miércoles, febrero 04, 2009

Regimiento de Granaderos a Caballo “General San Martín”



“FORMACIÓN DE SUS PRIMEROS OFICIALES”

Autor Lic. Gustavo Carrère Cadirant
Una edición especial de Diario Pampero – Instituto Eremita Urbanus - Córdoba (1850 - 17 de agosto – 2008) en homenaje a San MARTÍN y los GRANADEROS - 3 Feb 2009, sponsor Diario 7 y PyD Santa Fe de la Vera Cruz.

¡VIVA LA PATRIA!

“FORMACIÓN DE SUS PRIMEROS OFICIALES”

ÍNDICE

INTRODUCCION

Creación del Regimiento de Granaderos a Caballo

Ejercicio del Mando

DESARROLLO

Objetivo operacional
Aptitudes
Espíritu

CONCLUSIÓN:

Reflexiones finales

BIBLIOGRAFÍA:

INTRODUCCIÓN

“Los soldados de la patria no conocen el lujo, sino la gloria”.
General D José de San Martín

1. Creación del Regimiento de Granaderos a Caballo “Gral. San Martín”:

El 9 de marzo de 1812 había llegado Jose de San Martín al Río de la Plata, con el grado de Teniente Coronel de Caballería, presentando al gobierno la necesidad de crear un cuerpo modelo, donde la calidad humana fuera más importante que la cantidad; de esta forma - afirmó - se crearía un ejército de caballería disciplinado y moderno, dotado del espíritu necesario para combatir a las preparadas fuerzas realistas, aplicando la nueva táctica francesa de caballería, buscando emular de alguna manera, al ejército vencedor de la época, que es el de Napoleón, y de él, los granaderos de caballería franceses, que eran el cuerpo de elite.

Estaba consciente de la idiosincrasia y aptitudes de los habitantes de las Provincias Unidas y también de las dificultades que presentaba la extensión de las líneas de operaciones; por eso, y con las exitosas experiencias vividas en los campos de batalla europeos, estaba convencido de la creación del Escuadrón de Granaderos a Caballo.

El Estado Mayor General del Ejército[1], creado el 16 de noviembre de 1811, envió al Triunvirato un documento recomendando al Teniente Coronel San Martín; se extrae el siguiente pasaje:

“Buenos Aires, marzo de 16 de 1812”. “Del Estado Mayor”.
(…)
“Recomienda la colocación de Don José de San Martín que habiendo emigrado del Ejército de España siendo Comandante en el Regimiento de Dragones de Sagunto con la graduación de Teniente Coronel son útiles sus conocimientos en la carrera”.

Por ello no fue por casualidad que el Gobierno Superior Provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, el Triunvirato, con las firmas de Chiclana, Sarratea y Rivadavia, expide el nombramiento efectivo de José de San Martín como Teniente Coronel de caballería el 16 de marzo de ese año, y lo nombra conjuntamente Comandante del Escuadrón de Granaderos a caballo ha organizarse, previendo la necesidad de conformar un cuerpo de caballería idóneo y cualificado.

El Decreto original fue redactado en el formulario en uso para los despachos de grados militares; se rescata el siguiente aspecto:

“EL GOBIERNO SUPERIOR PROVISIONAL DE LAS PROVINCIAS UNIDAS DEL RÍO DE LA PLATA A NOMBRE DEL SEÑOR DON FERNANDO VII.”

“Atendiendo a los méritos y servicios de Don José de San Martín, y a sus relevantes conocimientos militares, ha venido en conferirle el empleo efectivo de Teniente Coronel de Caballería con sueldo de tal desde esta fecha y Comandante del Escuadrón de Granaderos de a Caballo que ha de organizarse, concediéndole las gracias, exenciones y prerrogativas que por este Título le corresponden…”.[2]

Señala Luqui-Lagleyze al respecto: “El 16 de marzo de 1812, a propuesta del entonces Teniente Coronel San Martín, se creó el Regimiento de Granaderos a Caballo, el cual debía estar compuesto por cuatro escuadrones de tres compañías cada uno. La organización dio comienzo por el primero, cuyos oficiales y tropas fueron elegidos especialmente por su comandante. El 2do escuadrón se formó el 11 de septiembre de 1812, y el tercero, el 15 de diciembre de ese año”.[3]

El Teniente Coronel San Martín preparó el Plan de Organización de la Plana Mayor y del Escuadrón, con dos Compañías, proponiendo la nómina de oficiales que deseaba incorporar; en tal sentido elevó al Triunvirato la siguiente propuesta:

Plana Mayor:
1 Comandante
1 Sargento Mayor
1 Ayudante
1 Porta Estandarte
1 Capellán
1 Trompeta
1 Sillero
1 Herrador

Cada Compañía:
1 Capitán
2 Tenientes
1 Subteniente
1 Sargento 1º
3 Sargentos 2º
1 Trompeta
4 Cabos 1º
70 Soldados montados
6 Soldados desmontados

Señala el Coronel Héctor Piccinali: “La organización del Escuadrón seguía en líneas generales a la descripta en las “Ordenanzas de Su majestad para el régimen, disciplina, subordinación y servicio de sus Ejércitos”, de 1768, Tratado primero, Título III”.[4]

Fue aprobado por Decreto del 21 de marzo, que expresaba: “Apruébase el plan y el pie de guerra que se acompaña con el goce de sueldo en todos iguales al Rgto. De Dragones de la Patria y a objeto de que se formalice la creación del indicado Escuadrón de Granaderos a Caballo, sin pérdida de tiempo, comuníquese con copia a donde corresponda, y archívese este original tomada que sea la correspondiente razón en el tribunal de cuentas, caja, Comisario gral. De Guerra”.[5]

Su firme voluntad generó sucesivos logros y empezó a conocer a los hombres que podrían integrar ese escuadrón, formado personalmente mediante instrucciones precisas y avanzando en sus lecciones, cuando comprobaba que ya habían interpretado sus anteriores órdenes. Sabía que para los oficiales y soldados, importaban tanto como las palabras los hechos y por eso, predicaba con su ejemplo.

Tenía un “Código de Honor”, conciso y severo, que determinaba los delitos punibles, desde el hecho de agachar la cabeza en acción de guerra y no aceptar un duelo justo o injusto, hasta el de poner las manos a una mujer aun siendo insultado por ella, y comprendía todos los casos de mala conducta personal.

