“Garantía soy de la España inmortal que triunfará”…
Así dice la canción. Pero en estos tiempos de vergonzosas claudicaciones nuestra camisa azul, aquella sirvió de uniforme y sudario a tantos miles de españoles, se va sustituyendo paulatinamente por el blanco, más blanco, lavar y poner, de cualquier detergente más o menos biodegradante.
Es como un reflujo análogo al de los años “40” pero a la inversa. Entonces en los basureros de todos los barrios aparecieron bastantes camisas rojas abandonadas con apresuramiento. Lo que era natural. Lo anómalo fue admitir que la camisa azul fuese salvoconducto apresurado que cualquiera se colocaba encima y, con ella, a buscar influencia y amigos importantes con los que conseguir cualquiera puestito de cualquier Ministerio. Las consecuencias las estamos todos viendo.
JOSÉ ANTONIO se anticipó:
“Veremos cuántos se apresuran a ponerse camisas azules. Pero las primeras, las de las horas difíciles, no se confundieran con estas camisas retrasadas” (“Diario Arriba”, 16-5-35). Claro está que JOSÉ ANTONIO se equivocó en el último párrafo, ya que no sólo se confundieron las de las horas difíciles con las retrasadas, sino que, en muchos casos, atropellaron cínicamente a las “antiguas”.
“Vuestra apostura se ha hecho al garbo de la camisa azul” (Revista “Haz”, 19-7-35).
…Y las camisas que hoy escondemos bajo las chaquetas, a la vigilancia de la autoridad gubernativa, saldrán un día luciendo al sol…” (“Diario Arriba”, 26-12-35).
“Sabemos que esta tierra entrañable de Extremadura, labradora, conquistadora y doliente, fértil en vanguardias de camisas azules, entenderá nuestra voz y estará con nosotros”.(“Diario Arriba”, 23-1-36).
“…Nosotros no ofrecemos abriguitos de punto; nosotros ofrecemos estas camisas que pueden verter los obreros sin renunciar a sus ímpetus revolucionarios” (“Diario Arriba”, 30-1-36).
“Ahora muchos “no pasarán, Moscú no pasará, el separatismo no pasará, cuando para no pasarán tuvieron que encontrarse con pechos humanos, resultó que esos pechos llevaban siempre flechas rojas bordadas sobre las camisas azules” (“Diario Arriba”, 6-2-36).
“Mientras los semiseñoritos viciosos de las milicias socialistas remedan desfiles marciales con sus camisas rojas, nuestras camisas azules, bordadas con las fechas y el yugo de los grandes días, son secuestradas por los esbirros de Casares y sus poncios” (“Carta a los militares desde la cárcel Modelo de Madrid, 4-5-36).
Que un falangista vista la camisa azul, con el yugo, las flechas y el haz, es lo obligado, pero de modo especial en todos políticos y patrióticos. Que los no falangistas vistan camisa blanca o de color que más le agrade, parece comprensible. CADA CUAL ES CADA CUAL. Y LOS FALANGISTAS SON ESO: FALANGISTAS.
SE LES LLAMA “FASCISTAS”
Se tiene la sensación, de poco tiempo a esta parte, que los “fascistas” proliferan en número como las setas tras las lluvias. Porque hoy se le llama fascista a cualquiera que se oponga a ciertas “andaduras”. Fascistas son los estudiantes que quieren estudiar y no les interesa acudir a esas inefables sentadas o a las múltiples asambleas al nivel que sea. Pagaron su matrícula y quieren asistir a clases, estudiar, examinarse y aprobar. Fascistas son los trabajadores que, terminada su jornada laboral, en vez de dedicarse a organizar algaradas, según dictado del responsable de turno, se marcha a su casa o se dedican a trabajos supletorios de su jornal. Y fascistas son el empleado fiel a sus jefes o del comerciante que hace oídos sordos a ciertas solidaridades bastante sospechosas.
Fascista fue la gran multitud de Milán que, sin ser conducida ni presionada, se plantó en la calle para protestar, en la forma que fuera, de los atentados terroristas. Fascistas son los que se oponen a que acontecimientos internacionales se esgrimen como arma para manifestaciones pro Vietnam y otras presencias callejeras que se denominan pacifistas.
Fascista es cualquier intento de reacción ciudadana y viril contra la política de convivencia con el comunismo. Fascistas los que se oponen a que las iglesias sean refugio de protestatarios de esto y aquello, con ciertas blandenguerías, cuando no fomento de tales sentadas. Fascistas, los que hartos de no ser escuchados ni atendidos, cuando la autoridad queda por los suelos en virtud de inexplicables condescendencias, ni agradecidas ni estimadas, recurren a la violencia hartos de la violencia de los demás.
