“De lo que mis Granaderos son capaces, solo lo sé yo. Quien los iguale habrá; quien los exceda, no”. - Gral. D. José de San Martín
El Teniente Coronel San Martín, con su humildad y modestia, pero con su férrea y enérgica voluntad que lo caracterizaban, sin constituirse en censor de la situación que se vivía, política y militarmente, “sistemáticamente cuidó de no ingerirse en la dirección de la guerra ni apuntar planes de campaña, contrayéndose seriamente a la tarea que se había impuesto, que era fundar una nueva escuela de táctica, de disciplina y de moral militar”.[1]
En tal sentido dispuso el reclutamiento de los hombres más aptos para el Escuadrón de Granaderos a Caballo, y estipuló un estricto código de disciplina, que hasta el día de la fecha, bajo la denominación de "Código de Honor Sanmartiniano", rige no solo el accionar diario del Regimiento de Granaderos a Caballo, sino que continúa siendo el faro que permite evaluar la conducta y moral actual de los Oficiales que comandan el Ejército Argentino.
Existía un Consejo o Tribunal de Disciplina, presidido por el Coronel San Martín, que velaba por el cumplimiento de las disposiciones del citado Código de Honor; esto “levantó el sentimiento de la jerarquía del Cuerpo como organismo social, y mucho hizo para seleccionar a sus componentes, expulsando de su seno a los indignos”. [2]
En esencia, en sustancia ese reglamento de honor y bizarría buscaba dar a luz al “ser militar”:
“Su verdadero objeto es, infundir al oficial un amor decidido por las armas. Para ello, es preciso mover con destreza sus pasiones: así es que, hiriendo vivamente su vanidad (único móvil de toda heroica empresa) se persuade el honor de su carrera, le inspira valor, honradez y una justa parcialidad por su cuerpo, que lo sobrepone, digámoslo así, a las demás clases del Estado.
Tienden a tal fin, estos preceptos”. [3]
Señala el General Espejo, testigo presencial, en sus Memorias sobre el Paso de los Andes:
“Bajo este sistema, sostenido con perseverancia y hasta con vigorismo se verificó la enseñanza de todos y cada uno de los soldados de ese cuerpo, debiendo añadir que no era una enseñanza de mera forma ni que el jefe u oficiales tolerasen algunas pequeñas faltas de ejecución, no señor. No se pasaba de una lección a otra mientras no se viera perfecta y bien ejecutada la anterior. Que las lecciones enseñaban, y si causa se observa sin excusa ni pretexto de ningún género, hasta que todas y cada una de las posiciones y movimientos de táctica se arraigaban como hábito en los hombres. Así es que los soldados educados en la escuela de San Martín eran entonces y han sido después un modelo digno de ser imitados, por su gallarda apostura, sus airosos movimientos y su arrogante despejo, tanto en las funciones militares cuanto en las civiles y sociales. "Y qué diremos acerca del aseo personal y la uniformidad del traje? Sería fatigar la paciencia del lector explicar las minuciosidades de este ramo; pero para no dejarlo en obscuridad, baste decir, que era tan sostenido y escrupuloso su cuidado como lo había sido el de la instrucción. No se toleraba una manchita en el uniforme, ni un botón no bien limpio”. [4]
De la misma forma que reclamara de los granaderos el acatamiento de una conducta ejemplar frente a la sociedad y el Ejército, haría caso irrestricto de tales disposiciones sosteniendo como forma de vida, la política de "predicar con el ejemplo"; sin duda, la base de sus preceptos la obtuvo de su propio aprendizaje. Las Reales Ordenanzas del Ejército Español -del año 1768- en donde se formó como militar, señalan que: “El oficial cuyo propio honor y espíritu no lo estimulan a obrar bien, vale muy poco en el servicio”.
El General Espejo dice en relación a la disciplina, especialmente de los oficiales:
“Pero si a la tropa se le había sujetado a esa estrictez sistemática, la oficialidad en su elevada clase, era no menos estrechada a un adecuado paralelismo. Desde el primer momento también se habían establecido tas reglas de la más severa disciplina y la moral individual. Las órdenes del cuerpo eran un sistemático curso doctrinario, para enaltecer al hombre, arraigar el espíritu militar y fundar el honor del cuerpo. En ese sentido, la vida pública y privada de la oficialidad, fue objeto de un reglamento secreto y espreso”. [5]
La férrea disciplina, el culto al valor y al honor, la exigencia y rigurosidad en la instrucción física y militar, quedarían entonces patentes en las siguientes disposiciones, establecida en aquel entonces como la lista de “Delitos por los cuales deben ser arrojados los Oficiales”:
“1. Por cobardía en acción de guerra, en la que aún agachar la cabeza será reputado tal.
