viernes, septiembre 10, 2010

*HISTORIA DE LA MARCHA DE SAN LORENZO*

 En cada fiesta patria argentina se escucha, al principio o al final, la Marcha de San Lorenzo. Febo Asoma, ya sus rayos... etc. Ya sea a través de una grabación, entonada por los asistentes o tocada por una banda militar, varias veces por año disfrutamos de la querida Marcha, una tonada de neto corte marcial que nos resulta alegre y pegadiza a la vez que heroica y épica, que logra el difícil objetivo de despertar en los asistentes algunos sentimientos de alicaído patriotismo. 

Editó: Lic. Gabriel Pautasso

Sin habernos adentrado demasiado en la génesis de la pieza musical, sino tan solo del conocimiento adquirido en la etapa escolar, algo conocemos respecto del tema. Si alguien nos preguntara qué sabemos de la Marcha de San Lorenzo nos vendrían a la mente los siguientes preconceptos:
1.- Debe haberla compuesto algún ilustre maestro musical argentino, de estirpe patricia.
2.- Debe tratarse de una marcha imaginada especialmente en homenaje al General San Martín.
3.- Desde su creación debe tener esa letra acorde a la gran batalla.
4.- La habrán creado por encargo del gobierno nacional.
5.- Con el correr de los años, el autor habrá alcanzado el reconocimiento y distinción acordes a su obra patriótica.
6.- Se debe utilizar solamente en Argentina y con el fin de ensalzar la gesta Sanmartiniana.

Esa breve descripción alcanzaría para sintetizar lo que la mayoría creemos saber y/o imaginamos respecto de la Marcha de San Lorenzo. Pero estaríamos enormemente equivocados.

LA REALIDAD (o parte de ella):

 1.- Su autor, Cayetano Alberto Silva, era uruguayo, nacido en 1868 en Maldonado. Era hijo de una esclava de la familia que le dio el apellido. Estudió música, integró una banda en Montevideo y en 1889 viajó a Buenos Aires, donde incursionó en el Teatro Colón. Se trasladó luego a Rosario, donde fue nombrado maestro de la Banda del Regimiento 7 de Infantería. En 1898, al ser contratado por la Sociedad Italiana de Venado Tuerto, se traslada con su familia a dicha ciudad donde funda un centro lírico, enseña música y crea la "Rondalla" con la que actúa en el Carnaval de 1900.  También escribe la música de las obras teatrales "Canillita" y "Cédulas de San Juan" de su compatriota y amigo Florencio Sánchez. También escribió otras marchas militares, como la marcha de Curupaytí, la marcha de San Genaro, "Río Negro", "22 de Julio" y "Tuyutí"... ¡y hasta una marcha para la guerra inglés-Boer!

2.- La partitura musical que después conoceríamos como Marcha de San Lorenzo, fue compuesta por Silva para dedicársela al "Coronel Pablo Ricchieri", Ministro de Guerra de la Nación en ese entonces y modernizador del Ejército Argentino.  El Ministro, con algo más de dignidad que el zalamero Silva, le agradeció el homenaje pero le pidió que le cambie el título por "Marcha de San Lorenzo", población donde él había nacido, y escenario de la única contienda que el Gral. San Martín llevó a cabo en territorio Nacional. El autor la ejecuta por primera vez en el violín para arrullar el sueño de su pequeña hija en febrero de 1901. Fue estrenada (oficialmente y sin letra) en 1902 en las cercanías del histórico Convento de San Carlos donde se gestó la batalla. Ese día la
marcha fue designada Marcha oficial del Ejército Argentino. En 1907, su vecino y amigo de Venado Tuerto, Carlos Javier Benielli, le agregaría la letra que luego sería adaptada para las escuelas. Acosado años después por la pobreza Cayetano Silva vendería los derechos de la marcha a un editor de Buenos Aires por una suma insignificante.

3.- La marcha (a la que en Europa se considera una de las cinco mejores partituras militares de la historia) se hizo famosa y empezó a girar por el mundo, y estuvo presente en momentos históricos fundamentales: Fue ejecutada el 22 de junio de 1911 durante la coronación del rey Jorge V con la autorización previa solicitada a nuestro país por el gobierno inglés.

* Lo mismo ocurrió para la coronación de la reina Isabel, actual soberana inglesa.

* Se ejecuta habitualmente en los cambios de guardia del palacio de Buckinghan, modalidad que fue suspendida en el tiempo que duró la Guerra de las Malvinas.

