sábado, octubre 18, 2008

Perón y la Comunidad Organizada


“De todo lo que se escribe sólo me gusta lo que un hombre escriba con su propia sangre. Escribe tú con sangre y comprenderás que la sangre es espíritu. No es empresa fácil comprender la sangre ajena; odio los lectores perezosos. El que conoce al lector, no hace nada por él. Un siglo más de lectores y el espíritu mismo olerá mal”.
F. Nietszche, Obras Completas, VI, pág. 30.

Texto de la conferencia del Presidente Perón:

“Alejandro, el más grande general, tuvo por maestro a Aristóteles. Siempre he pensado entonces que mi oficio tenía algo que ver con la filosofía.
El destino me ha convertido en hombre público. En este nuevo oficio, agradezco cuanto nos ha sido posible incursionar en el campo de la filosofía.
Nuestra acción de gobierno no representa un partido político, sino un gran movimiento nacional, con una doctrina propia, nueva en el campo político mundial.
He querido entonces ofrecer a los señores que nos honran con su visita, una idea sintética de base filosófica, sobre lo que representa sociológicamente nuestra tercera posición.
No tendría jamás pretensión de hacer filosofía, de hacer filosofía pura, frente a los maestros del mundo en tal disciplina científica. Pero, cuanto he de afirmar, se encuentra en la República en plena realización. La dificultad del hombre de Estado responsable, consiste casualmente en que está obligado a realizar cuanto afirma.
Por eso, señores, en mi disertación no ataco a otros sistemas, señalo solamente opiniones propias hoy compartidas por una inmensa mayoría de nuestro pueblo e incorporadas a la Constitución de la Nación Argentina.
El movimiento nacional argentino, que llamamos justicialismo en su concepción integral, tiene una doctrina nacional que encarna los grandes principios teóricos de que os hablaré en seguida y constituye a la vez la escala de realizaciones, hoy ya felizmente cumplidas en la comunidad argentina.

Índice Sumario
I. El hombre y la sociedad se enfrentan con la más profunda crisis de valores que registra la historia.
II. El hombre puede desafiar cualquier mudanza si se halla armado de una sólida verdad.
III. Si la crisis medieval condujo al Renacimiento, la de hoy, con el hombre más libre y la conciencia más capaz, puede llevar a un renacer más esplendoroso.
IV. La preocupación teológica.
V. La formación del espíritu americano y las bases de la evolución ideológica universal.
VI. El reconocimiento de las esencias de la persona humana como base de la identificación y del bienestar del hombre.
VII. La realización perfecta de la vida.
VIII. Los valores morales han de comprenderlas euforias de las luchas y las conquistas y oponer un muro infranqueable al desorden.
IX. El amor entre los hombres habría conseguido mejores frutos en menos tiempo del que ha costado a la humanidad la siembra del rencor.
X. El grado ético alcanzado por un pueblo imprime rumbo al progreso, crea en orden y asegura el uso feliz de la libertad.
XI. El sentido último de la ética consiste en la corrección del egoísmo.
XII. La humanidad y el yo. Las inquietudes de la masa.
XIII. Superación de la lucha de clases por la colaboración social y la dignificación humana.
XIV. Revisión de las jerarquías.
XV. Espíritu y materia: dos polos de la Filosofía.
XVI. Cuerpo y alma: el “Cosmos” del “hombre”.
XVII. ¿La felicidad que el hombre anhela pertenecerá al reino de lo material o lograrán las aspiraciones anímicas del hombre el camino de perfección?
XVIII. El hombre como portador de valores máximos y células del “bien general”.
XIX. Hay que devolver al hombre la fe en su misión.
XX. LA COMUNIDAD ORGANIZADA. SENTIDO DE LA NORMA.
XXI. La terrible anulación del hombre por el Estado y el problema del pensamiento democrático del futuro.
XXII. Sentido de proporción. Anhelo de Armonía. Necesidad de equilibrio.

Vea esto:

XX. LA COMUNIDAD ORGANIZADA, SENTIDO DE LA NORMA.

Texto:

“Así como en el examen que nos está permitido aparece la voluntad aparece -dice JUAN PERÓN –la voluntad transfigurada en su posibilidad de libertad, aparece el “nosotros” en su ordenación suprema, COMUNIDAD ORGANIZADA. El pensamiento puesto al servicio de la VERDAD, esparce una radiante luz, de la que, como un manantial, beben las disciplinas de carácter práctico. Pero por otra parte *nos es imposible comprender los motivos fundamentales de la evolución filosófica prescindiendo de su circunstancia.
“Desde Platón a Hegel la civilización ha consumado su azarosa marcha por todos los caminos. Las circunstancias han variado sin tregua y, en ciertos dilatados plazos se diría que volvían y vuelven a producirse con desconcertante semejanza. La sustitución de las viejas formas de vida por otras nuevas son factores sustanciales de las mutaciones, pero debemos preguntarse si, en el fondo, la tendencia, el objetivo último, no seguirán siendo los mismos, al menos en aquello que constituye nuestro objeto necesario: el Hombre y su Verdad.

