*200 ESPAÑOLES defendieron el último reducto de HITLER a las órdenes de MIGUEL EZQUERRA, que ha escrito este relato*.
Editó: Lic. Gabriel Pautasso
Ediciones ACERVO, Barcelona, 1975
En cualquier caso hay algo de común en estos dos soldados de tan distinto tiempo, y el nexo radica en la vocación militar y en lo fabuloso. Según mi leal saber y entender, apunta RAFAEL GARCÍA SERRANO, le ha fallado el no encontrarse en su camino madrileño a un escritor del calibre de LOPE de VEGA, como le ocurrió a CONTRERAS, que con su sola amistad y consejo otorgaba grados de nobleza literaria. Pero no le falla, y no puede decirse que le sobre, porque, a mi modo de ver, de eso siempre falta, lo fabuloso. En los últimos días de Berlín, MIGUEL ESQUERRA, ya teniente coronel de las SS, es llamado por HITLER a su “bunker”, donde nuestro soldado le agradece la distinción que le concede HITLER, a su lógico parecer la suprema, pero la rechaza, porque él es español hasta las cachas y piensa en serlo hasta más allá de la muerte. Y aquél té fuerte con GOEBBELS y los generales leales y aquella visión de MARTÍN BORMANN, que inclina la cabeza ante el zumbido de las balas, detalle que aunque no subraye, por el contexto se deduce que molesta a MIGUEL EZQUERRA, empeñado, con su puñado de españoles, en la defensa imposible de la Cancillería ante la rebana roja.
MIGUEL EZQUERRA mandó una unidad de españoles dentro de la SS, unidad que lleva su propio nombre, como sucedía en los tiempos de los TERCIOS VIEJOS o de las NACIONES, cuando los coroneles apellidaban sus coronelías, acaso porque de ese modo la intimidad militar adquiría unos caracteres familiares ligados también a la antigua FIDES IBÉRICA, “fe ibérica”.
“Era teniente provisional. Solicite mi licenciamiento y, una vez concedido, reanudé mis tareas de maestro nacional”. No hubiera dicho más aquel sujeto romano con el que atosigaban en el colegio, a la hora de dejar la ESPADA y ponerse a empuñar el ARADO, para labrar la TIERRA.
Este es el libro de los que lucharon por una EUROPA nueva, si es que EUROPA existe, y fueron derrotados por el rulo soviético, único vencedor de aquella guerra que si no ganaron del todo los Estados Unidos, perdieron por completo el fenecido Imperio Británico y sus servidores continentales. Aquí no hay culpa que purgar, ni reproche que hacer. Aquí están los soldados de una ilusión perdida batiéndose hasta el fin.
MIGUEL EZQUERRA era uno de ellos y mandó a buen puñado de españoles en este combate perdido. No hizo una guerra mercenaria. Hizo una guerra de voluntario. Y ahora nos da, en estas páginas, una parte de su memoria.
*LOS PRECEDENTES: EN LA GUERRA DE ESPAÑA y en la DIVISIÓN AZUL.*
La ibérica HUESCA es una de las tantas capitales de provincia, curtida entre duras guerras e inevitables reconquistas. Desde aquella lejana ocasión en la que se mostró partidaria de JULIO CÉSAR en sus luchas contra POMPEYO, ha visto pasear por amurallado recinto a romanos, godos, árabes y cristianos. Con la braveza acumulada durante siglos, en las horas de dramática duda de julio de 1936, optó por el alzamiento militar. Y en consecuencia sufrió dos años de constante asedio.
Todos los españoles recordamos aquel mes de julio. Para mí, la imagen que lo revive es la de un grupo de muchachos jóvenes, entre los dieciocho y los veinticinco años, sentados en una terraza del Café Universal. En una de aquellas mesas que estaban que estaban en los arcos de los porches, entonábamos una y otra vez el “Cara al SOL”. Mutilábamos muchas de las estrofas, volvíamos a repetir lo comenzado, pero nunca lográbamos que nos saliera como debía cantarse.