2. Por no admitir un desafío, sea justo o injusto.
3. Por no exigir satisfacción cuando se halle insultado.
4. Por no defender a todo trance el honor del cuando lo ultrajen a su presencia o sepa ha sido ultrajado en otra parte.
5. Por trampas infames como de artesanos.
6. Por falta de integridad en el manejo de intereses, no pagar a la tropa el dinero que se haya suministrado para ella.
7. Por hablar mal de otro compañero con personas o oficiales de otros cuerpos.
8. Por publicar las disposiciones internas de los oficiales en sus juntas secretas.
9. Por familiarizarse en grado vergonzoso con los sargentos, cabos y soldados.
10. Por poner la mano a cualquier mujer aunque ha insultado por ella.
11. Por no socorrer en acción de guerra algún compañero suyo que se halle en peligro, pudiendo verificarle.
12. Por presentarse en público con mujeres conocidas como prostituidas.
13. Por concurrir a casas de juego que no sean pertenecientes a la clase de oficiales, es decir, jugar con personas bajas e indecentes.
14. Por hacer un uso inmoderado de la bebida en términos de hacerse notable con perjuicio del honor del Cuerpo.
“Yo estoy seguro que los oficiales de honor tendrán un placer en ver establecidas en su cuerpo unas instituciones que lo garantizan de confundirse con los malvados y perversos, y me prometo (por lo que la experiencia me lo ha demostrado) que esta medida les hará ver los más felices resultados como la segura prosperidad de las armas de la Patria”.
Nota: “El cuerpo de oficiales tiene un derecho de reprender (por la voz de su jefe) a todo oficial que no se presente con aquel aseo propio del honor del cuerpo, y en caso de reincidencia sobre este defecto, quedan comprendidos en los artículos de separación de él”.
Domingo Albariño – José María Urdininea – Hipólito Bouchard – Mariano Necochea – Luis José Pereira – Manuel Soler – Lino Raymundo de Arellano – Anselmo Vergara – Ladislao Martínez – Ángel Pacheco – Juan Manuel Blanco – Carlos Bornes – Rufino Guido – José Hilario Basabilbaso. [6]
Explicó, en nota que puso al final del citado documento, el sentido de tales normas, pensadas y redactadas por él mismo:
“Yo estoy seguro que los oficiales de honor tendrán un placer en ver establecido en su cuerpo unas instrucciones que los garantice de confundirse con los malvados y perezosos, y me prometo (porque la experiencia me ha demostrado) que esta medida les hará ver los más felices resultados, como la segura prosperidad de las armas de la Patria”.
Un ejemplo testimonial para reflexionar y obrar a la luz de los principios sanmartinianos, ya que, como soldado, “En conclusión, el General San Martín ejerció el mando -civil y militar- con honor, disciplina, espíritu de cuerpo y ética, al servicio de la misión que la providencia le asignó”. [7]
Lic. Gustavo Carrère CadirantCiudad Autónoma de Buenos Aires, 25 de febrero de 2008, 230ª Aniversario del Natalicio del Gral. D José de San Martín, “Padre de la Patria”.
* * *
[1] Mitre, Bartolomé. “Historia de San Martín y la emancipación sudamericana”. Ediciones Peuser. Buenos Aires. Diciembre de 1946. Cap. II. Pág.88.
[2] Levene, Ricardo. “El Genio Político de San Martín”. Ed. Guillermo Kraft Limitada. Buenos Aires. 1960. Cap. III. Pág. 36.
[3] Espejo, Jerónimo. “El Paso de los Andes”. Guillermo Kraft Limitada. Buenos Aires. 1953. Pág. 38.
[4] Espejo, Jerónimo. Op. Cit. Capítulo Primero. V. Pág. 34.
[5] Espejo, Gerónimo. Op. Cit. Capítulo Primero. V. Págs. 35-36.
[6] Anschütz, Camilo: “Historia del Regimiento de Granaderos a Caballo 1812 – 1826”. Circulo Militar. Buenos Aires. 1945. Tomo I. Pág. 23.
[7] Torres, Juan Lucio. “Los cuatro pilares de San Martín. Una visión ética”; en San Martín, órgano oficial del Instituto Nacional Sanmartiniano. Buenos Aires. Junio 2006. Pág. 27.
Editó Gabriel PautassoDIARIO PAMPERO Cordubensis
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1 comentario:
Es un placer inconmensurable el que provoca no solo su articulo, sino tambien el saber de gente como usted, quien habla y expone con rigurosos fundamentos, los ideales del General Don Jose de San Martin.
Espero no cese su dedicacion a el, pues el mismo expresó "el nombre de San Martin ha sido mas valorado por sus enemigos que por quienes he arrancado las viles cadenas de la dependencia"
Saludos hermano!
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