Discurso del TteGral D Juan Domingo Perón
Latinidad, Romanidad, Hispanidad disponen fundamentos irrecusables en el pensar humanístico y político del General JUAN PERÓN, tres veces presidente de la República Argentina, que pese a todas sus peripecias dolorosas, a sus luchas interminables y a sus nobles ideales, muchas veces olvidados por unos y conculcados por otros, rescata siempre en los momentos más lúcidos de su historia la grandeza del clasicismo romano e hispánico y se yergue entonces con la lumbre de una herencia sublime e inagotable.
El tema de la Latinidad y de la Romanidad, muchas veces esbozados o aludido en otros discursos, se plasma en una breve y sentida evocación, en el año 1954, al inaugurar el Congreso extraordinario de la Federación de Sociedades Italianas, discurso pronunciado en italiano por el entonces Primer Magistrado de la Nación (la traducción castellana se conoció simultáneamente entonces).
DISCURSO PRONUNCIADO POR EL GENERAL PERÓN EN LA CEREMONIA INAUGURAL DEL CONGRESO EXTRAORDINARIO DE LA FEDERACIÓN GENERAL DE SOCIEDADES ITALIANAS.
Buenos Aires, 10 de noviembre de 1954
ROMANIDAD E HISPANIDAD EN AMÉRICA
Texto: “Nada puede ser más grato a mi corazón de argentino que el declarar inaugurados los trabajos de este Congreso de Sociedades Italianas.
Nuestra consigna de organizarse encuentra eco en ellas, siempre dispuestas a prodigarse en obras de utilidad pública. Es ésta una característica sincera y segura que distingue una vez más a la noble colectividad italiana como elemento constitutivo y constructivo de la comunidad argentina. Por ello un italiano nunca será extranjero entre nosotros. El gobierno y el pueblo argentinos aprecian en todo su alcance los méritos de las sociedades de toda clase en las cuales los italianos han servido los verdaderos intereses de la Nación y del pueblo argentino, con una actividad ultrasecular. Por eso, interpretando el sentimiento unánime de mi pueblo, aprovecho la presente circunstancia para agradecer todo este aporte d bien, realizado con el desinterés y el amor que es patrimonio de los hijos de la noble Italia.
La historia de las luchas y de los sufrimientos de Italia es parte de nuestra historia, puesto que estamos íntimamente ligados a ella por indestructibles vínculos de estirpe y cultura. Yo no me siento extraño en este ambiente, porque respiro el mismo aire de anhelo e inquietud latinas que nos habla desde lo profundo de los siglos con la voz de la historia común a todos los hijos de Italia.
En nuestras familias, como en cada una de nuestras obras o en nuestras conquistas, está estampado el signo indeleble, de una tradición que nos habla de Roma en las múltiples expresiones forjadas por su genio y por su fuerza creadora. Si honrar el pasado es blasón de los hombres y de los pueblos, todos los latinos debemos reconocer la inmensa de gratitud con Italia. Para honrarla en nosotros mismos no debemos ignorar que la verdadera raíz de nuestra cultura nace y vive en un deseo que se dirige al origen común y en él nos hermana. Roma es así nuestra madre inmortal, como inmortales serán siempre su gloria y su grandeza.
Amigos italianos: en mi mensaje de 1948, dije al pueblo italiano:
“¡Salve, Roma inmortal! Los hijos de esta orilla del Atlántico te saludan y difundirán tus enseñanzas a través de los siglos.
“He conocido a Italia y la he amado… me siento íntimamente unido a ella por múltiples y gratos recuerdos; recuerdo sus cielos azules, sus mares incomparables, sus campiñas, sus agricultores de ojos dulces y aspecto sereno, que viven cultivando las mismas tierras cantadas en las Geórgicas; recuerdo las madres y las jóvenes, descendientes de las mujeres eternizadas por el Ticiano, Mantegna o Piero Della Francesca; recuerdo, emocionado, las doradas caras de los niños, los mismos que solfean en los bajos-relieves de Luca Della Robbia y del Donatello.
“Nuestro país, donde crece el laurel y la encina de Roma, quiere ser las vanguardia de la latinidad.
“No nos oponemos – agregaba también entonces – a que ninguna cultura vivificante la nuestra, porque eso sería un suicidio; pero queremos que la formación de las inteligencias se cumpla siempre dentro de los límites de nuestra tradición incomparable. ¡Sólo así puede dar sus frutos!