Allí estaban PERICO y MONCHO, maestros nacionales, FONTANA, contable, PINTADO agricultor, ENA, comerciante, y algunos más. Nunca dejaba de visitarnos un guardia civil amigo. Aquella era la mesa de los “fascistas”, una isla rodeada de agua roja o derechista por todas partes. Las mesas que nos circundaban estas ocupadas por enemigos ideológicos, pero como sabían que estábamos dispuestos a todo, respetaban hasta nuestras sillas.
Así llegó el día en que se declaró el estado de guerra. Era el sábado 18 de julio. Los militares que pasaban por las calles iban con la pistola al cinto. Nuestro amigo el guardia civil nos informó de que las tropas de ÁFRICA se habían sublevado. El Gobierno Civil era un hervidero de gente. A las últimas horas de la tarde, las autoridades locales se movían con rapidez. Todos aquellos jefes y jefecillos de los partidos políticos, que se creían verdaderos napoleones daban órdenes y pedían armas.
Nosotros, como hacíamos todos los días, nos sentamos en nuestra mesa. Las de los marxistas no estaban tan concurridas como en días anteriores. Los pocos que había, cuchicheaban con los que llegaban. Pronto nos dimos cuenta de que aquello no era un juego. Teníamos que estar prevenidos, y ciertamente estábamos dispuestos a todo. Es probable que aquel descaro nos protegiera de ser apaleados.
Era ya tarde cuando mis camaradas se retiraban. Con alguno de ellos me dediqué a recorrer los bares. En todos, las radios nos repetían una y otra vez, con sus altavoces a gran potencia, las continuas comunidades de Madrid. El asunto esta al ROJO VIVO. Serían las dos de la madrugada, o quizás más tarde, cuando entré a la pensión.
Era imposible dormir en calma aquella noche. Cada minuto que transcurría, sentía como se ahondaba más y más el foso que separaría durante tres años a los españoles. Nadie sabía hacia donde íbamos, pero los desastres que habían jalonado los cinco años de la República la acusaban ante el mundo de haber agravado los problemas de nuestro país.
A primera hora de la mañana, el guardia de asalto que vivía en la misma pensión, fue el primero en avisarme de que el Ejército había salido a las calles de Huesca para declarar el estado de guerra. Me vestí apresuradamente y fuimos al Gobierno Militar. AL DAR EL NOMBRE del capitán ADRADOS, que también militaba en F. E., un centinela me acompañó hasta su despacho. De allí pase a otro, donde se encontraban el capitán MIGUEL GONZÁLEZ RUIZ, y dos camaradas que se me habían adelantado. Tres fue por tanto el número de mi licencia de uso de armas, que me entregó el capitán con el sello del Gobierno Militar. Muchas otras serían entregadas en aquellas horas decisivas, y las milicias marxistas, a pesar de sus entrenamientos para la lucha callejera, hubieron de capitular.
Aquel domingo 19 de julio de 1936, como un español más de filas, comencé mi campaña. Con la mochila repleta de esperanzas, conocí los frentes de MADRID, ARAGÓN y ENTREMADURA. Tres años después, terminaba la guerra, fui destinado a MÁLAGA con la compañía que mandaba. Era teniente provisional. Solicité mi licenciamiento y, una vez concedido, reanudé mis tareas de maestro nacional.
Al estallar la segunda guerra mundial, yo me encontraba en Madrid. Decidido a ayudar personalmente a quienes nos había apoyado frente al comunismo, me presenté en la Embajada Alemana. Me dijeron que me agradecían, y tomaron nota de mi dirección por si algún día precisaban mis servicios.
Por el ministerio de Asuntos Exteriores fui destinado a FRANCIA como profesor de español. Mi escuela estaba en BAYONA. Aquel mismo año de 1940 fue batido el ejército por los alemanes. Para salvar al país del desastre, los franceses reclamaron los servicios del mariscal PETAIN, entonces embajador en España.