* Fue incorporada al repertorio de bandas militares de Uruguay, Brasil y Polonia, entre otros.

* Fue usada como música incidental en algunas películas (creo que la escuché en Rescatando al Soldado Ryan).

* El Ejercito Argentino, como muestra de amistad (y previa al nazismo), le regaló la Marcha de San Lorenzo al Ejercito Alemán y a cambio, en camaradería, este nos regalo la Marcha "Viejos Camaradas" o"Alten Kameraden" o "Ich hatte einen guten Kameraden" una hermosa y marcial marcha que por supuesto la hemos escuchado en numerosas ocasiones en nuestras fiestas patrias.

* La Marcha de San Lorenzo fue tocada por los alemanes en París cuando durante la Segunda Guerra Mundial entraron triunfantes por el Arco del Triunfo de esa ciudad.

* Curiosamente también el general Einsenhower la hizo ejecutar al ingreso triunfal del ejército aliado que liberara a los parisinos, a manera de desagravio.

4.- Cayetano Silva fue también empleado en la banda policial pero al morir por serios problemas de salud en Rosario, en 1920, la policía le negó sepultura en el Panteón Policial por ser de raza negra, por lo que fue sepultado sin nombre. Recién en 1997 sus restos fueron trasladados al Cementerio Municipal de Venado Tuerto.

Edit.: DIARIO PAMPERO Cordubensis. INSTITUTO EMERITA URBANUS.
Córdoba de la Nueva Andalucía, enero 2009 ¡VIVA LA PATRIA!
Aporte del Dr. JOSÉ HORACIO GONZÁLEZ DEL SOLAR de Córdoba.

LA MARCHA DE SAN LORENZO. Autor: CAYETANO SILVA

Febo asoma
Ya sus rayos
Iluminan el histórico convento
Tras los muros
Sordos ruidos
Oír se dejan de corceles y de acero
Son las huestes
Que prepara
SAN MARTÍN para luchar en San Lorenzo
El clarín estridente sonó
Y a la voz del gran jefe a la carga ordenó.
Avanza el enemigo
A paso redoblado
Al viento desplegado (bis)
Su rojo pabellón (bis)
Y nuestros granaderos
Aliados de la gloria
Inscriben en la historia (bis)
Su página mejor (bis)
CABRAL, soldado heroico
Cubriéndose de gloria
Cual precio a la victoria
Su vida rinde, haciéndose inmortal.
Y allí, salvó su arrojo
La libertad naciente
de medio continente:
HONOR… HONOR AL GRAN CABRAL.

