Dedicamos este ensayo histórico-político a S. S. PÍO XII, de ilustre memoria, al cumplirse el 50º aniversario de su tránsito a la Gloria cómo Pontífice romano: 1939 – 9 de octubre – 1958: 2008
Nos referimos a la Tercera Conferencia Episcopal Latinoamericana en Puebla (México) del 27 de enero al 13 de febrero de 1979; la primera tuvo lugar en Río de Janeiro en 1955 y la segunda en Medellín en 1968 (1968-2008) y la última en Aparecida, Brasil, recientemente en 2007. Para ello nos proponemos contestar a la quaestio disputata: ¿cuál e la actuad de Puebla frente a la invasión – no podemos llamar infiltración – de América hispana por el marxismo?
El porqué de esta pregunta es muy sencillo, pues el problema esencial de América Hispana, hic et nunc, es el avance la revolución marxista.
Cuando por primera vez se plantea el asunto de la revolución marxista-comunista en el año 1849 (En el pequeño folleto o panfleto de Federico Engels: Der Kommunistiche Katechismus, 1847. El título “catecismo” es muy elocuente. Los marxistas del final de siglo XIX lo cambiaron por Das Grundsaetze Kommunismus), se insiste en el carácter mundial de esta revolución marxista, es decir, que se trata de una revolución, es decir, que se trata de una revolución esencialmente universal, sosteniendo tanto horizontal (la extensión a todos los países) como también vertical (su extensión a todas las culturas). Setenta años más tarde, este principio de la universalidad de la revolución marxista es nuevamente planteado por Lenin, inmediatamente después de la toma del poder por los bolcheviques en Rusia zarista, y presentado bajo el nombre de la doctrina del Weltoktober. La doctrina marxista-leninista del Weltoktober, presentada en esta ocasión, es básicamente horizontal, es decir, se refiere a la absoluta necesidad de la extensión de la Revolución de Octubre bolchevique de Lenin, realizada en Rusia, a todo el mundo, pero su carácter universal, en el sentido de la dimensión también vertical (a todas las culturas) está bien subrayado por la otra doctrina que la acompaña, a saber: por la doctrina de la “revolución permanente”, tanto en presentación leninista como trotskista. (Véase: M. Poradowsi, La teoría de la “revolución permanente, en Estudios sobre el comunismo, nº 1, 1953). Para Lenin, no se trata solamente de un planteamiento doctrinal – según el cual el éxito o el fracaso de la revolución marxista en Rusia depende de su extensión a todo el mundo -, sino también de un planteamiento práctico, se pasa a la acción, a extenderla. De hecho, a todos los países, sirviéndose primeramente del aparato diplomático de la Unión Soviética e incluyendo a este propósito los correspondientes fondos en el presupuesto del Estado (véase E. A. Walsh, S. J. Editora Bell, Buenos Aires, 1957, p. 72) y después, organizando una red mundial de las secciones del partido único comunista (La doctrina de Lenin sobre el “partido único” no solamente respecto al régimen monopartidista en la Unión Soviética – donde no se admite la existencia de otros partidos políticos - , sino también respecto a todo el mundo, es decir, la existencia de UN SOLO partido comunista mundial, dirigido desde Moscú. Consulta a Lenin: Las tesis de Abril, 1917. Debe tener en cuenta que esta doctrina sobre el partido ÚNICO ha recibido un serio golpe por la aparición del trotskismo, titoísmo y maoísmo), como también por la invasión directa de los países vecinos por las fuerzas armadas soviéticas, como ha ocurrido con los países bálticos y con Polonia en 1920 y 1945.
Es evidente que la América Hispana no está excluida de este plan de conquista de todo el mundo por el imperialismo marxista-comunista. Al contrario, después de haber dominado y sojuzgado a muchos países europeos, asiáticos y africanos, el imperialismo comunista se ha extendido hoy día especialmente a América Hispana, (a través del “socialismo del siglo XXI”, por una parte), de manera que se puede hablar y se debe hablar de la segunda conquista de la América Latina, esta vez por el marxismo (como la primera fue por el cristianismo).
