jueves, julio 31, 2008

La estrategia socialista en “Occidente”: LA CONSPIRACIÓN DE ANTONIO GRAMSCI

GUERRA DE MOVIMIENTO Y GUERRA DE POSICIÓN

La teoría ampliada del Estado es la base que permite a GRAMSCI responder de modo original a la cuestión del fracaso de la Revolución en los países occidentales; ese fracaso de la Revolución ocurrió, supone GRAMSCI porque no se tomó debidamente en cuenta la diferencia estructural que existe entre, por un lado, las formaciones sociales de “Oriente” (entre las se incluye la de Rusia zarista), caracterizadas por la debilidad de la Sociedad Civil en contraste con el predominio casi absoluto del Estado-coerción; y, por otro, las formaciones sociales de “Occidente”, donde se da una relación más equilibrada entre sociedad civil y sociedad política, o sea, donde se realizó concretamente la “ampliación” del Estado. A partir de esa respuesta, GRAMSCI puede formular, de modo positivo, su propuesta de estrategia para los países “occidentales”: en las formaciones “orientales”, el predominio del Estado-coerción impone a la lucha de clases una estrategia de ataque frontal, una “GUERRA DE MOVIMIENTO”, dirigida directamente hacia la conquista y conservación del Estado en sentido estricto; en “Occidente”, al contrario, las batallas deben emprenderse inicialmente en el ámbito de la sociedad civil, tendiendo a la conquista de posesiones y de espacios (“GUERRA DE POSICIÓN”), de la dirección político-ideológica y del consenso de los sectores mayoritarios de la población, como condición para el acceso al poder del Estado y su posterior conservación.
Paulatinamente, sin embargo, en la medida en que el desarrollo de los procesos de socialización de las fuerzas productivas llena a una socialización de la participación política, en que esa “fluidez” propia de la época del liberalismo de participación restringida cede lugar a la “estructura masiva” de las democracias modernas – y GRAMSCI pone el punto de inflexión en 1870 -, las sociedades europeas pasan a “occidentalizarse”: se impone así un cambio en la estrategia de la lucha socialista.
La fórmula cuarentiochesca de la “revolución permanente” – concluye GRAMSCI – es sometida a una relaboración, encontrando en la ciencia de “hegemonía civil”. En el arte político ocurre lo mismo que en arte militar: la guerra de movimiento deviene cada vez más en guerra de posición. (A. G., Notas sobre Maquiavelo, p.112,113).
Por lo tanto, la renovación/superación, gramsciana no se refiere únicamente a la táctica concreta de los bolcheviques rusos en una sociedad de tipo absolutista, implicando la imposibilidad de su aplicación universal, sino que engloba también un cierto blanquismo residual presente en las formulaciones de MARX y ENGELS, sobre todo hacia 1848, cuando lidiaban con sociedades liberales que aún no se habían “occidentalizado” plenamente. En segunda lugar, cabe observar la correlación que GRAMSCI establece entre “guerra de movimiento” y “revolución permanente”, por un lado, y entre “guerra de posición” y “conquista de la “hegemonía civil”, por el otro; la clave de la “guerra de posesión” de la estrategia adecuad a los países “occidentales” o que se “occidentalizan”, reside precisamente en la lucha por la conquista de la hegemonía, de la dirección política o del consenso. O, para usar las palabras del mismo GRAMSCI:
Un grupo social puede y hasta tiene que ser dirigente YA ANTES de conquistar el poder gubernativo (ésta es una de las condiciones principales para la conquista del poder); luego, cuando ejerce el poder y aunque lo tenga lo tenga firmemente en sus manos, se hace dominante, pero tiene que seguir siendo también “dirigente”. (A.G. “El problema de la dirección política, p. 486).
Esa aguda percepción de las transformaciones históricas ocurridas en las sociedades capitalistas, con la con la necesidad de una renovación de la estrategia marxista de transición al socialismo, no debe ocultar el hecho de que GRAMSCI – al formular – estaba dando también una batalla política ACTUAL, precisamente contra los que no advertían la necesidad de esa renovación. Para él, el
Paso de la guerra de movimiento (y del ataque frontal) a la guerra de posiciones incluso en el campo político (...) me parece la cuestión de teoría política más importante planteada por el período de la postguerra (1914-1918) y la más difícil de resolver justamente. Y, en seguida, critica duramente a TROTSKY por seguir proponiendo la teoría de la “revolución permanente”, del ataque frontal, “en un período en que este sólo es causa de derrotas”(t.3,p.105).
Pero sería interesante observar que aunque sus críticas se dirigían explícitamente a TROTSKY y (como veremos) a ROSA LUXEMBURGO, GRAMSCI se opone aquí, en realidad, a toda la línea seguida por la INTERNACIONAL Comunista en el período que va de 1929 a 1934; una línea basada en la falsa suposición de un inminente colapso del capitalismo, de la apertura de una crisis revolucionaria mundial (concebida en términos de “catastrofismo económico”), con la consiguiente deducción de la necesidad de adoptar una táctica de ataque frontal, de ofensiva en todos los planos, según la cual incluso la Socialdemocracia debía ser tratada y combatida como a una “hermana gemela del fascismo”.
Combatiendo el trotskismo y, al mismo tiempo, el “viraje izquierdista” de STALIN después de 1929, GRAMSCI se mantiene fiel a las directrices indicadas por LENIN en el III Congreso de la IC (1921), cuando el “izquierdismo” es duramente combatido y la IC propone una política de “frente único” con las demás fuerzas obreras y socialistas, una política que intuía la mayor complejidad de las de las sociedades “occidentales”, pero que sería abandonada por STALIN precisamente a partir de 1928-1929.
Me parece que ILICH (LENIN) comprendiendo – observa GRAMSCI – que era preciso un cambio de la guerra de movimiento, aplicada victoriosamente en Oriente (esto es, en Rusia) en 1917, a la guerra de posiciones, única posible en Occidente (...). Esto es lo que creo que significa la fórmula del “frente único”.
Y GRAMSCI prosigue, estableciendo de modo concreto la determinación central de la diferencia entre Oriente y Occidente:
En Oriente, el Estado lo era todo, la sociedad civil era primitiva y gelatinosa; en Occidente, entre Estado y sociedad civil había una justa relación y en el temblor del Estado se discernía de inmediato una robusta estructura de la sociedad civil. El Estado era sólo una trinchera avanzada, tras la cual se hallaba una robusta cadena de fortalezas y casamatas; en mayor o menor medida de un Estado a otro, se comprende, pero precisamente eso requería un cuidadoso reconocimiento de carácter nacional. (p. 157).
El concepto de “sociedad civil” introduce aquí una conceción esencial en relación a una formulación análoga a la de 1924. Es precisamente esa 2RELACIÓN EQUILIBRADA” ENTRE Estado y Sociedad Civil la que desautoriza, en Occidente, la sobreestimación del papel de las crisis económicas en el proceso de disgregación del bloque dominante y, en consecuencia, el establecimiento de la estrategia en la idea de un “ASALTO REVOLUCIONARIO” AL PODER. Contra ROSA LUXEMBURGO, GRAMSCI insiste en el hecho de que,
(...) en lo que respecta a los Estados más avanzados, (...) la “sociedad civil” se ha convertido en una estructura muy compleja y resistente a las “irrupciones” catastróficos del elemento económico inmediato (crisis, depresión, etc): las superestructuras de la sociedad civil son como el sistema de trincheras en la guerra moderna. (A.G. Notas sobre Maquiavelo, p.94).
De aquí por qué GRAMSCI, para definirlas, se refiere a la noción de “crisis orgánica”, o sea, a una crisis que – a diferencia de las “crisis ocasionales” o “coyunturas” – no lleva consigo la posibilidad de una solución rápida por parte de las clases dominantes y significa una progresiva disgregación del viejo “bloque histórico”. GRAMSCI usa la expresión “bloque histórico” en dos acepciones distintas, aunque relacionadas dialécticamente: 1) como la totalidad concreta formada por la articulación de la infraestructura material y las superestructuras políticos-ideológicas y 2) como una alianza de clases, bajo la hegemonía de una clase fundamental en el modo de producción, cuyo objetivo es conservar o revolucionar una formación económico-social existente.
Si la “crisis orgánica”, en su aspecto económico, se presenta como manifestación de contradicciones estructurales del modo de producción, también aparece – en el aspecto superestructural, político-ideológico – como CRISIS DE HEGEMONÍA. Y así es como GRAMSCI la define:
Si la clase dominante ha perdido consenso, o sea, si ya no es “dirigente”, sino únicamente “dominante”, detentadora de la pura fuerza coercitiva, esto significa precisamente que las grandes masas se han apartado de las ideológicas tradicionales, que no creen ya en lo que antes creían, etc. La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer. (Cuadernos, t. 2, p. 37).
En suma: en la “guerra de posiciones” que atraviesa una crisis de hegemonía, preparándola o dándole progresivamente una solución, no hay lugar para la espera mesiánica del “gran día”, para la pasividad espontaneísta que cuenta con la irrupción de una explosición de tipo catastrófico como condición para el “asalto al poder”. El criterio central para la decisión de la crisis es la iniciativa de los sujetos políticos colectivos, la capacidad de HACER POLÍTICA, de envolver a grandes masas en la solución de sus propios problemas, de luchar cotidianamente por la conquista de espacios y posesiones, sin perder de vista el objetivo de promover transformaciones de estructuras que pongan fin a la formación económico-social capitalista. Si la crisis económica no se traduce espontáneamente en la disgregación del bloque dominante (sino que incluso puede, en ciertas condiciones, favorecer una reagregación de ese bloque), ello significa que tal disgregación depende directoriamente de la capacidad de la clase dominada para HACER POLÍTICA; o, en otras palabras, para conquistar progresivamente para sí la hegemonía perdida por la clase dominante. Tenemos así que esta conquista de la hegemonía, la transformación de la clase dominante ANTES de la toma del poder, es el elemento central de la estrategia gramsciana de transición al socialismo; una estrategia que, además de impuesta por la mayor complejidad de las sociedades “occidentales”, tiene la ventaja de ofrecer resultados más estables, seguros, pues – según GRAMSCI – “la guerra de posiciones” una vez ganada, es decisiva definitivamente. (t.3, 106). Y no está de más recordar aquí que para convertirse en clase dirigente en clase dirigente, hegemónica, la clase obrera debe volverse – como ya lo dijo GRAMSCI desde mediados de los años veinte- CLASE NACIONAL: o sea, debe superar cualquier espíritu corporativista y asumir como suyos todos los problemas efectivos de la nación.
GRAMSCI registra la intuición de LENIN sobre la necesidad histórica de pasar de la guerra de movimiento a la guerra de posesiones, dice lo siguiente:
ILLICH no tuvo tiempo de profundizar su fórmula, aún teniendo en cuenta que él podía profundizarla sólo teóricamente, mientras que la misión fundamental era nacional, o sea que exigía un reconocimiento del terreno y una fijación de los elementos de trinchera y fortaleza representados por los elementos de la sociedad civil. (ibid. P.117)
En realidad, este planteamiento de GRAMSCI puede leerse también con un programa de trabajo-. A lo largo de los CUADERNOS, él se empeña precisamente en profundizar los dos momentos, en hacer aquello para lo que LENIN “no tuvo tiempo”. En primer lugar, emprende la profundización a nivel teórico, con su teoría ampliada del Estado, con la formulación de la diferencia entre las formaciones “orientales” y “occidentales”, con los conceptos de “guerra de posesión” y de “crisis orgánica”, etc. Y, en segundo, opera un profundo reconocimiento del “terreno nacional” ITALIANO, gracias a sus detallados estudios sobre el proceso peculiar de transición al capitalismo en Italia (a través de una “revolución pasiva” o “revolución sin revolución”,sobre la centralidad nacional de las cuestiones meridional y vaticana, sobre el carácter cosmopolita y no-nacional y popular de la cultura y de los intelectuales italianos, etc. Un lugar destacado, en ese reconocimento del “terreno nacional”, es el ocupado por las formulaciones de GRAMSCI sobre la “fase de transición” que, a su juicio, deberá existir entre la caída del fascismo y la revolución socialista en Italia.

GRAMSCI EN EL PALACIO DE LAS IDEOLOGÍAS. LA CONSPIRACIÓN DE A.GRAMSCI.
Hace 57 años (abril 1994) moría ANTONIO GRAMSCI, uno de los más influyentes pensadores políticos del siglo pasado.
El autor, ANTNIO LEAL, quien vivió quince años en Italia, estrechamente vinculado al partido que fundó GRAMSCI, escribió en 1991 un libro dedicado a su pensamiento (GRAMSCI: LA CIUDAD FUTURA). En él postulaba que el gran desafío de la nueva izquierda y de los bloques progresistas era ubicarse en la dimensión gramsciana de la POLÍTICA, ligada a una nueva estrategia de las transformaciones en Occidente, distinta del filón que deriva de la teorización de la revolución de octubre.
A tres años de dicho libro, avanza aquí algunos juicios acerca del liberalismo como condición ideal del socialismo, y sobre los límites que hoy observa en la elaboración gramsciana.
ANTONIO LEAL, doctor en Historia, de la filosofía, es profesor de Pensamiento Político de la Universidad Andres Bello y Secretario general del Partido Democrático de Izquierda, ex PCI.
Ciertamente, el mundo de GRAMSCI no era ni el de la guerra civil de Francia, ni el de la Comuna de París, ni el triunfo socialdemócrata alemán, en las elecciones de fines del siglo XIX, que determinaron, en gran medida, las diversas de la reflexión de MARX y ENGELS sobre el Estado. No era, tampoco, el clima insurreccional de la revolución de octubre, ni el de guerra civil en Rusia y de las tareas de la NEP, como tampoco el de un Estado milenariamente totalitario, como el zarismo, por el cual no había pasado, ni pasaría durante 70 años del comunismo soviético, la revolución francesa y las conquistas, valores, principios y formas de organización de la democracia representativa.
GRAMSCI comprende, especialmente en la elaboración de los “Cuadernos de la cárcel”, que el camino de los soviets, en Europa Occidental, era inviable y que la revolución y la idea misma del socialismo debían situarse en el desarrollo de la sociedad civil y en el paso de las contradicciones que se dan en la esfera de la estructura a una sede más compleja y articulada: el bloque histórico. GRAMSCI, que había impulsado en 1919, en homología a los soviets rusos, la creación de los “Consejos de Fábricas”, que conmovió las fábricas de Turín y del norte de Italia durante el período del “bienio rosso”, comprendió tempranamente que después de la derrota de las tentativas revolucionarias en Alemania, Hungría, Baviera, Austria, la Revolución rusa, no obstante su impacto mundial, era una situación particular, que de ninguna manera podía convertirse en un modelo y que era necesario recomenzar de Occidente para configurar una nueva estrategia que valorizara la CULTURA, la dimensión ético-espiritual, el individuo, la continuidad del conocimiento de la historia y la discontinuidad que implicaba la configuración de las TRANSFORMACIONES.
Todo ello comportaba, sin duda, no sólo una visión alternativa y lejana del Leninismo y de la experiencia rusa, sino además la superación del propio MARX, al manos en la parte más radical de su elaboración, y la creación de un horizonte teórico completamente nuevo, capaz de indagar, ya no sólo en la fase del ascenso del movimiento obrero y de la crisis del Capitalismo, sino, también, y muy especialmente, en este nuevo fenómeno llamado FASCISMO, y en la nueva fase expansiva del Capitalismo, determinada por el fordismo y el taylorismo, que GRAMSCI apreció como el elemento más progresivo de la economía y que lo llevó a pensar, como una de sus más agudas intuiciones, que era “americanismo” y no la economía de guerra-estatal de STALIN lo que definiría el futuro producto y tecnológico de la humanidad.
Es así, entonces, que mientras la Internacional Comunista teorizaba sobre el socialfascismo, GRAMSCI proponía para Italia la Asamblea Democrática Constituyente como salida al Fascismo; mientras la Internacional Comunista hablaba de la crisis global y definitiva del Capitalismo y de la inminencia del Socialismo, GRAMSCI hablaba de una nueva fase de expansión capitalista y de la necesidad de preparar al movimiento obrero para en las nuevas y “complejas trincheras” de la ideología y de la CULTURA y veía el progreso en la racionalización de la industria norteamericana. Mientras la IC impulsaba el ASALTO AL PODER, la instalación de la dictadura del proletariado y de la violencia como método, GRAMSCI hablaba de construir la hegemonía del sujeto histórico para acceder a la sociedad civil y al Estado a través del CONSENSO y de las mayorías; mientras la IC ubicaba, como el marxismo en general, todos los fenómenos de la vida humana en el ámbito de las clases y transformaba las necesidades políticas en razones éticas, GRAMSCI elaboraba una idea de trasformación que liga, estrechamente, ética y política en la dimensión de un moderno universo social.