Nos señala el General Bartolomé Mitre: “El primer escuadrón de Granaderos a caballo fue la escuela rudimental en que se educó una generación de héroes. En este molde se vació un nuevo tipo de soldado animado de un nuevo espíritu, como hizo Cromwell en la revolución de Inglaterra, empezando por un regimiento para crear el tipo de un ejército y el nervio de una situación. Bajo una disciplina austera que no anonadaba la energía individual, y más bien la retemplaba, formó San Martín soldado por soldado, oficial por oficial, apasionándolos por el deber y les inoculó ese fanatismo frío del coraje que se considera invencible, y es el Secreto de vencer. Los medios sencillos y originales de que se valió para alcanzar este resultado, muestran que sabía gobernar con igual pulso y maestría espadas y voluntades”.[6]

En mayo de 1812 quedó constituido el Escuadrón por los siguientes jefes y oficiales: como Comandante, el Teniente Coronel D. José de San Martín; el Sargento Mayor D. Carlos María de Alvear; el Ayudante Mayor D. Francisco Luzuriaga y el Porta Estandarte D. Manuel Hidalgo; se lo dividió en dos Compañías; en la Primera estaban el Capitán D. José Zapiola, el Teniente D. José Bermúdez y el Subteniente D. Hipólito Bouchard y en la Segunda, el Capitán D. Pedro Bergara, el Teniente D. Agustín Murillo y el Subteniente D. Mariano Necochea.

La instrucción se impartía en el cuartel ubicado cerca de la zona del Retiro, en el denominado Campo de Marte, actual plaza San Martín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y en los campos de Olivos y San Fernando.

El Teniente Coronel San Martín, con su humildad y modestia, pero con su férrea y enérgica voluntad que lo caracterizaban, sin constituirse en censor de la situación que se vivía, política y militarmente, “sistemáticamente cuidó de no ingerirse en la dirección de la guerra ni apuntar planes de campaña, contrayéndose seriamente a la tarea que se había impuesto, que era fundar una nueva escuela de táctica, de disciplina y de moral militar”.[7]

Así, después de escasos cinco meses de su creación, el brillante estado de la disciplina e instrucción del escuadrón de granaderos fue el móvil que llevó a pensar “elevarlo a regimiento de cuatro escuadrones, conforme a los reglamentos y prácticas de entonces”; en tal sentido, fue valorada esta escuela en que fue educado el plantel de ese cuerpo, ni más rígida ni escrupulosa con los soldados que con los oficiales, cuando a su turno estaban llamados a ejercer el rol de maestros.

Por Decreto del 11 de septiembre, el Triunvirato resuelve “la creación de un segundo escuadrón de Granaderos a caballo, a solo el mando del teniente coronel comandante don José San Martín”.

En relación a los oficiales, el general Espejo destaca: “Así cuando el gobierno resolvió en setiembre elevar a regimiento el primer escuadrón, eligió para oficiales de él la flor de la juventud en las mas aristocráticas familias de Buenos Aires”.[8]

Tres meses después, con fecha 7 de diciembre, el Gobierno Superior Provisional libra “despacho de Coronel del Regimiento de Granaderos a caballo al comandante de ese cuerpo don José San Martín”; firman al pie Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña, Antonio Álvarez Jonte, y Tomás Guido, en su carácter de Secretario interino de Guerra.

A decir por el historiador Julio Luqui Lagleyze, un experto en historia militar del Instituto Sanmartiniano, “la creación del Regimiento de Granaderos a Caballo, que finalmente el Triunvirato autoriza, representó todo un intento -exitoso- de modernización de una fuerza local que era poco más que una milicia armada, en no pocos casos, con sólo lanzas y boleadoras”.

2. Ejercicio del Mando:

El Teniente Coronel San Martín buscó la eficiencia del componente humano de su organización, especialmente la calidad de sus futuros oficiales, destacándose por el conocimiento de sus hombres, y especialmente de sí mismo: “El jefe deberá analizar, comprender, predecir, dirigir y controlar el comportamiento humano individual y colectivo de los hombres que componen su organización. Además deberá conocerse a sí mismo porque el efecto del mando dependerá de la interrelación entre dos o más personalidades. Este análisis introspectivo estará destinado a evaluar sus propias aptitudes, perfeccionar sus cualidades, dominar sus debilidades y controlarse para ganar de sus hombre voluntaria obediencia, confianza, respeto y leal, y activa cooperación”.[9]

Como Jefe del Escuadrón, San Martín impuso un exigente programa de capacitación al cual debían ajustarse todos los oficiales y reclutas; también estableció un severísimo régimen de conducta, a través de un código de honor, que él cumplía y respetaba primero que nadie.

En tal sentido, el M-65-1 nos señala en el Nro 5.001:

“a) La eficiencia del componente humano se manifestará en un doble aspecto:

El espiritual, que se reflejará en la moral individual y colectiva del conjunto.
La aptitud táctica, técnica y física que se evidenciará por la concurrencia de ciertos factores tales como la organización, la doctrina, la instrucción, la administración, etc, y la actitud individual y de conjunto para adquirirla y demostrarla”.[10]

Asimismo conviene tener presente los siguientes indicadores básicos del mando, pilares de los futuros oficiales sanmartinianos:

Moral:
“Es el estado mental y emocional del individuo y del conjunto. Se evidencia a través de la actitud que adoptan hacia todo aquello que los afecten directa o indirectamente. Sus manifestaciones positivas más relevantes son la motivación, la disciplina y el espíritu de cuerpo”.[11]

Motivación:
“Consiste en producir en el individuo o en el conjunto una entrega volitiva de energía en la obtención de una determinada finalidad creando en los hombres el afán de hacer su trabajo”.[12]

Motivación del grupo:
“El grupo puede ser motivado en dos formas bien definidas:
1) Por la acción intencional del jefe, en cuyo caso aplicará por extensión los procedimientos señalados en los Art 2.006 (La motivación individual) y 6.008 (La creación de las motivaciones y el empleo de los incentivos).
2) Por causas externas e internas al grupo normalmente ajenas a la acción intencional del jefe.
Las causas externas serán dadas por la influencia de otros grupos y la situación particular que se vive.
(…)
Las causas internas podrán ser conscientes e inconscientes. (…)”.[13]

Disciplina:
“Es el estado de orden y obediencia existente en el individuo y en el conjunto, que se manifiesta por la subordinación y el respeto en el cumplimiento de las órdenes, especialmente en situaciones difíciles, y la adecuada conducta y estricta observancia de las leyes y reglamentos militares”.[14]

Espíritu de Cuerpo:
“Es el estado mental y emocional de la organización que se logra cuando la totalidad o la mayoría de los individuos que la integran están identificados con sus valores, intereses y objetivos, y los adoptan como si fueran propios, de tal manera que sientan orgullo y satisfacción por sus éxitos y abatimiento por sus fracasos”.[15]

Eficiencia:
“La eficiencia de la organización será la resultante de un conjunto de factores que participan activamente en su desarrollo y obtención. Entre ellos, por su relevancia merecen destacarse la administración, la instrucción, la organización, la doctrina y la calidad del elemento humano. Estos factores alcanzarán su máximo rendimiento cuando sean auxiliados por la motivación, la disciplina y el espíritu de cuerpo. Recíprocamente, el incremento de capacidades en la organización y en sus hombres elevará la moral individual y de conjunto al proporcionar aptitudes, conocimientos, experiencias, confianza y seguridad”.[16]

DESARROLLO

"Hasta hoy las Provincias Unidas han combatido por una causa que nadie conoce, sin bandera y sin principio declarados que expliquen el origen y tendencias de la insurrección:
preciso es que nos llamemos independientes para que nos conozcan y respeten”.
Teniente Coronel D José de San Martín

1. Objetivo operacional

El primer objetivo del Teniente Coronel San Martín fue la selección, designación y formación de sus Oficiales; a los veteranos de las guerras europeas se le sumaban los que habían probado su valor al servicio de la causa revolucionaria desde 1810, y jóvenes cadetes.

“En la misma fecha en que se decretaba la creación del Escuadrón de Granaderos a Caballo, se confería empleo de Capitán de la Primera Compañía a D. José Matías Zapiola, y con fecha 17 del mismo mes el de Sargento Mayor a D. Carlos María de Alvear”[17]; así “comenzó metódicamente la selección y la instrucción del personal”. [18]

En tal sentido “podemos apreciar la existencia de un verdadero Colegio Militar en potencia, ya que se impartía instrucción sobre táctica, manejo de armas, moral y procedimientos, sin olvidar el aspecto jurídico íntimamente ligado a la más férrea disciplina militar. Indudablemente fue la ética y la moral los hábitos determinantes en la formación de los Oficiales, (…)”.[19]

Así quedarían delineados desde el nacimiento del Escuadrón de Granaderos, los valores y fundamentos primarios que San Martín esperaba se convirtieran en los basamentos del accionar del Ejército Argentino: la estricta disciplina y la conducta ejemplar; y en ese esquema, el cuadro de oficiales debía constituir su columna vertebral.

“San Martín caracterizó al conductor reflexivo y consciente. Poseía las grandes cualidades morales imprescindibles en un comandante de tropas. Era también un acabado maestro y un edificante ejemplo para sus oficiales. Los mejores Generales de la República en la Revolución fueron reclutados por él o instruidos en la escuela de su enseñanza, que será la mejor norma eterna para los oficiales argentinos. Era así un conductor y un maestro, difícil dualidad que solo se consigue en los hombres dotados de un equilibrio extraordinario”.[20]

Uno de “sus muchachos”, como los solía denominar ante jefes de otros regimientos, el Coronel Manuel Pueyrredón, comenta en relación al trato con sus oficiales: “Cuando hablaba era siempre con afabilidad, aún en los casos que tenía que revestirse de autoridad. Tanto en sus conversaciones familiares como en los casos, de demandas, cargos o reconversiones que tenía que hacer a sus subalternos, jamás se le escapaba una palabra descomedida que pudiese humillar al individuo. El modo de reprender a un oficial era siempre una lección dada con energía pero sin acritud, de que resultaba que el hombre salía de su presencia más orgullosos de lo que había entrado, y si algo prometía era siempre para cumplirlo”.[21]

El General San Martín logró en todo momento, el conocimiento de sus propios hombres, asegurando el éxito de su futura empresa libertadora: “El jefe deberá analizar, comprender, predecir, dirigir y controlar el comportamiento humano individual y colectivo de los hombres que componen su organización”.[22]

2. Aptitudes

El Regimiento de Granaderos a Caballo, destacado e inigualado durante la guerra de Independencia sudamericana, reconocía la permanente dedicación personal puesta por su jefe para educarlo e instruirlo, no menor que para seleccionar a sus integrantes y equiparlo adecuadamente.

a. Físicas

Inicialmente, fueron convocados para componer el primer escuadrón algunos veteranos de otras unidades, y luego se solicitaron contingentes a las provincias, hasta formar los otros dos. “Muchos de los oficiales eran porteños, como también los jóvenes cadetes que en los Granaderos Montados comenzaron su carrera militar”.[23]

El 12 de agosto de 1812 el Triunvirato decretó la admisión de cadetes en todos los Regimientos como establecían las Ordenanzas de 1768, a excepción del Nº 6, “Pardos y Morenos”; en tal sentido rescata el Dr. Ruiz Moreno: “Del cuerpo de cadetes que se inició en el propio regimiento –un mes antes de crearse como tal- fueron los primeros Manuel y Mariano Escalada, de 17 y 16 años respectivamente, (…) lo que sirvió para acicatear a otros jóvenes”.[24]

La política de selección del personal, extremadamente rigurosa en los oficiales y suboficiales, se extendió también al personal de soldados; el 18 de agosto de 1812, el Triunvirato, por pedido del Teniente Coronel San Martín, exhorta a los hijos de los pueblos de Misiones a combatir por la causa americana, en las filas de los Granaderos a Caballo.

El Dr. Rivadavia, el 22 de agosto, en cumplimiento de dicha resolución, solicita a los subdelegados de Yapeyú, Candelaria y Concepción, colaborar con el comisionado Francisco de Doblas para el reclutamiento de 300 guaraníes “… de talla y robustez que S. E. destina al Regimiento de Granaderos a Caballo al mando del teniente coronel don José de San Martín, oriundo de aquel territorio...”.[25] (…) “...cuya intención revelaba desde un principio el valor que se asignaba a la relación del terruño con el jefe para acrecentar el espíritu del cuerpo”. Asimismo, en su carácter de Secretario de Gobierno y Guerra, “había impartido instrucciones en el sentido que se tratara de elegir “a los oficiales que se creyera más dignos”.[26]

Si bien aquella orden no pudo cumplirse por varias circunstancias, se recurrió a la incorporación de reclutas de diversas provincias siguiendo un criterio de selección sumamente exigente, que tan buenos resultados daría luego en la práctica. En tal sentido nos ilustra el Coronel Martí Garro: “Entregado San Martín a la tarea que se le confiara, es conocida la “rigurosa” selección aplicada al reclutamiento del personal de oficiales y tropa, preparando minuciosamente lo que después habrá de constituirse en el glorioso regimiento de Granaderos a Caballo, que fue a través de los años el símbolo señero de la epopeya sanmartiniana”.[27]

“Con fecha 21 de abril de 1812 dio de alta como capitán a D. Pedro Zoilo Bergara, de origen español-europeo; el 24 de abril de 1812 como Teniente a D. Agustín Murillo, también español-europeo; el 21 de abril de 1812 como Subteniente a D. Mariano Necochea; el 24 de abril de 1812 como Teniente a D. José Bermúdez; con igual fecha, como Subteniente a D. Hipólito Bouchard, lo mismo que a D. Manuel Hidalgo para el cargo de Porta Estandarte. El 6 de mayo dio de alta como Ayudante Mayor a D. Francisco Luzuriaga”.[28]

El Teniente Coronel San Martín medía muy bien el grado de responsabilidad de sus Oficiales, y sabía que la jerarquía estaba proporcionada directamente a cada grado; por ello el procedimiento no solo demandaba tiempo, sino cuidado, conciencia y una serie de pautas muy particulares, dándose así término a la ligereza en los procedimientos de selección que se venían practicando en los distintos regimientos.

