En Puerto Argentino tuvimos que aprender con la sangre de nuestros mejores hombres que era para tanto y que, en realidad, era para mucho más.
En nuestro país se ha destruido todo. Se ha destruido la confianza que el Pueblo tenía en sus conductores naturales para suplantarla por una fe quimérica en la urna partidocrática.
Hace un año miles de muchachos argentinos, empujados por un entusiasmo que pocas veces se ha visto se ha visto en el país, salieron a recuperar algo que nos pertenece. Muchos dejaron sus vidas en el intento y a los que volvieron, cubiertos de heridas y de amargura, los recibió un país confuso, desorientado y caótico que, ni apreció su sacrificio, ni les rindió los honores que se merecían. Nuestros muertos aún esperan un funeral glorioso y los que combatieron aún esperan un digno reconocimiento. Y 38 millones de argentinos aún esperan unas cuantas explicaciones satisfactorias.
Aunque, quizás, no hay que ir demasiado lejos para buscar explicaciones. Según una versión periodística – no desmentida, que sepamos – un oficial de alto rango le habría dicho a GALTIERI luego de la derrota: “Lo que sucede es que ustedes se olvidaron de que YALTA existe”. Es muy probable que ése haya sido el caso del fondo. Porque, claro, cuando nosotros denunciados YALTA, POSTDAM, HELSINKI; cuando nosotros señalamos antes que nadie la existencia de una Sinarquía; cuando nosotros revelamos los tejemanejes de la plutocracia internacional; todos nos miraron siempre con un poco de compasión e incredulidad. Muchos habrán pensado – y algunos hasta siguen pensado – que no es para tanto.
Pues en Puerto Argentino tuvimos que aprender con la sangre de nuestros mejores hombres que era para tanto y que, en realidad, era para mucho más.
En nuestro país se ha destruido todo. Se ha destruido la confianza que el Pueblo tenía en sus conductores naturales para suplantarla por una fe quimérica en la urna partidocrática. Se ha destruido nuestra economía de producción para suplantarla por un financierismo especulativo. Se ha destruido a nuestra juventud envenenándola con escapismos y con infantilismos políticos. Se ha destruido nuestra herencia cultural occidental y americana suplantándola por los mitos hollywoodenses. Se ha destruido nuestra fe en la justicia y la equidad suplantándola por la “palanca” y el “acomodo”. Se ha destruido nuestra pasión por construir un gran país suplantándola por el conformismo de vivir al día en una colonia que ni siquiera es próspera. Para Abril de 1982 lo único que faltaba destruir era la confianza guerrera de sus FF. AA. sobre todo cuando, hacía apenas unos meses, se había derrotado militarmente a la subversión.
En este momento la ARGENTINA es un país en ruinas que se aferra a un delirio demoliberal para no cometer un acto de abdicación colectiva. Nos han destruido todo. Absolutamente todo. Fe, confianza, orgullo, dignidad, y soberanía. ARGENTINA ha vuelto a fojas cero y debe empezar todo de nuevo. Y en esto lo que nos ha quedado, lo único que nos ha quedado, es nuestra voluntad.
Nuestra Voluntad, nuestra vocación de sacrificio y nuestras ganas de tener un gran país todavía siguen en pie. Esto es algo que nadie ha podido destruir. Y, en realidad, eso nos basta para seguir trabajando por lo nuestro. Sí: YALTA existe. Será mejor que nadie lo olvide. Pero los que perpetraron YALTA no son invulnerables ni omnipotentes. Y es mucho más difícil mantenerse en una victoria mal habida que asimilar una derrota circunstancial. Esa es nuestra ventaja. Esta en nosotros saber aprovecharla.
Editó Gabriel Pautasso
gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
Diario Pampero Cordubensis nº 224
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