miércoles, septiembre 02, 2009

El pueblo y el nacionalismo


No hay Movimiento alguno, en el orden político-social trascendente, revolucionario, más cordial, más generoso, más argentino, más cristianos, en una palabra, que el Nacionalismo.

Por Enrique P. Osés

No basta que un núcleo de iniciados participe íntegramente de una doctrina. Esto está bien para el laboratorio. EL Nacionalismo ha tendido siempre a ser un Movimiento nacional, totalitario. No concluirá la primera fase de su lucha, sino el día en que no haya un argentino sin conocerlo. Porque conocer el Nacionalismo, “meterse” dentro del concepto nacionalismo, “sentir” el Nacionalismo, “comprenderlo”, confrontarlo con los partidos tradicionales del Régimen es, sencillamente para cualquier argentino, concluir en nacionalista. Y el que lo “es” una vez, lo es siempre. El que, como debe ser forzosamente, encuentra en el Nacionalismo, la íntima razón de sus rebeldías actuales, de sus desesperanzas y anhelos actuales; el que ve resumido en lo que grita y expone el Nacionalismo, sus dolores, sus angustias; el que se siente “interpretado” hondamente por el Nacionalismo, ése no puede ser sino nacionalista. El obrero, el empleado, el agricultor, el pequeño comerciante, el intelectual, es estudiante, el industrial, el funcionario modesto, la mujer, el niño que va estirando sus piernas, el artista, todo, absolutamente todo lo que es y compone la masa social, lo que es la colectividad, lo que es el PUEBLO, lo que es la nacionalidad, debe conocer al Nacionalismo. No vale nada que lo conozcamos nosotros, que a nosotros nos inflame, nos enardezca y nos haga sentirnos como apóstoles, como hombres de milicia, si no trasmitimos lo que sentimos, pensamos y queremos, a la totalidad argentina. No hay Movimiento alguno, en el orden político-social trascendente, revolucionario, más cordial, más generoso, más argentino, más cristianos, en una palabra, que el Nacionalismo. Cuando decimos, “hay que querer a la Patria sobre todas cosas”, decimos que hay que amar a nuestros hermanos argentinos. Yo puedo odiar, despreciar, a los dirigentes circunstanciales de la masa popular. Los odio y los desprecio en cuanto son felones, exitistas, mentirosos, culpables de que la masa popular se degrade y se desvíe. Pero tengo que amar, con un franciscanísimo amor, al pueblo mío, al pueblo argentino. El no tiene la culpa de ser ingenuo, de ser crédulo, de ser veleidoso, inconstante, apático, rutinario.
El no tiene la culpa de creer que “no hay nada que hacer”. El no tiene la culpa de su pobreza física, ni de su orfandad moral, ni de su desapego cada vez mayor por las “cosas de la Patria”. Así lo han hecho años y años de un Régimen despreciable y envilecedor. Así le han mentido, años y años, desde todos los altoparlantes de la democracia. Así lo han esclavizado desde años y años contrarias que tiene aherrojada a la República. ¿Qué el pueblo es radical? ¿Qué el obrero es comunista? ¿Y quién tiene la culpa de esto? ¿El pueblo? ¿Por qué no se busca en el periodismo antinacional y antiargentino a los verdaderos culpables de la deformación mental del pueblo? El pueblo nuestro es sufrido, aguantador y despierto. No tiene alma de esclavo. Es, quizá, el pueblo mejor constituido para ser un gran pueblo, noble, ambicioso, luchador y, como ninguno, amante de su tierra, de las glorias de su tierra, del porvenir de su tierra. Basta rascarle la corteza de cincuenta años de podredumbre liberal, para encontrarle la carnadura auténtica. (Lo mismo digo del pueblo criollo, que del proveniente de la mejor inmigración). El pueblo se exalta con los actos viriles, precisamente porque tiene, en su fondo, un carácter viril. Y se desploma e la inacción, después de una desesperanza, precisamente porque es idealista y no materialista. Es decir, precisamente porque es la pasta de los pueblos grandes, imperiales, y no de los pueblos mercantiles, colonial.
Y bueno. ¿Qué estamos haciendo con el Nacionalismo, sino “ir al pueblo” ¿ No para halagarlo demagógicamente, no para ilusionarlo electoralmente, sino para “participarle” lo nuestro, que es suyo. Para señalarle dónde está su esclavitud; dónde la causa de su miseria; dónde el origen de sus males; dónde los falsos y canallescos mentores. Esto es, hay que gritarle por todas partes, en mil formas diferentes, el Nacionalismo. Hay que hacérselo “tocar con sus manos”, al pueblo, hay que metérselo en el corazón., bien adentro. Por eso salimos de nuestro círculo. Por eso escribimos, hoy como hace cinco años, seis o diez años. Pero escribimos, y hablamos, para cada vez mayor número de argentinos. Por eso retrotraemos el Nacionalismo, por un instante, al pasado, limpiándolo de adherencias y de pesos muertos. Para mostrarlo al pueblo. Para decirle: NO SOMOS SEPTEMBRINOS, NO SOMOS CONSERVADORES; NO SOMOS POLÍTICOS ELECTORALES. Y le diremos mañana, y lo comprenderá y lo sentirá, porque es la voz de la sinceridad no puede imitarse: NO SOMOS NAZIS, NO SOMOS FASCISTAS. SOMOS ARGENTINOS. COMO QUEREMOS QUE LO SEAS TÚ, PUEBLO ARGENTINO.


