1. LA LEGITIMACIÓN DE LA SODOMÍA, PECADO PROPIO DE NUESTRA ÉPOCA.
(De la revista italiana (edición española) “SÍ, SÍ, NO, NO" - Año XVII, nº 179 Madrid, junio 2007).
Selección de textos del equipo DIARIO PAMPERO.
La humanidad conocía el pecado de sodomía desde los tiempos del santo ABRAHAM. Dicho pecado provocaba la justa ira de Dios – “propter quod ira Dei venit in filios diffidentiae – (“por el cual cayó la ira de Dios sobre quienes le desafiaban”) (en Preacepta antiquae diócesis diócesis rotomagenesis (Cartas pastorales de la antigua diócesis de Rouen)-, destructora de las ciudades corrompidas (Gn 18,16-33; 19, 1-29).
No le corresponde, pues, a la modernidad (nuestro tiempo) la triste gloria de haber generado el pecado inmundo; pero, en cambio, es propia de nuestra época la negación más sustancial que darse pueda de la LEY NATURAL, una negación más esencial que llega hasta hacer caso omiso de la perversión homosexual.
A partir de las denominadas “luchas por los derechos humanos de los homosexuales”, que se entrelazan miserablemente con la autodenominada revolución sexual a partir de la década del 60 del siglo pasado, todo Occidente se fue convenciendo, poco a poco, de la naturaleza anodina de las relaciones sexuales; de ahí que éstas se reduzcan, en su opinión, nada más que a una cuestión de gustos no censurados, que se pueden satisfacer libremente en la más absoluta negación de toda naturaleza y/o finalidad de la sexualidad.
Si a tal convencimiento pseudomoral, que arraiga y prospera en el terreno abonado del convencionalismo ético-jurídico de Occidente, se le suma el ideal romántico del sentimiento irracional del amor (pasión erótica) en tanto que valor absoluto en sí y justificación de cualquier acto (es la interpretación romántico-vitalista del agustiniano “ama et fac quod vis”(“ama y haz lo que quieras”), “l´error de ciechi che si fanno duci” (“el error de los ciegos que se hacen guías de los demás”) cuando dicen “ciascum amor in sè laudabil cosa (“todo amor es laudable en sí”): Purgatorio XVIII.vv. 18 y 36), es fácil comprender la exaltación actual de la homosexualidad en tanto que forma de amor lícita y, por ende, con derecho a reivindicar del Estado un reconocimiento legal que la equipare, en todos los aspectos, con la heterosexualidad.
La superación de los sexos en el concepto artificioso de “Género”, así como la equiparación de la homosexualidad con la heterosexualidad, se hallan ya presentes, implícitamente, en la filosofía moderna y en el derecho liberal, aunque no han llegado a realizarse por completo hasta nuestros días. La denominada “cuestión antropológica” es mucho más antigua, ciertamente, y hunde sus raíces en la modernidad (antes aún, a decir verdad: en algunas herejías). Las raíces de los errores son viejas, pero su florecimiento es relativamente reciente.
El paradigma antropológico, que rige la legitimación de la homosexualidad hasta en sus recientes aberraciones jurídicas, morales y religiosas, si bien es unitario en sí, presenta, con todo, una dicotomía genealógica en dos troncos paralelos y autotélicos -finalidad por sí mismo- (REFORMA PROTESTANTE y REVOLUCIÓN FRANCESA) cuya raíz común puede rastrarse hasta dar con ella en la Gnosis, antigua herejía judeocristiana; ES DECIR: TIENE POR AUTOR, EN ÚLTIMO ANÁLISIS, AL PROPIO LUCIFER. Los frutos venenosos del protestantismo liberal y del radicalismo libertario muestran tocante a la sodomía, así como respecto a otras cosas, una unidad esencial.
