Si la América española olvidara la tradición que enriquece su alma, rompiera sus vínculos con la latinidad, se evadiera del cuadro humanista que le demarca el catolicismo y negara a España, quedaría instantáneamente baldía de coherencia y sus ideas carecerían de validez.
Editó: Lic. Gabriel Pautasso
Discurso de Juan Domingo Perón
Son hombres y mujeres de esa raza los que en heroica comunión rechazan, en 1806, al extranjero invasor, y el hidalgo jefe que obtenida la victoria amenaza con “pena de la vida al que los insulte”. Es gajo de ese tronco el pueblo que en mayo de 1810 asume la revolución recién nacida; es sangre de esa sangre la que vence gloriosamente en Tucumán y Salta y cae con honor en Vilcapugio y Ayohuma; es la que anima el corazón de los montoneros; es la que bulle en el espíritu levantisco e indómito de los caudillos; es la que enciende a los hombres que en 1816 proclaman a la faz del mundo nuestra independencia política; es la que agitada corre por las venas de esa raza de titanes que cruzan las ásperas y desoladas montañas de los Andes, conducidas por un héroe en una marcha que tiene la majestad de un friso griego; es la que ordena a los hombres que forjaron la unidad nacional, y la que alienta a los que organizaron la República; es la que derramó generosamente cuantas veces fue necesario para defender la soberanía y la dignidad del país; es la misma que moviera al pueblo a reaccionar sin jactancia pero con irreductible firmeza cuando cualquiera osó inmiscuirse en asuntos que no le incumbían y que correspondían a la nación resolverse; de esa raza es el pueblo que lanzó su anatema a quienes no fueron celosos custodios de su soberanía, y con razón, porque sabe, y la verdad lo asiste, que cuando un Estado no es dueño de sus actos, de sus decisiones, de su futuro y de su destino, la vida no vale la pena de ser allí vivida; de esa raza es ese pueblo, este pueblo nuestro, sangre de nuestra sangre y carne de nuestra carne, heroico y abnegado pueblo, virtuoso y digno, altivo sin alardes y lleno de intuitiva sabiduría, que pacífico y laborioso en su diaria jornada se juega sin alardes la vida con naturalidad de soldado, cuando una causa noble así lo requiere, y lo hace con generosidad de Quijote, ya desde el anónimo y oscuro de una trinchera o asumiendo en defensa de sus ideales el papel de primer protagonista en el escenario turbulento de las calles de una ciudad.
Señores:
La historia, la religión y el idioma nos sitúan en el mapa de la cultura occidental y latina, a través de su vertiente hispánica, en la que el heroísmo y la nobleza, al ascetismo y la espiritualidad, alcanzan sus más sublimes proporciones. El Día de la Raza, instituida por el Presidente YRIGOYEN, perpetúa en magníficos términos el sentido de esa filiación. “La España descubridora y conquistadora –dice el decreto- , volcó sobre el continente enigmático y magnífico el valor de sus guerreros, el denuedo de sus explotadores, la fe de sus sacerdotes, el preceptismo de sus sabios, las labores de sus menestrales; y con la aleación de todos de estos factores, obró el milagro de conquistar para la civilización la inmensa heredad en que hoy florecen las naciones a las cuales ha dado, con la levadura de su sangre y con la armonía de su lengua, una herencia inmortal que debemos afirmar y mantener con jubiloso reconocimiento”.
Porvenir enraizado en el pasado
Si la América española olvidara la tradición que enriquece su alma, rompiera sus vínculos con la latinidad, se evadiera del cuadro humanista que le demarca el catolicismo y negara a España, quedaría instantáneamente baldía de coherencia y sus ideas carecerían de validez. Ya lo dijo MENÉNDEZ Y PELAYO: “Donde no se conserva piadosamente la herencia de lo pasado, pobre o rica, grande o pequeña, no esperemos que brote un pensamiento original, ni una idea dominadora”. Y situado en las antípodas de su pensamiento, RENAN afirmó que “el verdadero hombre de progreso es el que tiene los pies enraizados en el pasado”.
El sentido misional de la cultura hispánica, que catequistas y guerreros introdujeron en la geografía espiritual del Nuevo Mundo, es valor incorporado y absorbido por nuestra cultura, lo que ha suscitado una comunidad de ideas e ideales, valores y creencias, a la que debemos preservar de cuantos elementos exóticos pretendan mancillarla. Comprender esta imposición del destino, es el primordial deber de aquellos a quienes la voluntad pública o el prestigio de sus labores intelectuales, les habilita para influir en el proceso mental de las muchedumbres. Por mi parte, me he esforzado en resguardar las formas típicas de la cultura a que pertenecemos, trazándome un plan de acción del que pude decir – el 24 de noviembre de 1944 – que “tiende, ate todo, a cambiar la concepción materialista de la vida por una exaltación de los valores espirituales”.
Precisamente esa oposición, esa contraposición entre materialismo y espiritualidad, constituye la ciencia del Quijote. O más propiamente representa la exaltación del idealismo, refrenado por la realidad del sentido común.
De ahí la universalidad de CERVANTES, a quien, sin embargo, es preciso identificar como genio auténticamente español, al que no puede concebirse como no sea en España.