*DEFENSA DE LA FE CATÓLICA DEL GENERAL DON JOSÉ FRANCISCO DE SAN MARTÍN*
Agudizad cuanto queráis la mente; no hallaréis cuadro más hermoso para vuestros ojos ávidos de las serenas embriagueces de la piedad del patriotismo, que el espectáculo sublime del cual formáis colorido viviente en nuestras magnas efemérides nacionales.
Descollando sobre su pedestal de mármol, perenne símbolo de  la estabilidad del Derecho eterno de las gentes libres, luce al radiante sus artísticas líneas, la hierática figura del gestador de tres naciones, marcando con su diestra de bronce bélicas, la trayectoria de las épicas grandezas que esmaltara con los heroísmos de los hijos fuertes de nuestra gloriosa Nación Argentina.
Junto a esta figura que emerge como símbolo inmortal del ciudadano argentino, vemos el ara sacrosanta del altar de Jesucristo, príncipe de la Paz, a quien Dios diera en herencia a las naciones transfiguradas por su doctrina de amor, de justicia, de igualdad en las grandezas, y por la fraternidad, de su purísima sangre. Dios y el hombre se abrazan en el sacrificio, base del cumplimiento de los deberes del hombre para con su Dios, y de las larguezas carismáticas de Dios para con el hombre.
Como custodios de la religión y de la patria, se hallan en sus puestos de honor el sacerdote y del soldado. El sacerdote irradiando la luz del Evangelio simbolizada por los cirios que atravesaron el vendaval de siglos sin extinguirse, y que no han podido apagar con su potencia destructora los vandalismos revolucionarios; y el soldado amparando la fuerza del derecho con el pomo de su espada, que envainara después de saborear el placer de los triunfos de la justicia vengada.
El ciudadano, en frase de PSICARI, “rechazará la autoridad y el ejército que es su fundamento, o aceptará toda la autoridad: la humana y la divina. El hombre consagrado a la fidelidad, no ha de permanecer fuera de ella. En el sistema de orden están el sacerdote y el soldado. En el sistema del desorden no hay ni sacerdote ni soldado”. (Viaje del Centurión, c. III).
Hay más. Como marcos a este espectáculo de rememoración legendaria, os halláis vosotros, señoras y señores, que me escucháis con vuestros hijitos, joyas inapreciables de vuestros hogares y venturosas promesas del porvenir glorioso de nuestro suelo; vosotros y vosotras. Hijos e hijas de esta tierra por Dios bendecida con larga mano, que abre sus ubérrimas entrañas a todos los hombres de buena voluntad que a ella se llegan para arrancarle sus frutos escondidos y sabrosos. Vosotros, los extranjeros que amáis nuestra tierra, nuestra constitución y tradiciones como las de una segunda patria a la cual ofrecéis la sangre pura más valiosa que las vetas de oro y los esfuerzos triunfales de vuestros robustos, expandiendo la simiente de la vida de familia y del progreso social, arrancando a la tierra los progresos de la industria, que refleja las perfecciones divinas y los beneficios del comercio que ciñen con lazos de reciprocidad a los pueblos civilizados.
Frente al ejército que impone el respeto a los derechos, formáis a nuestra vista el ejército pacífico de los laboriosos artesanos que constituyen las fuentes de la vida y forjan los caracteres en el cuartel del hogar. Sois los únicos cimientos valederos de la civilización.
LA RELIGIÓN y la PATRIA, la CRUZ y la BANDERA, el EVANGELIO y la HISTORIA, el CALIZ y la ESPADA, el SACERDOTE y el SOLDADO, el DERECHO DIVINO y el DEBER HUMANO, nos congregan para cantar al Dios de nuestros padres y a los padres de la grandeza nacional. Como nebulosa de innúmeras estrellas, luce en nuestra memoria la falange que amasó con sangre de su alma y de sus venas el pan ansiado de nuestra independencia nacional. Sus nombres se agolpan; sus valores imponderables aplastan a los titanes en el arte del bien decir; sus rasgos sublimes traban la lengua de los cantores de voz más estentórea; los poetas hallan pálidas sus comparaciones más patéticas; los pinceles no hallan el colorido ideal de sus diseños, y los músicos no encuentran sino ecos de ese no sé qué de divino que es necesario para cantar nombres que lucen como fuegos sacros, y perduran lucientes junto al amor de Dios y de la Madre.
Enfocad en este enjambre de soles que fulguran en el firmamento espiritual, a Aquel que más luce entre los épicos forjadores de nuestra independencia. Y pronunciad con ardimiento patriótico su nombre agigantado por el lustre de los años.