Como queda demostrado, las tareas de organización progresaban con lentitud, sean por la rigurosa selección de personal, la obtención del armamento y caballada, como también debido a las dificultades económicas y políticas.

b. Tácticas

El Teniente Coronel San Martín comprobó que las armas de la insipiente revolución estaban mal organizadas, “…que los ejércitos carecían de consistencia, que las operaciones no obedecían a ningún plan, y que no se preparaban los elementos para las grandes empresas que necesariamente habría que acometer; en una palabra, que no existía una organización ni una política militar”.[29]

Señala el Teniente Coronel Luis Leoni: “Además, la aguda percepción político- militar sobre su patria, de su territorio, de sus posibilidades, de la idiosincrasia y aptitudes de sus habitantes, como de la extensión de sus líneas de operaciones le señalaban, sin ninguna duda, la materialización de esa idea en un cuerpo de caballería, que ya en los campos de batalla de Europa había demostrado todo su valor y potencialidad”.[30]

El Dr. Levene rescata el siguiente pasaje sobre el nuevo concepto táctico de la caballería: “Es San Martín quien ha dicho –en las contestaciones a las preguntas del General Miller- que había formado un regimiento compuesto de cuatro escuadrones, “cuyo cuerpo rindió servicios muy señalados a la causa de la Independencia”, pues en la época de su creación “se ignoraba en las Provincias Unidas la importancia de esta Arma y el verdadero modo de emplearla, pues generalmente se la hacía formar en línea con la Infantería para utilizar sus fuegos”.[31]

Y el Dr. Ruiz Moreno señala: “Don José de San Martín presidía una “academia” para oficiales en la cual impartía sus conocimientos y difundía las innovaciones que introdujo en las prácticas establecidas. Simplificó la maniobra, aplicando un sistema derivado del francés, en vez de ajustarse a los movimientos señalados por los españoles; uniformó las voces de mando; implantó un nuevo código de toques de Corneta, luego adaptado para todo el ejército”.[32]

En tal sentido, la “caballada” ocupó también la atención preferencial del Teniente Coronel San Martín, y por ende de sus oficiales y tropa, por considerársela prácticamente “elemento de batalla”, esencial para la movilidad a darle al nuevo Cuerpo.

c. Técnicas

La descripción en detalle de la instrucción militar que se impartía a los oficiales y tropa se encuentra bien relatada y detallada en las obras citadas de los generales Espejo y Mitre.

Por primera vez se conoció un proceso metódico en la preparación de Oficiales y tropa, donde su jefe, instructor y educador a la vez, con su ejemplo personal, logró imponer una estructura y un espíritu de conjunto jamás logrado hasta entonces.

La instrucción era teórica y práctica, basada principalmente en los reglamentos franceses de la época. San Martín en persona fue modelando a su imagen y semejanza a todos y a cada uno de sus oficiales, ya que visualizó que no bastaba solo una sólida instrucción para llevar adelante la empresa emancipadora, sino que la misma debía ser acompañada de una férrea formación espiritual, moral y de una mística capaz de sostener tanto en la embriaguez de la victoria, como en el desaliento de la derrota. Cada oficial se sintió así transformado, reflejando en sus fibras íntimas todas las connotaciones sanmartinianas que su maestro les había sabido inculcar con su ejemplo, aglutinando voluntades y modelando caracteres como nadie hasta ese momento había hecho.

El General Bartolomé Mitre nos refiere e ilustra en cuanto a esta nueva escuela de táctica: “Su primer conato se dirigió a la formación de oficiales, que debían ser los monitores de la escuela bajo la dirección del maestro. Al núcleo de sus compañeros de viaje fue agregando hombres probados en las guerras de la revolución, prefiriendo los que se habían elevado por su valor desde la clase de tropa; pero cuidó que no pasaran de tenientes. Al lado de ellos creó un plantel de cadetes, que tomó del seno de las familias respetables de Buenos Aires arrancándolos casi niños de brazos de sus madres. Era la amalgama del cobre y del estaño que daba por resultado el bronce de los héroes. Con estos elementos organizó una academia de instrucción práctica que él personalmente dirigía, iniciando a sus oficiales y cadetes en los secretos de la táctica, a la vez que les enseñaba el manejo de las armas en que era diestrísimo, obligándolos a estudiar y a tener siempre erguida la cabeza ante sus severas lecciones una línea más arriba del horizonte, mientras llegaba el momento de presentarla impávida a las balas enemigas. Para experimentar el temple de nervios de sus oficiales, les tendía con frecuencia asechanzas y sorpresas nocturnas, y los que no resistían a la prueba eran inmediatamente separados del cuerpo, porque "sólo quería tener leones en su regimiento”.[33]

Se buscaba en todo momento un cuerpo de elite; en tal sentido basten estos conceptos del General Gerónimo Espejo: “Es tradición que ha venido transmitiéndose hasta el presente, que mañana y tarde se presentaba San Martín en el cuartel del Retiro (…), a enseñar a los reclutas que se le habían destinado. Que salía el escuadrón formado a la plaza del cuartel, y él como su maestro instructor, dictaba la lección de viva voz, esplicando en los términos mas sencillos e inteligibles la posición del recluta. Luego, hacía salir uno de ellos al frente, para mejor demostrar a todos prácticamente la teoría que esplicaba, y ejecutaba en él, el modo de colocar la cabeza y la vista, poner los brazos, las piernas, las rodillas, las manos, el cuerpo todo, en fin, en una posición académica, airosa, elegante. San Martín hacía de figurante modelo”.[34]

Sin duda procedió cabalmente como señala el M-65-1, Nro 4.007, en cuanto a dar el ejemplo como jefe: “1) (…) Los hombres normalmente nunca se conducirán por los preceptos abstractos de la razón pura. Necesitarán ver su ideal encarnado en un hombre, que los incite a seguirlo por la seducción del ejemplo”; “2) (…) El jefe que de el ejemplo podrá pedirlo todo a sus hombres porque siempre conquistará y merecerá la confianza de ellos. (…) El ejemplo deberá darse en y fuera de los actos del servicio porque la vida del jefe hablará a sus hombres más alto que su voz,…”.[35]