Esta solemne sesión, que la Academia Argentina de Letras ha querido poner bajo la advocación del genio del genio máximo del idioma en el IV Centenario de su nacimiento, traduce – a mi modo de ver – la decidida voluntad argentina de reencontrar las rutas tradicionales en las que la concepción del mundo y de la persona humana, se origina en la honda espiritualidad grecolatina y en la ascética grandeza ibérica y cristiana.
Para participar en este acto, he preferido traer, antes que una exposición académica sobre la inmortal figura de CERVANTES, su palpitación humana, su honda vivencia espiritual y su suprema gracia hispánica. En su vida y en obra personifica la más alta expresión de las virtudes que nos incumbe resguardar.
Entraña popular cervantina
En CERVANTES cabe señalar, en primer término, la extraordinaria maestría con que subordina todo aparato erudito a la llaneza de la exposición, extraída de la auténtica veta del pueblo, en los aforismos, sentencias y giros propios del ingenio popular. Ningún autor ha penetrado de manera tan natural y expresiva en la entraña popular, en el río pintoresco en que bogan, como bajeles de mil colores, las esperanzas, angustias y emociones de los humildes. Esta ausencia de complicación, este deliberado acento familiar con que el genio cervantino traza su prosa, no quiere decir, ni mucho menos, que adolezca de plebeyismo o de pobreza. Por el contrario, es fina y magistral, exhibiendo una riqueza tal de vocablos, que cabe deducir cuán hondos y variados son los matices del habla popular y hasta qué punto es viva y expresiva la facundia del pueblo.
Ya en su primera obra – La Galatea -, CERVANTES pone de manifiesto la sencillez de su estilo, que cobra naturalidad en las costumbres simples y puras de la vida pastoril, a la que pinta con tan noble emoción, que no puede dudarse de la íntima solidaridad que le une a rústicos y desheredados. (Evita diría: mis grasitas o mis descamisados, n.ed.). Don Quijote, dirigiéndose a Sancho, ofrece elocuente testimonio: “Quiero que aquí a mi lado y en compañía desta buena gente te sientes, y que seas una mesma cosa conmigo, que soy tu amo y natural señor; que comas en mi plato y bebas por donde yo bebiere; porque de la caballería andante se puede decir lo mesmo que del amor se dice: que todas las cosas iguala”. La perennidad del QUIJOTE, su universalidad, reside, esencialmente, en esta comprensión de los humildes, en esta forma de sentir la ardiente comunidad de todos los sectores, que trabajan y cantan entre las rubias espigas de la Creación. Ese amor a los humildes que sintió CERVANTES, ese mismo afán de compenetración, ese deseo metafórico de comer del mismo plato, me ha llevado a decir en otra ocasión que el canto de los braceros, de esos centenares de miles de trabajadores anónimos y esforzados, de los que nadie se había acordado hasta ayer puebla en estos momentos la tierra redimida. Legislamos para todos los argentinos, porque nuestra realidad social es tan indivisible como nuestra realidad geográfica.
Conciencia social de CERVANTES
CERVANTES demostró profunda conciencia social en todos los actos de su vida. Cuando se desarrolló la batalla naval de Lepanto, no obstante hallarse enfermo y con calentura, quiso correr la suerte de sus camaradas y participar en la lucha, porque “más vale pelear en servicio de Dios e de su majestad, e morir por ellos, que no baxarme so cubierta”. Más tarde, cautivo en Argel, junto con 25.000 cristianos que pagaban así su delito de amar a la patria y de sentir la fe, el glorioso manco de Lepanto padeció, más que su propio dolor físico y espiritual, la incesante tortura de ver aherrojados a sus compañeros de esclavitud y de ver perseguida, aborrecida y negaba a la religión en la que había depositado toda la confianza de su corazón. En sus propias palabras lo dice: “Ninguna cosa fatigada tanto como oír y ver a cada paso las jamás vistas ni oídas crueldades que mi amo usaba con los cristianos”.
(Extraída de: Centro de Estudios América Románica, “Romanidad e Hispanidad en América”, Discursos del Gral. Juan Domingo Perón sobre la Latinidad y la Hispanidad. Ediciones del Copista, 1996, 64 páginas, pág. 32-38).
Editó Gabriel Pautasso
Diario Pampero nº 109 Cordubensis
Córdoba, 8 de octubre de Penthecostés del Año del Señor de 2008, en el aniversario del nacimiento del General JUAN DOMINGO PERÓN, 1895 – 8 DE OCTUBRE – 2008.
Sopla el Pampero.
¡VIVA LA PATRIA!
REEDITADO:
12 DE OCTUBRE DE 2012 “DÍA DE LA RAZA” POR EL DECRETO DEL PRESIDENTE HIPÓLITO
YRIGOYEN: 4 DE OCTUBRE DE 1917 EN LA NUESTRA SEÑORA DEL PILAR, PATRONA DE LA
HISPANIDAD, LAS INDIAS Y DEL NUEVO MUNDO… ¡ARRIBA ESPAÑA! ¡VIVA LA PATRIA!
¡VIVA LA HISPANIDAD! Gspp.
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