GENERAL D. JOSÉ DE SAN MARTÍN, yo te saludo.
Te saludo como el más grande entre los héroes de la América; te saludo como padre de tres naciones de grandeza moral indiscutida; te saludo como conquistador de los inmarcesibles lauros de SAN LORENZO, de MAIPÚ y de CHACABUCO; salúdote como escalador atrevido de las inaccesibles, gélidas y desoladas cumbres de los ANDES, en cuyas crestas ciclópeas el cóndor posa su vista y asienta sus garras; venero en ti al POLÍTICO de sagacidad consciente y encumbrada, al SOLDADO valiente, al ESTRATEGA eximio; y sobremanera como SACERDOTE, yo saludo al CABALLERO CATÓLICO, APOSTÓLICO, ROMANO, que puso el genio sus armas al servicio de los derechos de la verdad y la justicia, que puso el genio al servicio de la patria, los cuerpos al servicio de las almas, y las victorias de las almas y los cuerpos al servicio de la gloria de Dios, Padre eterno de las patrias inmortales.  
Para libertar a los hombres excogitó SAN MARTÍN la libertad de las almas; por esto mancomunó en ideal sublime las potencias del valor militar con las transfiguraciones de la fe cristiana, que corría por sus venas de hidalgo y de caballero.
Un soldado es antes que nada un hombre. UN HOMBRE ES UNA INTELIGENCIA QUE DEBE ILUMINAR EN SUS DESCONCIERTOS, ES UNA VOLUNTAD QUE DEBE REGULARSE CON LAS LEYES PRECISAS, LUMINOSAS Y CONFORTANTES DE LA MORAL; ES UNA CONCIENCIA QUE DEBE ROBUSTERCERSE, NO CON LAS PALANCAS DE UN TÍTULO ACADÉMICO O LA IDEA PAVOROSA DE UN HONOR QUE SE CIMENTA EN LOS INTERESES PERSONALES Y ANTOJADIZOS, SINO CON EL EJERCICIO DE LOS PRECEPTOS DE DIOS, ÚNICO SER QUE ESTÁ A LA ALTURA DE LA DILATACIÓN DE NUESTROS DESEOS.  
El soldado es una libertad que debe cultivarse con mano fuerte como la paterna, y tierna como la de una madre, y es finalmente, un corazón que debe obsesionarse por las ideas que constituyen el resortes más potentes para elevar a las cumbres del ideal: la VERDAD en LA LIBERTAD, la IGUALDAD en la GRANDEZA, y la FRATERNIDAD en el AMOR.
El soldado es una libertad que debe cultivarse con criterio de su voluntad, de la inmolación del cuerpo, del ofrecimiento de su sangre, y sobremanera de la TRANSFIGURACIÓN de su alma, que defensa del derecho encadenada, del honor ofendido, de la justicia vilipendiada, llega hasta la muerte con toda sencillez.  
El soldado es por eminencia el VIR, el VARÓN de los romanos; es decir, el ser humano con su cetro de fortaleza, moral y física.
Un soldado no puede, pues, vivir en la obediencia sacrificada, con dignidad, ni morir con nobleza si la fe no le ampara.
Para ser disciplina ha de ser disciplinable, para ser disciplinable ha tener virtudes cívicas, para tener virtudes morales ha de tener virtudes religiosas.
Hay que tener valor para descender hasta los cimientos, si se quiere construir con solidez y para la posterioridad, o de lo contrario, renunciar a toda empresa estable y digna de los hijos de Dios y de los hijos de la Patria. Por esto el general DON JOSÉ DE SAN MARTÍN ordenaba que los soldados de su Ejército de los Andes pensasen y viviesen como católicos, apostólicos, romanos, haciéndoles oír la Santa Misa todos los domingos y fiestas de guardar según lo preceptúa la Iglesia que sostiene nuestra Constitución argentina.
Después de haberse arrodillado ante el altar del Dios de las batallas, aquellos bravos podían luchar sin miedo ni tacha, conscientes de la causa santa de su independencia, y caer, en frase de mi profesor y poeta, el jesuita LUCIO LAPALMA “LA MENTE EN DIOS, LA VISTA EN SU BANDERA, Y EN SU MADRE ADORADA EL CORAZÓN”.
El general SAN MARTÍN orientaba hacia el altar las pupilas de sus heroicos guerreros, porque hacia la Cruz convergen en feliz trayectoria de magnánima inmolación, todas las aspiraciones de inmortalidad que agitan como expresión de vitalidad superior a las almas.
Junto al altar resuenan en espléndida armonía los cánticos litúrgicos, solemnes y penetrantes con los estridentes sones de las fragorosas tropas bélicas. Junto al altar el sacerdote vence orando y el guerrero velando por sus fueros; junto al altar, el olor de la guerra en legítima defensa, se transfigura al mezclarse con el humo del incienso; el centelleo de las espadas siente emulaciones por los rayos fulgentes de la Cruz; el ornato de gala de los soldados, tiene su contrapeso en la rica ornamentación del sacerdote, y la marcha triunfal del oleaje avasallador del ejército se abrillanta con la actitud religiosa, la más característica señal de eminencia de la raza humana.