Fascistas los enemigos de esa “no violencia” indiscriminada y del pacifismo a ultranza, blandengue, claudicante, organizado a escala internacional por los que se quedan calladitos ante los tanques soviéticos en Budapest o Checoslovaquia, ante el muro de Berlín constelado de muertos, mientras piden amnistías políticas para un “vuelta a empezar” o exigen comprensión para el “Che” o “Mao”.
En el fondo de todo esto no existe más que un simple sentimiento: MIEDO
¿TANTO PUEDE UN “FASCISTA” CUANDO SE DECIDE A ACTUAR?
La receta de ANTONIO GRAMSCI es clara: conquistad “el mundo de las ideas”, que en cada caso serán – por usar unas de esas antítesis que MARX amaba – “las ideas del mundo”. GRAMSCI enseña: dad a la gente lo que pide, pero en sentido marxista, materialista, hasta llegar a las últimas estribaciones del sentido común del pueblo.
Y es aquí donde intervienen los que ANGUSTO DEL NOCE llama “liberal-radicales”. La terminología no es siempre precisa, pero el fenómeno sí: los liberal-radicales son los izquierdistas burgueses. Son los no comunistas que no permiten que se critique el comunismo que califican sin más de “FASCISTA” al que por lo menos no dedique periódicamente un elogio a MARX y un canto encendido a la “tarea histórica del proletariado”. La izquierda burguesa se ocupa – con más virulencia que el comunismo – de la destrucción del sentido cristiano de la vida: son los paladines de la cruzada contra el mundo antiguo” y los abanderados de los nuevo derechos humanos: a la más amplia combinatoria homo-heterosexual, al aborto, a la iconoclastia educadamente rabiosa…están preparando una dictadura mental.
Desde los contestatarios hasta ahora hemos asistido a una nueva edición, particularmente reveladora y de una virulencia nunca alcanzado hasta hoy, de la interpretación “demonológica” del fascismo. Pero lo que en esa interpretación se denomina FASCISMO no tiene nada que ver con el fascismo histórico. S e identifica al fascismo con “represión”, pero la represión después entendida de forma que englosa todos los valores afirmados por la tradición, incluidos los duez mandamientos.
En necesario distinguir entre dos sentidos de la palabra FASCISMO: el histórico y el “demonológico”, sobre el cual insisten con particular entre dos antfascimos, que no pueden en absoluto unificar.
Editó Gabriel Pautasso
gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
DIARIO PAMPERO Cordubensis nº 321
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Así dice la canción. Pero en estos tiempos de vergonzosas claudicaciones nuestra camisa azul, aquella sirvió de uniforme y sudario a tantos miles de españoles, se va sustituyendo paulatinamente por el blanco, más blanco, lavar y poner, de cualquier detergente más o menos biodegradante.
Es como un reflujo análogo al de los años “40” pero a la inversa. Entonces en los basureros de todos los barrios aparecieron bastantes camisas rojas abandonadas con apresuramiento. Lo que era natural. Lo anómalo fue admitir que la camisa azul fuese salvoconducto apresurado que cualquiera se colocaba encima y, con ella, a buscar influencia y amigos importantes con los que conseguir cualquiera puestito de cualquier Ministerio. Las consecuencias las estamos todos viendo.
JOSÉ ANTONIO se anticipó:
“Veremos cuántos se apresuran a ponerse camisas azules. Pero las primeras, las de las horas difíciles, no se confundieran con estas camisas retrasadas” (“Diario Arriba”, 16-5-35). Claro está que JOSÉ ANTONIO se equivocó en el último párrafo, ya que no sólo se confundieron las de las horas difíciles con las retrasadas, sino que, en muchos casos, atropellaron cínicamente a las “antiguas”.
“Vuestra apostura se ha hecho al garbo de la camisa azul” (Revista “Haz”, 19-7-35).
…Y las camisas que hoy escondemos bajo las chaquetas, a la vigilancia de la autoridad gubernativa, saldrán un día luciendo al sol…” (“Diario Arriba”, 26-12-35).
“Sabemos que esta tierra entrañable de Extremadura, labradora, conquistadora y doliente, fértil en vanguardias de camisas azules, entenderá nuestra voz y estará con nosotros”.(“Diario Arriba”, 23-1-36).
“…Nosotros no ofrecemos abriguitos de punto; nosotros ofrecemos estas camisas que pueden verter los obreros sin renunciar a sus ímpetus revolucionarios” (“Diario Arriba”, 30-1-36).
“Ahora muchos “no pasarán, Moscú no pasará, el separatismo no pasará, cuando para no pasarán tuvieron que encontrarse con pechos humanos, resultó que esos pechos llevaban siempre flechas rojas bordadas sobre las camisas azules” (“Diario Arriba”, 6-2-36).