El “satánico azote” (es el nombre dado a la revolución marxista-comunista or el Papa PÍO XI en la encíclica Divini Redemptoris, 1937) de la actual revolución marxista-comunista tiene dos raíces: una, en el pensamiento de Karl Marx, formulado en relación con la cuestión judía (Karl Marx, Zur Judenfrage, 1843/4), y la otra en el movimiento comunista de la primera mitad del siglo XIX, vinculado con la cuestión obrera, cuando ambos movimientos revolucionarios se unen con la misma finalidad, es decir, la destrucción de la sociedad existente. Marx sale de su aislamiento y se une con los comunistas para explotar cínicamente la dinámica social del movimiento obrero. Las doctrinas y los movimientos comunistas modernos, vinculados con la cuestión obrera, aparecen en la primera mitad del siglo XIX, antes del nacimiento de Marx, y no tienen, en general, carácter ateo y materialista, haciéndose tales por su unión con el marxismo. Los marxistas de todos los tiempos van a seguir aplicando este “método” de Marx, buscando atentamente en cada sociedad alguna dinámica para explotarla a favor de la revolución. Como lo hacen en algunos países explotando la cuestión racial, o los conflictos entre las generaciones o entre las religiones, etc. Más todavía, recordemos que según el rabino Moisés Hess, el maestro de KARL MARX y de F. ENGELS, la principal dinámica de la revolución (marxisa) es siempre la lucha de razas. Véase al respecto, Moisés Hess: Rome and Jerusalem.
El avance de la revolución marxista-comunista en América hispana tropieza con una gran dificultad: la presencia de la religión católica-cristiana. Cuando fracasaron los esfuerzos de los comunistas para destruirla, aprendiendo la lección, se dieron cuenta que sería mejor servirse de ella. Así empieza la infiltración marxista dentro de la Iglesia Católica y el afán de adaptar la religión católica a las exigencias de la revolución marxista-leninista, haciendo un enorme esfuerzo para cambiar la religión cristiana-católica e instrumentalizarla. El espantoso proceso de marxistización del cristianismo en América hispana hace, en los últimos años, un extraordinario progreso, siendo amparado por muchos sacerdotes MARXISTAS e incluso por algunos obispos. Este proceso se disfraza bajo los nombres de los distintos nuevos métodos pastorales y de gran variedad de movimientos sacerdotales, vinculados con los partidos marxistas.
De esta manera, la satánica revolución marxista-comunista avanza rápidamente en América hispana, sin despertar la atención de la opinión pública, principalmente gracias al apoyo recibido por parte del clero marxista y por la vinculación de una parte de la Iglesia, infiltrada por el proceso revolucionario. Al respecto son muy ilustrativas las declaraciones hechas la a la prensa por el jesuita marxista Fernando Cardenal Martínez, ministro de educación del régimen sandinista (Ortega, Borje, y otros, FSLN) y hermano del trapense ebionita marxista Ernesto Cardenal Martínez, actual ministro de Cultura (¿) en el gobierno sandinista de Nicaragua a la agencia France Press y reproducidas por el diario O Estado de Söa Paulo (28 de julio de 1979), según cuales el triunfo de la revolución (marxista) en Nicaragua y la derrota del gobierno anticomunista de Anastasio Somoza se debe, ante todo, al apoyo que esta revolución ha recibido de parte de la Iglesia previamente bien infiltrada.
También otros males y problemas en el continente latinoamericano, en la mayoría de los casos, son los efectos de este avance de la revolución marxista, sea como creación artificial de muchas dificultades, sea por la intranquilidad (las guerrillas, el terrorismo, la subversión, las huelgas, etc.), que provoca la huida del capital e impide las inversiones extranjeras, sin las cuales el desarrollo económico y social no pude alcanzar el necesario nivel y amplitud,. En otras palabras, el avance de la revolución marxista es el primero y el más importante problema del continente latinoamericano. Y si es así, nos interesa saber: ¿Cuál es, frente al problema más vital de América hispana, la actitud de Puebla?
El término “Puebla” se refiere a os realidades distintas, a saber: en primer lugar a un acontecimiento de gran importancia en la historia del continente latinoamericano y, especialmente, en la vida de la Iglesia en América hispana, es decir, la Tercera Conferencia Episcopal de América Latina y, en segundo lugar, el término “Puebla” se refiere a un documento elaborado por esta Conferencia y aprobado por la Santa Sede, el cual contiene las orientaciones pastorales para la Iglesia Hispanoamérica. Primeramente trataremos el tema Puebla como acontecimiento, Los temas: CELAM, Medellín, Los cristianos por el socialismo, Las teologías marxistas latinoamericanas de la Liberación, Los “tercermundistas”. Río Bamba. Crisis pastoral del episcopado de Colombia. La reunión de los obispos izquierdistas en Bogota. Camala. El tribalismo. La iglesia popular o iglesia del pueblo. La preparación oficial de la Conferencia de Puebla. La reunión en Puebla. Puebla como documento. Los protagonistas del componente marxista de la Liberación en Puebla. Gustavo Gutiérrez Merino, Joseph Comblin, Mons. Leónidas Proaño, Cardenal Aloisio Lorscheider, Jean Goss, René Macaire y otros.