Religión y grandeza, son palabras sinónimas.
Por la religión se hace santamente respetable la autoridad, inviolable la obediencia, divino el sacrificio.
El sacerdote bendice las armas del soldado para que se usen únicamente en defensa de la Justicia y de la Verdad; y el militar así acreditado en su misión sublime, defiende como muro viviente los derechos de Dios y de la Patria. 
Hay escritores que sin lucidez de sentido íntimo, sin lógica de sentido común, sin penetrar la profunda significación de las leyes históricas, sin valorar la tradición autorizada y sin haber descendido hasta los sillares que fundamentan toda sociedad, escarban los terrenos dudosos para sembrar dudas y cosechar diatribas en contra la religión, aunque deban sacrificar la consolidación de la gloria de nuestros valientes patricios.
HOY, desgraciadamente, creen que la historia se escribe tergiversando, aniquilado y subvirtiendo los valores morales y espirituales que marcan los derroteros de la vocación de los pueblos.
Así se ha llegado a aseverar que SAN MARTÍN NO ERA CATÓLICO, apostólico, romano, sino un simple DEÍSTA, convencido y resignado ante la fatalidad de no poder tener jamás relación de culto con su DIOS personal. Vaya como ejemplo, la transcripción de una página de D. RICARDO ROJAS, en su obra: “El Santo de la Espada”:
“El anciano (general D. JOSÉ DE SAN MARTÍN), aquella noche, sentóse primero junto a la lumbre para calentarse las huesudas y largas manos; luego, meditando, se paseó un rato por la sala; miró a NAPOLEÓN, que le traía el recuerdo de BAILÉN, y a BOLIVAR, que le traía el recuerdo de GUAYAQUIL, principio y fin de sus hazañas; finalmente, sentóse a escribir:
En el nombre de Dios Todopoderoso, a quien reconozco como Hacedor del Universo, digo yo, JOSÉ DE SAN MARTÍN, Generalísimo de la República del PERÚ, y fundador de su libertad; Capitán General de la de CHILE y Brigadier General de la Confederación ARGENTINA que, visto el mal estado de mi salud, declaro por el presente testamento…
Luego, releyó:
En el nombre de Dios Todopoderoso, a quien conozco como Hacedor del Universo…
No puso en lo demás del testamento, otra alusión al Ser Supremo, ni a la religión. Omitió, pues, las invocaciones eclesiásticas y mandamientos sobre la salvación de su alma, que eran tradicionales en tales ocasiones. Si se compara el testamento del general SAN MARTÍN con el de su madre, puede verse la diferente de dos épocas y de dos concepciones religiosas. El hijo creía en Dios, y aunque se había casado por la Iglesia como sus padres, y respetado el culto católico en los pueblos que gobernó, sabemos que su sentimiento religioso era el de un cristiano libre, deísta convencido y resignado; pero veía en la Iglesia un instrumento para la disciplina social. Tales son las ideas que al volver del PERÚ, después de la abdicación, debió exponer a Mrs. GRAHAM, y que ésta interpretó mal, pues le creyó ateo. Al clero en CUYO, en CHILE, y en el PERÚ, lo había sometió a su autoridad, ejerciendo, a veces, funciones episcopales o desterrando a clérigos realistas. Sus enemigos habíanlo tildado de HEREJE, como lo hiciera aquel fraile ZAPATA de Santiago de Chile que, antes de Chacabuco, lo comparó con MARTÍN LUTERO en un sermón, diciendo a los fieles que debían llamarle simplemente “MARTÍN”, porque no era santo, sino un hereje como su tocayo alemán. En el PERÚ había desterrado al Arzobispo de LIMA y a varios obispos por realistas, sin respetar sus jerarquías eclesiásticas. Algunos sabedores de su logia, lo creían masón, (como lo eran el general BALCARCE y otros jefes de su ejército); pero si no era masón, sus ideas sobre el Sumo Arquitecto y los deberes del hombre, lo acercan a la más pura enseñanza de las iniciaciones antiguas. A su hija habíale enseñado en sus máximas, a respetar igualmente todas las religiones. SAN MARTÍN no recibió la Eucarística para morir; y en su testamento ordenó que le enterrara sin ceremonia alguna:
Prohíbo que se me haga ningún género de funeral; y desde el lugar en que falleciere se me conducirá directamente al cementerio, sin ningún acompañamiento; pero sí, desearía que mi corazón fuese depositado en el de BUENOS AIRES.
