Por Mauricio Karl
Ofrenda
Al ejército de España, vencedor de la revolución de octubre.
A los que supieron morir. Y matar.
Mauricio Karl
… para intentar, como siempre, el salvamento de España, sacudida, como entonces, por el monstruo de la Anti-Patria.
La Interpretación Masónica de la Historia, tuve necesidad de cortarla “por la inminencia del peligro”, con objeto de “dar un brusco tirón de los españoles”, y “mostrarles el rostro del Enemigo, hoy más amenazador que nunca…”
Así decíamos cuatro o cinco meses antes de la Revolución de octubre, que vino a confiar rotundamente todas nuestras fundadas previsiones.
No nos guía la codicia del lucro. Tenemos un archivo de episodios y anécdotas de la Revolución como para escribir seis o siete libros cada año, en un promedio de tres o cuatro lustros.
A nosotros nos interesa España, y tenemos que estudiar mucho y trabajar muchas horas para salir al público con una versión inédita, una interpretación subjetiva y un poco de pasión en los puntos de la pluma, y no ese cambalache de retazos que constituye una estafa consumada en los pacientes barbas del bueno lector español
Pude respirar a gusto, porque me dí cuenta de la labor que se realizaba en el Ejército. Luego, más tarde, obtuve la certidumbre de que la revolución inminente sería aplastada por la espada de nuestro Ejército y la Cruz de su Hispanidad.
Se iban localizando los nidos marxistas. Las huras de los masones. El rincón anárquico y disolvente. Se hicieron listas de traidores. Se descubrió a los fantasmas agazapados en las filas del mando, con sus siete cabezas internacionalistas; a todos los que se habían insertado en los puestos de información, ocultos en las esquinas conspiradoras.
Paralelamente a esta acción se forjaba en los yunques patrióticos, dura y fuerte, la UNIÓN DEL EJÉRCITO LEAL A ESPAÑA.
Y se previno todo. La vacilación, la duda; ¡hasta la tradición de los altos mandos! Todo ello era poco, porque los más habían jurado sobre la cruz de su hombría aplastar al monstruoso revolucionario. ¿Qué importaban tres o cuatro mandilones obedientes a la secta Anti- Nacional?
La unión del Ejército fu un hecho formidable en toda la Península. Desde Algeciras a Vigo y desde Salamanca a Gerona. Todo el contorno de nuestra piel de toro se estremeció de entusiasmos y fervores. En los cuartos de banderas se entonaba el himno glorioso del ¡arriba España! ¡Se notaba el acelerador de la sangre, impulsando el motorcito de los corazones! Un delirio de rezos se marchaba al cielo todas las noches, con el gusto goloso de estas letras:
¡ES – PA – ÑA! …¡ES – PA – ÑA!
¡HABÍA QUE APLASTAR LA REVOLUCIÓN Y SALVAR LA UNIDAD DE LA PATRIA!
LA INDEPENDENCIA DE LAS AMÉRICAS
Ya dimos por segura la destrucción del Imperio, con motivo de la insurrección de RIEGO en la ciudad de Cádiz. Efectivamente. “En el trienio” 1820-1823 se van cayendo una a una todas las hojas de la rosa imperial española.
Al general BALLETEROS, que había capitulado como traidor ante los insurrectos se le nombra capitán general. Y BALLESTEROS era de la Secta, aunque desleal.
Los diputados liberales de las colonias daban sus votos al Gobierno español, a condición de que no se hiciera nada contra la insurrección americana triunfante.
(Igual que hacía la Esquerra). Muchos de ellos fueron más tarde ministros de sus repúblicas. El diputado MORENO GUERRA, americano, presidió el primer movimiento separatista de Cádiz. Las Cortes nombran una comisión para resolver el conflicto colonial por cualquier medio, sin excluir la independencia. Todos los que votaron el acuerdo, y los mismos ejecutores, eran, sin excepción, masones.
ITÚRBIDE proclama la independencia de Méjico. El virrey APODACA intentó perseguirle, pero las Cortes le depusieron. Nombran en su ligar a O´DONOJÚ, que en 1820 se había sublevado para no embarcar. Al llegar a Méjico capitula ante ITÚRBIDE, reconociendo la independencia en el “Tratado de Iguala”. ITÚRBIDE y O´DONOJÚ ERAN TAMBIÉN MASONES.
Exactamente igual ocurre en el resto del colosal Imperio.
Cae en septiembre de 1823 la Constitución, y con ella el Gobierno y las Cortes masónicas. Sólo le quedan a España Cuba y Puerto Rico. En un rincón del Perú se batía un puñado de españoles que, desamparados y sin ayuda, fueron vencidos por la traición masónica: en Lima, oficiales masones, sobornados por BOLIVAR, destituyen al virrey don JOAQUÍN DE LA PEZUELA, y ponen en su puesto al traidor JOSÉ DE LA SERNA. Este licencia a los batallones leales, quedando solamente los que mandan, oficiales cuya obediencia ciega la habían puesto al servicio de la secta. Surge en seguida la derrota de AYACUCHO; derrota que ellos mismos organizaron. El dictado infamante de “los ayacuchos” les seguirá manchando de cieno toda la vida.
Esto no importa para que después escalen las más altas cumbres del Estado: “Ayacuchos” son ESPARTERO y MAROTO.
¡Todos ellos son masones! ¡Así lo había decretado el Supremo Consejo de Charleston, sede máxima de la Masonería Universal! ¡Y así lo cumplieron los súbditos masones con células de España!
Que éste y no otro era el verdadero fin que encubría el lema de Libertad. Y nos quedamos ya sin Imperio por los siglos de los siglos.
UNA DÉCADA FERNANDINA
FERNANDO VII vuelve a adquirir todo su poder absoluto. El poder absoluto es la idea obsesionante de este Rey, que ha pesado sobre España como una tremenda y terrible calamidad pública.
Empieza a ejercerlo con una represión contra los del “trienio” anterior; se salvan los principales culpables, como siempre, y caen en las redes los pececillos revolucionarios de ínfima categoría. RIEGO, entre ellos, que, como tantos figurones, no fue más que un muñeco en manos de la Masonería que manejó a su antojo la ambición y la fatuidad de este pobre hombre. Murió renegando del liberalismo – que jamás habían entendido -, causa de su triste fin.
Editó Gabriel Pautasso
Diario Pampero Cordubensis nº 194
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