está en su mano remediar, pero existe en todos el amor al trabajo, el deseo del bienestar, el anhelo por la comodidad de la familia".

TIERRAS PARA TRABAJARLAS

Pero... ¿Qué propone aquel hombre que tanto comprendió el campo y su gente? Simplemente, la constitución de colonias agrícolas para ¡los nacidos en esta tierra, que más parecían parias en ella! Y las concebía y reclamaba dentro de una concepción y con tales enfoques, que no será inútil recordar mencionando uno que otro pasaje del Capítulo VII (séptima parte) de la "Instrucción del Estanciero".
Por lo pronto, Hernández no se opone a las colonias que puedan ser trabajadas por inmigrantes. Lejos de ello, declara: "Bien venidos sean esos obreros del progreso". Pero ha de advertir más adelante: "Si el país necesita la introducción del elemento europeo (había que probarlo, había que activarlo), necesita también y con urgencia, la fundación de colonias agrícolas con elementos nacionales".
No hay rechazo, entonces, al extranjero que viniera a trabajar y menos, al que se aplicase a la tarea agrícola. Más le cabe, y eran harto lógicas aunque no consideradas, reflexiones como éstas: "¿Qué hace el hijo de la campaña, que no tiene campo, que no tiene donde hacer su rancho, que no tiene trabajo durante muchos meses al año, y se ve frente a frente con una familia sumida en la miseria?"... "Persígase al vicioso, castigase al culpable, pero no hagamos culpables por la violencia de las cosas, a los que no lo son por naturaleza, ni por índole. Ábrase un refugio para los desamparados de la fortuna, adonde puedan ir a ganar con su trabajo honrado, los recursos necesarios para su subsistencia y la de sus familias. Las colonicas de hijos del país son urgentemente reclamadas en la actualidad, y cada día que pasa se siente más esa imperiosa necesidad".
Apreciaciones, éstas, que si se consideran "con los pies en la tierra" y más, en su tiempo; habrá que admitir que llevan mucho de revolucionario. No tanto por cuanto exaltase una colonización con -volviendo a palabras de Hernández- "la vida en grupo, la sociabilidad"; sino porque, de haber sido atendidas, habrían facilitado la reivindicación del hombre hecho al campo y estimulado, además, a los "puebleros" para que unos y otros vieran en la tierra, compartida e inteligentemente trabajada, las esperanzas y posibilidades que a la sazón les eran ofertadas a los inmigrantes. Como que en la Capital se creía que sólo los extranjeros eran capaces de trabajar, por lo que se descartaba a los criollos el darle oportunidades para cultivar el suelo y llevar adelante chacras y granjas.
"A lo largo de las líneas férreas -agregaba el autor del "Martín Fierro"-, o próximo a ellas deben fundarse colonias de hijos del país; dándoles tierras, semillas, herramientas, animales de labranza y en fin, cuanto con tanta generosidad y justo motivo damos a los colonos extranjeros".
Más, sus observaciones, como los reclamos que en tal sentido hiciera en la Legislatura Provincial de Buenos Aires; no fueron valorados. Y en la Provincia, como en el resto de la Provincia, como en el resto del país, "el criollo de la tierra", el gaucho, el paisano, quedaron marginados. Eran "vagos, pendencieros, gente sin ley"; pese a que la experiencia de la Colonia San Carlos, fundada en 1877 cerca de Bolívar (Prov. Bs. As.) y en cuya constitución hubo manos de los Hernández; pudo evidenciar lo contrario al presentar un panorama de intenso trabajo, de manejo armónico y de un convivir laborioso de cerca de tres mil criollos que lograron una producción no inferior a las mejores colonias agrícolas trabajadas por italianos u otros grupos inmigrantes.
¡Lástima que lo de San Carlos, posible por iniciativa privada, no se multiplicó porque los Poderes Públicos no se interesaron en ello! Y ¡Cuánta falta le hubieran hecho al país decenas de colonias criollas como esa! O todavía más... ¿no serían necesarias hoy mismo, empresas como esa, concebidas con organización cooperativa, inspiradas con sentido nacional y alentadas oficialmente? Hernández miró lejos, entonces, cuando consideró el campo argentino. Y quiso hacerlo más nuestro dignificando a la par a quienes más derechos tenían, que eran los hijos del país. Un enfoque, una aspiración, que su época de "europeísta" ni consideró siquiera. Pero algo que todavía encierra valores que ahora, cuando queremos la reargentinización de todo lo nuestro, puede ser comprendido y lo ha de ser, sin duda.
Que todavía hay criollos que se lograrían plenamente y "puebleros" que se acercaría, al campo, si se multiplicasen colonias agrícolas como aquellas que soñó Hernández y como la que - junto a los suyos - contribuyó a realizar exitosamente, allá, por el Sudoeste bonaerense, no tan lejos de donde había aconsejado que se construyese la capital de la Provincia bonaerense: la Nueva Plata.

REVISTA MENSAJE DÉC. '80

(1)   El término bárbaro implica, originariamente, extranjero. No tenía el sentido desdeñoso, que luego le fue atribuido en la práctica. Pero es desatinado, en cualquier caso, aplicarlo a lo criollo, cuando esto es lo nacional por esencia en el medio argentino

Si mueren las tradiciones, quedaremos sin querencia



En este mundo moderno
que no respeta la historia,
y mengua la justa gloria
del criollo gaucho argentino,
sólo nos queda el camino
de no perder la memoria.

Como dice el Martín Fierro
el gaucho vive penando;
tan sólo de vez en cuando
tiene el pobre una alegría,
por eso quiero este día
honrar su gesta cantando.

Ni mandinga con su fuerza
ha de lograr aplacarme,
yo habré de saber jugarme
con mi razón más sentida.
¡Teniendo un soplo de vida
no hay lazo que pueda atarme!

[...]

Nuestro glorioso pasado
guarda muchas enseñanzas,
y yo tengo la esperanza
de que en cada corazón
reviva la tradición
hecha canto y añoranza.

Recuperemos la patria,
defendamos nuestra esencia.
No destruyamos la herencia
ni los honrosos blasones,
si mueren las tradiciones
quedaremos sin querencia.



Hablar de la tradición es rendir homenaje a las fuentes originarias de la argentinidad. La tradición conlleva a mencionar al gaucho, ese personaje de nuestra raza legendaria y que en jornadas de nuestra epopeya fue forjador de nuestra libertad con su coraje y heroísmo. Fue el gran civilizador de la pampa y el conquistador del desierto salvaje.
Fue un producto genuino de la fusión de dos razas, conquistadora y conquistada, su resultante adquirió características inconfundibles, sumado a esto su carácter rudo y agreste de su ascendencia indígena y sus rasgos hidalgos y de generosidad que revelan su ascendencia hispánica.

NUESTRA SEÑORA DE LUJÁN,
VIRGEN Y PATRONA DE LA PATRIA,
 PATRIA DE TRADICIÓN INDÍGENA, HISPANA, CRIOLLA y FEDERAL,
¡RUEGA POR NOSOTROS!


AUTOR: LIC. GUSTAVO CARRÈRE CADIRANT – BUENOS AIRES,



Adhiere: DIARIO PAMPERO Cordubensis
Instituto Eremita Urbanus
Córdoba de la Nueva Andalucía, 5 de mayo del Año del Señor de 2009. Fiesta de SAN PÍO V, comandante en jefe de la Cristiandad Católica. Sopla el  Pampero.  ¡VIVA LA PATRIA! LAUS DEO TRINITARIO! ¡VIVA HISPANOAMÉRICA LIBRE, JUSTA y SOBERANA. Gspp. REEDITADO: 1º DE NOVIEMBRE DE 2012. SANTO DÍA DE LA TRADICIÓN.


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