EL ANTI-STALINISMO DE GRAMSCI
Sin duda, la investigación que GRAMSCI lleva adelante desde la cárcel está profundamente determinada por su creciente desapego de la experiencia rusa, completamente ajena a la cultura europea, y por su fuerte contradicción con el autoritarismo de STALIN, cuyo régimen era considerado por GRAMSCI, ya en 1929, como “cesarista regresivo”, calificativo que utilizaba para nominar nada menos al régimen de MUSSOLINI. Es decir, veía en STALIN a un dictador que conducía la experiencia socialista a un fracaso inevitable, mucho antes que los mayores intelectuales europeos lograran siquiera imaginarse la dimensión del holocausto que produciría el dictador comunista georgiano.
“Los Cuadernos” y “Las Cartas de la cárcel entregan no sólo formas sutiles o abiertas de preocupación o condena respecto de lo ocurría en la URSS, sino además un método interpretativo sobre el estalinismo. Señalaba que la exacerbación del “estatismo” en lo político y en lo económico sólo conduciría a un creciente concentración del poder, a un Estado de funcionarios “elemental, pobre y autoritario”, cuyas características estaban más ligadas al viejo Estado zarista que al Estado expansivo que el Capitalismo creaba en Occidente. De igual manera, en el mismo período, formuló una dura crítica a los rudimentarios y sesgados métodos de la “planificación económica del Socialismo” que, inspirados en los economistas oficiales LAPIDAU y OSTROVITRANOV, se llevaban adelante, produciendo la colectivización forzada del campo, las grandes migraciones de pueblos enteros que STALIN trasladó brutalmente y el exceso de planificación económica y centralizada que a partir de ese momento caracterizó no sólo la experiencia rusa, sino toda la vida de los “comunismos reales” QUE SE DESPLOMARON A PARTI DE 1989.
Sin embargo, seguramente el fenómeno más relevante de sus conclusiones está dado por el hecho de que GRAMSCI no concibió el fenómeno estalinista sólo como una degeneración del Marxismo, sino que llegó a la conclusión de fondo de que muchos de sus elementos, aislados y extrapolados, eran parte de la propia interpretación filosófica de MARX, agigantados por esa verdadera “revolución copernicana” del Marxismo que era el Leninismo: en MARX ya aparecían los conceptos de “verdad histórica científica”, “ideología desde afuera”, “dictadura proletaria”, que configuraban las verdaderas claves del poder autoritario comunista.
GRAMSCI, sin duda, perteneció al núcleo de los pensadores más abiertos de la “belle époque” del Marxismo y compartió, con énfasis, tiempos y realidades diversos, con GEORGE LUCKACS y ROSA LUXEMBURG, altos niveles de autonomía y de elaboración que se diferenciaron definitivamente del Marxismo-Leninismo, que se transformó en la doctrina oficial de los Partidos Comunistas de todo el mundo.