“Cuando advertimos en Platón el Estado ideal, un Estado abstracto, comprendemos que su mundo, en relación con el nuestro y en su apariencia política, era infinitamente apto para una abstracción semejante.

“Las ideas puras y los absolutos podían fijarse en el panorama, aprehender y configurar éste, cuando menos en su eficacia intelectual. Podía crearse un mundo en que valores ideales y representaciones prácticas eran susceptibles de producirse con cierta familiaridad. Platón afirmaba: el Bien e orden, armonía, proporción; de aquí que la virtud suprema sea la JUSTICIA. En tal virtud advertimos la primera norma de la antigüedad convertida en disciplina política. Sócrates había tratado de definir al hombre, en quien Aristóteles subrayaría una terminante vocación política, es decir, según el lenguaje de entonces, un sentido de orden en la vida común. La idea plutoniana de que el hombre y la colectividad a la que pertenece se hallan en una integración recíproca irresistible se nos antoja fundamental. La ciudad griega, llevada en sus esencias al imperio por Roma, contenía en fenómeno de larvación todos los caminos evolutivos.

“Cuando los hechos se producirán en fases simples y en estadios relativamente reducidos, era factible representarse la sociedad política como un cuerpo humano regido por las leyes inalterables de la armonía: corazón, aparato digestivo, músculo, voluntad, cerebro, son el símil de Platón, felizmente trasladados por sus funciones y sus fines a la biología colectiva: un Estado de justicia, en donde cada uno clase ejercite sus funciones en servicio del todo, se aplique a su virtud especial, sea educada de conformidad con su destino y sirva a la armonía del todo. El Todo, con una proposición central de justicia, con una ley de armonía, la del cuerpo humano, predominando sobre las singularidades, aparece en el horizonte político helénico, que es también el primer horizonte político de nuestra civilización.

“La certera inteligencia de Aristóteles que proporcionará el método cuando los espacios nos hayan revelado gran parte de sus misterios, se desenvuelve también en esa concepción de la jerarquía humana.
Hay hombres libres y esclavos y no parece que todos se rijan por leyes idénticas. Hay mundos en luz y en sombras.

“Nada de particular tiene que en tal situación, objetivada y armónica, predomine con carácter irreductible sobre las desigualdades sin vocación reivindicativa. Ello nos permitirá observar que cuando al hombre se le priva de su rango supremo, o desconoce sus altos fines, el sacrificio se realiza siempre en beneficio de entidades superiores petrificadas. El hombre es un ser ordenado para la convivencia social – leemos en Aristóteles -; el bien supremo no se realiza, por consiguiente, en la vida individual humana, sino en el organismo superindividual del Estado; la Ética culmina en la Política.
“Nacía el Estado, aunque la comunidad cuya vida trataba de organizar adolecía de una insuficiente revelación de la trascendencia de los valores individuales. La idea griega necesitaba para ser completada una nueva contemplación de la unidad humana desde un punto de vista elevado. Estaba reservada al cristianismo esa aportación. El Estado griego alcanzó en Roma su cúspide. La ciudad, hecha imperio, convertida en mundo, transformada en forma de civilización, pudo cumplir históricamente todas las premisas filosóficas. Se basaba en el principio de clases, en el servicio de un “todo” y, lógicamente, en la indiferencia o el desconocimiento helénicos de las razones últimas del individuo.

“Una fuerza que clavase en la plaza pública como una lanza de bronce las máximas de que no existe la desigualdad innata entre los seres humanos, que la esclavitud es una institución oprobiosa y que emancipase a la mujer; una fuerza capaz de atribuir al hombre la posesión de un alma sujeta al cumplimiento de fines específicos a la vida material, estaba llamaba a revolucionar la existencia de la humanidad. El Cristianismo, que constituyó la primera gran revolución, la primera liberación humana, podrá rectificar felizmente las concepciones griegas. Pero esa rectificación se parecía mejor a una aportación.

