“Que goce usted de salud completa y que al terminar su vida pública sea colmado del justo reconocimiento de todo argentino, son los votos que hace y que hará siempre a favor de Vd. este su apasionado amigo y compatriota”.
José de San Martín
(San Martín a Rosas, 7ª carta 6.5.1850)
Primogénito del militar don LEÓN ORTIZ DE ROZAS y de doña AGUSTINA LÓPEZ OSORNIO, nació JUAN MANUEL el 30 DE MARZO DE 1793, en la ciudad de Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata, y el mismo día fue bautizado. Descendía la madre de militares y estancieros que de continuo habían luchado contra los indios indómitos. El padre provenía de distinguidos militares españoles que habían sido gobernadores en Chile y Buenos Aires.
Educado por su madre, de sólido espíritu católico y carácter recto, en severas normas de moral y obediencia, a los ocho años ingreso a la escuela.
En las vacaciones iba a la estancia de su padre sobre el río Salado, donde aprendía los menesteres de campo y establecía contacto con los gauchos. Su pade le enseñaba la lengua de los indios, la manera de tratarlos y el peligro constante que significaban los salvajes.
Aún niño, durante las primeras invasiones inglesas se ofreció a LINIERS, ayudando a los artilleros. Al año siguiente sentó plaza en un escuadrón de Migueletes, cuerpo de caballería con uniforme PUNZÓ, color que luego sería el predilecto de JUAN MANUEL. Se batió con heroísmo durante la Defensa (1807), por lo cual sus padres recibieron especial felicitación de Don MARTÍN DE ÁLZAGA.
Después de se dedicó a las tareas de nuestros campos administrando las estancias de sus padres, en las cuales, a pesar de su juventud, demostró gran capacidad de trabajo, espíritu de Orden, habilidad como organizador y para conocer y mandar hombres. En marzo de 1813 se independizo de sus padres, casó con Doña ENCARNACIÓN EZCURRA, y asociándose con los ricos estancieros DORREGO, TERRERO Y ANCHORENA, administró estancias, estableció saladeros, formó en San Miguel del Monte su estancia “Los Cerrillos” y elaboró una sólida fortuna.
Ávido de Saber, entre tarea y tarea estudió el Diccionario de la Academia, y la estancia “Del Pino” se llevó como secretario al pedagogo catalán SANTERBAZ, quien le explicaba el “Almanaque”. Estudió matemáticas superiores y se convirtió en perito agrimensor. Escribió a los veintiseis años (1819) su libro “Administración de estancias y demás establecimientos pastoriles en la campaña de Buenos Aires”, notable compendio que junto con el tratado de Agricultura de Don TOMÁS GRIGERA fueron los primeros manuales que sirvieron por años y años a la colectividad.
En 1825, designado por el gobierno, midió y confeccionó los planos de parte de desierto (zona de la costa), llegando hasta Mar del Plata y Tandil. Importante trabajo geodésico, fue el primero en gran escala realizado por un argentino.
Durante su expedición al Desierto, llevó ingenieros y naturalistas.
En 1821 dirigió al gobierno del general RODRIGUEZ, una “Memoria”, sereno y concienzudo estudio del estado social y económico de la campaña de Buenos Aires, de los indios y las medidas para evitar sus peligros.
Escribe con propiedad y elegancia. Su pasión por el saber y sus deseos de acrecentar su cultura, hacen que luego, ya gobernante, siga estudiando, y se especializada en derecho político, público e internacional, al punto que puede dar lecciones a las cancillerías de Inglaterra y Francia. Estudia a fondo el Derecho de Indias, y ya en el destierro seguirá perfeccionando su cultura. Analiza la situación de Europa; advierte lo que luego ha de sobrevenir, y en una carta profética detalla las convulsiones que años más tarde soportará Europa en lo político y social.
Era, si no el más ilustrado, uno de los hombres de mayor cultura y amplio saber de aquellos tiempos, no ya en la Argentina, sino de toda América. Sólo ha igualarlo años más tarde otro hombre excepcional, y también apasionado por el saber: el doctor GARCÍA MORENO, dictador del Ecuador (1861-1875).
Dedicado al estudio y al trabajo, no interviene en política, pues le fastidian las luchas de bandos entre hermanos. Pero se desarrolla en él una preocupación que será absorbente: el indio salvaje. Estudia el problema, elabora planes, y hace llegar valiosas sugestiones al gobierno. Con ayuda de los criollos, indios mansos y los estancieros del Sud, organiza la defensa de la campaña bonaerense y crea la milicia que luego se hará famosa por su disciplina y coraje: los COLORADOS DEL MONTE.
Mientras los soldados de la Patria van afirmando su libertad bajo el genial mando de SAN MARTÍN, cuatro grandes caudillos realizarán campañas paralelas: GÜEMES en el Norte, ARTIGAS contra el portugués (herencia Brasil), ESTANISLAO LÓPEZ contra el salvaje del Norte y ROSAS contra el salvaje del Sur.
Por su cultura clásica y sólida, ROSAS superaba a la juventud ciudadana de su época, ya intoxicada por la propaganda de los liberales; y por su reciedumbre, habilidad y conocimientos de la campaña, era el más gaucho de los criollos. Este hecho, su fortuna, más la fuerza que representaban los Colorados del Monte, lo signaban como caudillo indiscutido, como el señor de las pampas.