Ésta es, pues, la dramática ACTUALIDAD: por un lado, el Estado que subvierte la institución matrimonial después de rechazar la LEX NATURALIS y la DOCTRINA MORAL (RODRIGUEZ ZAPATERO de España ES LA BANDERA DE MUCHAS OTRAS AUTORIDADES CIVILES), y, por el otro, los cristianos que pretenden legitimar los actos homosexuales, o, peor todavía, adecuar el sacramento del matrimonio a las escandalosas legislaciones civiles. Si la Comunión anglicana (presidida por Isabel II de Inglaterra) está a pique de sufrir un cisma que revela toda la oposición a la verdad cristiana que la caracteriza intrínsicamente, tampoco el mundo católico se libra de sufrir las sacudidas de múltiples infecciones: la heterodoxia moral de no pocos clérigos y teólogos, los sacrilegios y los graves abusos de algunos curas.
Nos vemos obligados a constatar con dolor que, una vez más, los errores que brotan en el terreno del protestantismo secularizado (baste pensar en la obra diabólica del Lesbian and Gay Christian movement) se difunden entre los católicos e infectan a la Iglesia Católica con herejías actuales o potenciales. Hace ya años que trastornan a ésta las presiones de LOBBIES deseosos de alcanzar la aprobación moral de la homosexualidad, unas presiones que no es raro sean secundadas por realidades eclesiales y también, desgraciadamente, por algunos sacerdotes, o, mejor dicho, por sacerdotes de Cristo que identifican la condena de la homosexualidad con una forma de racismo y afirman la licitud y bondad natural de dicha perversión, al paso que denuncian la reprobación de la misma traición al amor evangelio.
De ahí que no deba extrañar ni el desorden moral que reina entre los files católicos, ni el de las legislaciones secularistas que estragan a las naciones cristianas (más grave y radical aún que el anterior).
2. ¿LA SODOMANÍA ES UNA PATOLOGÍA?
La sodomía, entendida como “atracción sexual, exclusiva o preponderante, hacia personas del mismo sexo”(CCC, 2357), es una inclinación objetivamente que desordenada en cuanto contraria a la naturaleza humana (CCC,2358). ¿Se configura como una patología tal desorden sexual? Si se atiende al significado general del término, sí. En efecto: enfermedad es toda merma o aberración de las condiciones psicofísicas normales de un individuo (lo normal viene determinado por la naturaleza específica). Pero si se quiere, por el contrario, penetrar en el ámbito de la especialización, se debería hablar de patologías en plural, pues el mismo desorden podría ser consecuencia de males físicos, perturbaciones psíquicas, alteraciones genéticas, etc Dejemos a la ciencia médica, practicada honestamente, la indagación etiológica y patogénica de la sodomía. Ya fuera ésta causada por factores fisiológicos, psicológicos o por el concurso de ambas, a la homosexualidad califican unánimemente de patología tanto en la neuropsiquiatría cuanto la psicología clínica, sin olvidar el mismo psicoanálisis, antes de que el dogma de la bondad natural de aquélla impusiera el reconocimiento de su normalidad. Así, p. ej. La Organización Mundial de la Salud contaba a la homosexualidad, hasta el 17 de mayo de 1990, ENTRE LAS PATOLÓGICAS PSIQUIÁTRICAS; SÓLO LA PRESIÓN DE LOS LOBBIES PRO-GAY (los grupos de presión internacional prosodomitas), no nuevos conocimientos científicos, impuso que se la excluyera de las mismas.