Editó Gabriel Pautasso
Diario Pampero nº 68 Cordubensis
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Nos referimos a la Tercera Conferencia Episcopal Latinoamericana en Puebla (México) del 27 de enero al 13 de febrero de 1979; la primera tuvo lugar en Río de Janeiro en 1955 y la segunda en Medellín en 1968 (1968-2008) y la última en Aparecida, Brasil, recientemente en 2007. Para ello nos proponemos contestar a la quaestio disputata: ¿cuál e la actuad de Puebla frente a la invasión – no podemos llamar infiltración – de América hispana por el marxismo?
El porqué de esta pregunta es muy sencillo, pues el problema esencial de América Hispana, hic et nunc, es el avance la revolución marxista.
Cuando por primera vez se plantea el asunto de la revolución marxista-comunista en el año 1849 (En el pequeño folleto o panfleto de Federico Engels: Der Kommunistiche Katechismus, 1847. El título “catecismo” es muy elocuente. Los marxistas del final de siglo XIX lo cambiaron por Das Grundsaetze Kommunismus), se insiste en el carácter mundial de esta revolución marxista, es decir, que se trata de una revolución, es decir, que se trata de una revolución esencialmente universal, sosteniendo tanto horizontal (la extensión a todos los países) como también vertical (su extensión a todas las culturas). Setenta años más tarde, este principio de la universalidad de la revolución marxista es nuevamente planteado por Lenin, inmediatamente después de la toma del poder por los bolcheviques en Rusia zarista, y presentado bajo el nombre de la doctrina del Weltoktober. La doctrina marxista-leninista del Weltoktober, presentada en esta ocasión, es básicamente horizontal, es decir, se refiere a la absoluta necesidad de la extensión de la Revolución de Octubre bolchevique de Lenin, realizada en Rusia, a todo el mundo, pero su carácter universal, en el sentido de la dimensión también vertical (a todas las culturas) está bien subrayado por la otra doctrina que la acompaña, a saber: por la doctrina de la “revolución permanente”, tanto en presentación leninista como trotskista. (Véase: M. Poradowsi, La teoría de la “revolución permanente, en Estudios sobre el comunismo, nº 1, 1953). Para Lenin, no se trata solamente de un planteamiento doctrinal – según el cual el éxito o el fracaso de la revolución marxista en Rusia depende de su extensión a todo el mundo -, sino también de un planteamiento práctico, se pasa a la acción, a extenderla. De hecho, a todos los países, sirviéndose primeramente del aparato diplomático de la Unión Soviética e incluyendo a este propósito los correspondientes fondos en el presupuesto del Estado (véase E. A. Walsh, S. J. Editora Bell, Buenos Aires, 1957, p. 72) y después, organizando una red mundial de las secciones del partido único comunista (La doctrina de Lenin sobre el “partido único” no solamente respecto al régimen monopartidista en la Unión Soviética – donde no se admite la existencia de otros partidos políticos - , sino también respecto a todo el mundo, es decir, la existencia de UN SOLO partido comunista mundial, dirigido desde Moscú. Consulta a Lenin: Las tesis de Abril, 1917. Debe tener en cuenta que esta doctrina sobre el partido ÚNICO ha recibido un serio golpe por la aparición del trotskismo, titoísmo y maoísmo), como también por la invasión directa de los países vecinos por las fuerzas armadas soviéticas, como ha ocurrido con los países bálticos y con Polonia en 1920 y 1945.
Es evidente que la América Hispana no está excluida de este plan de conquista de todo el mundo por el imperialismo marxista-comunista. Al contrario, después de haber dominado y sojuzgado a muchos países europeos, asiáticos y africanos, el imperialismo comunista se ha extendido hoy día especialmente a América Hispana, (a través del “socialismo del siglo XXI”, por una parte), de manera que se puede hablar y se debe hablar de la segunda conquista de la América Latina, esta vez por el marxismo (como la primera fue por el cristianismo).