No quiere ritos eclesiásticos junto a su féretro, ni pompas terrenales en su inhumación; pero, eso sí, desea que su corazón venga a BUENOS AIRES, la ciudad que tantas veces fue dura con él. Despídase, pues, de la vida, sin ningún rencor. El amor y la Patria, que ha sido su religión, resplandece en la hora de la partida y manda su víscera más noble a la tierra argentina, de que estuvo formado, aunque sus huesos hayan de quedar en la tierra de su forzado exilio.  El ministro TAGLE decía al historiador LÓPEZ, que SAN MARTÍN no amó a Buenos Aires, pero esa cláusula lo desmiente: SAN MARTÍN amaba a BUENOS AIRES, por eso en vísperas de morir, lega a la Ciudad de Mayo su corazón de patriota”.  
Si esta aserción atrevida es reflejo de ignorancia de las fuentes históricas, es simplemente la opinión de un ignorante; pero si llegara a ser reflejo de subversión consciente, es simplemente una sentencia criminal.
El general D. JOSÉ DE SAN MARTÍN, según consta en el libro 7 de Matrimonios, al folio 90 del archivo de la Basílica de la MERCED, contrajo nupcias previa misa, confesando y comulgando.
Los que se empañan en hacerlo aparecer como simple deísta, lo ultrajan al clavarlo en la picota de los sacrílegos, pues de no ser creyente sincero, hubiera profanado los sacramentos que constituyen lo más sagrado que exista como medio de la gracia divina para el católico romano.
En la carta del general BELGRANO al general SAN MARTÍN, transcripta por el general MITRE en su propalada “Historia del Prócer”, leemos que BELGRANO le recomienda al héroe de CHACABUCO y MAIPÚ la protección con que debe amparar la religión de Jesucristo.
“Acuérdese usted, le dice, que es general cristiano, católico, apostólico, romano”.
¿Quién conocía mejor a SAN MARTÍN? ¿BELGRANO, o los sabihondos de hoy día que no pueden llamar la atención más que escandalizando con enormidades?
Hay más. En el Archivo de la Nación Argentina, en los documentos referentes a la guerra de la Independencia, pág. 442, hay una orden firmada por el general DON JOSÉ DE SAN MARTÍN, donde se lee: “El que blasfeme el Santo Nombre de Dios o de su adorable Madre, será castigado severamente, pues la Patria no es abrigadora de crímenes”.
¿Cómo pueden explicarnos los que conceptúan al Héroe mero deísta, que considere criminal la blasfemia contra el adorable nombre de Dios?
Y la Santa Misa que oían según lo manda la Iglesia Católica, presidiendo el Estado Mayor en el campamento del Ejército de los Andes, según la crónica del general ESPEJO, ¿fue para él un formulismo sin sentido religioso?
Oíd, todavía. En el archivo del convento de Mendoza, de los Padres Franciscanos, hay un documento de SAN MARTÍN, que dice: “La decidida protección que ha prestado al Ejército de los ANDES, su Patrona y Generala, NUESTRA MADRE y SEÑORA del CARMEN, son demasiados visibles.  UN CRISTIANO RECONOCIMIENTO estimula a presentar a dicha Señora que se venera en el convento que rige vuestra paternidad, el adjunto bastón como propiedad suya, y como distintivo del mando supremo que tiene sobre dicho Ejército.
“Dios guarde a V. P. muchos años. Mendoza, Agosto 12 de 1818”.
Si SAN MARTÍN fuera simplemente un deísta, no creyera en la decidida protección de la Virgen María, a quien llama su Señora Madre, hubiera mentido al aseverar su cristiano reconocimiento, concluyendo por aparecer como un idólatra entregando como propiedad su bastón de mando a una imagen que no llevaba más allá de la altura de su longitud material. Sabéis que el general D. JOSÉ DE SAN MARTÍN a su regreso de Europa y de retorno a la misma aureolado por las lumbres de la gloria patria, se detuvo un tiempo en las hospitalarias tierras uruguayas.
Leo en la obra de D. PLÁCIDO ABAD, que D. FRANCISCO GÓMEZ, hermano de dos héroes uruguayos, aseveraba lo siguiente:  
“Era SAN MARTÍN muy religioso. Lo vi varias veces en la Iglesia Matriz, sobre todo en la misa de los domingos, a donde concurríamos infaltablemente”.
(SAN MARTÍN en Montevideo, página 95).
Voy a apelar ahora a una carta privada del héroe, donde como sabéis, los aparatos exteriores no obligan a formulismos inveterados.