Al año siguiente, el gobierno alemán, decidido a poner fin a la amenaza comunista, y creyendo que los ingleses accederían a una paz honrosa, inició la campaña del ESTE. Millones de europeos marcharon como voluntarios a aquel frente. También a mí, me llevaron a FRANCIA aquellas pronunciadas en un discurso por un ministro español: “¡RUSIA ES CULPABLE!”.
No lo pensé ni pedí permiso a nadie. Me puse en camino, pase la frontera, y sin pérdida de tiempo me presenté en Madrid. Busque a mis amigos, recurrí a todos, pues quería incorporarme con mis camaradas para seguir luchando contra el enemigo de la civilización europea, contra el comunismo. Pedí, suplique, recurrí a todos los procedimientos, pero no hubo modo de conseguir un puesto en las filas de la División Azul. Todo estaba cubierto, sobraba gente. Siempre estuve pendiente de que la Embajada alemana tomara en consideración mi ofrecimiento, pero no conseguí nada hasta que más tarde se iniciaron los relevos a finales a finales de 1942. Al fin había llegado mi hora y conseguía lo que con ilusión había deseado siempre. No tuve que pensarlo mucho, y me alisté como SOLDADO. Llegué a Logroño y no me dejaron salir, pues había una orden de que todos los que había una orden de que todos los que habían sido oficiales provisionales debían partir con el mismo grado. Al fin lo hice como teniente, en el batallón en marcha que mandaba el comandante MILLÁN. Desde aquel momento tuve por compañeros y jefes a dos grandes capitanes, RUIZ MOLINA y CARRETERO.
Estuve en la División Azul hasta el 7 de octubre de 1943, fecha de LEPANTO en que la unidad recibió la orden de volver a ESPAÑA. Integraron la División Azul 17.000 voluntarios españoles, La unidad combatió en el frente de LENINGRADO (San Petersburgo) desde octubre de 1941. Después de su retirada se mantuvo en el frente la LEGIÓN ESPAÑOLA de VOLUNTARIOS, compuesta por 2.000 combatientes, que también fue retirada unos tres meses más tarde. (Consultar de JOSÉ MARÍA MUNDET, Europa en llamas 1939, con JOSÉ ANTONIO LLORENS-MIGUEL AZNAR, como Voluntarios españoles en Rusia, p. 364-369. Ediciones Acervo, Barcelona, 1975).
¡Y también en Diario Pampero Cordubensis…por supuesto!
*LA BATALLA FINAL DE BERLÍN*
“Las WAFFEN SS españolas, los últimos defensores de la Cancillería, todos los supervivientes de aquella odisea conocerán la misma suerte: el aniquilamiento o la captura.
La lucha había sido titánica. La mayoría de mis camaradas habían llegado a perder la noción. Pero todos ellos se habían comportado con una bravura extraordinarios, a pesar de las condiciones dramáticas en las que entró en acción la unidad española. Lo que más me llenaba de satisfacción era el hecho de que aquellos camaradas jóvenes, poco entrenados y, sobre todo, mal apoyados, hubieran hecho frente a los rusos sin derrumbarse en el primer encuentro. Aquel bautismo de fuego en BERLÍN había sido algo terrible, y dudo de que ninguna otra tropa del mundo hubiese podido mostrar el mismo espíritu de sacrificio, el mismo indomable coraje.
Un día, antes de que anocheciera, el capitán WILLI fue llamado por HITLER. Era el 30 de abril de 1945.
Cuando regresó, después de su entrevista con HITLER, se presentó en la sala de Transmisiones del Ministerio del Aire y me rogó que le siguiera, acompañado de JACOBO, mi intérprete. WILLI nos condujo al departamento en el que estaban instalados los cuadros de transmisiones del Ministerio, a cuyo servicio continuaban algunas muchachas. La orden de desalojar la sala, dada por WILLI, causó verdadera estupefacción en aquellas mujeres; algunas de ellas, descompuestas, lloraban amargamente, en tanto que otras obedecían, caminando como sonámbulas.
