miércoles, diciembre 31, 2008

La Masonería: Poder invisible (II)


"Cuídate mucho de decir todo lo que sabes”. Solón

“Entre las sectas con las cuales se enlaza más inmediata y claramente la Masonería está la de de los Templarios, que parece han subsistido secretamente después de su abolición en 1312. La negación de la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, el horror a la cruz, la guerra al sacerdocio católico, la indecencia de ciertas manifestaciones de beneficencia y de amor; el secreto de las reuniones, la adoración de la criatura, la justificación de los medios por el fin y las reuniones en la noche”. (*).

En la Edad Media la fe católica era dura como las piedras de los castillos: por la religión se hacían obras más difíciles y los hombres sacrificaban su vida sin temor a la muerte, aún en tierras extrañas y de infieles. Las Cruzadas fueron uno de los caminos donde esa fe católica se concentró al máximo. En 1118, nueve caballeros franceses custodiaban en el Asia el monte Moriah en su lucha contra los musulmanes. Su jefe era HUGO DE PAYEN, y los otros, nobles franceses, entre quienes se destaca la figura de SAINT OMER. Entonces eran “los pobres de Cristo”, sus vestimentas procedían de limosnas, y cuando uno de ellos se moría si seguía sirviéndole la mesa durante cuarenta días, ocupando su puesto un mendigo.
Esta Cruzada mezclaba la religión con la acción militar y guerrera, base que impulsó a PAYEN a crear una nueva y extraña orden de caballeros monjes. Esta síntesis fue patrocinada por SAN JUAN EVANGELISTA, artista, místico y profeta, el profeta de los santos armados, imagen fiel de los caballeros templarios; pero la adoración al patrón comenzó a palidecer al lado del culto a la Virgen Santísima, culto que, llevado adelante exageradamente, terminaría por aniquilar a esta orden de caballería. Diez años más tarde, los caballeros del Templo sumaban trescientos y mandaban sobre tres mil hombres. SAN BERNARDO DE CLARVEAUX o CLARAVAL, el inventor de los monjes arquitectos (comparar con la masonería operativa), redactó especialmente para sus protegidos un folleto de propaganda, en el cual defendía la simplicidad de sus costumbres en contraposición con el lujo decadente de otras órdenes medievales. Los templarios revelaron su espíritu práctico con la fundación de una oficina de cambios de moneda para los peregrinos a Tierra Santa (Santo Sepulcro) y un enorme establo para dos mil caballos bajo el mismo Templo de SALOMÓN en el corazón de Jerusalén.
En 1128, el Concilio de Troyes, Francia concedió a los templarios sus estatutos oficiales, donde reinaba el triple voto de pobreza, castidad y obediencia, el cual, en un futuro cercano, muchos de estos caballeros romperían peligrosamente.
El reglamento aseguraba a la orden importantes privilegios. Exentos de tasas e impuestos, podían, en cambio, cobrarlos, no teniendo que rendir cuentas ni a la justicia laica o seglar ni a la eclesiástica; solo ellos mismos y el Papa eran los únicos jueces. Sus secretos estaban muy bien guardados, pues reclutaban en su mismo seno sus propios sacerdotes y confesores.
En menos de un siglo los templarios acumularon sobre los dos continentes una potencia o poderío tal como ninguna orden religiosa-militar después de ellos alcanzará jamás y que sería invadido por las actuales organizaciones internacionales. Su acción diplomática y política negociadora dio a la Orden diez mil castillos (10.000) diseminados por toda Europa y África; sus bienes inmuebles fueron justipreciados en unos 30.000 millones de dólares actuales, sin olvidar que en la Edad Media la industria casi no existía y los ingresos de las naciones europeas eran mil veces menores que los de hoy día. Desde su fundación, el Templo recibió innumerables donaciones – FELIPE AUGUSTO donó cincuenta y dos marcos de oro -, y la orden no olvidó heredar los bienes de sus miembros nobles ni administrar el tesoro público de Francia, primogénita de la Iglesia, llegando así el Templo de París a convertirse en un verdadero ministerio de finanzas del reino.
Para el pueblo supersticioso, los templarios habían descubierto el secreto de la piedra filosofal, es decir, el secreto de la transformación de plomo en oro, pero la verdad era otra: el sorprendente uso de una técnica financiera nueva para aquella época. En efecto, los templarios fueron banqueros y, aunque las ciudades comerciales italianas dedicaban a la actividad bancaria, en realidad de simples depósitos donde el dinero no se “reproducía”. Por eso los caballeros del Temple se mostraron habilísimos al introducir operaciones que fueron madre de las actuales (técnicas bancarias como apertura de cuentas corrientes, rentas y pensiones, adelantos, fianzas, préstamos sobre empeños, transferencias internacionales de fondos y operaciones de cambio).
Gracias a estas técnicas la Orden se hizo indispensable en una época en que los caminos eran muy inseguros por los asaltantes, y, así, una letra de cambio avalada por un Banco de la Orden permitía a los ricos mercaderes trasladarse sin cofres y sin escolta para tomar posesión de los fondos al llegar a destino.
Como la Iglesia prohibía el préstamo con intereses, los templarios especularon sobre las diferencias del cambio de un país a otro apoyándose en los gastos de corretaje y agio, y de esta manera sus capitales engrosaban poco a poco. No obstante, muchos de sus monjes-soldados supieron ser pobres, rechazando con altivos términos la libertad que SALADINO les ofreciera: “Un templario no puede ofrecer como rescate más que su cinto y su espada…”, determinación valiente, cuando solo le valía una palabra para que sus hermanos arrojaron una lluvia de monedas de oro.
Todo esto demuestra la existencia de un “arte heredado” por grupos y sectas orientales cuyo comercio estaba muy adelantado. Más adelanto demostraremos los contactos con sociedades secretas esotéricas y políticas del Oriente pero en este momento nos interesa revisar las pruebas de las relaciones entre la masonería y los judíos. Una fuente cita que al día siguiente de la ejecución del Gran Mestre de la Orden del Temple JACOBO DE MOLAY, siete caballeros disfrazados de albañiles (masones) recogieron las cenizas de la hoguera donde su jefe había expiado sus crímenes de que se lo acusaba y fundaron la Orden de los Francmasones cuya constitución fue en parte calcada de la orden disuelta por FELIPE EL HERMOSO.
Otra fuente, la del cabalista contemporáneo ELIPHAS LÉVY, dice que la idea de los conspiradores de la Kabbala era la de crear una sociedad obligada a la obediencia de los votos solemnes, protegida por reglamentos severos, que reclutaría por iniciación, y que sería la única depositaria de los grandes secretos religiosos, sociales y económicos (el arte de la banca) haciendo reyes y Papas sin exponerse a los desgastes del poder temporal y sacro. Esta idea fue el sueño de los gnósticos e iluminados, que pretendían adaptar su fe a la tradición primitiva del cristianismo de SAN JUAN EVANGELISTA.
Según el historiador francés contemporáneo J. MICHELET, “durante la Edad Media los judíos, perseguidos, cazados, amnistiados, han constituido el intermediario indispensable entre el dinero y el paciente, entre el fisco y la víctima de este fisco, absorbiendo el oro desde abajo y entregándoselo por arriba al rey con su fea carátula. Pero siempre les quedaba algo. Pacientes, resultaron indestructibles: cuando por la letra de cambio se sintieron libres volatizando la riqueza de bofetón en bofetón llegaron al trono del mundo”.
“Bastó con la presencia del fisco para que el pobre infeliz se dirija al judío, que habita en su casucha miserable donde se habla de que crucifica niños. Entre el fisco, que quiere arrancarle la médula y la sangre, y el diablo, que quiere su alma, el judío le sirve de intermediario…”.
FELIPE EL HERMOSO confiscó los bienes de los judíos y los expulsó del Reino de Francia en el año 1306; un año después les tocaría la misma suerte a los caballeros templarios.
¿Habría que pensar, como lo quiere el escritor E. DRUMMONT, que los templarios – víctimas del mismo hábil monarca -, estaban secretamente unidos a los judíos? Algún historiador deberá presentar las pruebas antes de aceptar una idea tan interesante.

CAÍDA DE LOS TEMPLARIOS. EL JUICIO.