Sin embargo, odia la lucha y la política de facciones. Ama la paz del campo y la tranquilidad de la familia, por lo cual evita en lo posible todo contacto con el gobierno y rehuye los cargos públicos. Más el destino lo ha señalado para recoger el legado de SAN MARTÍN y cumplir la tarea que el genio del Gran Capitán ha previsto en célebre carta: Realizar un gobierno, dictatorial, que termine con las luchas internas y establezca el orden.
Y así, DON JUAN MANUEL tuvo que ser soldado y combatir de continuo; tuvo que ser estadista y participar en política nacional e internacional.
Designado comandante de la campaña, colabora en expediciones contra el indio y acude en defensa de la Provincia de Buenos Aires ante los ataques de los caudillos federales, y cuando por una revolución se pretendía deponer al gobernador MARTIN RODRIGUEZ, acudió a su auxilio, derrotando a los insurgentes.
La actuación de ROSAS hasta 1822, y aún después, parece contradictoria con la que adoptará luego, en que será federal y jefe de la Confederación Argentina.
Sin embargo, no es así, pues una de sus características es la sujeción a principios rígidos, la obediencia a las leyes y la autoridad, y el convencimiento de que el país debe ser regido por un gobernante con un poder suficiente para ser acatado enn toda la nación. Por esto da apoyo al Directorio y lo niega a los federales, que desean derrocar a RODRIGUEZ por la política de RIVADAVIA; por esto, y porque supone que los caudillos federales impiden la unidad de la Nación, los combatirá al principio. Por esta actuación se suponía, y aún lo creen muchos, que ROSAS era unitario. En verdad, puede afirmarse que jamás fue unitario – no podía serlo, por su espíritu católico y tradicionalista -, como también puede afirmarse que no se resolvió por los federales hasta que ESTANISLAO LÓPEZ le explicó que las provincias no buscaban el separatismo, sino la unión nacional dentro del respeto a las autonomías provinciales.
Ya de acuerdo con LÓPEZ, colabora en los preparatorias de la reconquista de la Banda Oriental (Uruguay) en la Guerra con el Brasil y luego elabora planes para planes para una Campaña al Desierto, que era su obsesión.
La revolución unitaria de LAVALLE contra DORREGO lo obliga a actuar en la lucha y la política, y desde ese momento las circunstancias le exigen entregarse a las tareas durante más de veinte años: “SERÁS LO QUE DEBES SER…”.
La restante historia de ROSAS se desarrolla hasta 1852 (Caseros) con la de la Patria, a la consagró sus sacrificios y fortuna. Siendo uno de los hombres más ricos cuando asumió el mando, el destino y la ingratitud de sus compatriotas lo obligaron a morir en la miseria y desterrado en la brumosa Inglaterra, el 14 de marzo de 1877. (Hace 132 años).
ROSAS Y LA HORA PRESENTE
“Frente a los imperialismos que nos amenazan, de signo liberal-laicista-capitalista-individualista, que es totalitarismo materialista y ateo; o de signo marxista-comunista-socialista, que es también ateo y materialista; sea en lo político o en lo económico, en lo cultural, social o religioso, el nombre de ROSAS debe unir a los argentinos”. ANIBAL ROTTJER, sacerdote e historiador.
“En estos momentos de groseros imperialismos en que las naciones rapaces nos codician, si no políticamente, por lo menos económicamente, el nombre de ROSAS – esa poderosa figura de estilo prusiano, según la exacta apreciación de OSWALD SPENGLER – es el único que puede mantenernos unidos a todos los argentinos. Estudiemos su obra, juzgándola sin prejuicios y amémosla y que el nombre de GRAN AMERICANO, como se le llamó otrora, sea nuestra BANDERA y nuestro LEMA. MANUEL GÁLVEZ.
CIELITO DE LA INDEPENDENCIA
Si todo lo criado
Es el cielo lo mejor,
El CIELO ha de ser el baile
De los Pueblos de la Unión.
Cielo, cielito y más cielo,
Cielito siempre cantad
Que la alegría es del cielo,
Del cielo es la libertad.
Hoy una nueva Nación
En el mundo se presenta,
Pues las Provincias Unidas
Proclaman su INDEPENDENCIA.
Cielito, cielo festivo,
Cielo de libertad,
Jurando la Independencia
No somos esclavos ya.
Los del Río de la Plata
Cantan con aclamación,
Su libertad recobrada
A esfuerzos de su valor.
Cielo, cielito cantemos
Cielo de la amada Patria,
Que con sus hijos celebra
Su libertad suspirada.
Los constantes argentinos
Juran hoy con heroísmo
Eterna guerra al tirano,
Guerra eterna al despotismo.
Cielo, cielito cantemos,
Se acabarán nuestras penas,
Porque ya hemos arrojado
Los grillos y las cadenas.
Jurando la INDEPENDENCIA
Tenemos obligación
De ser buenos ciudadanos
Y consolidar la UNIÓN.
(BARTOLOME HIGALDO).
Editó Gabriel Pautasso
gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
Diario Pampero Cordubensis nº 218
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