sábado, agosto 16, 2008

La cosmovisión sudamericana de San Martín

Un hecho político no se edifica sólo con las ideas y voluntad de sus actores principales, sino también con las circunstancias que las rodean. Por otra parte la Historia enseña, como maestra de la humanidad que, muchas veces, los objetivos políticos que inician e impulsan una gesta – como la emancipación de Sudamérica – se ven desnaturalizados o modificados por la acción de factores externos e internos de poder que responden a otros intereses y que a los protagonistas del proceso les resulta imposible contrarrestar.

Acotaría el General SAN MARTÍN: “SIN LA ESPERANZA Y AÚN EL SUEÑO – COMO DICE EL FILÓSOFO – LOS HOMBRES DEJARÍAN DE EXISTIR”, y, en su misiva al Congreso del Perú, del 20 de septiembre de 1822: “la fortuna varia de la guerra, muda con frecuencia el aspecto de las más encantadoras perspectivas”. Es que la historia configura una rara mezcla de ideales y realidades, pero marca también itinerarios para seguir avanzando.

Si la cosmovisión continental de SAN MARTÍN, y su pensamiento político, hubieran podido sortear las barreras de la incomprensión humana, las ambiciones de los hombres y consecuentes disputas por el poder, unido a ello una lamentable inestabilidad político-institucional y una velada intervención extranjera en los asuntos internos del subcontinente, otra distinta sería la situación actual de la América Sureña: relegada y con capacidad disminuida para hacer frente a los grandes desafíos emergentes de las aceleradas mutaciones en el sistema internacional.

LA MISIÓN IMPUESTA POR SAN MARTÍN A LOS AMERICANOS DEL SUR, DE CONSTITUIRSE EN UNA SOLA Y GRAN NACIÓN, ESTÁ INCONCLUSA.
De ahí la profunda desazón que, a más de un siglo de distancia, se advierte en la mayoría de los países del área, y la sensación que tienen de haber sido neocolonizados; problema que se plantea como dato negativo para el desarrollo espiritual y material del Cono Sur de América.

Además, a dos décadas de la próxima centuria y a pocos más de 150 años de finaliza la guerra por la independencia, el americano del sur se halla aguijoneado por formulaciones y doctrinas que nada en común tienen con sus tradiciones y pasión por la libertad y que falsean la dimensión trascendental de la salvación cristiana del hombre.

Pareciera no advertirse que la señalización del camino a transitar para resolver los problemas de Hispanoamérica no está dada por ideologías y/metodologías foráneas, sino por la esencia sustantiva que dimana de nuestras raíces culturales, occidentales y cristianas. La solución se logrará, retornando a nuestras propias fuentes históricas.

Por herencia ancestral y en virtud de los “grandes y generales intereses de América” (del Sud), que apasionaban al Libertador, no podemos confundir el objetivo. Esta lucha desigual en el ámbito mundial, es la que más compromete a Hispanoamérica. Si las generaciones actuales y venideras tampoco comprenden que la ganancia es recíproca si se trabaja unidos; si no son conscientes de la trascendencia que reviste el entendimiento de nuestros países; si vuelven a errar en la estructuración de ese vínculo, los Estados Sudamericanos seguirán, individualmente, representando roles residuales en el mundo por venir y perderán, definitivamente, la ocasión de ser pueblos dignos de vivir en la historia y de prevalecer en la civilización.

Así que, dispuesta su partida para Bueno Aires, luego de instalado el nuevo Gobierno en Santiago de Chile, el Cabildo de la citada capital le otorgó diez mil pesos oro para gastos de viaje. SAN MARTÍN agradece la atención del Ayuntamiento, pero renuncia a la suma concedida y, por nota fechada en Mendoza, el 17 de marzo de 1817, la hace saber que ha dispuesto destinar el dinero que le acordó dicha corporación, para la creación de una Biblioteca Nacional, asentando entre otros fundamentos: “YO DESEO QUE TODOS SE ILUSTREN EN LOS SAGRADOS DERECHOS QUE FORMAN LA ESENCIA DE LOS HOMBRES LIBRES”.
En efecto, este guerrero de sobrias y austeras costumbres, cuyo equipaje personal se podía transportar en la albarda de un carguero, trajo consigo desde España más de un millar de libros. Los conservó en Buenos Aires; los llevó a Mendoza y con 700 volúmenes, la mayor parte selectos, enriqueció en aquella ciudad la Biblioteca Provincial que hoy lleva su nombre – (periódico mendocino “El verdadero Amigo del Pays, nº 20, del 2 de marzo de 1823”).

Si realmente es cierto que el americano del sur – el hombre común y su clase dirigente – piensa que las próximas citas de la historia debe encontrarlos juntos, es preciso comenzar ahora, a marchar siguiendo el rumbo de esta idea grande, que hace más de un siglo, el Padre de la Patria y el Libertador de Medio Continente, GENERAL DON JOSÉ FRANCISCO DE SAN MARTÍN, nos dijera y dejara escrito, como verdad señera, para que prendiera, algún día, en las entrañas políticas fecundas de América.

Revista Militar nº 715, Buenos Aires, enero-diciembre de 1986, artículo del General de División D. OSIRIS G. VILLEGAS, p. 6-23.

Ilustración: General José de San Martín y Matorras (1778-1850).Óleo sobre tela. Daniel Hernández, Salón de Sesiones, Congreso de la República, Lima, Perú.

Editó Gabriel Pautasso
Diario Pampero nº 42 Cordubensis, Córdoba, 16 de agosto de Penthecostés del año del Señor de 2008.
Sopla el Pampero.
¡VIVA LA PATRIA!

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