FELIPE EL HERMOSO (IV), nieto del grande SAN LUIS DE FRANCIA, heredó un trono sujeto a los vaivenes de enemigos, señores feudales, Iglesia, judíos, banqueros lombardos, homosexuales y caballeros templarios. Sin contar con los medios modernos del poder del Estado, los creó y usó con una astucia que no ha sido superada. Una buena policía secreta, un discreto uso de la opinión pública (desconocida en aquella plena edad media, su época) y el arte de movilizar a las masas son sus mejores armas para crear un Estado franco, pero todo ello apoyado en una nueva clase naciente: la burguesía urbana.
Durante veinte años, FELIPE y los templarios mantuvieron excelentes relaciones. Ambos poderes se acercaban en su recelo con la Iglesia comandada en ese entonces por el Papa BONIFACIO VIII. El mismo Gran Maestre de la Orden, JACQUES DE MOLAY, era el padrino del hijo del Rey, y así siguieron las cosas.
Las riquezas de la orden templaria comenzaban a despertar la envidia entre muchos altos clérigos y en especial entre los miembros de la orden rival de “los hospitalarios”, cuyos bienes raíces no aumentaban en la misma proporción que la hacienda inmobiliaria de los “CAPITALISTAS TEMPLARIOS”. FELIPE era deudor de la orden templaria por varios miles de libras, florines y medio millón de francos. En 1306 un alza de precios produjo una devaluación del 65%, lo que provocó una revolución popular que obligó al Rey a refugiarse de la turba en la misma orden templaria. Este recuerdo era humillante para el monarca francés, pues días antes se le había negado el ingreso honorario en el Templo, teniendo informaciones, además, que había sido los mismos templarios con sus manejos financieros los autores de la devaluación. ¡Cómo pensaría un rey en momentos que edificaba un Estado frente a la sociedad que tenía una milicia armada de treinta mil hombres, que manejaba la economía del reino, que tenía un estrecho contacto con sus enemigos ingleses, que ejercía su justicia propia, que era una orden exenta de impuestos y que, finalmente, despreciaba hipócritamente al rey!
(Comparar la acción de HITLER y STALIN contra grupos políticos financieros judíos y masones. También a NAPOLEÓN y otros).
El Papa CLEMENTE V subió al papado. Hombre de vastísima cultura, amante de la investigación, obispo a los 30 años, cardenal a los 36 y pontífice romano a los 40, gracias a un acuerdo secreto con el monarca galo, fue coronado en Lyon en medio del derrumbe de un muro que resultaba simbólico. Ya con un Papa de su influencia, FELIPE preparó su ataque contra la Orden del Templo. Su jefe de policía, NOGARET, logró reunir varios ex templarios que lo informaron sobre algunos detalles íntimos de la orden. Los espías lograron infiltrarse en el Templo, y después de un interrogatorio exhaustivo a varios templarios capturados en secreto, FELIPE acusó de apostasía a la orden. El Papa CLEMENTE V prefirió mandar a varios comisarios para ver por sus propios ojos, pero el Rey de Francia actuó con rapidez y arrestó a cincuenta caballeros del Templo de París, mediante la buena coordinación de varios escuadrones de policías colocados estratégicamente. Todo ocurría al alba del 13 de octubre de 1307, fecha en que cambiaría la historia política de Francia.

EL PROCESO

El segundo paso es importante: FELIPE reunió en un mitín popular a todo el pueblo – cada grupo social económico tras un estandarte – y denunció a los templarios acusándolos de terribles crímenes. Al mismo tiempo distribuyó entre la población un libelo redactado por él mismo con mucha habilidad. El rey agitador estaba al día; además, el odio de la masa por la opulencia de la orden se sumó al momento. ¡Todo París comenzó a odiar a los templarios!
Cuatro fueron las acusaciones contra los caballeros del Templo:
Iniciación secreta acompañada de insultos a la Cruz, negación de Cristo y besos infamantes.
Omisión de palabras de la consagración de la misa.
Adoración de un ídolo considerado como imagen de Dios verdadero.
Autorización para practicar la homosexualidad.