“La cultura de esta Argentina mía, actualmente en marcha ascendente hacia sus nuestros destinos, desea quedar encuadrada en la de la Urbe milenaria”.
Estas ideas mías, estos sentimientos míos de 1948, permanecen inmutables. Yo no puedo hacer sino lo que mi pueblo me pide. Por suerte, el corazón del pueblo argentino palpita al unísono con el mío en sus sentimientos hacia los italianos.
Amigos: para terminar, me permito decir a todos aquellos hombres que en el mundo latino piensan como nosotros, que el antiguo Lacio debe levantarse la luz de una firme esperanza para la humanidad.
Debemos reunir nuestras fuerzas espirituales en las organizaciones que hemos creado y engrandecido con fines de solidaridad, para que en el futuro sean verdaderos centros de cultura latina, en los cuales se realicen la exaltación y reivindicación de la latinidad, como la única y, tal vez, la última esperanza, para que los hombres y los pueblos del mundo se vuelvan a encontrar unidos en el esplendor de una cultura auténtica; una cultura profundamente humanista, en unión de pueblos justos, soberanos y libres.
Esta nueva cultura unitaria que esperamos de la Historia como resultado positivo de las crisis angustioso que atraviesa la última civilización humana, sólo podrá llevarse a cabo si el mundo latino pone manos a la obra con fe, con esperanza, con amor…
Dos mil años ha, Roma fue la sede de la unidad imperial del mundo; a la sombra de su historia podemos ahora reconstruir la primera unidad cultural de los hombres, bajo el signo de nuestra latinidad eterna.
En el mundo latino hay pueblos milenarios y pueblos que viven su primera juventud: nuestra tarea es la de sembrar con voluntad, incansable y tenaz, el espíritu de la latinidad; sembrarlo en todos los radios de nuestra acción, en todos los desarrollos de nuestra vida.
Aprenda el mundo entero las verdades universales y profundamente humanas de nuestra latinidad, siempre pródiga y fecunda de bien. Nuestro éxito puede ser – yo os lo repito – la última esperanza del mundo.
Somos portadores de ideas ecuménicas que han vencido a través de tres mil años de una historia que destruyó más de quince civilizaciones anteriores.
Nuestras ideas, como nuestros sentimientos, son latinos, decididamente latinos.
Ni Oriente ni Occidente, por su concepción colectivista o individualista, y ninguno d los dos, por el materialismo en que viven, pueden disputar el derecho supremo a la bandera de la latinidad.
Es menester reconstruir un nuevo Impero Romano en el terreno espiritual.
Ello permitirá al hombre volver a encontrar su perdido reino; el que Dios le concedió en el Universo no bien salido de la profundidad misteriosa de su voluntad creadora; y el del pequeño mundo construido dentro de cada uno de nosotros, con la cresta del tiempo y el alma de la eternidad.
PIUEBLOS LIBRES DE AMÉRICA, SENTIMOS LA NECESIDAD DE RECONSTRUIR UN NUEVO MUNDO LATINO. Y PARA COMENZAR ESTA EMPRESA GIGANTESCA, SÓLO PEDIMOS NOS SEA PERMITIDO DECIR, EN FORMA DE SALUDO O DE JURAMENTO, LA ANTIGUA FRASE DE LOS LEGIONARIOS DEL IMPERIO: ¡SALVE, ROMA INMORTAL!
(Extractado de: Centro de Estudios América Románica, “Romanidad e Hispanidad en América” Discursos del Gral. JUAN DOMINGO PERÓN sobre la latinidad y la Hispanidad. Ediciones del Copista, Córdoba de la Nueva Andalucía, 1996. páginas 55, pp. 15 a 19).
Bibliografía esencial: (para neófitos y para los que no lo son):
Vicente D. Sierra Historia de la Ideas Políticas en Argentina, Ediciones Nuestra Causa, Buenos Aires, 1950 .
Carlos A. Disandro, El perfil histórico de Juan Perón, Editorial Hostería Volante La Plata, 1990.
Daniel Campione, Orígenes estatales del peronismo, Miño y Dávila, Buenos Aires, 2007.