HEGEMONÍA ÉTICA Y CULTURAL
Muchos estudioso han calificado a GRAMSCI como el “teórico de las superestructuras”. Puede ser reductiva esta clasificación; sin embargo, lo cierto es que GRAMSCI reconceptualiza y reubica formulaciones filosóficas y políticas anteriores para determinar un nuevo “léxico de la política”. GRAMSCI parte por especificar el concepto de BLOQUE HISTÓRICO, situándolo en una determinada fase dentro de una misma formación social, comprendiendo, con ello, el desarrollo no sólo como ruptura, sino también en sentido evolutivo, cuestión hoy vital cuando se trata se trata de operar en el escenario de un solo sistema.
Clave, en la redefinición de la nueva ESTRATEGIA diferenciada para Occidente que elabora GRAMSCI, es el de determinar el alcance del concepto de SOCIEDAD CIVIL y el vínculo que éste establece con la Sociedad en general. GRAMSCI separa, de una parte, la Sociedad Civil de la esfera de las relaciones económicas y la coloca en la SUPERESTRUCTURA, concediendo a ésta un papel autónomo y dinámico radicalmente del tiene la visión clásica. De otra parte distingue, en la superestructura, el momento fundamental del CONSENSO, que es típico de la sociedad civil, del momento coercitivo de la ley, que por el contrario es típico de la SOCIEDAD POLÍTICO, es decir, del Estado.
La reconceptualización gramsciana de la Sociedad Civil representa una novedad no sólo respecto de MARX, sino de la cultura filosófica y política en general. Para ADAM SMITH la sociedad civil es el intercambio y el comercio. Para KANT es la sociedad de las relaciones económicas, y se basa en la ley de la competencia y en ambición de poder y de riqueza y de riqueza. VOLTAIRE hace su crítica al Cristianismo en nombre y desde el punto de vista de la sociedad civil, con la que se identifica el progreso moral de Europa. HEGEL sitúa en la sociedad civil tanto la esfera económica cuanto sus relaciones y las formas de organización del Estado. MARX la circunscribe al conflicto de las relaciones económicas.
GRAMSCI confiere al concepto de sociedad civil un contenido absolutamente moderno, radicado totalmente en la SUPERESTRUCTURA. La sociedad civil es el lugar específico de la producción del consenso y, por tanto, la base real, la garantía de la estabilidad del Estado, la sede del desarrollo de la hegemonía. Es el contenido ético del Estado. A través de la sociedad civil el Estado forma el consenso; trata de elevar a la población al nivel de las exigencias del modelo productivo. Es aquí donde se produce el paso de lo objetivo a lo subjetivo y, por ende, el punto de partida de una visión enormemente más elaborada que la de MARX.
En definitiva, la elaboración gramsciana es la única teórica política de la transición formulada por un teórico de génesis marxista e implica la superación de la dicotomía entre superestructura y estructura – lo que en el plano filosófico representa la superación de la subordinación de la materia por sobre el espíritu, que es el punto de partida de muchos de los elementos conflictivos, unilaterales y autoritarios presentes en la “esencia” del Marxismo – y la eliminación de una visión reductiva del Estado que ha visto en este sólo un órgano coercitivo que, a juicio a LENIN, era necesario “destruir” como condición para acceder al “poder obrero”.
El centro de toda la concepción de la SUPERESTRUCTURA de GRAMSCI y de su extensión del concepto de Estado, sea respecto de MARX, pero, en general de la filosofía política de la época, reside en el tema ce la HEGEMONÍA. A través de ella se expresa la relación entre sociedad civil y Estado; la dialéctica entre consenso y autoridad; la diferencia entre “guerra de posición” (asedio) – que comporta una profunda reforma intelectual y moral como la difusión de una nueva hegemonía que transforma la filosofía en “SENTIDO COMÚN” de la sociedad – y “guerra de maniobras o de movimiento” (asalto) – que era el modelo típico delas revoluciones jacobinas, pasando por la francesa, rusa y por la mayoría de eventos de los dos últimos dos siglos y que comportaron siempre, como común denominador, la idea de ASALTO, del acto palingenético, la utilización de la violencia como “partera de la Historia” – y se define el papel de los intelectuales y el propio partido-pr´ncip. Este es el nudo de la elaboración gramsciana y, sin duda, su mayor aporte filosófico al marxismo y a la teoría política en general.
GRAMSCI afirma, en sus “Cuadernos de la Cárcel”, que “momento de la hegemonía o de la dirección cultural es el momento esencial de la más moderna filosofía de la praxis”. Aquí, como en la formulación del “partido-príncipe”, se vincula a MAQUIAVELO para tomar en su propia noción de hegemonía esta “doble naturaleza del centauro maquiavélico, de la bestia y del hombre”, de la violencia como factor que, en definitiva, no logra jamás construir una nueva civilización.
En mi opinión, la estrategia de hegemonía de GRAMSCI supera definitivamente en términos teóricos pero también históricos, a la noción de “dictadura de proletariado” que nace con MARX en tanto abstracción histórica, que absolutiza LENIN y que STALIN transforma en “dictadura del Partido Comunista”. Hegemonía, por el contrario, es sinónimo de DIRECCIÓN CULTURAL; es el componente obligatorio de la amplia social e ideológica del Estado en general; es un momento de medición entre teoría e historia, un momento de tránsito de la filosofía a la ciencia política.
Todo esto implica un verdadero re-pensamiento de la política desde MAQUIAVELO a MARX, y una reelaboración sea de la sociedad civil como de la sociedad política. Cambia el concepto de “Revolución Permanente” del MARX de 1848, como la estrategia eminentemente jacobina y extrema de LENIN. Desaparece, con GRAMSCI, ahora X, la tan cobijada la izquierda marxista-leninista, de la secuencia: espera – acumulación de fuerzas -, preparación de salto definitivo – asalto al poder como acto único y resolutivo y en cambio, se disemina la lucha hegemónica dentro de la sociedad civil y los aparatos de hegemonía, en una búsqueda permanente e ininterrumpida de soluciones incorporadas en un proyecto transformador que señala la capacidad de ser fuerza dirigente – no excluyente – dentro del Estado que se quiere democratizar y socializar.
Para GRAMSCI la hegemonía exige una constante capacidad para renovar la legitimidad y para construir nuevas esferas de consenso y de productividad cultural, de manera tal que el conflicto por la hegemonía queda siempre queda siempre abierto, no se gana de una vez para siempre, está en dispuesta, y ello prefigura la alternancia. Son temas completamente ausentes en el marxismo clásico y más aún, en el ortodoxo. La concepción de la hegemonía supone un régimen político de libertades democráticas y GRAMSCI lo señala claramente: “SOMOS LIBERALES, AÚN CUANDO SOMOS SOCIALISTAS. EL LIBERALISMO, EN CUANTO COSTUMBRES, HÁBITOS, REGLAS, ES CONDICIÓN IDEAL E HISTÓRICA DEL SOCIALISMO”. Es decir, GRAMSCI supera la idea de MARX y de LENIN del Estado-fuerza y le contrapone la idea de la SOCIEDAD REGULADA y de una libertad orgánica donde el ESTADO se identifica con SOCIEDAD CIVIL.
En la elaboración gramsciana de hegemonía hay una notable influencia del neoclasicismo griego; del renacimiento italiano; de una síntesis creadora que va desde ROBESPIERRE a KANT,y, sobre todo, del neoidealismo de BENEDETTO CROCE, particularmente en lo que se refiere al rol de la CULTURA, del pensamiento en el desarrollo de la historia y al lugar y función de los INTELECTUALES en un BLOQUE HISTÓRICO.
En los “Cuadernos de la Cárcel”, GRAMSCI pone el acento en el valor moral y político de la cultura que concibe integrada de tres factores principales: la historia, la obra de los intelectuales, y el fin ético-político de la CREATIVIDAD. Estos factores se entrelazan cuando se socializan los conocimientos y se pone de relieve el carácter de la propia conciencia crítica que es capaz de colocar en cuestión, como condición de desarrollo. Todo dogma, todo precepto fijo.
GRAMSCI concibe al intelectual, desde el punto de vista filosófico, como lugar principal de creación de la actividad nacional y como ideólogo y científico, como político y científico, como un verdadero “promotor” de la persuasión y, por tanto, analiza esta categoría de manera nueva: a partir de su función en la sociedad, ya que en tanto “funcionarios de superestructura” mantienen compacto un determinad BLOQUE HISTÓRICO, pero, a la vez, dado que poseen un alto grado de autonomía respecto de la estructura económica y de los modelos establecidos, son, también, un factor de autocrítica del sistema de cambio de éste.
Rica y vigente es la calificación que GRAMSCI hace de la combinación especialista más político; de la naturaleza y el valor de las tradiciones; del folclore; del lenguaje; de la religión en la formación de la subjetividad colectiva; de la cultura nacional-popular; del sentido popular; las bases de una teoría de la cultura que crea conciencia social y, a la vez, civilización.
De esta forma, democracia política es en GRAMSCI la tendencia a hacer coincidir a gobernantes y gobernados; es la TRANSFORMACIÓN de las exigencias de la SOCIEDAD CIVIL en derechos, pero, obtenido esto, y por tanto más allá del liberalismo formal, es la consolidación de estos derechos en comportamientos y decisiones autónomas de la colectividad, basada en sólidos principios éticos y en una perenne TRANSFORMACIÓN CULTURAL.

LÍMITES DE LA ELABORACIÓN GRAMSCIANA
¿En qué sentido se puede hablar hoy de GRAMSCI como teórico de la político? Naturalmente, es necesario evitar la tendencia a actualizar, a toda costa, su pensamiento, a manipularlo esquemáticamente y, sobre todo, a colocar en los hombros de GRAMSCI conceptos de la política que él formuló o que se universalizaron, en tiempos muy posteriores a los de su elaboración. Su pensamiento es producto de su ambiente histórico, político y conceptual. Aceptar el pensamiento de GRAMSCI significo, en su momento, admitir que había algo completamente nuevo en el Palacio de las Ideológicas; que había un análisis que, desde el Marxismo, establecía una supremacía de la realidad por sobre las verdades iluministas preconstituidas; que había un fuerte empeño político-ético, por desarrollar y por expandir en la vida cotidiana de la sociedad civil; que no había portadores de verdades objetivas, sino sólo la humildad de estar en la complejidad de las cosas y de los fenómenos.
Es decir, GRAMSCI ha servido, sobre todo, a la IZQUIERDA, para estar en la sociedad civil de manera no instrumental; para concebir, como elementos de diferenciación, altos niveles de APPEAL ético-moral como base de la proyección política.
El criterio debe ser el analizar a GRAMSCI en una perspectiva “metapolítica”, afirmando, sea el objetivo ético de la política, el LAICISMO típico de la Modernidad, como el objetivo de corregir el alejamiento de la política de la vida, y de la polis (de la ciudad ¿futura?) y de impedir que ésta se convierta en una pura gestión de poder. El pensamiento gramsciano es, sin duda, útil en esta dimensión.
Sin embargo, en este análisis emergen claramente los límites de la elaboración gramsciana. Para GRAMSCI, de todas maneras, el Marxismo es una doctrina de salvación que pone fin al reino de la ILUSIÓN (LA RELIGIÓN) y al del ENGAÑO (EL CAPITALISMO). El Marxismo creyó que todas las demás doctrinas eran “ideologías”, es decir, FALSA CONCIENCIA ,y, por tanto, distorsión de la realidad. El Marxismo, en cambio, era concebido no como una ideología, sino como un orden superior, como una ciencia normativa, como la unidad de la teoría y la práctica. Con el marxismo, la humanidad debía adquirir conciencia de ella misma y de destino comunista, y ésa debía ser la verdad de la historia.
GRAMSCI tuvo una visión, indudablemente, más laica del marxismo, y su Historicismo es mucho más que una lectura prometeica de la política. Pero al formular una concepción de PARTIDO-PRÍNCIPE, guía insustituible de los procesos de expansión del gobierno de la sociedad y sede primaria de la formación de Hegemonía, limitó la teoría de la hegemonía al no reconocer como sustancia de la democracia, el valor del PLURANISMO (pluripartidismo), de la representación.
GRAMSCI – al quedar prisionero de una concepción clasista que supone siempre la “eliminación” como factor político y la exclusión de otro grupo social – no convence cuando se trata de la formulación de los SUJETOS y los modos de los ejercicios del poder, de la configuración y el sentido de los sujetos activos de la historia. Todo ello, porque su Marxismo, abierto y expansivo, es de todos la CULTURA para el ascenso de una CLASE y de un PARTIDO AL PODER: es un MARXISMO para una REVOLUCIÓN que no logrará adquirir el grado de UNIVERSALISMO SOCIAL que su propio HISTORICISMO requería para ser plenamente MODERNO.

A MODO DE CONCLUSIÓN:
DON JUAN DONOSO CORTÉS, uno de los primeros hombres que entendió el “sentido profundo de las revoluciones”, en su segunda carta a Montalembert, el 4 de junio de 1840, le decía: “El verdadero progreso humano hubiera consistido en sujetar el elemento humano que corrompe, al divino que depura. La sociedad ha seguido un rumbo diferente: dando por fenecido el imperio de la fe y proclamando la independencia de la razón y de la voluntad del hombre, ha convertido el mal, que era relativo, excepcional y contingente, en absoluto, universal y necesario”. A lo que añadía, en la carta al cardenal FORNARI: “¿Quién no ve en las revoluciones modernas, comparadas con las antiguas, una fuerza de destrucción invencible, que, no siendo divina, es forzosamente SATÁNICA?... ¿Sería temerario creer que así como la palabra de Dios tomada en su sentido verdadero, es la única que tiene el poder de dar vida, s la única también, que siendo desfigurada, tiene el poder de dar la muerte?”. La Revolución MODERNA SOCIALISTA nace de esa desfiguración, de esa desacralización de la palabra divina y por eso provoca la muerte. El circuito que va de la Ilustración al Marxismo tiene ese sólo y único sentido profundo, en el pecado de soberbia, la “hybris” que llamaban los griegos, el pecado contra el espíritu: el pensar, contra toda evidencia, que el hombre es el creador de sí mismo, artífice de sí mismo, como quería GRAMSCI, ya sea por la luz de su razón o por la fuerza de su trabajo, lo mismo da. Bien ha dicho GILBERT K. CHESTERTON en su glosa del “Eclesiastés”: “Hay un pecado: decir que es gris una hoja verde/ y se estremece el sol ante el ultraje”. Los jóvenes revolucionarios no tienen salida porque han aprendido con MARX el principio dialéctico que niega el ser, la esencia de las cosas. Del devenir absoluto a la divinización del Hombre y de ahí al sacrificio de los hombres, no hay más que pasos dialécticos. Y si se niega el ser de las cosas, hay que negar también su comienzo que es Dios, y su consecuencia que es lo bueno, lo bello y lo verdadero. Sólo queda el “cambio” como un Moloch al que se le tributa el cotidiano ofrendatorio de víctimas humanas. Eso es lo que llaman, “el bien de la causa”, el “triunfo de la revolución”. Por eso es que PÍO XI definió (en su Encíclica Divini Redemptoris) a este sistema como “intrínsicamente perverso”. No por sus implicancias políticas, económicas, o sociales, sino por su radical, dialéctica, negación del Ser. ERNESTO GUEVARA, apodado “El Che”, no es principalmente por ésta o aquella acción violenta, sino por haber escrito que “podemos injertar el olmo para que dé peras” y así “LAS NUEVAS GENERACIONES VENDRÁN LIBRES DEL PECADO ORIGINAL”. Porque esa, su concepción “del hombre y del socialismo”, es “intrínsecamente perversa.
“No hay salvación para la sociedad – escribía JUAN DONOSO CORTÉS en su “Polémica con la Prensa Española”-, porque no queremos hacer cristianos a nuestros hijos y porque nosotros no somos verdaderos cristianos. No hay salvación para la sociedad, porque el espíritu católico, único espíritu de vida, no lo vivifica todo: la enseñanza, los gobiernos, las instituciones, las leyes y las costumbres”.
Los jóvenes rebeldes, tienen – si quieren -, pues, una alternativa para romper el laberinto ideológico que los lleva por el sendero de la muerte: la salida hacia arriba; que no es la del escapismo, como ellos piensan, sino de la verdadera estatura humana que se yergue para poder ser imagen y semejanza de su Creador.