Dos escritos de sus integrantes, que señala el Dr. Ruiz Moreno, resultan ilustrativos: “…perfectamente organizados, disciplinados, vestidos, equipados y montados, conociendo perfectamente el manejo de la tercerola y el sable, podían, por su instrucción y moral, servir de modelo a los demás cuerpos y rivalizar con las tropas de Europa, bajo cuyo sistema se habían creado”, y “Los soldados educados en la escuela de San Martín eran entonces, y han sido después, un modelo digno de ser imitado, por su gallarda postura, sus airosos movimientos y su arrogante desempeño, tanto en las funciones militares cuanto en las civiles y sociales”.[36]

En cuanto a la destreza con las armas, vaya este pasaje: “La instrucción de armas no solo se daba a la tropa sino que alcanzaba a todos los oficiales, quienes debían ser maestros en el manejo, esgrima y combate de sus armas, pues para saber y poder instruir a la tropa, antes que nada, debían ser diestros en el manejo de las armas”.[37]

El Dr. Ruiz Moreno refiere a la denuncia del Teniente Coronel San Martín a la superioridad, el 27 de noviembre de 1812, por el caso del Capitán Bergara, jefe de la Segunda Compañía, dado que se retrasaba en las cargas durante la instrucción, hecho repetido este pese a las advertencias “de que metiese espuelas a su caballo y que no manifestase un temor que era poco decoroso a un oficial”. Señala en tal sentido: “El 30 del próximo pasado haciendo el ejercicio, y viendo que reincidía me aproxime, y con moderación le previne que no demostrara un miedo que ya era notado por la tropa, y que esperaba que en la carga que íbamos a dar no se quedase atrás y me desorganizase la fila. Mande seguir al gran galope y con admiración volvió a hacer lo mismo; entonces le grite: -¿Señor capitán, cumpla usted con su deber, y si no, salga de la fila!, a lo que me contesto que no podía mas, y a lo cual le dije: -Pues si Ud. No sirve para esto, pida su retiro. Ahora bien: V.S. conoce que si en un ejercicio doctrinal un capitán que debe dar el ejemplo a su compañía se porta con este temor, mal podrá conducir a la carga de un enemigo; por otra parte, su absoluta ignorancia en el oficio y su desaplicación son de tal grado que jamás ha mandado una compañía, y yo mismo he tenido que encargarme de su instrucción”.[38] Sustanciado el trámite, poco más de un mes después el oficial fue separado del Regimiento.

En síntesis, de los primeros rudimentos del recluta, se pasaba a los giros y a las marchas, de frente y de flanco; luego al manejo de la tercerola, de la lanza y del sable –movimientos que enseñaba San Martín en persona, siempre con paciencia, claridad, alternando teoría y práctica-; una vez diestros en el manejo de las armas, se alternaba la instrucción con marchas de a pie y maniobras de pelotón y de compañía. Luego se procedía a la preparación de monturas y caballos, operación que terminada, permitía proceder recién a la instrucción de a caballo. “Más trabajo dio la enseñanza previa de la nomenclatura técnica de las piezas de la montura y miembros del caballo con sujeción a la nueva táctica, que, por supuesto, la equitación, en que, paradójicamente hablando, bien pudiera decirse que nuestros paisanos son diestros desde que nacen. En una palabra y para decirlo una vez por todas, el cuartel de Granaderos era una verdadera escuela, nueva, desconocida hasta entonces, entre nosotros, sujeta a todas las reglas del arte europeo”.[39]

Y ya en los momentos previos a la Epopeya de los Andes, el General Mitre señala: “El general, que había trasladado su alojamiento al campo, trabajaba con su jefe de Estado Mayor o conferenciaba con los jefes de cuerpo, a quienes llamaba nominalmente por toques convenidos de corneta, para ahorrar tiempo. Por la noche recorría las academias teóricoprácticas de táctica de los batallones y escuadrones, que convertía en escuelas de arte militar y estrategia, suscitando cuestiones facultativas fuera del programa, proponiendo la solución de lances de guerra que podían ocurrir en el curso de una campaña, a fin de hacer discurrir a los oficiales por sí mismos, y terminaba su conferencia con el relato de algún episodio ilustrativo en que él mismo había sido actor”.[40]

3. Espíritu

El Dr. Sarmiento refiere en cuanto al espíritu del Cuerpo, una síntesis digna de ser rescatada: “La táctica y disciplina eran mucho; pero más el espíritu moral de estos veteranos que debían imprimir su sello a todos los ejércitos. Tomó al efecto jóvenes robustos, bellos, educados en las maneras cultas, susceptibles de todos los sentimientos nobles. Hízoles llevar la cabeza erguida con exageración y avanzar al pecho hacia delante, con altanería. Para atusarse los bigotes debían levantar ambos codos más arriba de la altura de la mano y no dar vuelta la cara sin volver el cuerpo entero. El lenguaje insolente de estos matones debía corresponder a su talante y sus actos a su lenguaje. Una sociedad secreta daba de que todo insulto fuese lavado con sangre y toda acción innoble trajese en pos la excomunición del mal caballero a quien ninguno de sus compañeros dirigía la palabra hasta su separación del cuerpo. Permitidas las calaveradas extravagantes y licenciosas, con tal que fuesen de buen género y en buena compañía, estos bizarros jinetes, galanes rendidos, sableadores insignes, han dejado por toda América rastros de proezas que es lástima no pueda la historia recoger, como el polvo que se pega a los grandes acontecimientos. De diez cuadras a la distancia podía conocerse un oficial del ejército de San Martín, por esa transfiguración del aspecto humano, obrada por la dilatación del espíritu; y hasta ahora es fácil conocer un viejo coronel, o un simple soldado, por la manera de llevar la cabeza a lo Saint-Just, mirando más arriba del horizonte”.[41]

a. Motivación

Existía una acción motivante externa y general al Cuerpo, ya que el entusiasmo bélico dominaba a toda una sociedad que lanzó el grito del 25 de mayo; “La emancipación, la guerra, era el símbolo de los argentinos. En esos primitivos tiempos se ofrecían con frecuencia rasgos de magnanimidad, de abnegación cívica, que más se repetían mientras mas apuradas fueran las situaciones”.[42]

Asimismo existía una acción motivante interna y particular al Cuerpo, dada por la figura de San Martín y su ascendencia, que poco a poco fue adquiriendo sobre aquellos hombres a su mando; el veterano granadero e historiador, Coronel Manuel Pueyrredón, señala en relación a ello: “Él supo introducir el espíritu de unión, espíritu de cuerpo, de orden, de aseo y de disciplina. Desde el principio supo introducir en los oficiales, como en la tropa, un espíritu tal de emulación, que ha sido llevado después hasta la temeridad, y que ha hecho un héroe de cada oficial de granaderos”.[43]

b. Disciplina

San Martín dispuso el reclutamiento de los hombres más aptos y estipuló un estricto código de disciplina, que hasta el día de la fecha, bajo la denominación de "Código de Honor Sanmartiniano", rige no solo el accionar diario de los Granaderos a Caballo, sino que continúa siendo el faro que permite evaluar la conducta actual de los oficiales que comandan el Ejército Argentino.