Editó Gabriel Pautasso
Diario Pampero nº 111 Cordubensis
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Latinidad, Romanidad, Hispanidad disponen fundamentos irrecusables en el pensar humanístico y político del General JUAN PERÓN, tres veces presidente de la República Argentina, que pese a todas sus peripecias dolorosas, a sus luchas interminables y a sus nobles ideales, muchas veces olvidados por unos y conculcados por otros, rescata siempre en los momentos más lúcidos de su historia la grandeza del clasicismo romano e hispánico y se yergue entonces con la lumbre de una herencia sublime e inagotable.
El tema de la Latinidad y de la Romanidad, muchas veces esbozados o aludido en otros discursos, se plasma en una breve y sentida evocación, en el año 1954, al inaugurar el Congreso extraordinario de la Federación de Sociedades Italianas, discurso pronunciado en italiano por el entonces Primer Magistrado de la Nación (la traducción castellana se conoció simultáneamente entonces).
DISCURSO PRONUNCIADO POR EL GENERAL PERÓN EN LA CEREMONIA INAUGURAL DEL CONGRESO EXTRAORDINARIO DE LA FEDERACIÓN GENERAL DE SOCIEDADES ITALIANAS.
Buenos Aires, 10 de noviembre de 1954
ROMANIDAD E HISPANIDAD EN AMÉRICA
Texto: “Nada puede ser más grato a mi corazón de argentino que el declarar inaugurados los trabajos de este Congreso de Sociedades Italianas.
Nuestra consigna de organizarse encuentra eco en ellas, siempre dispuestas a prodigarse en obras de utilidad pública. Es ésta una característica sincera y segura que distingue una vez más a la noble colectividad italiana como elemento constitutivo y constructivo de la comunidad argentina. Por ello un italiano nunca será extranjero entre nosotros. El gobierno y el pueblo argentinos aprecian en todo su alcance los méritos de las sociedades de toda clase en las cuales los italianos han servido los verdaderos intereses de la Nación y del pueblo argentino, con una actividad ultrasecular. Por eso, interpretando el sentimiento unánime de mi pueblo, aprovecho la presente circunstancia para agradecer todo este aporte d bien, realizado con el desinterés y el amor que es patrimonio de los hijos de la noble Italia.
La historia de las luchas y de los sufrimientos de Italia es parte de nuestra historia, puesto que estamos íntimamente ligados a ella por indestructibles vínculos de estirpe y cultura. Yo no me siento extraño en este ambiente, porque respiro el mismo aire de anhelo e inquietud latinas que nos habla desde lo profundo de los siglos con la voz de la historia común a todos los hijos de Italia.
En nuestras familias, como en cada una de nuestras obras o en nuestras conquistas, está estampado el signo indeleble, de una tradición que nos habla de Roma en las múltiples expresiones forjadas por su genio y por su fuerza creadora. Si honrar el pasado es blasón de los hombres y de los pueblos, todos los latinos debemos reconocer la inmensa de gratitud con Italia. Para honrarla en nosotros mismos no debemos ignorar que la verdadera raíz de nuestra cultura nace y vive en un deseo que se dirige al origen común y en él nos hermana. Roma es así nuestra madre inmortal, como inmortales serán siempre su gloria y su grandeza.
Amigos italianos: en mi mensaje de 1948, dije al pueblo italiano:
“¡Salve, Roma inmortal! Los hijos de esta orilla del Atlántico te saludan y difundirán tus enseñanzas a través de los siglos.
“He conocido a Italia y la he amado… me siento íntimamente unido a ella por múltiples y gratos recuerdos; recuerdo sus cielos azules, sus mares incomparables, sus campiñas, sus agricultores de ojos dulces y aspecto sereno, que viven cultivando las mismas tierras cantadas en las Geórgicas; recuerdo las madres y las jóvenes, descendientes de las mujeres eternizadas por el Ticiano, Mantegna o Piero Della Francesca; recuerdo, emocionado, las doradas caras de los niños, los mismos que solfean en los bajos-relieves de Luca Della Robbia y del Donatello.
“Nuestro país, donde crece el laurel y la encina de Roma, quiere ser las vanguardia de la latinidad.
“No nos oponemos – agregaba también entonces – a que ninguna cultura vivificante la nuestra, porque eso sería un suicidio; pero queremos que la formación de las inteligencias se cumpla siempre dentro de los límites de nuestra tradición incomparable. ¡Sólo así puede dar sus frutos!