EL PRIMER MODELO DE GRAMSCI: LA CONSPIRACIÓN DE A. GRAMSCI

Su texto central es el pasaje inicial citado en este ensayo en el que GRAMSCI escribe sobre la diferencia entre ORIENTE y OCCIDENTE y dice que en el Oriente el “Estado lo es todo”, mientras que en el Occidente, el Estado es la “trinchera avanzada” de la fortaleza interior de la sociedad civil, la cual puede sobrevivir a los peores temblores del Estado porque no es la “primitiva y gelatinosa” como en Oriente sino robusta y estructurada. Por lo tanto, la “guerra de maniobra o movimiento”(asalto) es la adecuada en el Oriente y la “guerra de posición” en Occidente. Esta tesis puede pues vincularse al argumento que la acompaña, reiterado en tantos otros textos, de que el Estado es la sede de la dominación armada o coerción de la burguesía sobre las clases explotadas, mientras que la sociedad civil es el escenario de su dirección cultural o hegemonía consensual sobre ellas, la oposición entre “fuerza y consenso, coerción y persuasión, Estado e Iglesia, sociedad política y sociedad civil.8QC, p. 763; A. Gramsci Notas... po.cit. p.155)

ORIENTE (Rusia) OCCIDENTE (Italia)
ESTADO sociedad civil


Sociedad civil Estado
Coerción Consenso
Dominación Hegemonía
Maniobra Posición

La preponderancia de la sociedad civil sobre el Estado en Occidente puede hacerse equivaler al predominio de la “hegemonía” sobre la “coerción” como forma fundamental del poder burgués en el capitalismo avanzado. Como la hegemonía pertenece a la sociedad civil prevalece sobre el Estado, lo que garantiza esencialmente la estabilidad del orden capitalista es la influencia CULTURAL de la clase dirigente. En el uso que hace de ella GRAMSCI en este caso, la hegemonía significa la subordinación ideológica de la clase obrera por parte de la burguesía, lo cual la capacita para gobernar mediante consenso.
El objetivo preliminar de esta fórmula es evidente. Consiste en establecer una diferencia obvia y fundamental entre la Rusia zarista y Europa occidental: la existencia de una democracia política representativa: Como tal, es análoga a la fórmula lapidaria de LENIN en la que declaraba que los zares rusos gobernaban por la fuerza y la burguesía anglo-francesa mediante el engaño y la concesión. “La experiencia mundial de los gobiernos burgueses y terratenientes ha desarrollado DOS métodos para mantener sometida a la gente. El primero es la “violencia” que, con los zares, demostró el pueblo ruso el máximo de lo que puede y no puede hacerse”, escribió LENIN. “Pero hay otro método, mejor desarrollado por la burguesía inglesa y francesa... el método del engaño, el halago, las frases finas, millones de promesas, sobornos mezquinos, y concesiones de lo no esencial mientras se reservan lo esencial”.
La concepción es la siguiente: el Estado en Occidente no es una maquinaria violenta de la represión políciaca como lo era en la Rusia zarista; las masas tienen acceso a él a través de las elecciones democráticas regulares que les permiten formalmente la posibilidad de un gobierno socialista.. Pero la experiencia nos muestra que estas elecciones nunca producen un gobierno socialista. Pero la experiencia nos muestra que estas elecciones nunca producen un gobierno dedicado a la expropiación del capital y a la realización del socialismo. Cincuenta años después del advenimiento del sufragio universal, un fenómeno de este tipo parece más lejano que nunca. ¿Cuál es la razón para esta paradoja? Debe de encontrarse en el condicionamiento ideológico previo del proletariado, antes del momento electoral en sí. La sede central del poder debe buscarse, por lo tanto dentro de la sociedad civil y, sobre todo, en el control capitalista de los medios de comunicación (prensa, radio, televisión, cine, publicidad), basado en el control de los medios de producción (propiedad privada). En una variante más sofisticada, el verdadero inculcamiento de la aceptación voluntaria del capitalismo tiene lugar no tanto mediante el indoctrinamiento ideológico de los medios de comunicación como mediante la difusión invisible del fetichismo de la mercancía a través del mercado o de los hábitos instintivos de sumisión inducidos por las rutinas de trabajo en oficinas o fábricas, o sea, tiene lugar directamente dentro del ámbito de los medios de los medios de producción.. Pero ya se dé el énfasis principal al efecto del aparato cultural o al económico, la conclusión analítica es la misma. Es el nexo estratégico de la sociedad civil el que se cree que mantiene la hegemonía capitalista en el seno de una democracia cuyas instituciones no excluyen o reprimen directamente a las masas. El sistema se mantiene por consenso y no por coerción.