Cuando nos quedamos solos, WILLI dijo:
- He recibido órdenes concretas del Führer para que formemos un grupo con nuestros mejores, a los cuales tendremos que retirar de las posesiones; los demás deben quedarse, sin saber que vamos a intentar romper el cerco ruso. Nadie debe enterarse de esta orden, y el que no sepa callarla debe ser muerto en el acto. Tenemos que reunir a nuestros camaradas aquí, y la orden de marcha será la siguiente: dirección Norte, en caso de extravío casual o forzoso debido a las circunstancias, punto de concentración Stettiner Banhof. La consigna será “CARAJO”. Cuando el capitán WILLI terminó, nos dirigimos hacia el lugar donde se encontraban mis sargentos de enlaces ROBERTO GARCÍA, VÁZQUEZ y CARRANCHAS, HABLANDO CON ALGUNOS CAMARADAS HERIDOS Y OTROS EXTENUADOS de fatiga por los días que llevaban luchando sin descanso. Al principio – según MIGUEL ESQUERRA – dudé como callarme o explicar lo que ocurría, pero pensé que era el responsable de la situación en que la orden se diera tal como yo la concebida: “SALVARLES A TODOS”.
BERLÍN, a VIDA o MUERTE
MIGUEL EZQUERRA, nacido en CANFRANC (HUESCA) parece ser un personaje histórico al que le correspondió vivir en una época que no era la suya. Su indomable espíritu aventurado resulta más propio de aquellos tiempos en que los tercios españoles (infantería, reina de las batallas) de FLANDES, Países Bajos imponían su ley en Occidente, que de los años 40, cuando vivió su peripecia histórica, absorbido por la llamada imperiosa de la trágica contienda mundial. ESQUERRA fue protagonista en aquel terrible enfrentamiento que rindió su última batalla en BERLÍN, encrucijada de EUROPA. Participó en aquella lucha final que revistió unos caracteres épicos, y que mantenía sólo por sentido del honor y por espíritu de desesperación, sin esperanza ninguna de victoria.
Después de haber luchado en la Cruzada de Liberación (denominada Guerra Civil Española 1936, 18 de julio- 1939, 1º de abril) lo hizo en el frente del Este (contra la Rusia soviética), como oficial de la División AZUL. Volvió al frente, cuando ya se había retirado esta unidad, encuadrándose en las SS alemanas, en donde mandado voluntarios españoles y por méritos de guerra los grados de comandante, de teniente coronel y coronel. DESPUÉS DE DEFENDER LA CANCILLERÍA DE HITLER, junto con un núcleo de ESPAÑOLES, cayó prisionero de los rusos.
El trepidante relato está escrito con sobriedad, escuetamente, como al modo de un hombre de acción, para quien sólo cuentan los hechos en sí. Éstos, realmente, no necesitan comentarios o adornos, porque llevan implícita su profunda significación.
Luchador duro y temperamental, EZQUERRA fue también profundamente humano, de profesión MAESTRO NACIONAL. Precisamente por ello su actuación tiene una constante: LA LUCHA CONTRA EL COMUNISMO SOVIÉTICO. EL DOMINIO COMUNISTA LLEVA, PARA EL AUTOR, EL SIGNO DE LA TIRANÍA EN CUALQUIER LUGAR EN QUE SE IMPLANTE, Y SE CARACTERIZA PRECISAMENTE POR LA TOTAL AUSENCIA DE HUMANIDAD.
*EDITÓ: gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
DIARIO PAMPERO Cordubensis e INSTITUTO EMERITA URBANUS.
Córdoba de la Nueva Andalucía, a 2 de enero del Señor de 2011, fiesta del Dulce nombre de MARÍA
Sopla el Pampero. ¡VIVA LA PATRIA! ¡LAUS DEO TRINITAS! ¡VIVA HISPANOAMÉRICA!
Gratias agamus Domino Deo nostro! gspp.
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