“La cultura de esta Argentina mía, actualmente en marcha ascendente hacia sus nuestros destinos, desea quedar encuadrada en la de la Urbe milenaria”.
Estas ideas mías, estos sentimientos míos de 1948, permanecen inmutables. Yo no puedo hacer sino lo que mi pueblo me pide. Por suerte, el corazón del pueblo argentino palpita al unísono con el mío en sus sentimientos hacia los italianos.
Amigos: para terminar, me permito decir a todos aquellos hombres que en el mundo latino piensan como nosotros, que el antiguo Lacio debe levantarse la luz de una firme esperanza para la humanidad.
Debemos reunir nuestras fuerzas espirituales en las organizaciones que hemos creado y engrandecido con fines de solidaridad, para que en el futuro sean verdaderos centros de cultura latina, en los cuales se realicen la exaltación y reivindicación de la latinidad, como la única y, tal vez, la última esperanza, para que los hombres y los pueblos del mundo se vuelvan a encontrar unidos en el esplendor de una cultura auténtica; una cultura profundamente humanista, en unión de pueblos justos, soberanos y libres.
Esta nueva cultura unitaria que esperamos de la Historia como resultado positivo de las crisis angustioso que atraviesa la última civilización humana, sólo podrá llevarse a cabo si el mundo latino pone manos a la obra con fe, con esperanza, con amor…
Dos mil años ha, Roma fue la sede de la unidad imperial del mundo; a la sombra de su historia podemos ahora reconstruir la primera unidad cultural de los hombres, bajo el signo de nuestra latinidad eterna.
En el mundo latino hay pueblos milenarios y pueblos que viven su primera juventud: nuestra tarea es la de sembrar con voluntad, incansable y tenaz, el espíritu de la latinidad; sembrarlo en todos los radios de nuestra acción, en todos los desarrollos de nuestra vida.
Aprenda el mundo entero las verdades universales y profundamente humanas de nuestra latinidad, siempre pródiga y fecunda de bien. Nuestro éxito puede ser – yo os lo repito – la última esperanza del mundo.
Somos portadores de ideas ecuménicas que han vencido a través de tres mil años de una historia que destruyó más de quince civilizaciones anteriores.
Nuestras ideas, como nuestros sentimientos, son latinos, decididamente latinos.
Ni Oriente ni Occidente, por su concepción colectivista o individualista, y ninguno d los dos, por el materialismo en que viven, pueden disputar el derecho supremo a la bandera de la latinidad.
Es menester reconstruir un nuevo Impero Romano en el terreno espiritual.
Ello permitirá al hombre volver a encontrar su perdido reino; el que Dios le concedió en el Universo no bien salido de la profundidad misteriosa de su voluntad creadora; y el del pequeño mundo construido dentro de cada uno de nosotros, con la cresta del tiempo y el alma de la eternidad.
PIUEBLOS LIBRES DE AMÉRICA, SENTIMOS LA NECESIDAD DE RECONSTRUIR UN NUEVO MUNDO LATINO. Y PARA COMENZAR ESTA EMPRESA GIGANTESCA, SÓLO PEDIMOS NOS SEA PERMITIDO DECIR, EN FORMA DE SALUDO O DE JURAMENTO, LA ANTIGUA FRASE DE LOS LEGIONARIOS DEL IMPERIO: ¡SALVE, ROMA INMORTAL!
(Extractado de: Centro de Estudios América Románica, “Romanidad e Hispanidad en América” Discursos del Gral. JUAN DOMINGO PERÓN sobre la latinidad y la Hispanidad. Ediciones del Copista, Córdoba de la Nueva Andalucía, 1996. páginas 55, pp. 15 a 19).
Bibliografía esencial: (para neófitos y para los que no lo son):
Vicente D. Sierra Historia de la Ideas Políticas en Argentina, Ediciones Nuestra Causa, Buenos Aires, 1950 .
Carlos A. Disandro, El perfil histórico de Juan Perón, Editorial Hostería Volante La Plata, 1990.
Daniel Campione, Orígenes estatales del peronismo, Miño y Dávila, Buenos Aires, 2007.
Editó Gabriel Pautasso
Diario Pampero nº 111 Cordubensis
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