*En las
sociedades puede haber virtudes privadas; habrá hasta buenos cristianos; pero “en sociedades semejantes no se verán jamás
grandes ciudadanos, ni sobre todo, un gran pueblo. El nivel común de los
corazones y de los espíritus no cesará de descender, mientras convivan el
despotismo y la igualdad”. A. T. *
Editó:
Lic. Gabriel Pautasso
*ALEXIS HENRI CHARLES DE CLÉREL, VIZCONDE DE
TOCQUEVILLE (1805-1859), FUE UN JURISTA, POLÍTICO E HISTORIADOR FRANCÉS. SU
OBRA ES UNA REFERENCIA OBLIGADA PARA ENTENDER FENÓMENOS COMO EL ANTIGUO RÉGIMEN
EN FRANCIA Y LA DEMOCRACIA EN
ESTADOS UNIDOS*.
*TOCQUEVILLE,
un aristócrata liberal capaz de comprender los rumbos abiertos por las
revoluciones del siglo XVIII, supo captar las grandes tendencias de la sociedad
burguesa del futuro, observando la democracia americana en 1831.*
*COMO
LA DEMOCRACIA AMERICANA
HA MODIFICADO LA LENGUA
INGLESA *
(Véase
también DIARIO PAMPERO nº 223 “Tocqueville, al Antiguo Régimen y la Revolución ”. 23de marzo de la
Cuaresma de 2009).
Si el
lector ha seguido lo que he dicho anteriormente a propósito de las letras en
general, comprenderá sin esfuerzo la influencia que puede ejercer el Estado
social democrático y sus instituciones en la lengua misma, que es el principal
medio del pensamiento.
Los
autores americanos viven más, a decir verdad, en Inglaterra que en su propio
país, ya que estudian constantemente a los escritores ingleses y los toman a
diario de modelo. No ocurre lo mismo con el pueblo, sometido de forma más
inmediata a las causas particulares actuantes en los Estados Unidos. No es,
pues, en el lenguaje hablado, en el que poner
atención para percibir las modificaciones que el idioma de un pueblo aristocrático puede sufrir al
convertirse en lengua de una democracia.
Ingleses
instruidos y gentes entendidas, más competentes que yo en esos delicados
matices, me han asegurado a menudo que el lenguaje de las clases cultas de los
Estados Unidos difería notablemente del de las de la Gran Bretaña.
No sólo
se lamentaban de que los americanos hubiesen puesto en uso muchas palabras
nuevas, cosa que la diferencia o el alejamiento entre ambos países bastaría
para explicar, sino que esas voces se hubiesen tomado de las jergas de los
partidos, de las artes mecánicas o de los negocios. Añadían que los americanos
dan a menudo una acepción nueva a palabras inglesas antiguas. Decían, en fin, que los habitantes de los
Estados Unidos entremezclan frecuentemente los estilos de manera singular, y
que a veces juntan palabras que en el lenguaje de la madre patria es costumbre
separar.
Estas
observaciones, que me fueron repetidas muchas veces por personas a las que
juzgaba dignas de crédito, me indujeron a reflexionar sobre el asunto, y mis
reflexiones me llevaron, en la teoría, al mismo punto al que llegaron ellas en
la práctica.
En las
aristocracias, la lengua participa naturalmente del reposo en que se mantienen
todas las cosas. Se forman pocas palabras nuevas porque se hacen pocas cosas
nuevas; y aunque se hicieran, tratarían de describirlas con palabras conocidas
y cuyo sentido estuviera fijado por la tradición.
Cuando
el espíritu humano se mueve por sí mismo en dichos períodos aristocráticos, o
le despierta la luz que entra de fuera, las expresiones nuevas que se desean tienen
un carácter sabio, intelectual y filosófico que indica que no deben su
nacimiento a una democracia. (…)
MILTON, por sí solo, introdujo en la lengua inglesa más de seiscientas
palabras, casi todas del latín, del griego o del hebreo.
El
perpetuo movimiento que reina en el seno de una democracia, tiende, por el
contrario, a renovar constantemente el aspecto de la lengua tanto como el de
los negocios. En medio de esta agitación general y de esta competencia entre
todos los espíritus se forma un gran número de ideas nuevas; las antiguas se
pierden o vuelven a aparecer, y a veces se subdividen en infinitos matices.
Así,
pues, a menudo hay palabras cuyo uso decae, y otras que se hace necesario
introducir en el lenguaje.
Por lo
demás, a las naciones democráticas les gusta el movimiento por sí mismo, lo que
se revela tanto en el lenguaje como en la política; y aunque a veces no tengan
la necesidad de cambiar las palabras, sienten el deseo de hacerlo.
El
espíritu de los pueblos democráticos no sólo se manifiesta en el gran número de
palabras que ponen en uso, sino también en la naturaleza de las ideas que estas
nuevas palabras representan.