En esencia, en sustancia ese reglamento de honor y bizarría buscaba dar a luz al “ser militar”: “Su verdadero objeto es, infundir al oficial un amor decidido por las armas. Para ello, es preciso mover con destreza sus pasiones: así es que, hiriendo vivamente su vanidad (único móvil de toda heroica empresa) se persuade el honor de su carrera, le inspira valor, honradez y una justa parcialidad por su cuerpo, que lo sobrepone, digámoslo así, a las demás clases del Estado. Tienden a tal fin, estos preceptos”.[44]

Señala el General Espejo, testigo presencial: “Bajo este sistema, sostenido con perseverancia y hasta con vigorismo dice en sus Memorias sobre el Paso de los Andes- se verificó la enseñanza de todos y cada uno de los soldados de ese cuerpo, debiendo añadir que no era una enseñanza de mera forma ni que el jefe u oficiales tolerasen algunas pequeñas faltas de ejecución, no señor. No se pasaba de una lección a otra mientras no se viera perfecta y bien ejecutada la anterior. Que las lecciones enseñaban, y si causa se observa sin excusa ni pretexto de ningún género, hasta que todas y cada una de las posiciones y movimientos de táctica se arraigaban como hábito en los hombres. Así es que los soldados educados en la escuela de San Martín eran entonces y han sido después un modelo digno de ser imitados, por su gallarda apostura, sus airosos movimientos y su arrogante despejo, tanto en las funciones militares cuanto en las civiles y sociales. "Y qué diremos acerca del aseo personal y la uniformidad del traje? Sería fatigar la paciencia del lector explicar las minuciosidades de este ramo; pero para no dejarlo en obscuridad, baste decir, que era tan sostenido y escrupuloso su cuidado como lo había sido el de la instrucción. No se toleraba una manchita en el uniforme, ni un botón no bien limpio”.[45]

De la misma forma que reclamara de los granaderos el acatamiento de una conducta ejemplar frente a la sociedad y el Ejército, haría caso irrestricto de tales disposiciones sosteniendo como forma de vida, la política de "predicar con el ejemplo"; sin duda, la base de sus preceptos la obtuvo de su propio aprendizaje. Las Reales Ordenanzas del Ejército Español -del año 1768- en donde se formó como militar, señalan que: “El oficial cuyo propio honor y espíritu no lo estimulan a obrar bien, vale muy poco en el servicio”.

El General Espejo dice en relación a la disciplina, especialmente de los oficiales: “Pero si a la tropa se le había sujetado a esa estrictez sistemática, la oficialidad en su elevada clase, era no menos estrechada a un adecuado paralelismo. Desde el primer momento también se habían establecido tas reglas de la más severa disciplina y la moral individual. Las órdenes del cuerpo eran un sistemático curso doctrinario, para enaltecer al hombre, arraigar el espíritu militar y fundar el honor del cuerpo. En ese sentido, la vida pública y privada de la oficialidad, fue objeto de un reglamento secreto y espreso”.[46]

La férrea disciplina, el culto al valor y al honor, la exigencia y rigurosidad en la instrucción física y militar, quedarían entonces patentes en las siguientes disposiciones, establecida en aquel entonces como la lista de “Delitos por los cuales deben ser arrojados los Oficiales”:

“1. Por cobardía en acción de guerra, en la que aún agachar la cabeza será reputado tal.
2. Por no admitir un desafío, sea justo o injusto.
3. Por no exigir satisfacción cuando se halle insultado.
4. Por no defender a todo trance el honor del cuando lo ultrajen a su presencia o sepa ha sido ultrajado en otra parte.
5. Por trampas infames como de artesanos.
6. Por falta de integridad en el manejo de intereses, no pagar a la tropa el dinero que se haya suministrado para ella.
7. Por hablar mal de otro compañero con personas o oficiales de otros cuerpos.
8. Por publicar las disposiciones internas de los oficiales en sus juntas secretas.
9. Por familiarizarse en grado vergonzoso con los sargentos, cabos y soldados.
10. Por poner la mano a cualquier mujer aunque ha insultado por ella.
11. Por no socorrer en acción de guerra algún compañero suyo que se halle en peligro, pudiendo verificarle.
12. Por presentarse en público con mujeres conocidas como prostituidas.
13. Por concurrir a casas de juego que no sean pertenecientes a la clase de oficiales, es decir, jugar con personas bajas e indecentes.
14. Por hacer un uso inmoderado de la bebida en términos de hacerse notable con perjuicio del honor del Cuerpo.

Nota: “El cuerpo de oficiales tiene un derecho de reprender (por la voz de su jefe) a todo oficial que no se presente con aquel aseo propio del honor del cuerpo, y en caso de reincidencia sobre este defecto, quedan comprendidos en los artículos de separación de él”.

Domingo Albariño – José María Urdininea – Hipólito Bouchard – Mariano Necochea – Luis José Pereira – Manuel Soler – Lino Raymundo de Arellano – Anselmo Vergara – Ladislao Martínez – Ángel Pacheco – Juan Manuel Blanco – Carlos Bornes – Rufino Guido – José Hilario Basabilbaso.[47]

Explicó, en nota que puso al final del citado documento, el sentido de tales normas, pensadas y redactadas por él mismo: “Yo estoy seguro que los oficiales de honor tendrán un placer en ver establecido en su cuerpo unas instrucciones que los garantice de confundirse con los malvados y perezosos, y me prometo (porque la experiencia me ha demostrado) que esta medida les hará ver los más felices resultados, como la segura prosperidad de las armas de la Patria”.