En la “REVISTA DE Buenos Aires”, tomo IV, página 285, hoy transcripta una epístola del Libertador al brigadier general don TOMÁS GUIDO, donde le escribe así: “Cuénteme lo que haya de Europa, y dedique para su amigo, media hora cada correo, que Dios y nuestra Madre y Señora de las Mercedes, se lo recompensarán”.
SAN MARTÍN sabía suficientemente que no hay posibilidad de heroísmo sin moral e histórico, rubricada estos conceptos de la religiosidad del general SAN MARTÍN el eximio escritor don Leopoldo Lugones, CUANDO EN SU ARTÍCULO SOBRE LA PATRIA, publicado en “La Nación” del 24-V-1936, dice que “el sistema creador de héroes a millares durante un siglo de hazañas portentosas, que sobrepasaron en mucho a las leyendas caballerescas y homéricas, es el sistema cristiano del sacrificio y de la humildad; el que trescientos años después nos dio patria con  BELGRANO y SAN MARTÍN, que tenían a la VIRGEN por patrona de los Ejércitos”.  
Estas líneas no necesitan comentarios; basta la inteligencia clarividente de mis auditores.
¿Dónde asientan sus hipótesis los que pisoteando la evidencia, los documentos históricos y la realidad constatada a ojos vistas, sostienen que SAN MARTÍN no era católico íntegro y sí un simple deísta?
¿Por qué comenzó su testamento invocando simplemente el nombre de Dios? ¿Y acaso yo no lo puedo hacer sin que nadie me recrimine porque siendo sacerdote no invoco a la Santísima Trinidad?
¿Por qué no quiso pompas en su entierro? Pues yo tampoco las quiero. Me bastan misas privadas y escondidas oraciones por el descanso de mi alma.
¿Por qué respetaba a los hombres que profesaban otros credos, tolerando la práctica de sus religiones? Pues esto lo hace el mismo Papa.
¿Por qué castigó a algunos clérigos realistas no afectos a la causa emancipadora? Si consideró a su aspecto civil, y usó de procedimientos dignos que no contravenían las leyes canónicas sin pretender inferir ultraje a si dignidad sacerdotal e eclesiástica, no vemos ningún motivo para dudar de su fe. En último caso, un acto erróneo no desmerece para siempre el hábito de un hombre.
LA LOGIA LAUTARO a la cual perteneció el general SAN MARTÍN, no era logia masónica, según se deduce del preámbulo de sus constituciones, donde leemos que “debe componerse únicamente de caballeros americanos que trabajen con sistema y plan en la independencia de la América y su felicidad, obrando con honor y procediendo con justicia”.
En el Artículo 5º se lee que podía admitirse un eclesiástico, entre sus 13 componentes.
LA LOGIA LAUTURO, dice el general MITRE en el tomo I de la “Historia de San Martín”, página 151, fue una máquina de revolución y de guerra indígena contra el enemigo común, a la vez que defensa contra los peligros interiores.  
“Mala en sí, corruptora, contraria al desarrollo libre y espontáneo de la revolución, peligrosa en el orden político por lo irresponsable de su poder colectivo, por la solidaridad que establecía entre los miembros así para lo bueno como para lo malo, condenable en tesis general, fue concebida bajo la inspiración del interés general”. Dice finalmente el mentado historiador, que se ha supuesto una acción continua y eficiente, y se le ha atribuido la maternidad de los hechos que, con o sin ella, se habrían producido igualmente. (Pág. 150).
El mismo SAN MARTÍN, por la LOGIA LAUTARO quedó, según frases del general MILLER a SAN MARTÍN, “con las manos atadas”. SAN MARTÍN, en contestación al general indicado, distingue claramente la logia LAUTARO de las otras logias que se han multiplicado, y “hacen una guerra de zapa QUE DIFÍCILMENTE se podrá contener”.  
REIVINDEQUEMOS, pues, esta gloria de nuestro LIBERTADOR. Recordemos a esta generación inquieta y ávida de novedades, que su espada bautizada por los esplendores de su fe católica, presidió el nacimiento de nuestra NACIONALIDAD POTENTE.
PROCLAMEMOS CON TODA LA ROBUSTEZ DE NUETROS PECHOS DE ARGENTINOS, QUE FUERON VALIENTES PORQUE FUERON CABALLEROS, QUE FUERON CABALLEROS PORQUE FUERON CRISTIANOS, QUE FUERON CRISTIANOS ÍNTEGROS PORQUE FUERON CATÓLICOS SINCEROS Y QUE POR ESTO FUERON HÉROES Y SUPIERON VENCER.

  • FUENTE: Pbro. VIRGILIO FILIPPO, El Reinado de Satanás, Vol. II. Editorial TOR, Buenos Aires, 3 de octubre de 1937. Laus Deo Trinitario. p. 302.  
  • EDITÓ: gabrielsppautasso@yahoo.com.ar Desde el Bunker y sopla el Pampero. ¡POR LA AMÉRICA HISPANA! ¡POR Pbro VIRGILIO FILIPPO! gspp.

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