Es
estos pueblos, es la mayoría la que dicta la ley en materia de lenguaje, como
en lo demás, y su espíritu se manifiesta en eso lo mismo que en todas las otras
cosas. Ahora bien, la mayoría se ocupa más de negocios que de estudios, de
intereses políticos y comerciales, que de especulaciones filosóficas o de
literatura. La mayor parte de las palabras inventadas o admitidas por ella
llevarán el sello de esos gustos; servirán principalmente para expresar las
necesidades de la industria, las pasiones de los partidos o los detalles de la
administración pública. Será ése el lado por donde el idioma se extenderá sin
cesar, mientras que, por el contrario, abandonará poco a poco el terreno de la
metafísica y de la teología.
En
cuanto a la fuente a que recurren las naciones democráticas para extraer sus
nuevas palabras y el medio de que se valen para fabricarlas, es cosa fácil de mostrar.
*LOS
HOMBRES DE LOS PAÍSES DEMOCRÁTICOS TIENEN, PUES, A MENUDO, IDEAS VACILANTES;
NECESITAN, POR TANTO, EXPRESIONES AMPLIAS PARA ENCERRARLAS.*
Es principalmente
en su propia lengua donde los pueblos democráticos buscan los medios de
innovación. De vez en cuanto introducen de nuevo en su vocabulario expresiones
olvidadas, o bien hurtan a una clase particular de ciudadanos un término que
les es peculiar, para hacerlo ingresar con un sentido figurado en el lenguaje
habitual; multitud de expresiones que en un principio sólo pertenecían a la
jerga de un partido o de una profesión, se ven así introducidos en la
circulación general.
El
expediente que suelen emplear con más frecuencia los pueblos democráticos para
innovar en materia de lenguaje consiste en dar a una expresión usual un sentido
inusitado. Este método es muy simple, rápido y cómodo. No se requiere ciencia
alguna para emplearlo y la misma ignorancia facilita su uso; pero a la larga
hace correr al idioma grandes peligros. Los
pueblos democráticos, duplicando así el sentido de una palabra,
convierten a veces en ambiguo tanto el que conserva como el que le dan.
*ALEXIS
de TOCQUEVILLE: quince días en el desierto americano. *
“Un
pueblo antiguo, el primero y legítimo dueño del continente americano, se
deshace día a día como la nieve bajo los rayos del sol y, a la vista de todos,
desaparece de la faz de la tierra. En sus propias tierras, y usurpando su
lugar, otra raza se desarrolla con rapidez aun mayor; arrasa los bosques y seca
los pantanos; lagos grandes como mares y ríos inmensos se oponen vanamente a su
marcha triunfal”.
…Una de
las cosas que más excitaba nuestra curiosidad al venir a Norteamérica era
recorrer los confines de la civilización europea y, si el tiempo nos lo
permitía, visitar incluso algunas de las
tribus indias que han preferido huir hacia las soledades más salvajes a
plegarse a lo que los blancos llaman “las delicias de la vida social”. Pero hoy
en día llegar hasta el desierto es más difícil de lo que se cree. Habíamos
Salido de NUEVA YORK y, a medida que avanzábamos hacía el Noroeste, el objetivo
de nuestro viaje parecía alejarse cada vez más. Recorríamos lugares célebres en
la historia de los indios, atravesábamos valles a los que habían dado nombre,
cruzábamos ríos que aún llevan el de sus tribus, pero, en todas partes, la
choza del salvaje había dado paso a la casa del hombre civilizada; los bosques
había sido arrasados, la soledad cobraba vida.
Sin
embargo, parecíamos seguir el rastro de los indígenas. TOCQUEVILLE relata en estas páginas el viaje
que emprendió, en julio de 1831, desde Detroit hasta Saginaw, junto con su
amigo GUSTAVE de BEAUMONT. Bosques arrasados, desiertos que se convierten en
ciudades, pueblos aborígenes perseguidos: en América nada será igual después
del hombre blanco.
Un
autor empieza por desviar un poco de su sentido primitivo una expresión
conocida y, después de haberla modificado de este modo, la adapta a su asunto
como mejor como mejor le parece. Viene luego otro que le da un nuevo
significado; un tercero la llevará por otro camino, y como no hay un árbitro
común ni tribunal permanente que pueda fijar de manera definitiva el sentido de
la palabra, éste vendrá quedar en una
situación de paso, lo que trae consigo que los escritores parezcan no adherirse
jamás a un solo pensamiento y que den la impresión de fluctuar entre un grupo
de ideas, dejando que sea el lector, dejando que sea el lector el que juzgue la
que conviene.
Se
trata de una lamentable consecuencia de la democracia. Yo preferiría que la
lengua quedase plagada de términos chinos, tártaros o hurones, a que se vuelva
incierto el sentido de las palabras francesas. La armonía y la homogeneidad son
sólo bellezas secundarias del lenguaje. Hay mucho de convencional en esta clase
de cosas, de las que, si es preciso, se puede prescindir. Pero nunca puede
haber un idioma bueno sin términos claros.
La
igualdad necesariamente trae consigo otros muchos cambios en el lenguaje.