Existía un Consejo o Tribunal de Disciplina, presidido por el Coronel San Martín, que velaba por el cumplimiento de las disposiciones del citado Código de Honor; esto “levantó el sentimiento de la jerarquía del Cuerpo como organismo social, y mucho hizo para seleccionar a sus componentes, expulsando de su seno a los indignos”.[48]

c. Espíritu de Cuerpo

En relación al nuevo espíritu que el Teniente Coronel San Martín quería imprimirle a sus oficiales, el General Mitre escribió: “Pero no bastaba fundir en bronce a sus oficiales, modelarlos correctamente con arreglo a la ordenanza, haciéndoles pasar por la prueba del miedo. Para completar su obra, necesitaba inocularles un nuevo espíritu, templarlos moralmente, exaltando en ellos el sentimiento de la responsabilidad y de la dignidad humana, que como un centinela de vista debía velar día y noche sobre sus acciones. Esto es lo que consiguió por medio de una institución secreta, que bien que peligrosa en condiciones normales o en manos infieles, produjo sus efectos en la ocasión. Evitando los inconvenientes del espionaje que degrada y los clubes militares que acaban por relajar la disciplina, planteó algo más eficaz y más sencillo. Instituyó una especie de tribunal de vigilancia compuesto de los mismos oficiales, en que ellos mismos debían ser los celadores, los fiscales y los jueces, pronunciar las sentencias y hacerlas efectivas por la espada, autorizando por excepción el duelo para hacerse justicia en los casos de honor. En el primer domingo de cada mes se reunía en sesión secreta el consejo de oficiales bajo su presidencia, dirigiéndoles un discurso sobre la importancia de la institución y la obligación en que todos estaban de no permitir en su seno a ningún miembro indigno de la corporación. En una pieza inmediata y sola estaban preparadas sobre una mesa tarjetas en blanco, en que cada oficial escribía lo que hubiese notado respecto del mal comportamiento de algún compañero. Enseguida, el sargento mayor recibía las cédulas dobladas en su sombrero, que eran escrutadas por el jefe. Si entre ellas se encontraba alguna acusación, se hacía salir al acusado y se exhibía la papeleta, sobre la cual se abría discusión. Nombrábase, acto continuo una comisión investigadora que daba cuenta del resultado en una próxima sesión extraordinaria. Abierta nuevamente la discusión, cada oficial daba su dictamen por escrito, y la votación secreta decidía si el acusado era o no digno de pertenecer al cuerpo. En el primer caso, el cuerpo de oficiales, por el órgano de su presidente le daba en presencia de todos una satisfacción cumplida. En el segundo, se nombraba una comisión de oficiales para intimarle pidiese su separación absoluta; prohibiéndole usar en público el uniforme del regimiento, bajo la amenaza que si contrariase esta orden le sería arrancado a estocadas por el primer oficial que le encontrara”.[49]

El Código de Honor, señalado en el punto anterior, no era una simple declaración de principios teóricos o expresiones de buena voluntad como quedo demostrado; fueron internalizados, hechos carne por cada uno de los granaderos, viviendo la unidad entera dentro del marco de sus elevadas normas.

CONCLUSIÓN

"La patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes, ni le da armas para que cometa la bajeza de abusar de estas ventajas ofendiendo a los ciudadanos con cuyos sacrificios se sostiene. La tropa debe ser tanto más virtuosa y honesta, cuanto es creada para conservar el orden, afianzar el poder de las leyes y dar fuerza al gobierno para ejecutarlas y hacerse respetar de los malvados que serían más insolentes con el mal ejemplo de los militares."
General D José de San Martín, Cuartel General de Mendoza,
4 de septiembre de 1816.

1. Reflexiones finales:

A modo de ir concluyendo, considero pertinente apoyarme en las citas que a continuación detallo:

“Al mismo tiempo que el coronel de Granaderos aplicaba la táctica y la disciplina a la milicia, se ocupaba en hacerla extensiva a la política, para dar organización en uno y otro terreno a las fuerzas morales y materiales con que se debía combatir y vencer, teniendo en ambos por objetivo la independencia americana. No era San Martín un político en el sentido técnico de la palabra, ni pretendió nunca serlo. Como hombre de acción con propósitos fijos, con vistas claras y con voluntad deliberada, sus medios se adaptaban siempre a un fin tangible, y sus principios políticos, sus ideas propias y hasta su criterio moral se subordinaban al éxito inmediato, que era la independencia, sin dejar por esto de tener presente un ideal más lejano, que era por entonces la libertad en la república”.[50]

“En conclusión, el General San Martín ejerció el mando -civil y militar- con honor, disciplina, espíritu de cuerpo y ética, al servicio de la misión que la providencia le asignó”.[51]

“El culto exagerado del valor y del honor, la exigencia imposible en la instrucción, la persistencia constante en el duro aprendizaje físico, la férrea disciplina, el orgullo ilimitado de ser granadero, la altivez en la mirada, en el gesto o en el hablar, fueron el basamento que cimentaba a aquellos hombres, educados nada menos que en una misión, sin otra alternativa que la victoria o la muerte”.[52]

En base a lo expuesto en el desarrollo del presente trabajo, concluyo que:

Ø El Escuadrón de Granaderos a Caballo, luego Regimiento, logró ser ejemplo de profesionalismo, perfeccionamiento y disciplina, no solo para el resto de la milicia local, sino que se proyectó hacia el resto del continente.

Ø El Teniente Coronel San Martín fundó en su Cuartel una verdadera academia técnica y práctica para oficiales y cadetes, ocupándose personalmente de la educación y condiciones de cada uno; “es que el concepto de educación era arraigado en San Martín, y sincera su fe en todas las formas de la ilustración general”.[53]

Ø Tal aspiración se correspondía con la visión que tenía sobre el futuro mediato de las fuerzas militares modernas: confiaba en una rigurosa disciplina militar, evocada no sólo en las maniobras y el entrenamiento, sino también en la esfera social del militar, que debía funcionar como figura ejemplificadora no sólo para sus camaradas de armas, sino también para el resto de la sociedad.

Ø De esa escuela de virtudes, basten como síntesis las propias palabras del General D. José de San Martín: “De lo que mis Granaderos son capaces, solo lo sé yo. Quien los iguale habrá; quien los exceda, no”.


Lic. Gustavo Carrère Cadirant


Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Ayres,
25 de febrero del año 2008 de nuestro Señor,
230ª Aniversario del Natalicio del Gral. D José de San Martín, “Padre de la Patria”.
En frente…Diario Pampero Córdoba.