En una carta de GRAMSCI fechada a comienzos de 1924, leemos: “La decisión, que en Rusia y lanzaba las masas a la calle, al asalto revolucionario, en la Europa Central o Occidental se complica debido a toda esa superestructura política creada por un desarrollo mayor del capitalismo, se enfrenta a una acción más lenta y más prudente de las masas y, por consiguiente, demanda del partido revolucionario una estrategia y una táctica más complejas y prolongadas que aquellas que fueron necesarias a los bolcheviques en el período comprendido entre marzo y noviembre de 1917”.
GRAMSCI, a su vez, critica acerbamente semejante planteamiento de la cuestión, que le parece viciado de burocratismo y superficialidad, y expresa su posición en términos bien claros: “... hoy, nueve años después de octubre de 1917, EL HECHO DE LA TOMA DEL PODER por parte de los bolcheviques ya no puede revolucionar a las masas occidentales, porque ya es historia y ha producido su efecto; ahora es activa, ideológica y políticamente, la convicción (si existe) de que el proletariado, una vez tomado el poder, PUEDE CONSTRUIR EL SOCIALISMO. El prestigio del partido está vinculado a esta convicción, que no puede ser inculcada a las grandes masas con los métodos de la pedagogía escolástica, sino sólo con la pedagogía revolucionaria, es decir, en virtud del hecho político de que el partido ruso en su conjunto esta persuadido de la justeza de su causa, y lucha unido”. CARTA de GRAMSCI a TOGLIATTI. 26 de octubre de 1926.
Barricadas, trincheras y alambradas.

2005: ¿UN NUEVO MOVIMIENTO GRAMSCIANO EN LA ARGENTINA?
Sin embargo, el evento más importante vinculado a este nuevo universo gramsciano en surgimiento, es la fundación, en octubre de 2000, de la ASOCIACIÓN ARGENTINA ANTONIO GRAMSCI, presentada como “FILIAL ARGENTINA DE LA INTERNATIONAL GRAMSCI SOCIETY”.La primera actividad pública de la nueva entidad fue la organización del Encuentro con el lema “Gramsci y la Revolución del Occidente: Europa-América”, realizado los 20 y 21 de octubre de 2000 en las instalaciones de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, que contó con auspicio del Instituto Italiano de Cultura y de la Cátedra Libre Antonio Gramsci, que funciona en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. En la nómina de los fundadores que aparece en la “presentación de la asociación Argentina Antonio Gramsci, en Internet, figuran los siguientes nombres: Emilio Corbiere, Daniel Campione, AntonioInfranca, Néstor Kohan, Andrés Mendez, Aldo Andrea Romero, Edgardo Logiudice, Leandro Ferreira.

JOSE NUN, es autor de uno de los más importantes textos gramscianos de la primera mitad de la década del 80, el artículo “Elementos para una teoría de la democracia: GRAMSCI y el sentido común”, presentado por primera vez en el Seminario “Le transformación politiche dell´America Latina: la presenza di Gramsci nella cultura latinoamericana”, Instituto Gramsci, Ferrara, Italia, 11-13 de setiembre de 1985, publicado por primera vez en la revista Punto de Vista, 1986, nº 9. Este y otros textos importantes como “La rebelión del coro”, “El otro reduccionismo” y otros fueron compilados en el libro La rebelión del coro. Estudios sobre la racionalidad y sentido común”, Bs. As. NuevaVisión, 1989.
Junto con los profesores mencionado por Claudio Gasparrino, debemos recordar que JUAN CARLOS PORTANTIERO, WALDO ANSALDI, ALFREDO PUCCIARELLI, HUGO CALELLO, EMILOO DE IPOLA, JOSE NUN, HORACIO GONZALES y otros intelectuales de la generación anterior al golpe de Estado del 76 y de las nuevas camadas post Dictadura, continúan trabajando con los textos gramscianos en sus aulas. La novedad, en tanto, parece estar en que el interés por GRAMSCI de las nuevas generaciones estudiantiles excede el uso meramente académico, extendiéndose al tratamiento de las cuestiones políticas.

La “Segunda Semana Gramsciana de Buenos Aires”, 2-4 de julio de 1997, fue organizada por: Fundación Juan B. Justo de Investigaciones Sociales y Políticas (FISYP); Foro de Debate Socialista; Cursos de Sociología y d Ciencia Política de la UBA; agrupamientos estudiantiles El Viejo Topo y El Bloke.

El tema de GRAMSCI esta cada vez en más cátedras. Hay una cátedra de HORACIO TARCUS en la Facultad de Ciencias Sociales. Hay otro, RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, de Ciencias Sociales, que está viendo en Gramsci. Se está dando mucho en la Facultad de Comunicación Social, donde hay grupos de estudio. Hay grupos de estudio de Gramsci en Ciencias Sociales. Aquí todo grupo que se piense de avanzada está leyendo a Gramsci. ES UN TEMA QUE ESTÁ TOCANDO TODO EL MUNDO. La cuestión HOY, diferente de poco tiempo atrás, es que, si quiero estudiar GRAMSCI, tengo un abanico grande posibilidades y lugares. Se está volviendo uno de los personajes más comunes en teoría de construcción social, movimientos, etc. (Claudio GASPARRINO, entrevista concedida al autor, RAÚL BURGOS, Bs. As., julio 1998)

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