Extraído del libro: ENRIQUE P. OSÉS, “Medios y Fines del Nacionalismo”, Buenos Aires, La Mazorca, 1941, páginas 93-97. nº de 97 páginas.

“Por ahora, más urgente que todo, es la acción, la militancia nacionalista, de la cual éstos que se van a leer, son como gritos. Que los camadazas los acojan y les den difusión, en la certeza de que escritos con la verdad, llevarán a todos los argentinos, sólo la verdad. Un saludo a todos, desde mi nueva prisión de Villa Devoto”.

ENRIQUE P. OSÉS.
Noviembre 1941


ESO SÍ, procurando dilucidar ante todos, lo que en restringidos círculos se ha susurrado hasta ahora. Y tendiendo, no a herir ni a molestar a personas – lo que no cabe – sino de esclarecer conceptos.
Un mucho, en fin de lo que hemos realizado en años y años; un desbrozar el camino, para marchar más resueltamente. Nos quedan muchas cosas para ir aclarando, y lo haremos, Dios mediante.
Pero antes conviene una digresión. Si no he dicho nada nuevo a los nacionalistas, si alguien ha podido expresarme que escribo hoy, lo mismo hace cinco años, entonces he logrado mis propósitos, que eran dos: demostrar que no ha habido nada de fundamental, ni de circunstancial, que pudiera hacernos modificar u punto de la doctrina nacionalista. Y, dirigirnos a una más enorme masa ciudadana, a la que le estaba vedado antes conocer al Nacionalismo. De intento, pues, me he repetido para mis camaradas. Pero, en cambio, es posible, es seguro, que haya contribuido a que se nos conozca mejor. Comparaba con la formidable máquina propagandística de la democracia electoral, el Nacionalismo apenas si podía afirmar que tenía modos de “hacerse oír”, modos de hacer sentir dos o tres voces aisladas. Ni la prensa, ni en la tribuna callejera, ni en la radio, ni en la cátedra, ni en el cine, ni en las esferas culturales ni políticas, el Nacionalismo tenía modos de “hacerse oír”, modos de hace sentir su presencia.
Para que, paulatinamente, y siempre dentro de la inferioridad de nuestros medios difusivos, en comparación con la colosal máquina a que nos hemos referido, EL PUEBLO ARGENTINO conociera al Nacionalismo y lo distinguiera entre todos los movimientos políticos que le requieren a tiempo fijo, el voto a cambio de una Falsa promesa.


Editó Gabriel Pautasso
gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
DIARIO PAMPERO Cordubensis nº 303

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