“Mientras los semiseñoritos viciosos de las milicias socialistas remedan desfiles marciales con sus camisas rojas, nuestras camisas azules, bordadas con las fechas y el yugo de los grandes días, son secuestradas por los esbirros de Casares y sus poncios” (“Carta a los militares desde la cárcel Modelo de Madrid, 4-5-36).
Que un falangista vista la camisa azul, con el yugo, las flechas y el haz, es lo obligado, pero de modo especial en todos políticos y patrióticos. Que los no falangistas vistan camisa blanca o de color que más le agrade, parece comprensible. CADA CUAL ES CADA CUAL. Y LOS FALANGISTAS SON ESO: FALANGISTAS.
SE LES LLAMA “FASCISTAS”
Se tiene la sensación, de poco tiempo a esta parte, que los “fascistas” proliferan en número como las setas tras las lluvias. Porque hoy se le llama fascista a cualquiera que se oponga a ciertas “andaduras”. Fascistas son los estudiantes que quieren estudiar y no les interesa acudir a esas inefables sentadas o a las múltiples asambleas al nivel que sea. Pagaron su matrícula y quieren asistir a clases, estudiar, examinarse y aprobar. Fascistas son los trabajadores que, terminada su jornada laboral, en vez de dedicarse a organizar algaradas, según dictado del responsable de turno, se marcha a su casa o se dedican a trabajos supletorios de su jornal. Y fascistas son el empleado fiel a sus jefes o del comerciante que hace oídos sordos a ciertas solidaridades bastante sospechosas.
Fascista fue la gran multitud de Milán que, sin ser conducida ni presionada, se plantó en la calle para protestar, en la forma que fuera, de los atentados terroristas. Fascistas son los que se oponen a que acontecimientos internacionales se esgrimen como arma para manifestaciones pro Vietnam y otras presencias callejeras que se denominan pacifistas.
Fascista es cualquier intento de reacción ciudadana y viril contra la política de convivencia con el comunismo. Fascistas los que se oponen a que las iglesias sean refugio de protestatarios de esto y aquello, con ciertas blandenguerías, cuando no fomento de tales sentadas. Fascistas, los que hartos de no ser escuchados ni atendidos, cuando la autoridad queda por los suelos en virtud de inexplicables condescendencias, ni agradecidas ni estimadas, recurren a la violencia hartos de la violencia de los demás.
Fascistas los enemigos de esa “no violencia” indiscriminada y del pacifismo a ultranza, blandengue, claudicante, organizado a escala internacional por los que se quedan calladitos ante los tanques soviéticos en Budapest o Checoslovaquia, ante el muro de Berlín constelado de muertos, mientras piden amnistías políticas para un “vuelta a empezar” o exigen comprensión para el “Che” o “Mao”.
En el fondo de todo esto no existe más que un simple sentimiento: MIEDO
¿TANTO PUEDE UN “FASCISTA” CUANDO SE DECIDE A ACTUAR?
La receta de ANTONIO GRAMSCI es clara: conquistad “el mundo de las ideas”, que en cada caso serán – por usar unas de esas antítesis que MARX amaba – “las ideas del mundo”. GRAMSCI enseña: dad a la gente lo que pide, pero en sentido marxista, materialista, hasta llegar a las últimas estribaciones del sentido común del pueblo.
Y es aquí donde intervienen los que ANGUSTO DEL NOCE llama “liberal-radicales”. La terminología no es siempre precisa, pero el fenómeno sí: los liberal-radicales son los izquierdistas burgueses. Son los no comunistas que no permiten que se critique el comunismo que califican sin más de “FASCISTA” al que por lo menos no dedique periódicamente un elogio a MARX y un canto encendido a la “tarea histórica del proletariado”. La izquierda burguesa se ocupa – con más virulencia que el comunismo – de la destrucción del sentido cristiano de la vida: son los paladines de la cruzada contra el mundo antiguo” y los abanderados de los nuevo derechos humanos: a la más amplia combinatoria homo-heterosexual, al aborto, a la iconoclastia educadamente rabiosa…están preparando una dictadura mental.
Desde los contestatarios hasta ahora hemos asistido a una nueva edición, particularmente reveladora y de una virulencia nunca alcanzado hasta hoy, de la interpretación “demonológica” del fascismo. Pero lo que en esa interpretación se denomina FASCISMO no tiene nada que ver con el fascismo histórico. S e identifica al fascismo con “represión”, pero la represión después entendida de forma que englosa todos los valores afirmados por la tradición, incluidos los duez mandamientos.
En necesario distinguir entre dos sentidos de la palabra FASCISMO: el histórico y el “demonológico”, sobre el cual insisten con particular entre dos antfascimos, que no pueden en absoluto unificar.
Editó Gabriel Pautasso
gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
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