La naturaleza humana se halla determinada sexualmente como macho o como hembra, y tal diferencia sustancial se manifiesta primariamente como relación de complementariedad, la cual se echa de ver en grado sumo en la unión matrimonial. Ningún acto volitivo puede cancelar esta bipolaridad sexual (”Opinamos que todo homosexual es, en realidad, un heterosexual latente”: IRVING BIEBER y otros, “Homosexualita, Il pensiero Scientifico Editore, 1997, p. 241), la cual atañe, en la unidad del comportamiento humano, tanto al cuerpo (caracteres sexuales somáticos) cuanto al alma, de arte que el sexo, el cual se determina en la concepción, queda fijado por la eternidad e implica, como tal, una inclinación relacional precisa hacia el sexo opuesto (nadie es un homosexual por naturaleza). Sin embargo, la humanidad, herida por el pecado de los protoparentes, está expuesto a la perversión de sus inclinaciones naturales, inclusive la sexual, la cual, aunque se regula por la complementariedad en el seno del matrimonio y tiene por la finalidad la procreación, puede, con eso y todo, volverse también hacia fines distintos del natural, con lo que se generen esas graves patologías psiquiátricas que de denominan “NECROFILIA”, “PEDOFILIA”, “ZOOFILIA”y “HOMOSEXUALIDAD”.
La homosexualidad no cambia la naturaleza del individuo (p. ej., la ceguera priva al ciego de la vista, pero no cancela su naturaleza de vidente, en el sentido de que el ser humano está hecho para ver): los gustos y los hábitos homosexuales le parecen connaturales al invertido a causa de su patología, no ya porque tales actos y hábitos dejen de ser objetivamente antinaturales. La teología confirma lo que la razón demuestra al denunciar como herética la proposición “EL PECADO CONTRA NATURA (…) AUNQUE ES CONTRARIO A LA NATURALEZA DE LA ESPECIE, CON TODO, NO SE OPONE A LA NATURALEZA DEL INDIVIDUO (HOMOSEXUAL)”. (ETIENNE TEMPIER, “Opiniones 219 condemmatae” (219 opiniones condenadas).
Como ya lo denunció JUAN PABLO II en su “Memoria e identidad” (p. 23). El Parlamento Europeo muestra una singular solicitud por la tutela jurídica del presunto derecho al vicio abominable de la homosexualidad; cfr. Las resoluciones 8/I/1994; 20/IX/1996; 17/IX/1998.
MEMORIA PERFUNETI PERICULI (el recuerdo del peligro pasado).
Editó Gabriel Pautasso
Diario Pampero Cordubensis nº 4
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(De la revista italiana (edición española) “SÍ, SÍ, NO, NO" - Año XVII, nº 179 Madrid, junio 2007).
Selección de textos del equipo DIARIO PAMPERO.
La humanidad conocía el pecado de sodomía desde los tiempos del santo ABRAHAM. Dicho pecado provocaba la justa ira de Dios – “propter quod ira Dei venit in filios diffidentiae – (“por el cual cayó la ira de Dios sobre quienes le desafiaban”) (en Preacepta antiquae diócesis diócesis rotomagenesis (Cartas pastorales de la antigua diócesis de Rouen)-, destructora de las ciudades corrompidas (Gn 18,16-33; 19, 1-29).
No le corresponde, pues, a la modernidad (nuestro tiempo) la triste gloria de haber generado el pecado inmundo; pero, en cambio, es propia de nuestra época la negación más sustancial que darse pueda de la LEY NATURAL, una negación más esencial que llega hasta hacer caso omiso de la perversión homosexual.
A partir de las denominadas “luchas por los derechos humanos de los homosexuales”, que se entrelazan miserablemente con la autodenominada revolución sexual a partir de la década del 60 del siglo pasado, todo Occidente se fue convenciendo, poco a poco, de la naturaleza anodina de las relaciones sexuales; de ahí que éstas se reduzcan, en su opinión, nada más que a una cuestión de gustos no censurados, que se pueden satisfacer libremente en la más absoluta negación de toda naturaleza y/o finalidad de la sexualidad.