El “satánico azote” (es el nombre dado a la revolución marxista-comunista or el Papa PÍO XI en la encíclica Divini Redemptoris, 1937) de la actual revolución marxista-comunista tiene dos raíces: una, en el pensamiento de Karl Marx, formulado en relación con la cuestión judía (Karl Marx, Zur Judenfrage, 1843/4), y la otra en el movimiento comunista de la primera mitad del siglo XIX, vinculado con la cuestión obrera, cuando ambos movimientos revolucionarios se unen con la misma finalidad, es decir, la destrucción de la sociedad existente. Marx sale de su aislamiento y se une con los comunistas para explotar cínicamente la dinámica social del movimiento obrero. Las doctrinas y los movimientos comunistas modernos, vinculados con la cuestión obrera, aparecen en la primera mitad del siglo XIX, antes del nacimiento de Marx, y no tienen, en general, carácter ateo y materialista, haciéndose tales por su unión con el marxismo. Los marxistas de todos los tiempos van a seguir aplicando este “método” de Marx, buscando atentamente en cada sociedad alguna dinámica para explotarla a favor de la revolución. Como lo hacen en algunos países explotando la cuestión racial, o los conflictos entre las generaciones o entre las religiones, etc. Más todavía, recordemos que según el rabino Moisés Hess, el maestro de KARL MARX y de F. ENGELS, la principal dinámica de la revolución (marxisa) es siempre la lucha de razas. Véase al respecto, Moisés Hess: Rome and Jerusalem.
El avance de la revolución marxista-comunista en América hispana tropieza con una gran dificultad: la presencia de la religión católica-cristiana. Cuando fracasaron los esfuerzos de los comunistas para destruirla, aprendiendo la lección, se dieron cuenta que sería mejor servirse de ella. Así empieza la infiltración marxista dentro de la Iglesia Católica y el afán de adaptar la religión católica a las exigencias de la revolución marxista-leninista, haciendo un enorme esfuerzo para cambiar la religión cristiana-católica e instrumentalizarla. El espantoso proceso de marxistización del cristianismo en América hispana hace, en los últimos años, un extraordinario progreso, siendo amparado por muchos sacerdotes MARXISTAS e incluso por algunos obispos. Este proceso se disfraza bajo los nombres de los distintos nuevos métodos pastorales y de gran variedad de movimientos sacerdotales, vinculados con los partidos marxistas.
De esta manera, la satánica revolución marxista-comunista avanza rápidamente en América hispana, sin despertar la atención de la opinión pública, principalmente gracias al apoyo recibido por parte del clero marxista y por la vinculación de una parte de la Iglesia, infiltrada por el proceso revolucionario. Al respecto son muy ilustrativas las declaraciones hechas la a la prensa por el jesuita marxista Fernando Cardenal Martínez, ministro de educación del régimen sandinista (Ortega, Borje, y otros, FSLN) y hermano del trapense ebionita marxista Ernesto Cardenal Martínez, actual ministro de Cultura (¿) en el gobierno sandinista de Nicaragua a la agencia France Press y reproducidas por el diario O Estado de Söa Paulo (28 de julio de 1979), según cuales el triunfo de la revolución (marxista) en Nicaragua y la derrota del gobierno anticomunista de Anastasio Somoza se debe, ante todo, al apoyo que esta revolución ha recibido de parte de la Iglesia previamente bien infiltrada.
También otros males y problemas en el continente latinoamericano, en la mayoría de los casos, son los efectos de este avance de la revolución marxista, sea como creación artificial de muchas dificultades, sea por la intranquilidad (las guerrillas, el terrorismo, la subversión, las huelgas, etc.), que provoca la huida del capital e impide las inversiones extranjeras, sin las cuales el desarrollo económico y social no pude alcanzar el necesario nivel y amplitud,. En otras palabras, el avance de la revolución marxista es el primero y el más importante problema del continente latinoamericano. Y si es así, nos interesa saber: ¿Cuál es, frente al problema más vital de América hispana, la actitud de Puebla?
El término “Puebla” se refiere a os realidades distintas, a saber: en primer lugar a un acontecimiento de gran importancia en la historia del continente latinoamericano y, especialmente, en la vida de la Iglesia en América hispana, es decir, la Tercera Conferencia Episcopal de América Latina y, en segundo lugar, el término “Puebla” se refiere a un documento elaborado por esta Conferencia y aprobado por la Santa Sede, el cual contiene las orientaciones pastorales para la Iglesia Hispanoamérica. Primeramente trataremos el tema Puebla como acontecimiento, Los temas: CELAM, Medellín, Los cristianos por el socialismo, Las teologías marxistas latinoamericanas de la Liberación, Los “tercermundistas”. Río Bamba. Crisis pastoral del episcopado de Colombia. La reunión de los obispos izquierdistas en Bogota. Camala. El tribalismo. La iglesia popular o iglesia del pueblo. La preparación oficial de la Conferencia de Puebla. La reunión en Puebla. Puebla como documento. Los protagonistas del componente marxista de la Liberación en Puebla. Gustavo Gutiérrez Merino, Joseph Comblin, Mons. Leónidas Proaño, Cardenal Aloisio Lorscheider, Jean Goss, René Macaire y otros.
Editó Gabriel Pautasso
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