“Lo que le faltó a Gracia para la definición perfecta de la comunidad y del Estado fue precisamente lo aportado por el Cristianismo: su hombre vertical, eterno, imagen de Dios. De él se pasa ya a la familia, al hogar; su unidad se convierte en plasma que a través de los municipios integrará los Estados, y sobre la que descansarán las modernas colectividades. La libertad, expropiable por la fuerza antes de saberse el hombre poseedor de un alma libre e inmortal, no será nunca más susceptible de completa extinción.

“El saber se refugia junto a los altares. En las abadías y en los conventos se conserva inextinguible la llama que más tarde volverá a iluminar al mundo. Y lo que preserva de la gigantesca crisis el acervo de los valores espirituales humanos, es, con precisión, un sentido místico: la dirección vertical, hacia las alturas, que unos de fe había atribuido a todas las cosas, empezando por la naturaleza humana.
La Edad Media es de Dios, se ha dicho, y en este hecho, en este paciente y laborioso mantenerse al margen de sus tinieblas, debemos ver la lenta y difícil gestación del Renacimiento. Fue una Edad caracterizada por la violencia desmedida. No nos es posible hallar en ella las formas del Estado ni contemplar al hombre. Gracias sólo al hecho de acentuar sus desgracias, y aun su brutalidad a veces, sobre fines e ideales remotos, pudo resultar factible la evolución resolutiva. En el individuo, no es fácil diferenciar la conciencia de su proporción en el ideal religioso de cuanto fue simplemente ignorancia o superstición.

“La Edad Media produjo santos y demonios, pero en su desolación, en su pobreza, con el horizonte teñido siempre por los resplandores de los incendios, no le quedaban al hombre otro escape que poner sus ojos y su esperanza en mundos superiores y lejanos. La fe se vio fortalecida por la desgracia. Cuando la escuela tomista nos dice que el fin del Estado es la educación del hombre para una vida virtuosa, presentimos la enorme importancia que tuvo ese puente tendido sobre las sombras de la Edad Media. Ese hombre a cuyo servicio, el del perfeccionamiento, “estaba dedicado el Estado, no era por cierto el germen de un individualismo anárquico. Para que degenerase había que trasladar el acento de sus valores espirituales a los materiales. El hombre era sólo algo que debía perfeccionarse, para Dios y para la comunidad. La virtud a que Santo Tomás se refería no será enteramente indiferente a la “virtud” griega, el patrón de valores ideales para la realización de la propia vida.

“La Revolución Francesa fue un estruendoso prólogo al libro, entonces en blanco, de la evolución contemporánea. Hallamos en ROUSSEAU una evocación constructiva de la comunidad y la identificación del individuo en su seno, como base de la nueva estructuración democrática. Esta concepción servirá de punto de partida para la interpretación de los ideales en las nuevas democracias. Pero resuelta hasta cierto punto conveniente examinar si la concepción originaria no se produjo, por la dinámica misma de la reacción, la supresión innecesaria de toda escala de valores. Podemos preguntarnos, por ejemplo, si fue decididamente imprescindible para derivar el poder absoluto a la voluntad del ciudadano, cegar antes en éste toda posibilidad espiritual. En segundo lugar es preciso tener en cuenta el largo paréntesis que el Imperio abrió entre el prólogo y la continuación del libro de la evolución política”.

El Diario Pampero tiene el honor de presentar un documento esencial en sus fuentes: PERÓN y LA COMUNIDAD ORGANIZADA. Se trata de un texto incomparable de la Doctrina Justicialista.

El documento integraba las Actas del Primer Congreso Nacional de Filosofía, realizado en Mendoza, Argentina entre el 30 de marzo al 9 de abril de 1949, en la Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza, San Juan San Luis). Se editaron las Actas en tres tomos y un anexo, cada Actas tiene 626 páginas con las ponencias presentadas por los ilustres filósofos de todo el mundo.
En el primer tomo, se halla la Conferencia del Excmo. Señor Presidente de la Nacional General JUAN D. PERÓN, páginas 131 a 174. Se trata de una reseña fiel.

El año que viene se cumplirán sesenta años de la realización de este gran evento en Mendoza, 1949-2009.

Para finalizar, les dejamos palabras de la adhesión del Congreso, del Profesor MARTIN HEIDEGGER, cuya parte esencial, dice: …Envío saludos a los colegas de todo el mundo y deseo que el Congreso que se ha de celebrar en vuestro país, tan abierto y magnánimo, tenga féliz término.

Editó Gabriel Pautasso
Diario Pampero
nº 113 Cordubensis

VOLVER a la portada de Diario Pampero

No hay comentarios: