Debo reconocer que de entrada me mostré escéptico: un nuevo mail que
convoca a una protesta de esas a las que no va ni el autor del correo.
Editó: Lic. Gabriel Pautasso
A medida que los días pasaban, ví que empezaban a organizarse denserio,
con intercambio de números de celulares entre desconocidos, fijación de puntos
de encuentro a nivel nacional y con pura arenga ante los tímidos que no sabían
si iba a ser seguro o no.
Así y todo, lo que confirmó que no iba a ser un rejunte más fue la
decisión de Cristina de ir a inaugurar la línea de producción de Lacoste -marca
popular favorita de los Wachiturros- y hacía allí marchó, para hablar de la
gestión de Néstor, de lo mal que estaba el país antes de que llegara el mesías
de mirada particular, y de lo bien que estamos ahora. Hay información que
nosotros no manejamos, pero Cristina, que desayuna en la cama con sus informes
de inteligencia, la tiene clara.
A las 19,00 horas, mientras pelotudeaba en el bar Roulette de Bolivar y
Diagonal, empezaron a escucharse los primeros bocinazos.
En Twitter veía cómo los que aplaudieron el agradecimiento de Cristina
al golpista y fan de Videla Osvaldo Cornide, se escandalizaban porque Cecilia
Pando concurriría a la marcha. En idéntico sentido, supuse que repudiarían a la
CGT Balcarce por tener como referente al entregador Gerardo Martínez, pero no
pasó. Llamar golpista una protesta porque está Cecilia Pando, pero hacerse el
boludo con los procesistas propios.
Hablar de soberanía con la Barrick Gold al lado. Criticar por facho al
0800 Camporita, pero mandar a la Gendarmería a reprimir a cualquier boludo que
proteste.
Hablar de violencia de género por una caricatura, pero llevar a un acto
a un tipo que está preso por quemar viva a la jermu.
Perseguir al que quiere viajar, pero tener una casita de veraneo en
Punta del Este. Putear a los ricachones y aplaudir a la Presidente más
millonaria de la historia. Reirse de los que viven en Puerto Madero, aunque
sean vecinos del Vicepresidente. Llamarse populares, votar a Boudou. Coherencia
K, elija el ejemplo que más le guste.
Media hora después, ya en la Plaza, noté que había un número
considerable de gente. La presencia de mi odontóloga me hizo entender por qué
canceló mi turno del día. Su manera cortante de saludarme me generó,
nuevamente, algunas dudas del verdadero motivo. A la media hora, la Plaza
comenzaba a poblarse.
Lo in: Ricas pibas, buenos culos, y esa extraña sensación
de poder sacar el celular del bolsillo sin sentir que en cualquier momento me
lo kirchnerea algún compañerazo. La presencia de amigos con los que no había
arreglado encontrarme. La creatividad de algunos para la creación de pancartas.
Las noticias que llegaban respecto de las manifestaciones en muchos puntos del
país.
Lo out: Si bien reconozco que el olor a perfume bueno
garpa, la ausencia de chori en el horario de la cena hace que casi me mastique
mis anteojos. La presencia de conocidos que no tenía ganas de cruzarme. La
creatividad del que puso un cartel que rezaba "Chau, Relato" y que
logró paranoiquearme por un instante. Las noticias que llegaban respecto de las
manifestaciones en el exterior, como Punta del Este o San Luis.
Si no lo veo, no duele.
Mientras todo esto ocurría, la Presi divagaba en palabras de autoaliento
ante las banderas de la patria contratada y los operarios de la fábrica, que se
preguntaban si estaba excedida de pastillas o con un ACV galopante.
Fue la primera vez en mucho tiempo que no pude escucharla en directo,
pero la visión posterior de su discurso demostró que no me perdí de nada. Habló
de lo difícil que fue para Néstor construir una provincia productiva en un país
en el que crecía el desempleo, pero no emitió palabra respecto de todos los
fondos que le giraron Menem y Cavallo para que así fuera, y criticó los
gobiernos pretéritos, aunque se olvidó mencionar que ella votó al turco dos
veces y no se arrepintió.
Luego, en un bajón anímico, le pegó por el lado de la lástima y afirmó
que sola no puede, pidió que la ayuden y que estemos todos unidos, organizados
y en la misma dirección, con un brazo extendido para tomar distancia, el
guardapolvo almidonado, los zapatos lustrados y el pelito dos dedos por encima
del cuello de la camisa. El bajón le duró poco y al toque nos dijo que nos
quedemos tranquilos, que a ella nadie la pone nerviosa.
Mientras los colaboradores agotaban las provisiones de Rivotril en las
farmacias sanjuaninas, en la misma provincia se llevaba a cabo otra
manifestación, al igual que en Bariloche, Paraná, Córdoba, Rosario, el primero,
segundo y tercer cordón del conurbano, varios barrios de la Capital Federal, La
Plata, Resistencia, Río Gallegos, Tucumán, Mendoza, Salta, Mar del Plata, Santa
Fe y la Quinta de Olivos.
Artemio López, por su parte, fue a tomar la merienda al programa del
progresista Eduardo Feimann, en C5N, donde aprovechó para explicar que las
imágenes de las calles colmadas no significaban nada, dado que "estaba oscuro",
que los que se quejan son los mismos que perdieron las elecciones en octubre y
que ese dato puede corroborarse con el poder adquisitivo de la vestimenta de
los manifestantes -se ve que para ver eso, sí había luz- y con los distintos
barrios que estaban protestando, como Recoleta, Palermo y Belgrano. Lo que se
le pasó es explicar qué onda con los cacerolazos en Lugano, Mataderos,
Ciudadela, Liniers, Boedo y Barracas.
Los analistas políticos oficialistas -sí, existe esa contradicción de la
civilización- repetían una y otra vez que el número no resta importancia al
reclamo, pero tampoco tiene que exagerarse, dado que hace seis meses Cristina
ganó con el 54%. Unos cráneos.
Bajo esa misma perspectiva, a la mina que se encama con el guía en la
Luna de Miel, hay que perdonarle la revoleada de chancleta sólo porque se casó
una semana antes. En 678, el Baba Barone llamaba a la paz y la conciliación al
afirmar que todavía quedaban más de 150 semanas de gestión para seguir
caceroleando, mientras Sandra Russo hacía uso de sus conocimientos
antropológicos sociales de Cosmopolitan, para manifestar que los que cacerolean
son los que mejor la pasan.
Se ve que el kirchnerista del montón no sólo es conservador y pacato en
lo que respecta a la sexualidad de la mujer con poder, sino que también es
clasista y, asumimos, bastante pelotudo. No hay pensamiento más facho que el
que supone que por pertenecer a determinado estamento de la sociedad, no podés
protestar. No hay mentalidad más milica que la de prejuzgar que porque se viste
con pantalón y zapatos, es un tipo que se queja de lleno.
No hay pensamiento más pelotudo que creer que pasarla bien sólo es comer
todos los días y poder mirar fútbol gratis los fines de semana. El parámetro de
qué es pasarla bien se mide en los valores, necesidades y proyecciones de cada
uno.
Pasarla bien es que te sobre lo suficiente como para gastarla en lo que
quieras o ahorrarla si se te canta. El croto de la esquina de mi casa -que no
es un producto del modelo, sino que le piró el marulo- también la pasa bien con
sus bártulos, sus dos perros y comiendo lo que le tiran de la pizzería. Es su
modelo de vida, su proyección y su umbral de esfuerzo.
Quizás, lo que se nos fue al tacho es la idea de la verdadera justicia
social, que no consiste en otra cosa que garantizar a cada uno la igualdad de
condiciones para que, en virtud de su esfuerzo, llegue a donde quiera llegar
sin que nadie le cague la vida. Justicia no es darle a todos lo mismo, sino
darle a cada uno lo que le corresponde.
El kirchnerista promedio -trato de no generalizar, porque hay algunos
que defienden porque sí y no se la pasan tirando argumentos existenciales- cree
que pagar una asignación a quien no aporta, y hacerlo con plata del que aporta
y -al que se le niega la misma asignación- es redistribución de la riqueza,
cuando en el barrio le llamamos discriminación. Asimismo, supone que quitarle
al que más tiene para darle al que menos, también es redistribución, pero mete
en la misma bolsa a cualquier asalariado con posibilidades de pagar un colegio
privado para sus pibes y cambiar el auto cada tanto. En este sentido, jamás va
a entender el reclamo de la clase media, ni tampoco le interesa.
La clase media a la que desprecian es la misma clase que más consume, la
que mayor movimiento produce en la economía, la que más aporta al Estado, la
que nutre las cajas para que Cristina se sienta la Madre Teresa de paseo por
los suburbios de Calcuta.
Deberían hacer un listado para saber de qué sí está bien quejarse y
quién puede hacerlo. Deberían hacerlo, porque cuando protestan los Qom, la
defensa de los derechos de los pueblos originarios se la pasan por el ocote;
cuando protesta un pueblo entero en contra de la minería a cielo abierto, es un
caso aislado; cuando los que se quejan son los veteranos de guerra, se los
reprime para que no molesten; cuando el quilombo lo arman los docentes de Santa
Cruz, se les pasa con una 4x4 de algún funcionario por encima; cuando se quejan
los pasajeros de los ferrocarriles, son unos atolondrados de la vida que
quieren llegar más rápido de lo que se puede; y cuando se quejan los laburantes
por el impuesto a las ganancias, son unos garcas que no se dan cuenta que
pertenecen al 19% que cobra por encima de los cinco mil pesos. ¿Quién debería
reclamar, si los que están bien no tienen de qué quejarse y los que están mal
son ninguneados? ¿Con quién deberíamos quejarnos si no es con el gobierno que
decide nuestros destinos económicos a tal punto que ahora se mete,
directamente, a revisar cuánto gastamos en el supermercado? ¿A quién le
reclamamos, a Dios?
Y todavía nos atemorizan con las imágenes de la crisis desatada con la
caída de De La Rúa. Y lo hacen de un modo tan incoherente que no tienen en
cuenta que fue esa misma clase media que ellos desprecian, ningunean y
basurean, la que provocó el estallido social y político más grande que este
país recuerde. Para la memoria del desastre, somos los protagonistas; para
ahorrar, somos pobres; para pagar impuestos, somos ricos; para quejarnos, no
somos nadie.
En el plano netamente político, no concuerdo con que haya sido un
mensaje para la oposición. La gente fue a putear a Cristina del mismo modo en
que en 2001 fue a pedir que De La Rúa se vaya a peinar la melena de Pertiné a
su casa y no vuelva más. La bronca es así, sin anestesia, hace catarsis y
estalla hacia el que la provoca. Que la oposición es un desastre, nadie lo duda
y hasta sospecho que Binner manifestó su rechazo y apoyo a la protesta de hoy.
El que no es pechofrío, está cooptado, y el que no, tiene menos ideas
que Ballestrini o acompaña el voto "con objeciones, pero también con
convicciones." Sin embargo, con oposición o sin ella, nadie es imprescindible.
Quedarse cruzados de brazos por temor a lo que venga, no vale. Y si no se hace
nada por temor, nos ganaron. De última, si nos mienten con la inflación,
nos chamuyan con la inseguridad, nos bolacean con que somos potencia
industrial, nos inventan que el mundo nos envidia, nos salamean con que no hay
pobres y tenemos pleno empleo ¿vamos a creerles que son ellos o el caos?
Hasta dijeron que íbamos a ser cuatro gatos locos golpeando un par de
cacerolas Essen y al rato, cuando vieron cómo venía la mano, se borraron del
mapa. Desaparecieron, se escondieron. Hoy podrán hacer de cuenta que no pasó
nada y hasta podrán afirmar que la manifestación no fue espontánea y que el
Partido Obrero, en sociedad con el Pro, la Izquierda Unida y el PAN, de golpe
tienen un aparato político nacional para provocar convocatorias masivas en todo
el país. O que detrás de esto se encuentra la CIA, el Mossad y la Agencia
Marciana de Espionaje, con la clara complicidad de Duhalde, el Pollo Sobrero y
Jacobo Winograd.
Pero la satisfacción de saber que no tienen forma de creerse la mentira,
que anoche les coparon la calle sin temor y que Cristina está al tanto de todo,
no tiene precio.
Viernes. Pase lo que pase, fue una buena noche.
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