Si a tal convencimiento pseudomoral, que arraiga y prospera en el terreno abonado del convencionalismo ético-jurídico de Occidente, se le suma el ideal romántico del sentimiento irracional del amor (pasión erótica) en tanto que valor absoluto en sí y justificación de cualquier acto (es la interpretación romántico-vitalista del agustiniano “ama et fac quod vis”(“ama y haz lo que quieras”), “l´error de ciechi che si fanno duci” (“el error de los ciegos que se hacen guías de los demás”) cuando dicen “ciascum amor in sè laudabil cosa (“todo amor es laudable en sí”): Purgatorio XVIII.vv. 18 y 36), es fácil comprender la exaltación actual de la homosexualidad en tanto que forma de amor lícita y, por ende, con derecho a reivindicar del Estado un reconocimiento legal que la equipare, en todos los aspectos, con la heterosexualidad.
La superación de los sexos en el concepto artificioso de “Género”, así como la equiparación de la homosexualidad con la heterosexualidad, se hallan ya presentes, implícitamente, en la filosofía moderna y en el derecho liberal, aunque no han llegado a realizarse por completo hasta nuestros días. La denominada “cuestión antropológica” es mucho más antigua, ciertamente, y hunde sus raíces en la modernidad (antes aún, a decir verdad: en algunas herejías). Las raíces de los errores son viejas, pero su florecimiento es relativamente reciente.
El paradigma antropológico, que rige la legitimación de la homosexualidad hasta en sus recientes aberraciones jurídicas, morales y religiosas, si bien es unitario en sí, presenta, con todo, una dicotomía genealógica en dos troncos paralelos y autotélicos -finalidad por sí mismo- (REFORMA PROTESTANTE y REVOLUCIÓN FRANCESA) cuya raíz común puede rastrarse hasta dar con ella en la Gnosis, antigua herejía judeocristiana; ES DECIR: TIENE POR AUTOR, EN ÚLTIMO ANÁLISIS, AL PROPIO LUCIFER. Los frutos venenosos del protestantismo liberal y del radicalismo libertario muestran tocante a la sodomía, así como respecto a otras cosas, una unidad esencial.
Ésta es, pues, la dramática ACTUALIDAD: por un lado, el Estado que subvierte la institución matrimonial después de rechazar la LEX NATURALIS y la DOCTRINA MORAL (RODRIGUEZ ZAPATERO de España ES LA BANDERA DE MUCHAS OTRAS AUTORIDADES CIVILES), y, por el otro, los cristianos que pretenden legitimar los actos homosexuales, o, peor todavía, adecuar el sacramento del matrimonio a las escandalosas legislaciones civiles. Si la Comunión anglicana (presidida por Isabel II de Inglaterra) está a pique de sufrir un cisma que revela toda la oposición a la verdad cristiana que la caracteriza intrínsicamente, tampoco el mundo católico se libra de sufrir las sacudidas de múltiples infecciones: la heterodoxia moral de no pocos clérigos y teólogos, los sacrilegios y los graves abusos de algunos curas.
Nos vemos obligados a constatar con dolor que, una vez más, los errores que brotan en el terreno del protestantismo secularizado (baste pensar en la obra diabólica del Lesbian and Gay Christian movement) se difunden entre los católicos e infectan a la Iglesia Católica con herejías actuales o potenciales. Hace ya años que trastornan a ésta las presiones de LOBBIES deseosos de alcanzar la aprobación moral de la homosexualidad, unas presiones que no es raro sean secundadas por realidades eclesiales y también, desgraciadamente, por algunos sacerdotes, o, mejor dicho, por sacerdotes de Cristo que identifican la condena de la homosexualidad con una forma de racismo y afirman la licitud y bondad natural de dicha perversión, al paso que denuncian la reprobación de la misma traición al amor evangelio.
De ahí que no deba extrañar ni el desorden moral que reina entre los files católicos, ni el de las legislaciones secularistas que estragan a las naciones cristianas (más grave y radical aún que el anterior).
2. ¿LA SODOMANÍA ES UNA PATOLOGÍA?