El Papa CLEMENTE V rechazó las confesiones de tales crímenes, que altos dignatarios de la orden ofrecieron delante de catedráticos de la Sorbona. Desconfiando de FELIPE y sus torturas prefirió tener “sus propios oídos” y, después de negociaciones con el astuto rey, envió a sus cardenales de mayor confianza para que en la fortaleza de Chinon oyeran las declaraciones de los templarios, sin las interferencias de la policía de FELIPE.
Fue a partir de ese momento – verano de de 1308 – cuando comenzó a platearse el mayor enigma de este proceso. ¿Qué le revelaron a CLEMENTE V los setenta templarios que fueron interrogados en Poitiers? Todavía constituye un misterio, ya que las actas de los archivos se hallan escondidas en los anaqueles secretos del Vaticano. Pero el hecho cierto es que el Papa, una vez oídas las confesiones, cambió bruscamente de actitud devolviendo a los inquisidores sus poderes, y llamó a un Concilio para juzgar a la Orden del Templo. La actitud de los templarios también resulta muy extraña, pues MOLAY y sus demás hermanos, que se habían retractado de sus confesiones tan pronto se enteraron de que la Iglesia tomaba cartas en el proceso, escogieron precisamente el momento en que los tres cardenales llegaban a Chinon para volver a declararse culpables. Estupefactos, los prelados les releyeron las acusaciones y confesiones, y los invitaron a reflexionar sobre la importancia del acto antes de firmar…¡Pero ellos firmaron!

EL GRAN MISTERIO

¿Existiría dentro de la Orden templaria una facción secreta reservada solamente para algunos de los miembros seleccionados, incluso con una regla reservada?
Esta pregunta se la hacen varios historiadores todavía. El templario francés MONTPEZAT declaró una noche: “Tenemos tres artículos que nadie conocerá jamás, salvo Dios, el diablo y los Maestros”. Pero si algunos defensores dicen de las confesiones de los caballeros fueron arrancadas bajo tortura, tenemos importantes declaraciones firmadas por caballeros de la orden en Inglaterra, los cuales no fueron torturados, ni siquiera arrestados. Uno de ellos, JUAN DE STOKE, amigo del Gran Maestro JACQUES DE MOLAY, reveló: “En realidad en el Templo existen dos clases de recepción: la primera, reservada a la simple admisión, y basada en una ceremonia común; la segunda tiene lugar más tarde y solamente es para unos escogidos”.
La práctica muy secreta, que según los templarios franceses era necesaria para el rito de los electos entre los elegidos, ¿se refiere a la negación de Cristo y al acto de escupir sobre la cruz, actos de tanta tinta hicieron correr los inquisidores? GEOFREDO DE GONNEVILLE, preceptor de Aquitania, declaró: “Hay quienes pretenden que las perversas prácticas fueron introducidas por el maestre ROSCELLIN DE FOS…”. Este personaje misterioso, que fue recibido por la Orden del Temple en 1281, nos da la pauta de que, entre los templarios, existía una “orden jerárquica paralela”, y que, detrás de los Grandes Maestros se escondían maestros “en la clandestinidad” a los que solamente un grupo elegido de la Orden conocía y obedecía, electos entre elegidos.
Y no se trata de una fantasía, pues el obispo FEDERICO DE MUNTER, de Copenhague, quien en 1780 descubrió los reglamentos secretos de la Orden en los archivos del Vaticano, vio un pergamino que llevaba la gran cruz cuadrada en su primera parte. Estos estatutos, que llevan la firma del Maestro ROSCELLIN, tienen ideas tan atrevidas para aquella época, que rozan con la heterodoxia. Los iniciadores superiores de la Orden decían a los elegidos mostrándoles el crucifijo: “No hagáis mucho de este, que es demasiado joven, creed solamente en el Dios Superior…”.
La vieja alternativa de los cabalistas y los gnósticos vuelve a aparecer en la idea de la muerte y la encarnación: o bien JESÚS era Dios y no había podido morir, o, si había muerto, no era Dios. En cambio, se muestran totalmente creyentes cuando de refieren a “Nuestra Señora, que está en el principio y fin de nuestra religión, porque ella existía antes que las montañas y la tierra…”.
Continuaremos en la próxima: LOS ASESINOS.

(*) JOSÉ MARÍA CARO RODRIGUEZ, cardenal Arzobispo de Santiago de Chile, “El misterio de la Masonería”, Editorial Difusión, Buenos Aires, 2ª edición. 1924, pags. 269-270.

Editó Gabriel Pautasso
Diario Pampero
nº 148 Cordubensis

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