En
épocas aristocráticas, en las que cada nación quiere mantenerse apartada de las
demás y tener una fisonomía propia, acontece a menudo que muchos pueblos de
origen común llegan a ser extraños entre sí, de tal suerte que aunque no dejan
de entenderse unos a otros, no hablan del mismo modo.
En esos
mismos tiempos cada nación está dividida en un cierto número de clases que se
comunican poco y no se mezclan en absoluto; cada una de estas clases adquiere y
conserva invariablemente hábitos intelectuales propios, y adopta con
preferencia determinadas palabras y expresiones que pasan luego de generación
en generación, como las herencias. Se dan así en el mismo idioma un lenguaje de
pobres y un lenguaje de ricos, una lengua de plebeyos y una lengua de nobles,
una lengua sabia y una lengua vulgar. Cuando más profundas son las divisiones y
más infranqueables las barreras, más inevitable resulta este efecto. Apostaría
a que entre las castas de la
India el lenguaje difiere prodigiosamente, y a que existe
casi tan diferencia entre el de un paria y el de un brahmán, como entre sus
vestiduras.
Cuando,
por el contrario, los hombres ya no están sujetos a una posición social
determinada y se ven y se comunican incesantemente; cuando desaparecen las
castas y las clases se renuevan y se confunden, se mezclan todas las palabras
de la lengua. Aquellas que no son aceptadas por la mayoría, perecen; el resto
forma una masa común de la que cada uno toma lo que conviene. Casi todos los
dialectos en que se dividían lo idiomas de Europa tienden a desaparecer; el
dialecto no existe en el Nuevo Mundo y cada día existe menos en el Antiguo.
No
quiero pasar a otro tema sin describir un último rasgo de las lenguas
democráticas, que las caracteriza más que ningún otro.
Ya
mostré anteriormente que los pueblos democráticos experimentaban una tendencia,
y a veces una verdadera pasión, por las ideas generales, hecho que se origina
en las cualidades y defectos que les son propios. Este amor por las ideas
generales se manifiesta en las lenguas democráticas en el uso continuo de
términos genéricos y voces abstractas, así como su empleo. Tal es el gran
mérito y el gran defecto de estas lenguas.
Los
pueblos gustan en pasión de términos genéricos y palabras abstractas porque
esas expresiones ensanchan el pensamiento y, al permitirle encerrar en un
reducido espacio multitud de objetos, son una ayuda en el trabajo de la
inteligencia.
Un
escritor democrático dirá, de una manera abstracta, las capacidades en lugar de los hombres capaces, sin entrar en el
detalle de las cosas a las que dicha capacidad se aplica. Hablará de la actualidad para describir de un solo
trazo las cosas que pasan en ese momento ante sus ojos, y de eventualidades para referirse a cuanto
puede suceder en el universo a partir del momento en que habla.
Los
escritores democráticos forman continuamente voces abstractas de esa índole, o
usan en un sentido cada vez más abstracto las palabras abstractas de la lengua.
Y es
más, para decir las cosas más rápidamente, personifican al objeto de esas
palabras abstractas y le hacen obrar como a un individuo real. Dirán que la fuerza de las cosas requiere que las
capacidades gobiernen.
Para
aclarar mi pensamiento recurriré a un ejemplo propio:
A
menudo he hecho uso de la palabra igualdad en un sentido absoluto; además, he
personificado la igualdad repetidas veces, llegando a decir que la igualdad
originaba ciertas cosas o se abstenía de ciertas otras. Puede afirmarse que los
del siglo de LUIS XIV jamás habrían hablado así; nunca se les habría pasado por
la mente la idea de usar la palabra igualdad sin aplicarla a una cosa en
particular, y antes habrían renunciado a su uso que consentir en hacer de la
igualdad un ser viviente.
Estas
palabras abstractas que abundan en las lenguas democráticas y de las que se
hace uso cada paso sin referirlas a un hecho particular, ensanchan y oscurecen
el pensamiento; hacen la expresión más rápida y la idea menos neta. Pero en
materia de lenguaje, los pueblos democráticos prefieren la oscuridad al
trabajo.
Por
otra parte, tal vez la vaguedad tenga un cierto encanto secreto para quienes hablan
y escriben en esos pueblos.
Los
hombres que en ellos viven dudan de casi todo, por estar generalmente
entregados al esfuerzo individual de su inteligencia. Por añadidura, el que su
situación cambie sin cesar hace que no s aferren a opiniones causadas por su
fortuna.
Los
hombres de los países democráticos tienen, pues, a menudo, ideas vacilantes;
necesitan, por tanto, expresiones amplias para encerrarlas. Como no saben nunca
si la idea que expresan hoy convendrá a la situación nueva de mañana, adquieren
fácilmente el gusto por los términos abstractos. Una palabra es como una
caja doble fondo: se puede meter en ella toda clase de ideas y sacarlas sin que
nadie lo vea.
(…)
*Fundamentos:
Del libro “LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA”.
Alianza Editorial, 1980.
*EDITÓ:
gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
Diario
Pampero Nº 381
¡
arriba el bunker, sopla el PAMPERO, por la independencia final de
HISPANOAMÉRICA y la
ARGENTINA ! gspp.*
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