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Editó Gabriel Pautasso
DIARIO PAMPERO Cordubensis


[1] Formado por: Coronel Francisco Javier de Viana, Jefe; Coronel Marcos Balcarce, Ayudante Secretario de Infantería y Caballería; Teniente Coronel Ignacio Álvarez Thomas, 2 Ayudante para las mismas armas; Teniente Coronel Ángel Monasterio, Ayudante Secretario de Artillería e Ingenieros.
[2] Inst. Nac. Sanm. “Documentos para la Historia del Libertador Gral. San Martín”. Buenos Aires. 1954. Tomo II. Pág. 1.
[3] Luqui-Lagleyze, Julio M. “Evolución histórica de los Granaderos a Caballo”. Revista del Suboficial Nro 638.
[4] Piccinali, Héctor, J. “Vida de San Martín en Buenos Aires”. 1984. Cap. I. Pág. 37.
[5] Archivo General de la Nación. S. V. – C. III. A. 4. Nº 6.
[6] Mitre, Bartolomé. “Historia de San Martín y la emancipación sudamericana”. Ediciones Peuser. Buenos Aires. Diciembre de 1946. Cap. III. Pág.89.
[7] Mitre, Bartolomé. Op. Cit. Cap. II. Pág.88.
[8] Espejo, Gerónimo. Op. Cit. Capítulo Primero. VII. Pág. 42.
[9] EA: M-65-1. “Ejercicio del Mando”. Instituto Geográfico Militar. República Argentina.. 1969. Cap. I. Sec. II. Nro. 1.011. Pág. 5.
[10] EA: M-65-1. Op. Cit. Cap. V. Sec. I. Nro. 5.001. 1). Pág. 59.
[11] EA. Op. Cit. Introducción. V. Definición. 13. Pág. V.
[12] EA. Op. Cit. Introducción. V. Definición. 14. Pág. V.
[13] EA. Op. Cit. Cap. II. Nº 2.007. Págs. 16-17.
[14] EA. Op. Cit. Introducción. V. Definición. 15. Pág. V-VI.
[15] EA. Op. Cit. Introducción. V. Definición. 16. Pág. VI.
[16] EA. Op. Cit. Cap. V. Nº 5.007. Págs. 66-67.
[17] Mosquera, Enrique. “San Martín. Organizador Militar”. Fundación Pizzuto. Buenos Aires. 1973. Pág. 23.
[18] Gazeta Ministerial de Gobierno de Buenos Aires. Nº 48. Miércoles 10 de marzo de 1813. Pág. 11.
[19] Mosquera, Enrique.Op. cit. Pág. 34.
[20] Perón, Juan Domingo. “Apuntes de Historia Militar”. Buenos Aires.
[21] Ruiz Moreno, Isidoro Jorge; Landaburu, Federico Guillermo; Aguirre Saravia, Aníbal: “Historia de los Granaderos a Caballo”. Buenos Aires. Cap. I. Pág. 20.
[22] EA. Op. Cit. Cap. I. Sec. II. Nro 1.011. Pág. 5.
[23] Ruiz Moreno, Isidoro J. “Campañas militares argentinas”. Emecé. Memoria Argentina. Buenos Aires. 2005. Cap. V. Pág. 156.
[24] Ruiz Moreno, Isidoro J. y Otros. Op. Cit. Cap. I. Págs. 13-14.
[25] Instituto Nacional Sanmartiniano. “La Gloria de Yapeyú”. Instituto Geográfico Militar. Buenos Aires. 1978. Cuarta Parte. XXI. Los Granaderos a Caballo de las Misiones. Págs. 344-345.
[26] Pacífico Otero, José: “Historia del Libertador Don José de San Martín”. Editorial Sopena Argentina, S.R.L. Buenos Aires. 1949. Tomo primero. El capitán de los Andes. 1777-1817. Pág. 58.
[27] Martí Garro, Pedro: “Hipólito Bouchard Granadero”. En “Hipólito Bouchard. Marino al Servicio de la Independencia Argentina y Americana”. Comando de Operaciones Navales. Secretaría General. Departamento de Estudios Históricos Navales. Serie C. Biografías Navales Nº 10. Buenos Aires. 1967. Cap. III. Pág. 58.
[28] Anschütz, Camilo: “Historia del Regimiento de Granaderos a Caballo 1812 – 1826”. Circulo Militar. Buenos Aires. 1945. Tomo I. Pág. 22.
[29] Mitre, Bartolomé. Op. Cit. Cap. II. Pág.88.
[30] Leoni, Luis. “Regimiento de Granaderos a Caballo de los Andes. Historia de una Epopeya”. Imprenta del Palacio del Congreso de la Nación. Buenos Aires. 1968. Pág. 14.
[31] Levene, Ricardo. Op. Cit. Cap. III. Pág. 33.
[32] Ruiz Moreno, Isidoro J. y Otros. Op. Cit. Cap. I. Págs. 16-17.
[33] Mitre, Bartolomé. Op. Cit. Cap. III. Pág.89.
[34] Espejo, Gerónimo. “El Paso de los Andes”. Guillermo Kraft Limitada. Buenos Aires. 1953. Capítulo Primero. V. Pág. 34.
[35] EA. Op. Cit. Cap. IV. Sec. II. Nro 4.007. Pág. 51.
[36] Ruiz Moreno, Isidoro J. Op. Cit. Cap. V. Pág. 156.
[37] Galdeano, Joaquín Pedro: “Historia del Regimiento de Granaderos a Caballo General San Martín”. Dirección de Estudios Históricos. Buenos Aires. Tomo Primero. Pág. 75.
[38] Ruiz Moreno, Isidoro J. y Otros. Op. Cit. Cap. I. Pág. 19.
[39] Espejo, Gerónimo. Op. Cit. Capítulo Primero. V. Pág. 35.
[40] Mitre, Bartolomé. Op. Cit. Cap. XII. Pág.330.
[41] Sarmiento, Domingo F. “Vida de San Martín”. Ediciones Claridad. Buenos Aires. 1939. Págs. 157-158.
[42] Espejo, Gerónimo. Op. Cit. Capítulo Primero. VI. Pág. 40.
[43] Ruiz Moreno, Isidoro J. y Otros. Cap. I. Pág. 17.
[44] Espejo, Gerónimo. Op. Cit. Capítulo Primero. V. Pág. 38.
[45] Espejo, Gerónimo. Op. Cit. Capítulo Primero. V. Pág. 34.
[46] Espejo, Gerónimo. Op. Cit. Capítulo Primero. V. Págs. 35-36.
[47] Anschütz, Camilo. Op. Cit. Pág. 23.
[48] Levene, Ricardo. Op. Cit. Cap. III. Pág. 36.
[49] Mitre, Bartolomé. Op. Cit. Cap. III. Págs.89-90.
[50] Mitre, Bartolomé. Op. Cit. Cap. IV. Pág. 91.
[51] Torres, Juan Lucio. “Los cuatro pilares de San Martín. Una visión ética”; en San Martín, órgano oficial del Instituto Nacional Sanmartiniano. Buenos Aires. Junio 2006. Pág. 27.
[52] Leoni, Luis. Op. Cit. Pág. 17.
[53] Levene, Ricardo. “El Genio Político de San Martín”. Ed. Guillermo Kraft Limitada. Buenos Aires. 1960. Cap. III. Pág. 34.

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