La sodomía, entendida como “atracción sexual, exclusiva o preponderante, hacia personas del mismo sexo”(CCC, 2357), es una inclinación objetivamente que desordenada en cuanto contraria a la naturaleza humana (CCC,2358). ¿Se configura como una patología tal desorden sexual? Si se atiende al significado general del término, sí. En efecto: enfermedad es toda merma o aberración de las condiciones psicofísicas normales de un individuo (lo normal viene determinado por la naturaleza específica). Pero si se quiere, por el contrario, penetrar en el ámbito de la especialización, se debería hablar de patologías en plural, pues el mismo desorden podría ser consecuencia de males físicos, perturbaciones psíquicas, alteraciones genéticas, etc Dejemos a la ciencia médica, practicada honestamente, la indagación etiológica y patogénica de la sodomía. Ya fuera ésta causada por factores fisiológicos, psicológicos o por el concurso de ambas, a la homosexualidad califican unánimemente de patología tanto en la neuropsiquiatría cuanto la psicología clínica, sin olvidar el mismo psicoanálisis, antes de que el dogma de la bondad natural de aquélla impusiera el reconocimiento de su normalidad. Así, p. ej. La Organización Mundial de la Salud contaba a la homosexualidad, hasta el 17 de mayo de 1990, ENTRE LAS PATOLÓGICAS PSIQUIÁTRICAS; SÓLO LA PRESIÓN DE LOS LOBBIES PRO-GAY (los grupos de presión internacional prosodomitas), no nuevos conocimientos científicos, impuso que se la excluyera de las mismas.
La naturaleza humana se halla determinada sexualmente como macho o como hembra, y tal diferencia sustancial se manifiesta primariamente como relación de complementariedad, la cual se echa de ver en grado sumo en la unión matrimonial. Ningún acto volitivo puede cancelar esta bipolaridad sexual (”Opinamos que todo homosexual es, en realidad, un heterosexual latente”: IRVING BIEBER y otros, “Homosexualita, Il pensiero Scientifico Editore, 1997, p. 241), la cual atañe, en la unidad del comportamiento humano, tanto al cuerpo (caracteres sexuales somáticos) cuanto al alma, de arte que el sexo, el cual se determina en la concepción, queda fijado por la eternidad e implica, como tal, una inclinación relacional precisa hacia el sexo opuesto (nadie es un homosexual por naturaleza). Sin embargo, la humanidad, herida por el pecado de los protoparentes, está expuesto a la perversión de sus inclinaciones naturales, inclusive la sexual, la cual, aunque se regula por la complementariedad en el seno del matrimonio y tiene por la finalidad la procreación, puede, con eso y todo, volverse también hacia fines distintos del natural, con lo que se generen esas graves patologías psiquiátricas que de denominan “NECROFILIA”, “PEDOFILIA”, “ZOOFILIA”y “HOMOSEXUALIDAD”.
La homosexualidad no cambia la naturaleza del individuo (p. ej., la ceguera priva al ciego de la vista, pero no cancela su naturaleza de vidente, en el sentido de que el ser humano está hecho para ver): los gustos y los hábitos homosexuales le parecen connaturales al invertido a causa de su patología, no ya porque tales actos y hábitos dejen de ser objetivamente antinaturales. La teología confirma lo que la razón demuestra al denunciar como herética la proposición “EL PECADO CONTRA NATURA (…) AUNQUE ES CONTRARIO A LA NATURALEZA DE LA ESPECIE, CON TODO, NO SE OPONE A LA NATURALEZA DEL INDIVIDUO (HOMOSEXUAL)”. (ETIENNE TEMPIER, “Opiniones 219 condemmatae” (219 opiniones condenadas).
Como ya lo denunció JUAN PABLO II en su “Memoria e identidad” (p. 23). El Parlamento Europeo muestra una singular solicitud por la tutela jurídica del presunto derecho al vicio abominable de la homosexualidad; cfr. Las resoluciones 8/I/1994; 20/IX/1996; 17/IX/1998.
MEMORIA PERFUNETI PERICULI (el recuerdo del peligro pasado).
Editó Gabriel Pautasso
Diario Pampero Cordubensis nº 4
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